tener ninguna prisa. Componendas ministeriales, despliegue de fuerzas, banquetes. Por ahi estaba el paro obrero aumentando, las zonas miserrimas en el campo, los proyectos de reforma de la ensenanza detenidos, los trenes marchando a la pata coja. Entendian que nada de lo proyectado por el Gobierno anterior era aceptable; pero nada surgia, practico, en substitucion.
Un frente comun izquierdista se delineaba para hacer frente a aquel periodo. Habia estallado una cadena de huelgas en todo el territorio nacional. Y muchos disturbios. En Barcelona habian soltado, sin frenos, un tranvia que bajo por la calle Muntaner como un fantasma, sembrando el espanto entre los transeuntes, hasta que se precipito contra un coche en la Gran Via reduciendolo a chatarra y envolviendolo en llamas. En Jaen se habia declarado una tremenda huelga de campesinos, y los huelguistas, armados con hondas, lanzaban piedras contra los que se negaban a abandonar su azada. ?Extrana muerte la de un agricultor encorvado sobre los surcos recibiendo una piedra en plena frente!
En Gerona, los animos se exaltaban con todo ello. Y el tono de
En todo caso, el mecanismo interno de estos dirigentes diferia mucho uno de otro, por lo cual parecia extrano que no se diferenciaran sus actos.
En primer lugar, don Jorge. Don Jorge poseia aproximadamente cuarenta fincas, era verdad. Pero estimaba que el sistema patrimonial que ello implicaba era necesario para la conservacion de la tierra.
Estaba absolutamente convencido de que la multitud lo echa todo a perder y que los repartos no sirven para nada, pues a los pocos anos el que lleva algo en las venas ha vuelto a subir unos peldanos. Era un hombre bajito, de menton energico, que no se creia en la necesidad de mirar enteramente a las personas para reconocerlas. Al andar por la calle, algo instintivo -por el ruido de los pasos, por la manera de entrar en una escalera- le iba diciendo: «Ese es un pequeno comerciante, esa es una criada». No los despreciaba. Al contrario, siempre decia que todo el mundo tenia derecho a ser respetado; pero opinaba que las personas de distinta clase social no debian mezclarse unas con otras. Creia que, al mezclarse, cada una perdia lo mejor de si misma sin adquirir nada en cambio. A su heredero, Jorge, le decia siempre: «?Que le vas a ensenar tu a un obrero? Y un obrero, ?que va a ensenarte a ti? Respetale, si un dia tienes que hablar con el, y procura que tus colonos tengan para vivir; pero cada uno en su mundo». Estaba convencido de que en sus propiedades una huelga como la de los campesinos de Jaen era imposible. «Los propietarios andaluces debian de haber dado a sus colonos demasiada confianza…»
El notario Noguer era una persona distinta. Hombre mas bien raquitico, con parpados caidos y esquinados que daban a sus ojos un aire cansado, triangular. Al no tener hijos se habia ido introvertiendo. Le gustaba todo cuanto era solido y los muebles de su piso parecian una prolongacion de los de Liga Catalana: vetustos, de roble, con libracos. Nunca quiso tener grandes propiedades porque estaba convencido de que los campesinos, lo mismo si se mezclaba con ellos como si no, y fuera cual fuera el tono de
Don Santiago Estrada era un poco el reves de la medalla. Alto y elegante, uno de los personajes decorativos de la ciudad. Todo lo hacia con la sonrisa en los labios. Dirigia la CEDA como jugaba al tenis. Por eso habia elegido un partido politico joven. Por eso en la procesion se exhibio llevando un pendon alto y dorado, mientras el notario Noguer se escondia bajo un catafalco. Tenia una mujer hermosa, y sus hijos rebosaban ingenio. Su coche no traqueteaba como el de don Pedro Oriol. De un optimismo desconcertante, ni los petardos en el Palacio Episcopal ni los tranvias le imprimian la menor huella. Antes de las elecciones estaba seguro de ganar, y gano. Ahora estaba seguro de que la CEDA conduciria a Espana a buen puerto.
