Aquello no era inercia, era accion.
Cal se sento en la consola, se puso los auriculares y empezo a jugar con el panel de control para volver a familiarizarse con el. «El restaurante de Alice» concluyo y Fruggy Fred solto un gemido y empezo a incorporarse.
– Relajate -dijo Cal-. Yo me encargo.
Fruggy parpadeo con aire sonoliento y volvio a recostarse con un resoplido.
Mientras se encorvaba frente al microfono, a Cal no se le ocurrio nada ingenioso como introduccion. Se limito a presentar el «Love Will Tear Us Apart» de Joy Division y puso el disco.
– Un gran clasico -dijo. Metio en el reproductor de CD el «I’ll Never Write» de Zenith Bride. Habia un verso entre aquellas frases detonadoras que queria volver a escuchar.
Cada vez hacia mas calor en aquella sala sin ventanas. Aunque era casi del mismo tamano que el pequeno almacen, el calor y la luz otorgaban al lugar una atmosfera muy diferente. Cal se froto los ojos hasta que empezo a ver estrellas rojas.
– ?Cual es la respuesta? -susurro.
Fruggy Fred suspiro y murmuro algo.
Hm. Cal giro su asiento tratando de no hacer demasiado ruido. Si tenias cuidado, podias mantener conversaciones con Fruggy Fred en su estado sonambulo. Espero.
– ?Que ha sido eso? -pregunto, calmado y paciente, arrastrando las palabras como si estuvieran en un sueno.
– Es real -dijo Fruggy Fred en su sueno.
– ?El que?
– El lugar.
– ?Que lugar?
– El infierno -dijo Fruggy Fred. Hacia el final de la cancion anadio-. El cielo. La muerte. -Su respiracion se hizo aun mas rapida y superficial. Sacudiendo la lengua, los ojos golpeteaban el interior de los parpados-. Donde nos tienen.
Cal regreso rodando a la mesa y puso la cancion de Zenith Brite.
– No estas diciendome nada que no sepa.
– Estan a nuestro alrededor -susurro Fruggy.
– Tienes razon.
– Incluso ahora.
– Si.
– Todos ellos.
– ?Puedes encontrarla, Fruggy?
La frente de Fruggy Fred se arrugo, su boca formo una
– ?Puedes encontrar a Sylvia Campbell? -pregunto Cal.
Puede que tambien el nombre fuera falso. Pero ahora pensaba con tanta intensidad sobre su vida y su muerte, estaba tan concentrado, que se habria dado cuenta. Creia, al igual que los Navajos, que los nombres tienen poder y que pueden devolvernos a los muertos, aunque solo sea en los pensamientos.
Sy. C.
Caminantes de la piel, llaman los Navajos a sus brujas. Circe, la hechicera. Ella, o alguien -puede que su hermana- titubeo un instante y a continuacion avanzo y se le acerco.
– ?Puedes decirme lo que esta sonando? Preguntaselo, Fruggy. Preguntale quien se lo hizo.
Fruggy asintio, ansioso.
Zenith canto
Y cada vez que tratas de acercarte
Me lo tomo como un ataque
Tus cartas desde la oscuridad no se acercan siquiera
a su objetivo
y eres demasiado inane para mi dolor
Nunca sospecharas los secretos de mi exito carmesi
hasta que pongas fin a tu apagado dolor
y enciendas tu propia mecha
Un hombre como tu no tiene nada que perder
es todo negro
porque por mucho que me necesites
nunca me sangraras del todo
y yo nunca te devolvere las cartas.
Fruggy gimio debilmente. El aire salia de su interior con un silbido. Sorbio por la nariz y murmuro una advertencia mas solemne.
– N… Cal, no…
– ?Que?
– ?No…!
– Estamos todos locos -dijo Caleb, seguro en su convencimiento.
Retorciendose violentamente, Fruggy extendio el puno hacia Cal y lo toco. Ahora estaba sollozando en su sueno, con el rostro cubierto de lagrimas. Asio la camisa de Cal y tiro desesperadamente de el.
Fruggy Fred gimoteo:
Segunda parte
8
Salio trastabillado a la ventisca y se encamino a la Avenida.
Para cuando llego alli, ya estaba anocheciendo y las excavadoras estaban arrojando arena en las calles y limpiandolas. Subio al autobus del centro. Media hora mas tarde se bajo en una esquina a dos manzanas del Buho Fermentado, un garito de striptease en el que la mayoria de las chicas eran mas jovenes que el.
No eran mas de las cinco, pero ya era lo bastante tarde para que hubiera accion, especialmente con aquel tiempo. Willy poseia virtualmente un asiento en el local, donde siempre lo podias encontrar, mirando con una gran sonrisa el cuero y los encajes, boquiabierto frente a la rubia con noventa y cinco de pecho, coletas y armada con un latigo.
Mas alla de la Avenida, al norte del Buho, se avistaba el tenue brillo de las temblorosas velas que iluminaban las ventanas de cristales tintados de Saint Ignatius. Cal penso en los anos que su hermana habia consagrado a aquella fe y todo el tiempo que, ademas, le habia dado al hombre de la cruz, y se pregunto cuando habria empezado la fractura. Si habria empezado a pudrirse por culpa de aquella furgoneta verde o el mal habria estado siempre alli, en los cromosomas.
Esperaba que Jesus pudiera perdonarla o que ella pudiera perdonar a Dios, porque el no podia perdonar a