para la salud del cuerpo y del alma, aunque me pasara el tiempo cantando maitines, trabajando y conversando como senalaba el reglamento, al ritmo de los sonoros quiquiriquies de Federico, cuya plaza de campanero de la futura abadia nadie se atreveria a discutirle. Que si tan bien cumplia en los tiempos malos, ?quien podria escatimarle sus meritos cuando de nuevo brillase el sol?
Ya que tenia el cuerpo descansado y el alma tranquila me puse en camino. Entre nabos y coles, amen de algun huevo que alcanzaba a disimularle al viejo, que en controlarlos era muy estricto sin que me explicase para que los reservaba, si las ponedoras permanecian en viudedad permanente, se obrara el milagro de reponerme de las muchas fatigas y el largo ayuno que hasta alli me trajeran.
La niebla pareciame mas cerrada, los vapores que transpiraba la tierra mas densos, los jirones que flotaban mas renegridos, con lo que el mundo desaparecia en mi entorno.
Encamine mis pasos a campo traviesa, pues era conocedor desde alli del terreno, aunque todo lo hallase cambiado, que la misma naturaleza no cesa de transformarse, si no es nuestra vision la que transforma las imagenes conforme al paso de nuestras ideas, pues no era aconsejable usar el camino real sabiendole reservado para los bandidos.
Los ladridos de los perros, quizas fueran lobos, venteaban la muerte. Pensaba que yo mismo no alcanzaria a ser, en aquel mundo fantasmagorico, mas que un alma en pena que fuera purgando sus muchos pecados, y que mi cuerpo material se habria desintegrado entre la energia que impulsa al mundo, aunque sentia alla dentro, entre los reconditos pliegues, un penetrante dolor.
Mis pasos se sucedian, con intuicion, en pos del convento, cumplidor del deber de comunicar al prior mi viaje a Tierra Santa, entregarle la reliquia de la Santa Cruz, que nunca abandonaba, por ser mi mayor y mas decidido proposito el de volver al seno de la montana, retirandome por vida como solitario y silencioso eremita. Aunque me asaltara la duda, que llegaba a turbarme el sueno, si el tal viaje fuera tan real como la misma vaquerilla lo habia sido, como los Halcones Peregrinos, el jedive y las huries, que no pasaron de hechizos y enganos de la mente, propiciados por aquel diablejo mendaz obcecado en danar mi salvacion atacandome por la lujuria. Y gracias fueran dadas a Dios que por aquellos tiempos parecia protegerme no solo de Jordino, sino de la legion entera, que bien ocupados se encontraran con otro y de mi no se acordaran, aunque fuera de poca caridad el deseo, por lo que me arrepentia e invocaba el perdon de Nuestro Senor.
Como en lo tocante a sincero jamas me dolieron prendas, dire aqui, pues que viene al caso, que no se me ausentaba la idea de encontrar la via de mi obispado -si al cabo no resultaba otra burla como tantas, aunque tal desconsideracion de Benito no esperaba-, entre las bendiciones y parabienes del prior, que un regalo como el que le proporcionaba bien merecia especial distincion, pues con albergar el convento muchas reliquias, ninguna de tan excelsa significacion como la astilla del santo madero.
Como resultaba tan largo el camino y absoluta la soledad, sumido en la niebla que ni por un momento abria resquicio por donde avizorar lo que me rodeaba, lugar habia para que las ideas me jugaran al escondite. Asi me asalto el interrogante primero, la duda a continuacion, y el temor finalmente, de hallar el con vento en ruinas, asolado como todo el territorio. Aunque pudiera no tropezarlo, puesto que alejado de toda ruta se estaba enclavado, escondido en un pequeno y sumido valle, rodeado de altisimas crestas pobladas de enhiestos pinares, como agujas de un peine donde las nubes desenredaban sus trenzas, que descendian convertidas en sonoras cascadas entre brenas y roquedales, saltarinas y brincadoras, camino del reposo de las tierras bajas. Situado el convento en el extremo del fondo, la mayor de ellas se derrumbaba a su espalda y sus flecos humedos penetraban la atmosfera del recinto. Siempre aquejara a los monjes la afonia por exceso de humedad, y sobre ello con el perenne batir de la casca da perdieron el gusto de hablar, hasta convertirlo en virtud; si no escuchabamos, ya que el estruendo resultaba asaz fuerte, ?para que proseguir con tan inutil empeno?
Dificultoso me resultaba acertar con el camino que descendia al valle: al carecer de perspectiva, imposible resultaba orientarse. Pero a fuerza de andar y desandar crestas, a costa de vueltas y revueltas, pues a las veces una pared roquena cerraba el paso, con paciencia logre encontrarlo.
