con varitas de florecidos narcisos, gigantesco rosario de negras cuentas de ebano y cruz de plata, traido de Roma con la bendicion papal, y una sarta de veneras para colgar del cuello, todo fue diligente, que mirandome yo mismo me desconociera. Amen de prestarme barbero para el arreglo de cabellera y barba, empenado en recortarlos ajustados al uso de aquel ano, proposito al que me negue, y tal quedaron como Dios queria, que de otro modo hubierales hecho crecer menos o en la forma que desease. Tanto hicieron por el arzobispo de mi sangre, que fuera yo desparentado y mucho me temo que recibiera el Dios te acompane hermano y algun mendrugo por mucho regalo, que me preguntaba cuanto aumentarian por conseguir la santa reliquia si llegasen a enterarse, excepto nombrarme obispo, que no existia vacante, pues tantee el camino.
Para que su nombre fuera debidamente representado delante del pariente, entregaronme por cabalgadura una burdegana muy apreciada por ellos, de finos remos y dulce andadura, que para otro nunca regalarian, pues para mas destacar era rosilla, y tantas virtudes no se reunen con frecuencia. Se trataba de la mula que habia traido de Roma el obispo Roswy cuando viajo alla para recoger el pallium, a la cual habia que darle las voces en latin ya que otra lengua no entendia. Y a fe que la criatura valia el capricho, segun resulto con el uso. Era su lomo de suave onda, y el pasito tenialo constante y divertido, con lo que el paisaje me resultaba diferente a como lo conociera antes a pie, y muchos eran los anos que ya iba recorriendo mundo con el soporte de mis sandalias. Nueva sensacion la que ahora me proporcionaba
O quizas procediera la ufania del entorno. Resuelto el enterramiento aunque pendiente la sucesion, con lo que las penas de nuestro reino no parecian concluir tan repentino, suspendida quedara la maldicion divina invocada por el fraile alcabalero, al que motejara de lunatico y ahora justo era reconocerle su sabiduria a la vista del resultado. Que en definitiva es Dios quien desacredita o sanciona los juicios de cada hombre. Dedicabale, pues, un recuerdo con anoranza, y disculpa, que nuestra ingratitud es tanta que mordemos la mano que nos entrega el pan.
Desaparecida la niebla renacio transformada la naturaleza tanto tiempo velada. Esforzabase con rapida recuperacion, tanto que parecia maravilla o milagro tal como sucediera, que los monjes estaban seguros y asi lo proclamaron, ensalzando la gloria de Dios y su voluntad por honrar con prodigios al santo martir real.
Tantos anos como hombre de a pie acomodaron mi vision del mundo a un nivel bajo. Al recorrer ahora los caminos, la condicion de peregrino me libraba de abonar peaje; ademas, al cruzar ahora montanas, valles y rios, caballero en la fina mula rosilla, parecia que el panorama cambiase. Y los hombres tambien. Que no es lo mismo contemplar el valle desde el fondo que otearlo desde un picacho. Aunque la impresion era de hollar un mundo en parte desconocido. Y esta superioridad confortaba mi espiritu, gozoso con la vista de las pintadas praderas salpicadas de graciosas florecillas, de fragante hierba, de suaves collados reverdecidos, de alcores poblados de helechos, tojales y retamas, en los cuales se aupaban las enredaderas amarillas que formaban marana impenetrable, donde las avericas porfiaban en sus trinos que herian el aire fino, vibrante, fresco, terso, con aroma de salvia y espliego, sacudido por el blanco repique de unas lejanas campanas tanendo sordo.
Al coronar la cresta de alguna orgullosa altura elevaba mi alma con plegarias encendidas de fe. Y la naturaleza, en su plenitud, me parecia un cantico de alabanza al Criador. Las aves todas, navegando las alturas, dejaban sentir su llamada, y por el suelo remoloneaban los conejos, saltaban las ardillas, cruzaba raudo y desconfiado el zorro, enhiesto el plumero de su rabo, venteaba el ciervo semiescondido entre brezales y chaparros, manadas de caballos pastaban en la pradera, donde tambien triscaban los ternerillos junto a la vacada, sonando leves murmullos en alas del airecillo sutil que jugaba entre las hierbecillas y los tomillos florecidos.
Que nunca se me ofreciera plenitud tal en la vida, pues no encontraba rama ni hierba sin flor, ni animal ni ave que no buscase pareja y juguetease con enamoramiento, y la tierra toda parecia poblada por tiernos hijuelos, como un renacimiento sinfonico y glorioso.
Aquella contemplacion despertabame sensaciones que creia olvidadas, y hasta pesquise en torno temiendo la vecindad de Jordino, a quien no habia recordado en aquel tiempo de tribulacion, pues la tristeza de la niebla y las miserias borraron su imagen de mis ojos. Mas, parecia reivindicar la sangre lo perdido: una energia desconocida desde mis anos mozos me inundaba y se hacia mas poderosa que mi razon. Tanto fue que llego a intranquilizarme y turbarme el sueno; procuraba desechar los pensamientos cantando alabanzas a Nuestro Senor al ritmo del blando paso de la mula, que seguia haciendo merito a su fama.
