intimas papales por las que pagarian grandes sumas de dinero los coleccionistas creyentes. ?No habia subastado el presidente norteamericano Bill Clinton un par de calzoncillos siendo gobernador de Arkansas? ?No habia incluso desgravado impuestos esa subasta benefica en su declaracion de Hacienda? Lo mismo podia hacer el Papa. Con una notable diferencia a favor del Papa y es que cualquier objeto vaticano siempre seria mas codiciado que cualquier objeto de la Casa Blanca.

La madre Teresa de Calcuta aparecio encorvada y caminando rapido. Desde el primer momento miro a Juan con un gesto de impaciencia. Juan tuvo la impresion de que la Madre Teresa era el tipo de persona con prisas perpetuas. Parecia preguntarle ?otro reportero por aqui? Inmediatamente dijo que no podia perder mucho tiempo. Escucho a Juan forzandole a explicar velozmente el motivo de su visita. Juan le entrego el ejemplar de Damas y Caballeros con la entrevista de la monja que estuvo presente cuando expiro el Rey Alfonso XIII en Roma. La Madre Teresa lo puso a un lado sin hacerle ningun caso y pidio un papel y un boligrafo a la monja que seguia alli. Hablaba un ingles aspero y cortante. No era el ingles dulce que se habla en la India. En el papel extendio una autorizacion para que Juan pudiera visitar la Casa de los Moribundos.

Vaya a conocer nuestro trabajo y luego vuelva aqui.

Juan obedecio. Visito a los moribundos en la gran nave de los moribundos postrados en sus camastros numerados. Tomo algunas fotos de esos moribundos. Oyo sus gemidos. Muchos llegaban a la Casa de los Moribundos mordidos por las ratas.

Una monja le explico que los moribundos venian a la Casa de los Moribundos cuando ya no les aceptaban en ningun hospital de Calcuta.

Aqui si.

Aqui los curamos. Los lavamos. Los alimentamos. Y les ayudamos a morir en paz.

Juan siguio haciendo fotos de los moribundos. Le parecio que un moribundo moria precisamente en el momento en el que el le sacaba la foto. Era como si al hacer clic el moribundo que estaba fotografiando Juan se hubiera muerto para estar ya muerto en la foto de Juan.

La muerte daba prisas a algunos moribundos para que se murieran y dejaran sus catres a disposicion de otros moribundos. Despues de este esperaba otro. Siempre habia un moribundo en espera de morir en uno de aquellos catres numerados.

Cuando termino el recorrido y fotografio a aquellos moribundos que le parecian mas moribundos Juan volvio a la sala donde le esperaba la Madre Teresa.

La Madre Teresa le obsequiaba ahora con una expresion de profundo entendimiento. Parecia indicarle con esa expresion que a partir de este momento ya era posible dialogar. Le dijo que esperaba que hubiera apreciado el trabajo de las religiosas y de los voluntarios que colaboraban con ellas. Aunque su tono al hablar seguia siendo duro y cortante Juan noto que habia cierta dulzura en los ojos de la Madre Teresa. Juan le repitio entonces a la Madre Teresa que habia ido a la India con el unico fin de entrevistarla. Le explico que los lectores de Damas y Caballeros eran lectores en su inmensa mayoria catolicos. Sin duda conocian la labor que hacian la Madre Teresa y las religiosas de la Madre Teresa en Calcuta. Pero esperaban oir las palabras de la Madre Teresa. Oir las necesidades que sigue teniendo la Madre Teresa en la Casa de los Moribundos. Los problemas de la Madre Teresa en la India. De este modo los lectores podrian enviar donativos a la Madre Teresa. Tal vez alguno tomaria incluso la decision de venir a ayudarla como voluntario. Era indispensable que la Madre Teresa se dirigiera a esos lectores. Y al decir esto Juan creyo llegado el momento de sacar su bloc de notas y empezar la entrevista con la Madre Teresa. Sin embargo la Madre Teresa levanto la mano y dijo que no.

No hijo. No. Usted no ha venido a Calcuta para hacer un reportaje como tantos otros reportajes sobre los moribundos en Calcuta. Usted esta aqui porque Dios lo ha traido aqui. Dios ya no necesita mas historias de moribundos ni mas fotos de monjas que cuidan a los moribundos.

Golpeaba la mesa energicamente con sus recios nudillos de campesina albanesa.

Si usted desea sinceramente que yo me dirija a esos lectores antes tiene usted que venir a oir la misa que se celebra aqui al amanecer para la comunidad. Usted tiene que venir a oir misa y recibir el sacramento de la comunion. Seguramente antes de recibir la sagrada comunion usted necesita ponerse en paz con Dios y si es asi debe recibir el sacramento de la confesion aqui mismo tambien. El padre jesuita que nos visita habla ingles y veo que usted esta familiarizado con este idioma. Despues ya hablaremos de la entrevista.

