Pilar estaba desconcertada y una vez mas buscaba en vano sus trenzas para tirar de ellas. ?Nuri, Maria y Asuncion no darian credito a lo que acababa de suceder! En cuanto a mosen Alberto, habia enrojecido. Sentia que le tocaba defenderse so pena de hacer un papel lamentable.
– Muy bien, Ignacio, muy bien -le dijo, al cabo de un rato, tabaleando en la mesa-. Has aprovechado muy bien las lecciones de los maestros que te has escogido. Te parece muy facil, todo muy facil. ?Lastima que no seas Papa! ?Que quieres que te conteste? Ya de pequeno eras asi.
– ?No, no, antes no era asi! -interrumpio Carmen Elgazu, sollozando.
– Bueno… quiza fuera mejor no decir nada, pero voy a contestarte. ?Prohibida la entrada! Ya sabras que en la Iglesia no puede prohibirse la entrada a nadie, y tu mismo dices que nadie debe condenar… Y por lo demas, estas hecho un mar de contradicciones. Todo tu discurso esta lleno de contradicciones. Primero dices que no nos metamos en asuntos de familia y luego pides que seamos como hermanos, como padres. Que fumemos con la gente, que juguemos a las cartas. Si me ves jugando a las cartas, diras que pierdo el tiempo y que lo que quiero es divertirme, como en el cafe. Impopulares… ?Naturalmente que somos impopulares! Predicamos que el hombre debe dominar sus pasiones, sus vicios. Vamos contra sus apetitos. ?Como vamos a ser populares? Si dijeramos: ?Ale, que cada uno haga lo que quiera, todo es valido: la gula, la avaricia, la lujuria; cuanto mas comais y robeis, mas gloria tendreis en el cielo, tendriamos a todo el mundo con nosotros! ?Ricos y pobres! En cuanto a lo del terror, ?que quieres! Si hablamos del infierno es porque el infierno existe y hay que advertir de ello a la gente y no porque nos guste. Pero si alguien va contra los ricos, es decir, contra la riqueza mal adquirida o mal administrada, es precisamente la Iglesia la que les recuerda constantemente lo dificil que sera para ellos salvarse. Ahora bien, todos nosotros tenemos que pedir ayuda a la gente que tiene dinero; y si te refieres a las reservas de los obispados ten en cuenta que son para el culto y en prevision de persecuciones, que por desgracia no faltan, como ahora en Alemania. ?Pero te desafio a que en toda Espana me cites a cincuenta sacerdotes que no lleven una vida personal de acuerdo con sus votos! Si los semanarios como
– ?Por Dios, mosen Alberto! -grito Carmen Elgazu.
– Y mas aun. Puesto que hemos pasado la Cuaresma…
– ?Que quiere…? -interrumpio Ignacio-. ?Lavarme los pies, como a los apostoles…?
Matias, ante el ex abrupto de su hijo, reacciono de una manera fulminante.
– ?Basta, Ignacio! -ordeno-. Vete a tu habitacion. ?Y tu, Pilar, lo mismo!
Hubo un cambio de decoracion. El muchacho se levanto sin prisa. Se encogio de hombros y luego se dirigio al pasillo y abrio la puerta, de su cuarto.
Pilar, con timidez, cruzo el comedor y abrio la puerta del suyo.
Al quedar solos Matias, Carmen y el sacerdote, hubo un instante de gran tension. Finalmente, aquel se levanto de visible mal humor. Dio dos chupadas a su cigarrillo y se dirigio a su vez hacia la puerta. Su mujer, todavia con el panuelo entre los dedos, le dijo:
– No te iras a marchar, Matias.
– ?Por que no? Me voy a jugar al domino.
CAPITULO XV
Carmen Elgazu pedia sacar inmediatamente a Ignacio de las garras de David, y sobre todo de las de Olga, de quien todo el barrio de la Rutila decia que parecia un hombre y que en verano se la habia visto en el jardin llevando pantalones.
Matias Alvear se nego a ello, porque entendia que podia perjudicar sus estudios. Ahora bien, reconocia que el muchacho habia estado insolente con lo de lavar los pies y pensaba castigarle.
– Le obligare a ir a pedir perdon a mosen Alberto.
– ?Santa palabra! Te advierto que yo tampoco se lo dejo pasar.
La cena transcurrio en silencio. Despues del rosario, Ignacio se levanto para irse a la cama. Al dar las buenas noches, Carmen Elgazu le llamo:
– Acercate.
El obedecio, mirandola con fijeza. Entonces su madre le dio un beso y acto seguido, con premeditada violencia, un terrible bofeton.
– Y ahora esperate, que tu padre quiere hablarte.
Ignacio, fuera de si, barboto algo ininteligible y desaparecio en su cuarto.
?Matias! -llamo Carmen. Pero la mujer vio que su marido habia desaparecido de nuevo.
Ignacio paso toda la velada del jueves en casa de los maestros. No les conto una palabra de la borrasca que azotaba a la familia; de modo que ellos no tuvieron por que disimular el buen humor de que disfrutaban. Buen humor por dos motivos. Primero, porque el surtidor del jardin, despues de dos meses de mudez, se habia decidido a funcionar de nuevo; segundo, porque en aquellas fiestas de Semana Santa habian conseguido terminar su Manual de Pedagogia.
– ?Que le parecia el surtidor? Chorro puro de agua, que ascendia como una flecha y que al final se curvaba como el puno de un baston.
– Baston en el que no se apoya nadie -rio David.
– ?Que dices! -protesto Olga-. Sostiene todo el jardin.
En cuanto al Manual de Pedagogia, una copia estaria ya en manos del Ponente de Cultura de la Generalidad. Si habia suerte Ignacio veria el librito impreso y adoptado por gran numero de maestros catalanes.
Era el fruto de su experiencia y de interminables horas de dialogo. Proponian muchas cosas, todas centradas en la idea de la libertad del hombre.
Nada de imprimir en el cerebro de los ninos huellas que luego pudieran perturbar su juicio. Antes de los diez anos, ni una palabra sobre religion, sobre la maldad de la gente o los grandes problemas de la conciencia. A los diez, presentarles en un tablero todas las concepciones, con absoluta objetividad, ante un mapamundi y unas estadisticas, y que ellos eligieran poco a poco. Y nada de pizarras negras: los ojos necesitan alegria. Y una vez