del hombrecillo y que tambien era mio, era mi pene.
La colonia de hombrecillos alcanzo enseguida un orgasmo colectivo que hizo temblar los cimientos de la plaza publica, como si hubieran copulado dos naciones, o dos ideas obsesivas, en vez de dos individuos. Yo eyacule dos veces (una como hombre y otra como hombrecillo), las dos al mismo tiempo. El placer fue tan desusado, me agite de tal manera y grite tanto que desperte a mi mujer, con quien apenas habia mantenido relaciones venereas, pues el sexo -quiza porque nos casamos mayores- no habia formado parte de nuestro proyecto conyugal.
– ?Que haces? -dijo.
– Ya ves -respondi yo completamente empapado, pues la produccion habia sido muy abundante.
Los dos sentimos un poco de pudor (yo mas que ella, claro), y fingimos que volviamos a dormirnos como si no hubiera sucedido nada. Yo, de hecho, volvi a dormirme en mi extension de hombre, agotado por aquella ejecucion amorosa que no recordaba ni de mis tiempos mas jovenes. En mi extension de hombrecillo, sin embargo, continue despierto.
8
Volvi a sonar. Tras la copula, el hombrecillo se retiro del cuerpo de la reina, que permanecio en reposo durante un tiempo indeterminado tras el cual se incorporo y comenzo a recorrer agilmente todas y cada una de las celdas del panal depositando en ellas unos huevecillos que salian del interior de su cuerpo. Ahora me parecio que habia en ella tambien algo de insecto. Si hubiera tenido alas, quiza la hubiera tomado por una libelula con formas humanas, o por un hada, tal vez por un angel diminuto. En cualquier caso, el espectaculo me hacia temblar en suenos, dentro de la cama, pues tuve la impresion de que se me estaba revelando uno de los secretos de la existencia, un secreto de orden biologico -pero tambien sutilmente economico- que me era dado sentir, y que recordaria el resto de mi vida, pero cuya esencia jamas podria expresar, como lo demuestra esta torpe acumulacion de palabras, mas torpes cuanto mas precisas pretenden resultar.
Siempre en aquella ropa interior organica, cuya trama oscilaba entre lo vegetal y lo animal, la mujercilla iba de una celda a otra, se bajaba ligeramente las bragas (o bien se retiraba delicadamente con los dedos la zona que cubria su sexo), se agachaba y su vagina rosada (de un atractivo metafisico) se dilataba para dejar caer el huevo. Los huevos brillaban como si en su interior, en vez de un embrion, hubiera una luz encendida.
Jamas habia asistido a un suceso tan hermoso ni tan turbador como el de aquel desove, pues se trataba al mismo tiempo de una accion meramente biologica y puramente metaforica. No soy capaz, por el momento, de explicarlo mejor, pues nunca hasta entonces me habia sido dado asistir a un suceso que parecia real e imaginario de forma simultanea. O psicologico y fisico a la vez. O moral y organico al tiempo. O economico y biologico de golpe.
Recuerdo que dentro del sueno tuve en algun momento la certidumbre de que aquello era real, de que estaba sucediendo como un acontecimiento extra mental (aunque en una dimension diferente a la mia), porque poseia la textura y el sabor de los hechos que ocurren con independencia de que los imagines o los dejes de imaginar. Tal vez tendria que aceptar la evidencia de que mientras en mi version de hombre grande dormia, en mi version de hombre pequeno llevaba a cabo aquella aventura sentimental y biologica extraordinaria cuyos lances se filtraban en mi conciencia adoptando las formas de un material onirico.
