con los santos oleos de la realeza, y llegaron a matar al rey. Tan satanica era su furia que, al no resultarles suficiente ser ellos sus propias victimas, convirtieronse en deicidas, que eso supone matar a un rey ungido por Cristo. Y le enterraron vergonzosamente, sin honores, a escondidas, como si se tratase de un ajusticiado, en un hoyo clavado en la tierra, sin senalarlo si quiera con una tosca cruz. Acontecieron los hechos en una cobarde traicion perpetrada durante un banquete, en que la victima creia encontrarse rodeada de sus mejores amigos y siervos. Aquella noche surco los cielos un cometa dejando a su paso una larga cabellera rubia como un sendero de fuego. El cielo se torno rojo, banado en llamas, con estrias de luz por donde brotaba sangre, como las heridas por donde huyo la vida del cuerpo apunalado del jovencisimo rey, y cada noche se repetia el milagro.

»A poco dejo de brillar el sol y la tierra se cubrio con esta densa niebla que desde entonces nos envuelve, y asi vivimos, los que vivimos, en penumbras de desesperanza, porque es la maldicion de Nuestro Senor Jesucristo que a todos abarca.

«Para completar su venganza envio Dios una grande horda de piratas, que jamas otra tan crecida invadiera nuestro pais, pues fueron 113 los navios que vomitaron desalmados asesinos. Ellos han destruido el reino, incendiado y asolado en su totalidad; arrasaron nuestra abadia, como has podido ver por tus propios ojos. Soy el unico monje con vida y sigo fielmente las instrucciones de nuestro santo abad, quien me senalo por alcabalero en este camino real, y aqui permanecere mientras se me ordene otra cosa.»

La historia, que refiero abreviada para no cansar con la prolijidad, circunloquios y vacilaciones con que la escuche, me costo mas de tres semanas conocerla. Pues siendo el alcabalero lento de palabra, parsimonioso de ideas, confundia los tiempos y entremezclaba personas y hechos. Y todo sucedio respetando las horas canonicas; jamas conociera otro que, viviendo solo, fuera mas escrupuloso. Me arrastraba a cumplir con el mismo rigor, y asi estabamos en pie para maitines y seguiamos con laudes, primas, tercia y sexta, cuando comia y me hacia comer, y seguiamos con sexta, nona, visperas y completas.

Tan sobrio era en el alimento, segun correspondia a la disciplina y a los tiempos, que cultivaba un pequeno huerto de coles y patatas, nabos y zanahorias, mas otras berzas asperas de sabor; tambien rabanillos que decia ser ayudativos de la digestion y agudizaban los sentidos, y una mancha de perejil para recogerle la semilla, que resultaba util contra las ventosidades estomacales y los torcijones de vientre, amen de aplacar, en infusion, el dolor de costado, de los rinones y la vejiga, que ya la edad le producia esos achaques y alifafes. Tenaz era el anciano, que poseia los rasgos y filosofias de los muchos anos; aseguraba que no intentaba vivir mas sino con mayor salud, pues ello redundaba en mejor servicio de Dios. Y asi, junto a las coles y nabos, cultivaba primorosos rosales, al tiempo que razonaba: cuando desaparece la etica debe procurarse al menos la estetica. Que nada placia mas al Senor que regocijarse con las buenas obras de los hombres, con la belleza y el aroma de las rosas. Y cuando faltaba lo primero, razon de mas para esforzarse en lo segundo.

Persistia el fraile en sus lamentos sobre las desdichas de aquel tiempo de paganos y herejes, y aseguraba que el cometa y las noches banadas en sangre seguian produciendose alla arriba aunque no nos fuera dable observarlo por la niebla, y no tendria fin el deambular de las sombras de los muertos insepultos entre la bruma hasta reparar la ofensa hecha a Dios. Ni se marcharian los piratas, vagando en busca de vidas que segar y alguna cosa para comer. Se empecinaba en continuar alli cobrando peaje y alcabalas, aunque ningun paisano que todavia conservase la vida pasaba por el camino real, salvo las almas errantes de los difuntos que no recibieran sepultura, que si pasaban, al decir del fraile, pero a los que no habia posibilidad de cobrarles peaje. Mientras se necesitaba el dinero para pagar tributo a los piratas, pues se les habia comprado la paz aunque no cesaban en sus rapinas y ataques hasta recibir el total estipulado, que no se conseguia recaudar. En el entretanto robaban y asesinaban a cuantos sorprendian, como lo tenian por costumbre, pues jamas respetan los paganos pacto alguno, igual si se les paga que no. Aunque de entregarles el tributo, ya se estaria, cuando menos, en derecho moral para reprocharles.

Nunca concluiria aquella situacion a menos que los asesinos del joven rey hicieran penitencia y en solemne procesion expiatoria, con los honores que se deben a un ungido, llevaran su cuerpo y le sepultaran con dignidad en mausoleo de piedra labrada, en la catedral de la sede arzobispal.

