descendiendo en cabalgata hasta el agua, ante un mar a la vez neto y profundo. ?Que grandiosidad!

Reconocio a muchas personas de Gerona, que en el Paseo del Mar adoptaban aires de venir de mucho mas lejos. Mujeres de color de rosa que cambiaban tranquilamente su piel. Al muchacho le parecia extraordinario que una cosa tan importante como cambiar la piel ocurriera de tan sencilla manera. Por lo demas, el Paseo de San Feliu tenia aspecto de parque familiar.

Dio media vuelta y paso frente a los cafes. ?Al vuelo las campanas! La muchacha de ojos verdes estaba sentada con una amiga en el Casino llamado «de los senores», en uno de los sillones de la calzada. Ignacio, sin reflexionar un segundo, se le acerco. No sabia lo que le diria, pero no importaba. Se detuvo ante ella y renuncio a todo preambulo: puso una mano sobre la mesa y le pregunto si le habia hecho dano con el balon azul. Ella le contesto que si, e inclinandose ligeramente le mostro un exquisito corte que tenia sobre una ceja. Ignacio, entusiasmado, le pidio permiso para quedarse a su lado hasta que la herida hubiera cicatrizado. Ella hizo un mohin inteligente y gracioso, y senalo un sillon a su izquierda. Luego presento.

– Mi amiga «Loli». Yo me llamo Ana Maria.

– Yo me llamo Ignacio.

Al tiempo de sentarse, Ignacio leyo mensajes totalmente distintos en los ojos de las dos muchachas. En los de Ana Maria, algo espontaneo, claro como la vela de un balandro; en los de Loli una terrible sospecha: la sospecha de que el era pescador.

La muchacha le miraba con desconcertante insolencia las alpargatas -de trenzas, no de crep-, el pantalon -azul marino, no blanco-, la camisa no de seda, la muneca sin reloj. Luego el pecho, la frente morena, el pelo negro y rizado. Acodada en el sillon, sin quitarse el menique de los labios, remato el examen:

– ?Que estudias?

– Ahora empezare abogado.

Loli sonrio. Al cabo de poco rato suspiro con absoluto aburrimiento.

– ?Bien chicos! -dijo, levantandose-. Os dejo. -Se pego una absurda palmada en la cabeza. Y ya de espaldas levanto la mano y la agito-: Au revoir! -Y se alejo.

Ignacio enarco las cejas con asombro. Ana Maria se quitaba algo de la solapa del vestido.

– Me parece que no le he gustado -dijo Ignacio.

– Me parece que no -rubrico ella sonriendo-. Esta loca, pero es muy simpatica, de veras.

Ignacio se sentia molesto. Queria poner aquello en claro, pero Ana Maria corto sus pensamientos.

– Tu no eres catalan, ?verdad?

Ignacio se volvio. La muchacha tenia una barbilla diminuta, nariz chata, pomulos salientes. Se peinaba con un mono a cada lado. Era un encanto. Llevaba un traje de hilo, muy correcto. Cuando se reia, avanzaba la cabeza en actitud de gran cordialidad.

Ignacio pensaba: todo esto es un milagro. Hablaron de cosas neutras. Dos o tres comentarios de la chica le llamaron la atencion. Primero, cuando los altavoces dieron el resultado de las regatas. Ana Maria le dijo: «?A ver, perdona un momento! -Y escucho. Al oir el nombre del ganador exclamo-: ?Ah, ja! ?Papa rabiara!» Luego, un momento en que el sol se rodeo de rayos blancos observo: «?A ti no te parece que el sol es poco humilde?»

Se levantaron. Entraron en el teatro guignol -un real cada uno- y se rieron como benditos con el intercambio de garrotazos entre la mujer buena y Lucifer. Luego escucharon un charlatan -limeno- que vendia relojes de pulsera por dos duros. «?El unico defecto que tienen -decia- es que cuando marcan las doce no se sabe si es mediodia o medianoche!»

La tarde se encendia. Era un momento hermosisimo, propicio a la amistad.

Un pensamiento divirtio a Ignacio. ?Que demonios hacia alla, al lado de una muchacha cuyos pendientes bastarian para pagar su carrera y aun sobraria para que Carmen Elgazu y Matias Alvear hicieran su tan suspirado viaje a Mallorca? «?Que los debiles no vayan al mar…!» Ahi andaba el, por el Paseo central, opinando sobre marcas de automovil, ajeno a los suyos, que eran aquellos magnificos gerundenses que se volvian a la estacion con la bolsa de la merienda vacia y la piel de la espalda arrancada a jirones.

Y, no obstante, se sentia satisfecho. Le parecia que todo el mundo le miraba. Ana Maria debia de llamar la atencion, con sus dos monos, uno a cada lado, y las cintas de las alpargatas perfectamente entrecruzadas hasta media pierna. ?Al diablo los escrupulos! Tomaron asiento sobre una barca muerta en la arena, riendo sin saber de que.