Su elegancia era reconocida por todas las mujeres, incluso por las hijas del Responsable. Tenia una dentadura maravillosa, que «La Voz de Alerta», bromeando, le habia propuesto comprar para guardarla en una urna como modelo. Pelo brillante, ojos algo aninados, piel en la que se notaba la diaria friccion de colonia. Consideraba sus propiedades como un regalo que agradecer a su buena estrella y como un medio que le permitia dedicarse a la politica y al tenis, que constituian su pasion. Consideraba que don Jorge era demasiado unilateral y que el notario Noguer carecia de sentido del humor. En el fondo se encontraba a gusto entre senoras. El comandante Martinez de Soria le tenia por frivolo; en cambio, el subdirector del Banco Arus le adoraba. Siempre decia de el: «Es un hombre al que todo le sale bien».
Estas diferencias, anadidas a las que separaban entre si a «La Voz de Alerta» y don Pedro Oriol, monarquicos -el dentista se mantenia fiel a Alfonso XIII; el comerciante en maderas era carlista- imposibilitaban que la acusacion de
En realidad, si en Gerona las reivindicaciones obreras se habian visto paralizadas; si la subvencion al Hospital, al Manicomio y al Hospicio no habia sido aumentada, a pesar de haber aumentado los gastos de estos establecimientos; si en el campo faltaban abonos y la industria pesquera no recibia el apoyo necesario, en opinion de Matias ello se debia, en parte, a la desunion de la propia gente, a la cobardia de algunos en el momento de plantar cara, a las envidias y, desde luego, a la frivolidad de don Santiago Estrada. Porque la CEDA era el unico partido en situacion de privilegio para arrancar de Madrid soluciones globales. La responsabilidad de don Jorge, del notario Noguer, del alcalde y demas autoridades, era, a su entender, mas limitada.
En cambio los Costa, en Izquierda Republicana, los radicales en el cafe en que jugaban al «chapo» y los socialistas hacian tabla rasa y repetian sin cesar: «Habra que ir a una huelga general». Lo unico que los contenia era la evidencia de que el Gobierno de la Generalidad habia empezado a tomar posiciones y a enfrentarse energicamente con el Gobierno de Madrid. «Vamos a ver, vamos a ver. No nos precipitemos.»
Los Costa eran bien vistos a pesar de su posicion social, de ser duenos de las canteras, de la fundicion mas importante de la ciudad y de unos hornos de cal que acababan de adquirir. Hermanos gemelos, eran democratas por naturaleza. Se hacian perdonar los enormes puros que fumaban porque repartian otros igualmente enormes a todo el mundo. Macizos, siempre perfumados y con la punta del panuelo saliendoles del bolsillo, por sus maneras, por preferir temperamentalmente hablar con futbolistas que con personas distinguidas, daban la impresion de que deseaban que los demas vivieran como ellos vivian. En el fondo simbolizaban el triunfo posible. Tenian autoridad moral para decir: «Si, senor. Seguidnos y un dia vosotros tambien poseereis canteras, fundiciones y hornos de cal». Y si habia alegria popular -fiestas de barrio, excursiones, Pena Ciclista y futbol-, era gracias a sus cheques. Los empleados del Banco Arus, especialmente Padrosa y el cajero, les decian a Ignacio y al subdirector: «A ver, a ver cuando don Jorge o don Santiago Estrada pagan una orquesta para que se diviertan los choferes o las criadas».
Del Banco, solo Cosme Vila consideraba a los Costa unos burgueses mas peligrosos que los demas. Decia que hacian lo mismo que el sacristan del Colegio de los Hermanos de la Doctrina Cristiana, que contentaba a los chicos ingenuos dandoles un poco de regaliz. Pero el barbero de Ignacio, con su cicatriz en el labio, barbotaba: «?Bah! Eso es buscar tres pies al gato. Si todo el mundo fuera como ellos, mis dependientes tendrian una casa suya y un huerto».
Todo aquello era complejo y la mentalidad general estaba un poco desconcertada. Se salvaban las inteligencias rectilineas, obsesionadas: por ejemplo, el Responsable, el Cojo, el Grandullon.
Ellos no habian variado un apice porque los verdes fueran mas intensos o porque hubiera cantado el Orfeon Catalan. Para ellos el principal enemigo, el que era preciso aniquilar inmediatamente, continuaba siendo el mismo: