al hombro las andas acabaron elevando mas la voz que sus oponentes, como asistidos de mas poderosas razones, o menos prudencia, mas jovenes e impulsivos. Proclamaban con orgullo que si todavia viviera le matarian otra vez. Porque con ello servian a la legitimidad y libraban al pais de su destruccion.
Llegara al trono el rey Edwig al fallecer su hermano, que contaba veinte anos, apunalado por los servidores de los nobles, cabezas del Consejo. Y aunque no constaba tuviera parte en la conjura y crimen, heredo la corona; mantuvo a su lado a los asesinos de su hermano y rey, que continuaron gobernando el reino para su provecho y engrandecian sus propiedades, distinguidos por la generosidad ilimitada, que mas era despilfarro, de aquel joven coronado de 16 anos, nino aterrorizado por las pesadillas que le asaltaban en suenos, quien veia dirigidos contra el los punales que mataron a su hermano. Y no encontraba mas camino para aplacar a los asesinos y desviar sus dagas sino colmandolos de favores, titulos y posesiones, que ellos devoraban con insaciable avaricia.
Acercose tambien al rey el arzobispo Willfrido, que perseguia reconstruir todos los templos, iglesias y catedrales, abadias y monasterios destruidos por los piratas. Y rebuscando documentos antiguos que justificaran las concesiones hechas por otros reyes, sus antepasados, conseguia que renovara lo otorgado. Que el soberano no escatimaba cuanto el arzobispo solicitaba, pues que sintiendose protector de la Iglesia y ayudando a la santa causa de la extension de la fe en el reino, nunca le faltaria la proteccion de Nuestro Senor Jesucristo, y asi preveniase del dano que pudiera venirle de sus nobles consejeros, contra los que se le acrecentaba el temor dia a dia. Tambien redoblaba las dadivas a estos para aplacarlos, y derramaba a manos llenas regalos y mercedes a la Iglesia para ganarse la proteccion de Dios.
Tan extensas llegaron a ser las cesiones que cuando un abad reclamaba la ayuda del ejercito real contra los piratas que asolaban el territorio, habian de pagarle peaje por transitar los caminos del reino, y tributo por las provisiones e impedimenta, y aun por ocupar su suelo con campamentos, que no quedaba colina ni valle en todo el reino que conservara el rey en propiedad. Y sin duda, perdida la confianza en sus parientes, llamo a la corte a extranjeros que le acompanaron en su soledad y le disiparon el miedo y el terror, pues en todos veia asesinos.
Tan depravados eran los que vinieron que el reino llego a transformarse en palenque de privados intereses. Como quiera que algunos se opusieron a las leyes monasticas que Edwig habia propiciado, muchos monasterios fueron destruidos y los monjes dispersos, y no hubo respeto para las doncellas ni viudas, con lo que se produjeron injusticias y crimenes sin cuento. Mientras, en palacio, asistia el rey a una constante orgia, practicaba quiromancias y embrujos; llego a la mayor depravacion que pudiera alcanzar un monarca, angustiado por la idea de ser asesinado. Y el reino se agitaba en guerra civil; solo los pobres se escondieron en agujeros para salvar la vida, ya que otra cosa no poseian. Mientras, dos bandos, uno capitaneado por los extranjeros y consejeros del rey, el otro por el arzobispo que proclamaba su empeno de rescatarlo, disputabanse el derecho a suprimir a sus enemigos y gobernar a su antojo.
?Acaso quedaba otro recurso a los buenos patriotas que eliminar al soberano, pues era el la fuente de toda la tragedia, la ruina del pais? Lo mataron, insistian en proclamarlo con orgullo, ya que no habia otro medio de acabar con la malefica influencia de los extranjeros y nobles del Consejo, ni con la hegemonia del arzobispo, quien protegia especialmente al soberano, pues por ningun otro conducto esperaba conseguir mayores recompensas. No existia en ellos arrepentimiento. Y si cargaban con el feretro y accedieron al enterramiento sagrado ante la insistencia de toda la nobleza, fuera por la excomunion que sobre ellos pesaba, y el deseo de que acabase tan larga epoca de tinieblas, de pestes y epidemias que a todos azotaban y arruinaban, pues que habian ofendido a Dios. Por doblegarse -reclamaban a quienes les discutian-, debian ellos mostrar el orgullo de quien hace un gran servicio a su projimo, y esperaban recompensa por tan gloriosa hazana, como fuera dar muerte a tan joven pero depravado rey, que bien muerto se estaba y solo podia serles causa de gran regocijo.