Descendi cauteloso, animado por el clamor del agua al desplomarse en el lago; su estruendo serviame de guia. La niebla resultaba todavia mas intensa en el fondo del valle, saturada por el vapor de la cascada disuelto en el viento. Asi me acercaba con el temor de tropezar solo ruinas, mientras escrutaba con agudos ojos el rastro del fuego, la denuncia del humo. Pero no hallaba otra cosa que la niebla, humeda y densa como el vaho de una marmita hirviente, que a poco empapaba mis ropas, condensadas las gotas en mi cabellera y luenga barba, resbalandose hasta mis labios, que bebian con fruicion el recuerdo incardinado en las profundidades de mi ser. Aunque debia secarme con frecuencia los ojos inundados por las desprendidas de las cejas.
Me acercaba prudente hacia el fondo del valle donde me dejara asentado el monasterio, el paso cauteloso, por el temor perenne de algun funesto encuentro, y la esperanza de prolongar, con la demora, la ilusion de la expectativa. Conforme ganaba fuerza el trueno de la cascada y la densidad del agua disuelta que me envolvia, aumentaba la preocupacion por lo que pudiera encontrar.
Hasta que, al fin, surgio un muro ante mi, desdibujado entre la bruma. Lo identifique como pared, aun cuando no sabia de que parte, ni si se elevaba por encima del par de brazas que alcanzaba a distinguir, y por tanto, si seria solo un munon del edificio destruido o si continuaba sosteniendo el techo. No tropezaba cascotes ni ruinas por el suelo, lo que alimentaba mi ilusion.
Camine, tanteando con la mano el muro que seguia, igual en una direccion que en la opuesta, y aunque me esforzaba en adivinar la altura, inutil resultaba el empeno. Ignoraba si la construccion seguia completa o no. Hasta que halle una puerta, por la que penetre temeroso y con precaucion, pisando leve para no despertar hombre o alimana, aunque me percatase despues de que el fragor de la cascada lo apagaba todo. No solo mis ruidos, sino los de quien pretendiera sorprenderme, si es que los frailes no existian ya.
Seguia las paredes con el tacto de la mano para no perderme en el laberinto, pues tan cerrada aparecia la niebla dentro como fuera, y al orientarme procure las dependencias donde pudieran encontrarse los monjes, de los que buscaba el rastro.
Llegue, finalmente, al convencimiento de que el monasterio se encontraba abandonado, notando, no sin extraneza, que tampoco tropezaba enseres ni mueble alguno, ni siquiera la biblioteca; solo se ofrecian a mi contemplacion paredes desnudas, y por el suelo restos de cosas esparcidas, abandonadas a la carrera, rotas, suciedad, andrajos, montones de paja, y rastros de hogueras para calentarse los hombres o cocinar, desorden, abandono, mil restos sin identificar, como si de un campamento se tratase.
Desalentado, confuso y con afligidos presagios, acabe sentado en un banco de piedra. Trataba de averiguar no sabia que, sumido en tristes meditaciones. Cuando, pasado un cierto tiempo, me percate de la proximidad de otro semblante que no me era desconocido. Se trataba de Benito. Permanecio silencioso respetando mi tristeza, y diome luego una palmada con la que expresaba su contento por hallarnos reunidos una vez mas, y de consuelo por mi desesperanza. Me sentia tan infinitamente solo y anonadado que agradeci su gesto y compania. Y asi permanecimos, juntos y en silencio, algun tiempo.
Cuando nos alejamos del monasterio, hundiendo los pies en el blando cesped del valle, ascendimos por el pino sendero, mientras la distancia ensordecia el fragor de la cascada.
Me explico que hasta alli llegara Thumber con su horda de allende el mar, gentes del norte que aun siendo en extremo fiera distinguiase de las otras cuadrillas de danes y norges. Sin duda porque era el unico grupo sujeto a severa disciplina por su rey, quien, astuto como un zorro, procedia con cautela y premeditacion. Siempre resultaban imprevisibles sus objetivos y propositos, pues veces habia en que permitia a sus hombres conducirse tan salvajemente como les impulsaba la naturaleza, o el mismo demonio, y no era ninguna alusion, y entonces en nada se diferenciaba de las demas cuadrillas de piratas, mientras en otras ocasiones mostraban un respeto que evidenciaba el rigor de la obediencia, el servicio a un proyecto.
Asi aconteciera en el monasterio, que no fuera destruido, sino que se llevo a la comunidad entera, con sus enseres y pertenencias, como regalo prometido a un su amigo, rey convertido cristiano, anorante de poseer uno de antigua tradicion, que no lo queria nuevo. Thumber le animo a que construyera el edificio, prometiendole poblarselo con rancia comunidad, y para que todo fuese autentico los llevo con la biblioteca, herboristeria, y las cien dependencias, que solo dejo las paredes, como viera. No causo el menor dano ni a monjes ni a las cosas.
Quise averiguar si todas las legiones de diablejos, con su abad Meliar a la cabeza, habian seguido a los frailes o permutaran con los que moraban a los norges y respondiome que no aceptaron cambiar, pues que sus companeros eran groseros y sadicos, que por nada sentian respeto. En todo existen categorias, explico, que ellos eran refinados y sugerian principalmente por la conciencia y el escrupulo. Le note su cuidado para ignorar, o no