grandes riquezas, subia al doble el tributo de paz, ya que cuanto encerraba la ciudad le pertenecia. Mientras que el rescate del arzobispo deberia llegar de fuera. De modo que enviaron un correo al conde hermano del arzobispo y otro al rey, pidiendoles enviaran el rescate. Transcurrido un mes, regresaron ambos con el anuncio de haber sido el conde desterrado al continente y el rey asesinado.

»Thumber entrego el arzobispo a sus hombres para diversion, pues no podia dar el mal ejemplo de libertarlo sin rescate y cuanto existia en la ciudad ya se encontraba en sus manos. Estaban los guerreros necesitados de algun entretenimiento, pues que no tuvieron oportunidad de destruir la poblacion y asesinar a sus moradores, que era lo que mas les servia de desahogo y distraccion, pues la ferocidad les era un sentimiento natural y reprimir la les iba contra su propia naturaleza, pues la represion siempre ha sido mala inductora, y estaban cansados de no tener otro esparcimiento que las mujeres, a todas las cuales habian corrido ya con harta frecuencia, como lo atestiguaban las noches, convertidas en un concierto de carrerillas disimuladas, de escondites y tapujes, aunque otros habia enemigos de ocultamientos y gustaban del proceder recto y sin hipocresias. Hallabanse empalagados de tan prolongada paz, con el solo alimento de las mujeres, que todo cansa si se prolonga, y acogieron el obsequio del arzobispo como un generoso regalo de su rey, al que todos admiraban hasta la muerte, y asi encendieron una hoguera en la plaza y ataron en el centro al arzobispo, celebrando con el el mas atroz de los juegos, el mas salvaje de los entretenimientos y la mas cruel de las diversiones, todo entre risotadas y blasfemias y obscenidades.

»En tal fiesta se ocupaban cuando desde las avanzadillas que mantenia alejadas para prevenir los movimientos de sus enemigos en evitacion de sorpresas, vinieron exploradores apresuradamente mediante relevos a comunicarle que el caballero Avengeray habia localizado su posicion y hacia aqui venia con todas sus tropas de a pie y a caballo, y calculaban que en un par de jornadas se presentaria ante las puertas de Hipswell. Le dijeron que venia por el este.

»En el entretanto, sin saber como pudiera averiguarlo, el rey conocia que yo fuera bufon del arzobispo y se empeno en que les distrajese tan largas veladas y aburrida espera como les imponia el regreso de los mensajeros enviados al conde y al rey, que tal me parecia que no iban a regresar nunca. Lo que hubiera hecho yo mismo de ser el caso. Mucho temi por mi vida, pues Thumber tenia explosiones de burla en las que manifestaba a sus companeros no comprender que pudiera tener yo de gracioso, pues que a poco le producia congoja escucharme. Y que un pueblo poseedor de tan extrano sentido del humor no merecia otra cosa que lo que le estaba ocurriendo. Me esforzaba con ello, temiendo que en un arrebato acabase con mi vida, para lo que solo precisaba darme una punada, tan fuerte era que parecia un oso, y el Oso Pagano le llamaban en lengua popular, que lo semejaba por su corpulencia y fortaleza asi como por las pieles con que se rodeaba el cuerpo.

»Me mantenia mas temeroso el hecho de que tanto el como sus companeros y todos los guerreros jamas se separasen de sus armas, que llevaban sobre si mismos aunque les reportara notable impedimento y engorro al no encontrarse en campana, si bien para ellos fuera continua la guerra, y se manejaban con el cargamento de las armas tan naturales como si fueran plumas de faisan en vez de espadas, lanzas, escudos y arcos, carcaj y flechas, la bolsa con puntas, el arco en bandolera, el punal y el hacha.

«Mi congoja iba tan en progresion que hubo un momento en que se me saltaron las lagrimas y llore como un nino, y fue entonces cuando los vikingos rompieron a reir con desenfreno que tal parecia que sufrian un ataque; y cuando comenzaron a calmarse apenas si podian articular palabras y entendi que jamas se divirtieran tanto ni encontraran personaje tan ridiculo. Con ello causaron una herida en mi vanidad, tan profunda y enconada que, junto con la muerte del santo arzobispo, me hicieron perder el deseo de continuar viviendo, que me privaron del mejor senor que hubo bajo los cielos, cuyo amor me ataba a la existencia. Perdido mi protector, ultrajado en mi dignidad, nada me quedaba en la vida.

»En llegandole la noticia de la proximidad del caballero, dispuso a sus hombres para la marcha. Se acerco a donde yacia mi senor torturado, entre la vida y la muerte, y contemplandole detenidamente, con un golpe inmisericorde, descargado con la quijada de un caballo, acabo con sus dias: comento que ya habia sufrido bastante. No tuvo otra palabra piadosa.

