la taberna a la que Ignacio fue con el Cojo le llamaron para ayudar en un parto! Cesar huyo. Cesar huyo por primera vez de la calle de la Barca. Su huida fue muy comentada. El se sentia desolado. Pero le parecia que un seminarista podia acompanar a las personas en su muerte, no en su nacimiento. ?Tal vez hubiera cometido una falta! Cuando mosen Alberto regresara de Camallera, se lo consultaria.

A medida que los dias pasaban se daba cuenta de una cosa: sus acciones quedaban ahogadas en la inmensa mugre fisica y espiritual del barrio como gotas en el mar. Todo seguia su curso independientemente de el, y los propios beneficiarios de sus actos los aceptaban sin darles mayor importancia, como si el tuviera obligacion precisa y casi administrativa de llevarlos a cabo. Se consolaba pensando: «De todos modos, con una sola alma que se salvara…» Y aunque nada consiguiera, con mitigar algun dolor bastaba…

Imposible, desde luego, sonar en nada colectivo. Por lo demas, la mezcolanza era alli mas aparente que real. En realidad, tambien en la Barca se vivia en compartimientos cerrados: los murcianos tenian una colonia y sus costumbres, los gitanos tenian las suyas, los traperos solo se interesaban por los demas si estos tenian algo que vender a precio regalado, los comerciantes se parapetaban tras sus sucios mostradores; y en cuanto a las mujeres de mala nota… eran la pesadilla de Cesar, tal vez su mas dificil obstaculo. Excepto la Andaluza, patrona que se las daba de buena crianza, que tenia una hija interna en las monjas y que trataba a Cesar con gran respeto, y dos o tres de sus discipulas, bastante correctas, las demas le tomaban descaradamente el pelo. «?Eh, tu…? ?Es verdad que no tienes lo que tienen los hombres? Ven un momento, rico, que yo te ensenare el alfabeto…»

El gran misterio para Cesar era que hubiera seres humanos que hicieran del pecado su profesion. El patron del Cocodrilo se mostraba duro con ellas. Decia que las conocia demasiado. «Por una que haya digna de lastima, cinco estan aqui por su culpa.» Cesar no se avenia a razones. Su corazon lloraba al oirlas, al ver sus ojos, la palidez de sus rostros, ese algo prematuramente marchito en sus mejillas. Casi todas se habian arrancado materialmente las cejas y se pintaban en su lugar una raya arbitraria, negra o marron. A veces las rayas se prolongaban hacia arriba, con algo de diabolico. A veces se curvaban hacia abajo, con cansancio. De repente habia una que acertaba con el arco exacto y cobraba aspecto de mujer hermosa, normal. Cesar pensaba siempre en las cejas poderosas de su madre y su compasion se acentuaba.

Y cuando hacia el atardecer veia llegar los soldados y muchos obreros, que se dirigian automaticamente hacia aquellas casas, brincaba por el barrio rezando jaculatorias. La gente le decia: «?Caray, si no fuera eso, nos moririamos de hambre!»

Tambien para el todo aquello era una revolucion. Sonaba en terminar la carrera para dedicar integramente su vida a aquel barrio… ?Quien sabe, con la ayuda de Dios…! El patron del Cocodrilo le desenganaba: «Si no aprovechas ahora, que vistes como yo… el dia que lleves sotana ya no podras lograrlo».

No habia abandonado por ello su proyecto de dar con las catacumbas. Porque las catacumbas debian de encontrarse forzosamente en aquel barrio. ?Quien no habia visto por alli un pasadizo subterraneo, una puerta nunca abierta, un muro que sonara a hueco…?

Un dia, en clase, hablo del asunto con los alumnos. ?Sorprendente! Todos contestaron: «Oye, tio Cesar. Estan en casa Pilon…»

?Santo Dios, la cueva del gran gitano!

– ?Arriba, arriba hay un pozo…!

– ?Muy hondo!

– ?Pilon lo sabe, lo sabe de sobra!

?Un pozo! ?Pilon lo sabe!

– Pero… ?Si eso cae debajo del campanario de San Felix!

Los alumnos se encogieron de hombros.

– Nunca ha bajado nadie al pozo. La Andaluza tambien lo sabe.

Cesar olvido por unas horas la necesidad en que se encontraba el barrio de que el trepara a un balcon con la Biblia en la mano. Pero, ?como conseguir que Pilon le abriera la puerta de su casa? Los chicos le dijeron: «El patron del Cocodrilo. Si el quiere, Pilon te dejara entrar».