Rondabanme, pues, las teologias. ?Triunfaria la muerte? ?No me parecia que era la muerte generadora de vida? Siendo hijo de un proceso que consumiera millones de anos en culminar, ?como imaginaba la implacable condenacion eterna cuando no se completara la transformacion y me gobernaran, por instinto, los atavismos? No podia olvidar la dualidad humana, de un alma de divina procedencia implantada en una cobertura animal en curso de adaptacion. ?Que esperaba de mi Nuestro Senor? Nada nace sin objetivo; cada hombre es una pieza del Todo.
Sumido en las burbujas de una naturaleza rediviva, enervado de brisas y aromas, con el rumor de los arroyuelos y la polifonia del silencio natural, poblado de mullidos registros sonoros como palpito de la vida, sufria la leve angustia de mi confusion. No me atrevia a delimitar la voluntad segura del deseo incierto, y se me acre da la esperanza en Dios, que me daria al fin lo que mas conviniera a la salvacion del alma. Que no habia diferencia. Obrar con rectitud, amar al projimo, y si caia en pecado levantarme de nuevo y caminar. Estar convencido que el mal y la muerte son esclavos al servicio de la vida. Y que el impulso de la naturaleza es la vida. Pues que siendo en el principio la Nada, si le fue inyectada vida seria para que se desarrollase, no para volver a la nada. Y estando la vida encerrada en un circulo, nunca se llega al fin, sino al principio, por la eternidad. De otro modo, ?para que despertar la Nada?
Debia desechar aquellas mis teologias ya que nunca me atrevia a exponerlas, pues estaba seguro sufriria persecucion y castigo de hereje al salirme de lo senalado. Y quizas esta facultad hicierame desear la vida recogida y solitaria.
Sin embargo, cabalgaba hacia Hipswell con la secreta esperanza, cobijada en mi corazon, de alcanzar alli el nombramiento, con lo que trataba de convencerme de que solo ofrecia al destino la ocasion de probarme, si estaba escrito me alcanzara tal honor, siempre para mejor servicio de Nuestro Senor Jesucristo.
Me asaltaba en medio la duda de mi vanidad, cuando estaba seguro de que no existia vida mas feliz que escondido en la montana, donde cabalgaria libre la magia del pensamiento, sin reglas que me cineran, companeros que me senalasen horarios e ideas. ?Era sabio, pues, andarse con vigilias en procura de obispado que me atase al mundo, para obligarme a vivir en corte, convivir con intrigas y rivalidades, enfrentarme a nobles y religiosos, si queria conservar la independencia, o por el contrario doblegarme a los embates del furioso oleaje que se agita en torno a cada hombre? Y el curso de estas ideas aumentabame la confusion. Pues mientras el alma me empujaba hacia las brenas, el cuerpo se regodeaba imaginando delicias, y se desbocaba en sonar que hasta la purpura puede ser alcanzada poniendose en camino. Tendria que mantenerme asiduo y complaciente con religiosos, nobles y hasta reyes. A los que tan reciente contemplara, tan ensimismados mientras expresaban su interes por el bien comun que no les quedaba tiempo ni deseo de darme cabida. Sin embargo, analizaba con sorpresa que no les despreciaba. Antes bien me atraian un tanto.
Con precaucion, preferia caminar por montanas y collados, que me permitian dominar el paisaje, columbrar cualquier peligro a tiempo, que era el territorio frecuentado por hordas de piratas, que arrasaban cuanto hallaban a su paso, como tenian por costumbre. Distinguia asi, siempre en la lejania, los poblados con sus chozas de madera y, cuando la tenian, una iglesia de piedra ensenoreandose del contorno, como faro para el caminante. Casi todos aparecian destruidos en parte, si no por completo, incendiados y arrasados, quedando en pie, a lo sumo, algun trozo de los muros de la iglesia, el campanario, por no ofrecer la piedra pasto a la combustion. Las personas que llegaba a distinguir se emboscaban, como yo mismo, que todos nos rehuiamos temerosos, no sabiendo si era pagano pronto a quitarte la vida.
Asi que, otear aquella manana la ciudad, asentada en un amplisimo valle, me causo gran contentamiento; representaba alcanzar la meta y comprobar que aparecia intacta, ya de por si un milagro cuando todo el pais aparecia desolado y ruinoso. Pense si estaria enganandome la distancia y tras los muros se esconderian los escombros de lo que aparecia como ilusion. Pero conforme avanzaba distinguia gran parte de los tejados, los campanarios de unas cuantas iglesias, y otro edificio mas voluminoso, sin duda la catedral.
Cruce el valle, no sin cerciorarme una y otra vez de que nadie aparecia, para no encontrarme con el, mas, en cambio, me extranaba que ninguna otra alma transitara por el camino que se dividia abarcando el perimetro de las cuatro puertas, orientadas a los puntos cardinales. Al llegar, asomose un soldado centinela inquiriendo el motivo de mi visita. Dijele ser peregrino de paso, y sin mas, aunque trabajosamente, abrieron el portalon. La