La madre Teresa se levanto. Sonreia de medio lado. Parecia volver a tener muchas prisas.

?No puedo entrevistarla si no comulgo?

La Madre Teresa inclino su cabeza bajo el manto azul y blanco que cubria su encorvado y enjuto cuerpo de segadora y se alejo sin contestar.

Luego se detuvo cerca de la puerta y antes de desaparecer repitio que usted no ha venido aqui para escribir un reportaje de los muchos que se escriben sobre una monja que cuida a los pobres entre los mas pobres en la India.

Usted ha venido hasta aqui porque Dios lo ha traido aqui.

Juan salio a la calle con una sensacion de vertigo. Los pobres mas pobres de Calcuta formaban una larga cola a la sombra de una tapia en espera de recibir un plato de comida. Recordo lo que le habia dicho la monja. La monja le obligaba a confesarse y a comulgar y a oir misa para acceder a la entrevista. Igual que habia ciertos entrevistados que tenian por costumbre cobrar dinero por la entrevista la Madre Teresa de Calcuta le hacia pagar un precio para ser entrevistada. Era otra variedad de periodismo de cheque. Sin confesion y sin comunion no habria entrevista con la Madre Teresa de Calcuta. Esa era la condicion.

Aquella noche Juan no lograba dormirse. Estaba excitado. Deprimido. Soliviantado. ?Que podia hacer ademas de masturbarse un par de veces para ver si eso le calmaba? Entonces penso en la cara que pondria la Madre Teresa de Calcuta si le viera masturbandose. No una vez sino dos veces. Si la comunidad entera y los moribundos y los miserables que formaban cola junto a la tapia de la Casa de los Moribundos le vieran ahora masturbandose en la habitacion asfixiante de aquel hotel de Calcuta. ?Le flagelarian? ?Le aplaudirian? ?Le abuchearian? Miraba el reloj despertador y veia que solo faltaban dos horas para el amanecer. Seguia dando vueltas a la propuesta de la Madre Teresa. Confesion. Comunion. Misa. Luego hablaremos. ?No era esto un chantaje?

El timbre del despertador le saco de la cama. Estaba hecho polvo. Maldecia este viaje a Calcuta. Pero no podia volver a Madrid con las manos vacias. Tampoco podia inventarse la entrevista con la Madre Teresa aunque eso era lo que mas le tentaba. Descartaba consultar el asunto con el director de Damas y Caballeros. Lo hubiera hecho solo si la Madre Teresa le hubiera pedido dinero. Pero no le pedia dinero. Le ofrecia sacramentos. Ni el director ni los lectores de Damas y Caballeros considerarian chantaje la piadosa proposicion de la madre Teresa de Calcuta. Mas bien era un favor digno de agradecimiento. Cualquier lector de Damas y Caballeros habria aceptado las condiciones sin rechistar. Se sentiria orgulloso de haber recibido esa providencial leccion cristiana.

Juan se levanto antes del graznido de los cuervos y atraveso las calles sorteando a los miserables que dormian envueltos en harapos. Llego al numero 54 de Lower Circular Road donde las monjas de la Madre Teresa ya estaban de rodillas cantando himnos.

Un jesuita con barba de perilla escucho su confesion. El jesuita era duro de pelar. Estaba empenado en saber exactamente cuando se habia confesado Juan la ultima vez. Cuantas veces exactamente habia fornicado y se habia masturbado a lo largo de los ultimos anos. Que otros pecados habia cometido. Y exactamente cuantos. ?Solamente pecados de la carne? ?Otros pecados? ?Muchos pecados? ?Sacrilegios tambien? Enumere los pecados. Uno a uno. Tenemos tiempo. Frente a la eternidad el tiempo no es nada.

Exigia una relacion completa y detallada de todos los pecados cometidos en los anos transcurridos desde la ultima confesion hasta este mismo instante. Incluida la doble masturbacion de la pasada noche. Incluido el odio que habia sentido hacia la Madre Teresa de Calcuta.

Juan deseaba agarrar del cuello al jesuita y llevarselo asi hasta uno de los catres numerados en la Casa de los Moribundos y tumbarlo sobre un moribundo perfectamente confesado y comulgado dispuesto a morir.

Ni siquiera esta experiencia degradante podria relatarla a sus lectores. Tenia que ocultarla como sucedia siempre con tantos otros reportajes y entrevistas. Lo importante nunca se desvelaba. No valia para nada. La verdad nunca resplandecia. ?Existia un fraude mayor?

Ego te absolvo dijo el jesuita todavia contrariado.

Pero la Madre Teresa de Calcuta ya esbozaba desde un lado del altar una beatifica sonrisa que el devolvio pensando que dentro de dos horas este infierno habria acabado.

Las monjas se acercaban a recibir la hostia en el altar y el tambien se levanto y fue a recibir la hostia en el

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