Al poco de la puesta, los huevecillos se empezaron a agitar, como si algo, dentro de ellos, se desplazara de sitio. Luego vi como se quebraban por uno de sus extremos y como del interior de cada uno salia un hombrecillo perfectamente conformado, adulto, con su traje gris, su camisa blanca, su corbata oscura, su sombrero de ala, su delgadez caracteristica. Todos ellos se dirigian ordenadamente a la celda en la que reposaba la reina, cuyos pechos, entre tanto, se habian hinchado sin perder un apice de su belleza. Entonces se retiraba con cuidado el sujetador biologico, para dejar los pezones al aire, y les daba de mamar al tiempo que acariciaba sus sombreros o les colocaba la corbata, pronunciando, con sus labios perfectos, ultrasonidos que alimentaban tanto como la leche. O mas. Ningun hombrecillo se quedaba sin su racion, tampoco los que miraban, pues los organos del gusto de todos estaban conectados de tal modo que el placer llegaba a toda la colonia (y tambien a mi version de hombre grande por lo tanto). El recuerdo de aquel elixir, de aquella leche, quiza de aquella droga, podia llenar una vida entera.
Superada la sorpresa de que los hombrecillos fueran oviparos y mamiferos al cincuenta por ciento (tal vez un poco menos si tenemos en cuenta que en la lenceria de la mujercilla habia tambien un no se que de vegetal), me pregunte -siempre dentro del sueno y desde mi perspectiva de hombre grande- si entre aquella colonia de hombrecillos habria alguno mas -aparte del mio- que hubiera sido alumbrado por medios artificiales. Dado que no habia diferencia apreciable entre unos y otros -al menos fuimos incapaces de advertirla- imagine que quiza la colonia estaba infestada de hombrecillos procedentes, como mi replica, de la suma de las distintas partes de otros hombres grandes. ?Con que objeto? Tal vez con el de evitar las consecuencias degenerativas de la endogamia. Tal vez tambien por una suerte de rechazo moral al incesto, pues si los hombrecillos que salian de los huevos copularan con la mujercilla, lo estarian haciendo en realidad con su propia madre. La existencia de hombrecillos provenientes de otro origen, como el mio, aportaba a la colonia material genetico fresco, extranjero, diferente, lo que evitaba la decadencia de la especie. Pero tambien introducia un codigo moral o una norma cultural que ponia alguna distancia entre los hijos y la madre. Podriamos decir que muchos de aquellos hombrecillos (los pertenecientes al menos a la camada ultima) eran transgenicos, pues estaban modificados geneticamente por la inyeccion de un ADN que en ultima instancia provenia de mi. Resultaba ironico que no hubiera tenido hijos en la dimension que me era propia (?de verdad me era propia?) y los tuviera a centenares en esta otra a la que acababa de acceder.
Me parecio inquietante en cualquier caso la idea de una brigada de hombrecillos falsos o artificiales (de replicantes, en fin) incrustados en aquella sociedad, sobre todo si pensamos que cumplian una funcion, la reproductiva, esencial para la supervivencia del grupo. ?Que pasaria si los hombrecillos de verdad los descubrieran?
La idea me desasosego porque yo mismo, en mi version de hombre grande, me he sentido a veces un intruso en el mundo de los seres humanos, como si alguna extrana potencia me hubiera colocado en el para espiarlos (no, desde luego para contribuir a su reproduccion, ya que no he sido padre). Bien pensado, yo no habia hecho en mi vida otra cosa que observar a los hombres y tomar nota de su comportamiento (su comportamiento economico sobre todo) para tratar de imitarlos al objeto de disimular mi diferencia. Podria escribir informes muy detallados sobre sus costumbres, sus habitos, sus debilidades, pero no sabria a quien enviarselos, pues ignoraba quien me habia puesto aqui o para quien trabajaba. Todavia dentro del sueno, pense que debia darle vueltas a la idea del dinero transgenico, quiza tambien a la del dinero ecologico, si esta expresion ultima no constituyera una contradiccion en los terminos.
9
Desperte completamente trastornado en mi extension de hombre y comprobe que permanecia perplejo en mi ramificacion de hombrecillo. Los dos comprendimos oscuramente que nuestra vida careceria en adelante de otro objeto que no fuera el de volver a probar aquel elixir, aquella leche, aquella droga que habian mamado los recien nacidos de la colonia de hombrecillos y cuyos efectos se habian manifestado en nosotros con la misma intensidad que en ellos.
Sentado en el borde de la cama, mientras me calzaba las zapatillas, explore con los ojos de mi version diminuta el interior de la mesilla de noche, adonde habia regresado tras aquella aventura extenuante, y senti