?No queria ambiente nuevo? Ahi lo tenia.

Ana Maria balanceaba sus piernas. Suspiro y dijo:

– Cuentame cosas…

Un pescador que pasaba oyo la frase. -?Anda, hombre, cuentaselas!

Y la hora avanzaba. El crepusculo era grandioso. -Tienes una voz muy serena. Me gusta oirte.

– ?De que quieres que te hable?

– De lo que quieras.

Ignacio se irguio y quedo frente a la muchacha. La barca era muy pequena, el se sintio mucho mas alto.

Nunca habia hallado un ser tan expectante. Nunca a nadie tan dispuesto a escuchar. ?Donde habia aprendido que de repente se encuentra uno con una alma gemela, solitaria, para la cual vale la pena volcar todo cuanto se lleva en el pecho?

Se entusiasmo.

– ?Ahora…? ?Va…?

– Va.

Salio todo. Toda la ciencia acumulada en seis anos de Bachillerato, en conversaciones con Julio, con David y Olga, con el subdirector y La Torre de Babel. Toda la experiencia de hombre nacido en Malaga, que ha llevado medias negras. De un tema al otro, sin mas ilacion que su voz. ?Al diablo el pescador si es que rondaba por alla y le oia!

Hablo de la Masoneria. Del sistema planetario y del Apocalipsis de San Juan. De que en el mundo, mientras ella estaba sentada en aquella barca, ocurrian transformaciones: el comunismo, Hitler… En cuanto al fascismo, no se podia vigilar, como no se podria vigilar la Geometria o la concepcion materialista de la Historia. Hablo de la linea de los balandros, de la calidad de las piedras de Gerona, de Cesar y del mar. ?El mar! El milagro que mas impresion le causaba -aparte el de la autorresurreccion- era el de Jesus caminando sobre el agua. ?Que maravilla! Ana Maria debia de imaginar aquello: un hombre con tunica hasta los pies, cabellera venerable, deslizandose desde el rompeolas en direccion a donde ellos estaban… Si, en el fondo todo era milagroso. Incluso Gerona. ?Que bien se sentia en Gerona! ?Por que una gran ciudad? En una gran ciudad la poblacion aumentaba sin que se supiera como, los seres venian al mundo ignorandose de donde ni de quien; en Gerona, en cambio, se tocaba la vida con la mano… El conocia… ?En fin! «Preferia la intensidad a la dispersion.» ?Donde estaba la victoria? No se sabia. En cuanto a el, cuando fuera abogado, no defenderia sino pleitos perdidos. ?De veras! Pero los ganaria. Y luego, a viajar… Le gustaria mucho Italia, luego Grecia, Egipto y, naturalmente, Rusia. ?Los rusos se parecian tanto a la gente que ha nacido en Malaga y, luego, tomando la vida en serio! ?No le parecia que la guitarra era mas profunda que…? Olvido decir que le gustaria ir a Palestina, aunque al parecer en el Santo Sepulcro ocurrian escenas deplorables con las parejas. Pero lo que mas miedo le daba era la ciencia… La ciencia avanzaba implacable y si no se hacia buen uso de ella… Tenia un amigo que decia que llegaria un momento en que las inyecciones… Pero no. ?Habia oido hablar de Fontilles? ?Conocia algun donador de sangre en los Hospitales? Y, sin embargo, peor aun que la ciencia era el maquinismo, el trabajo en serie… ?Como amar el trabajo en tales condiciones? Un tornillo, otro, otro, todos iguales… Ningun obrero ejecutaba una obra entera, sino piezas sueltas. Como si las madres parieran a los hijos una un brazo, otra la pierna, otra la cabeza. Aunque luego todas las piezas casaran, ?que? Ya no seria el hijo. ?En fin! Todo aquello no importaba. Lo importante era ser hombre, avanzar. Avanzar era lo que el hacia. Adelante en la carrera. Ahora pasaria quince dias sonando… Luego, otra vez la realidad. Y en cuanto al amor… la verdad es que entendia muy poco… Un cuello de cisne, una Dama de Honor… Si bien ahora, de repente, no sabia lo que le habia ocurrido. Llego un balon azul, por via maritima, y ?zas! parecia que le habia hinchado el corazon.

Ana Maria apenas podia respirar. Sus piernas habian quedado inmoviles. Ademas, acababa de darse cuenta de que la barca se llamaba tambien Ana Maria, que Ignacio la habia elegido sin que ella se diera cuenta.

– ?Quien eres tu? ?Quien eres? Nunca nadie me habia hablado asi. A Ignacio le parecia que se deslizaba sobre el agua…

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