Si, la cosa era autentica. El patron se avino a servir de intermediario. Presentia que si se encontraban las catacumbas, su bar cobraria gran importancia. Pondria una flecha en la fachada que dijera: «Catacumbas, a cincuenta metros…»

?Gran tecnico, en efecto, el patron en el arte de tratar a los gitanos! Tenia un sistema muy simple. Al tiempo de pedirles algo, se sacaba del bolsillo un duro y lo iba mirando y remirando, mientras con la otra mano se echaba la minuscula gorra para atras.

Asi lo hizo en aquella ocasion. El gran gitano de millones de cabellos de azabache le dijo: «Bueno, que venga el crio».

– Vendra a las seis de la tarde por lo del pozo de arriba, que bien sabes tu que esta ahi.

– Que venga. Veremos, veremos…

Cesar dio un salto de alegria. No perdio tiempo. Los chicos le seguian. Le acompanaron a buscar otros dos seminaristas. Necesitaban cuerdas, una lampara de mano, un martillo. Todo con facilidad. Y se presentaron en la casa.

– Poco ruido -ordeno Pilon.

– Ninguno. No tema. La gran gitana aparecio y pregunto:

– ?Que es eso?

– Dejate -contesto el gitano. Y se toco la faja de una manera particular.

Subieron. El pozo estaba alla. Quitaron la madera que lo cubria y ataron a Cesar como para un largo viaje.

Uno de los seminaristas era experto en montanismo y conocia los trucos. Una piedra fue echada al fondo: tardo en retumbar. «?Estas preparado?» El patron del Cocodrilo se ofrecio para ayudar a sostener la cuerda desde arriba. Y Cesar se introdujo en el negro agujero, con su corazon, su martillo y su linterna, pensando en San Narciso, patron de la ciudad.

Descendio en tijera, hasta que la luz diurna desaparecio. Se hallo solo, Dios sabe a que profundidad. Descendio mas aun; el tubo se estrechaba. Y de pronto, resbalo, quedo suspendido. El corazon se le paralizo. Espantosos chillidos y batir de alas resonaron en una especie de gruta sin salida, mientras el haz de luz de su linterna hacia visible un charco de agua del que surgian patas verdosas, tentaculos, ojos fosforescentes, pequenos cuerpos zambullendose. Un miedo sin palabras le atenazo la garganta. Le parecio hallarse en un lugar sin Dios. Intento agarrarse a algun sitio y se le cayo el martillo, que sembro el panico entre los indescriptibles seres de la gruta. Tiro de la cuerda tres veces, con todas sus fuerzas. Y sintio que le izaban con gran fatiga. Pronto se hallo en el cono salvador, subiendo, subiendo. El sudor le caia a los abismos. Vio la luz diurna. «?Eh, eh!», le gritaba arriba el patron del Cocodrilo, con un dedo ensangrentado.

– ?Y pues…? -Pilon, en un rincon, fumaba.

El muchacho se repuso y conto la aventura.

– Hay que bajar preparado -concluyo-. Es el lugar exacto. Una de las paredes ha de conducir a la nave.

Por desgracia, al dia siguiente llego de Camallera mosen Alberto. Y cuando Cesar le explico la expedicion que estaban preparando, el sacerdote se paso la mano por la mejilla, y mostro un semblante divertido. Cesar le dijo:

– Lo primero que hay que hacer es acabar con esos animaluchos.

– Desde luego, desde luego -le contesto el sacerdote-. Cuando yo era estudiante tambien fue lo que nos dio mas miedo. ?No has visto en aquella piedra de la derecha uno enorme, con escamas que parecen de lagarto?

Mosen Alberto le corto las alas en lo de las catacumbas. En sus proyectos de catequizacion del barrio le ordeno que anduviera con cuidado, que algunos de aquellos hombres en un momento de borrachera podian jugarle una mala pasada. En cambio…le ayudo sin reservas en su deseo de entrar de aprendiz en un taller de imagineria. Le dijo:

– Eso esta bien pensado.

Cesar lo dejo en sus manos. Y mosen Alberto se ocupo en ello seguidamente. Los dos talleres que habia en Gerona los conocia, y dijo que eran lo mas opuesto que darse pudiera. Uno estaba enclavado muy cerca de las escalinatas de la Catedral, en la calle de la Forsa. Era un taller muy pequeno que ponia: «Casa fundada en 1720». Esto indicaba lo que el taller era por dentro… tradicional y serio. Mas de doscientos anos haciendo imagenes.

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