Si el entresijo de las enredadas ideas del anciano fraile era nido de sorpresas, no fue menor verle salir al paso de un grupo de piratas groseramente vociferantes, armados como les era habitual; escudo, espada, hacha, lanzas, arco, flechas, aljaba y punal, el casco y la casaca de cuero. Eran los unicos que transitaban por el camino real. Y sucedio de improviso, sin que tuviera la prevision de esconderme; tal fue la sorpresa que me causo verles brotar de entre la niebla, que me senti paralizado. Me abandonaron las fuerzas, como si me hubiera llegado el ultimo instante de la vida, mas alla del espanto y del terror. El fraile exigio el diezmo a los piratas, fuere cual fuese el alimento que llevaran consigo, que lo era robado, sin remedio.

Despues me explico que a la fuerza militar no podia oponerse, pero en lo moral debia exigirles lo mandado por el santo abad, que para ello se encontraba alli. Por ser paganos no iba a permitirles, encima, burlarse de las disposiciones cristianas. Y si eran ellos los unicos que transitaban, mayor el motivo para contribuir al mantenimiento de los hombres dedicados al servicio del Senor.

No me extrano tanto el atrevimiento de salirles al paso, cuando la sola vista de tan fieros continentes paralizaba de terror, como la sumision que le tenian, segun era evidente, pues lejos de rechazarle o insolentarsele, matarle incluso, pagaban voluntariosos y con agrado, hasta con simpatia, como si la imposicion les resultase grata, o cuando menos inevitable.

Encontre en buena hora un corralillo disimulado entre unas ruinas cercanas donde el fraile guardaba una docena larga de gallinas, que no solo no le habian robado, sino que todavia le entregaban alguna de vez en cuando para que engrosara la coleccion.

Pregunte para que las queria si no pensaba repoblar la comarca, pues que el gallo estaba separado. Respondiome que lo habia castigado por incontinente, y que Dios proveeria lo que correspondiese disponer despues. Que el en recogerlos tenia obligacion y asi lo hacia. Y cada cual en su deber y a su debido tiempo, que procuraba cumpliesen tambien las gallinas las horas canonicas y las que permanecian alli mas tiempo ya se encontraban ensenadas, al menos en cuanto al trabajo se referia, que para ellas era poner huevos, comer y guardar silencio. Resultaba el gallo el mas indisciplinado, y aunque con el pecado de incontinencia motivos tuvo para expulsarlo, no lo hizo pues le senalaba puntualmente las horas, y yo habia observado ser cierto, que a falta de una clepsidra el canto del gallo no resultaba menos ajustado. Asi que lo reservaba designado como campanero para la nueva comunidad, con la intencion de que si pasando el tiempo no se tornaba mas virtuoso, dia llegaria en que, creciendo la comunidad pudiera sustituirlo con fraile de reglamento y le expulsara por oficio. Aunque, por ahora, era tiempo de condescendencia.

Tan extrano hombre mantenia su fe en el porvenir. Concluiria aquel tiempo de herejes y paganos, pues habrian de marcharse cuando recibieran el rescate o lo dispusiese Dios, despues que aplacaran Su ira los asesinos del rey con la expiacion de su pecado, y la vida se reanudaria como antes. Pues no es una fuerza que se acaba, sino una energia que se renueva a cada instante. Aunque aqui pensaba yo que jamas se detiene, cierto, y en cada instante se transforma la faz, de modo que nunca vuelve a ser como era. El fraile persistia en vaticinar que la abadia seria reconstruida, y como otro no quedaba, cumpliria a el encabezar la comunidad como abad, y ya contaba con el gallo Federico para campanero, siendole el unico edecan con que contaba hasta el dia. Llegado aqui el discurso me propuso quedarme, pues mucho servicio podia hacerle; por alcanzar puesto relevante en la comunidad no me preocupase, que todos se encontraban vacantes, y asi, seria lego, cocinero, agricultor, granjero, lector, hasta archivero y bibliotecario, y aun organista y cantor, que toda la comunidad la descansaba sobre mi persona, y mas a gusto no me hallaria jamas en otro sitio.

Detuveme un momento pensando si seria aquel el camino senalado por la Providencia para entregarme el baculo cuando, repentinamente, brillo la luz en mi cerebro: si los piratas le respetaban era por considerarle sagrado, oraculo divino, pues que los dioses se expresan por su boca. ?Facultad reservada a los locos!

La humedad de la persistente niebla acabo enmolleciendo el buen juicio del santo varon, entre cuyas ideas iba creciendo el musgo al igual que sobre las ruinas que le rodeaban. Aunque en este u otro rincon, al abrigo de una piedra, brotasen algunas margaritas.

V

Dos meses permaneci en su compania. Y a fuer de viejo y reconocido cristiano, que me fueron de provecho

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