Llegue a encontrarme dudoso de entender las razones de unos y otros, y acabe alejandome, camino del grupo de monjes reunidos tambien en torno al fuego, con quienes rece visperas, tome una colacion que buena falta me hacia pues sentia desmayo, y concluimos con las completas y los salmos misereres en memoria del difunto, de quien encomiaron su entrega en servicio de la mayor gloria de Dios, antes de ser influido por los extranjeros degenerados que lo apartaron temporalmente de sus deberes como ungido del Senor. Que tan mala compania le habia impulsado ocasionalmente a putero, borracho y Dios sabe que otras aberraciones propias de un rey mundano. Pero reducido a martir por sus asesinos, sus grandes virtudes habian predominado hasta convertirlo en un santo, y si no tenia vengadores en la tierra, ya Nuestro Padre Celestial lo habia restituido en su gloria y extendido su fama entre los menesterosos del mundo, que acudieron al hoyo donde permanecio enterrado para beneficiarse de sus milagros; todo lo cual demostraba que la inteligencia de los hombres y sus conjuras, polvo son comparadas con los propositos de Dios, que sus culpas mas achacadas fueron a la perversidad de los extranjeros paganos que a su natural inclinacion cristiana, rebosante de santidad y perfeccion.
Parecian resonar todavia en mis oidos los lamentos de aquellos santos monjes, doloridos por la tragedia del joven rey, cuando ya el arzobispo entonaba su oracion funebre en la catedral, adonde llegamos cuatro dias despues. Colocaron el cuerpo en un sarcofago de blanco marmol; en la cubierta aparecia esculpida la imagen del difunto, con aureola en torno a la cabeza y unos angeles en derredor, arrodillados y las manos juntas en oracion. Se estaban junto al sepulcro los nobles que le quitaron la vida, que no aparecian humillados, sino que la mirada mantenianla firme, provocativa, la sonrisa dibujada en rictus mientras resonaban las alabanzas del orador, ensalzando los milagros del martir, santificado por la malicia de sus asesinos.
Era impresionante contemplar todo el recinto de la catedral ocupado por viejos y bravos guerreros, hincada en tierra la rodilla, hundida la cerviz, su humillacion ofrecida en desagravio, que quien sabe cuanto esfuerzo les costaria doblegarse ante los hombres, que por Dios no hacian problema. Mas grandioso todavia, que lo tengo por el mas culminante de mi vida, el momento en que se elevo, desde la multitud estacionada fuera, el clamor de que la niebla se disipaba y un rayo de sol penetro, rutilante, por las vidrieras de la catedral, iluminando los pasajes biblicos en ella representados.
Un gloria broto de todas las gargantas y volo hacia la cupula, rotundo y victorioso.
VI
Transcurridos tres dias decidi proseguir mi camino. Intente despedirme de los nobles: apenas si alguno correspondio con un saludo o un adios, enzarzados como estaban en buscarle sucesor a Edwig, quien debia de arrebujarse comodo en su panteon. Y tengo para mi que si las almas se desprenden de todo apetito terreno, como se admite, aquellos huesos entrechocarian sonoros, que es la forma de reir reservada a los esqueletos.
Todos tenian en boca la necesidad de encontrar rey, que reino acefalo desgobierno es, y era sagrado deber procurarlo como mejor servicio redundare para la patria.
Aunque escuchando tan hermosas razones, adivinaba bajo el disfraz de sus palabras la particular intencion personal de cada uno por designar al que mejor conviniera a sus intereses. En verdad todos desearian alzarse con el cetro y la corona, pues que otra cosa nunca les proporcionaria mayor poder. Pero ninguno era aceptado por los demas, y asi la dificultad se planteaba en terminos de hallar quien les sirviera por inofensivo y manejable, o imponerlo con la razon del mas poderoso. Con lo cual pensaba que cualquiera de las soluciones seria igual.
Tanta era la urgencia que ya se estaban los nobles tres dias en parlamento; debiase al empeno de tomar la delantera al arzobispo, que a su vez buscaba senor que mantuviera lo recibido y aun lo incrementara. Aunque los nobles se preguntaban como, pues que la corona se encontraba horra de patrimonio, que ya lo regalara antes en aras de la salvacion aquel rey de tan santa recordacion, que tres dias se llevaban desfilando por su tumba todos los ciegos, mancos, cojos, jorobados y tullidos, cuantos podian arrastrarse, a los que se pedia alguna limosna voluntaria para el culto del martir y santo, y mantenimiento de las lamparillas que lucian en su memoria, para que fuera mas propicio en concederles los milagros solicitados. Y era curioso, criticaban los nobles, que los milagros los hiciera graciosamente desde su agujero en puro suelo, para revelar el lugar donde estuviera ignominiosamente enterrado, y ahora, satisfecho con honores y desagravios, buscara compensaciones. Los nobles, excusado decirlo, se mantenian tan en desacuerdo con el arzobispo que hasta les parecia mal que respirara.
Mas considerados me fueron los monjes para la despedida. Enterarse de que me proponia visitar a mi pariente, arzobispo de Hipswell, y procurarme vestimenta nueva, zurron de peregrino reluciente, baculo rematado