«Dividio a sus hombres en tres columnas que salieron por cada puerta excepto la del este, y nos mantuvimos viendoles como se alejaban y separaban cada vez mas, como flechas que al partir de un mismo arco se dirigen a blancos distintos. Aun cuando puse cuidado, falle en averiguar adonde se dirigian ni cual seria su punto de reunion, y tengo para mi que Thumber acostumbraba usar de tales precauciones para desorientar al caballero, su eterno perseguidor, que escuchado me tenia disputaban entre ambos un continuo duelo que duraba muchos anos, a causa de una antigua historia; con estas astucias procuraba el vikingo estorbarle la persecucion, o al menos demorarla, y ello le servia para acrecentar la distancia entre ambos ejercitos.

«Cuando el caballero llego a las puertas de la ciudad, luego de adelantar sus heraldos y averiguar que los piratas habian huido, dile las noticias, le explique el orden de la partida, y sonrio agradecido. Era el caballero personaje de merito, que se le adivinaba el linaje en sus ojos claros, en su mirar pausado, en su continente. No demostro si le embargaba desilusion por no encontrar a su enemigo, pues que con tantos anos de perseguirle ya se habia acostumbrado a las astucias de Oso Pagano, del que nadie podia imaginar, viendole tan tosco y grosero, que fuera capaz de albergar en su cerebro los ardides de que siempre hacia gala, con los que lograba sorprender a sus contrarios. Y nada mas consegui averiguar del caballero, que era parco de palabras y ni siquiera parecia gustar de criticar a sus enemigos. Pues al contrario, hablaba con respeto de aquel rey de piratas.

«Establecio el campamento a las afueras de la ciudad, y al descansar la tropa dos dias, durante los que fuera recibiendo partes de sus exploradores, desplazados por delante con el proposito de localizar el camino que hubiera seguido la horda y el punto de reunion, emprendio de nuevo la marcha hasta disolverse en la lejania.»

Nada me retenia en Hipswell si no era un sentimiento cristiano de hacer compania a Talcualillo, tan afligido el animo por la perdida de su senor como por la humillacion de que harto se lamentaba.

Trate de consolarle y no le abandone por razon de mi ministerio y por un vago sentimiento afectivo hacia aquel hermano que nunca me lo tuviera -?o, posiblemente, si, que tan aficionados somos a juzgar a los demas por los signos exteriores como se nos antoja?-, y al que ahora trataba, bajo la impresion de la tragedia de su martirio, de restituirle en mi corazon algun sentimiento alli perdido, que le pertenecia, por medio de su companero, que tan querido le fuera. Tan confusos me resultaban mis sentimientos que no sabia cierto si estaba conduciendome por amor, un amor tardio y a destiempo, o por tranquilizar mi propia conciencia. Lo cierto es que el chantre solista resultaba beneficiado, mientras se apagaba lentamente como el cabo de un cirio que consume el ultimo adarme de cera.

Un dia, tan apagada la sonrisa que apenas si dibujo el simulacro de una mueca, me miro a los ojos y musito blandamente que, encontrandose la tierra saturada de su dolor, se marchaba a rebosar el cielo.

Triste entierro, sin honores ni apenas cortejo, que no quedaba clerecia para oficiarle ni vecinos para acompanarle si no fuera algun anciano, alguna mujer o cualquier chiquillo, lo que seguro le acrecentaba la pena a Talcualillo, si es que lo veia, pues que tan aficionado fuera siempre a la pompa y la ostentosa apariencia de las cosas, a las que concediera mayor importancia que a la realidad, empenado en ignorarla.

Y de nuevo me senti dueno de la amplitud del valle, caballero en la fina mula Margarita, al vaiven de su blando paso armonioso, dandome cuenta de la opresion que estaba causandome la ciudad. Pense que si habia perdido la ultima ocasion de lograr una sede obispal, habia ganado en cambio el derecho a vivir en los espacios abiertos, en la naturaleza. Y se me llenaron de aire los pulmones ansiosos, se derramo la alegria por mi interior y borrada quedo de mi mente la idea del obispado y la lucha de los hombres; la renuncia al solo pensamiento ya me hacia feliz y me acrecentaba el deseo de llegar a la escondida montana donde tenia decidido sepultar mis dias. En pos de mi destino camine a lomos de la mula, dias y dias, orientandome por la estrella del norte, mas y mas convencido de la certidumbre de mi porvenir, que no deseaba otra cosa.

Y sucedio que, llevando mas de dos semanas de viaje, cuando cruzaba un estrecho vallecillo flanqueado por dos crestas montanosas que delimitaban una especie de desfiladero o paso, vino a mi encuentro galopando con fuerza un caballero, gallardamente cubierto con esplendida armadura, y sobre todo destacaba a mi vista el airon de una cresteria de plumas flotando en el viento, que al llegar mas cercano pude fijarme en que centelleaban de irisados colores. Pronto comprobe que los ojos eran claros, la mirada pausada y el porte de elevada estirpe. Lo que me recordo, como una iluminacion subita, el personaje descrito por Talcualillo, perseguidor del vikingo Thumber, pues que un tal jinete y caballero no podia tener pareja, seguido de un escudero galopante en bravo corcel, que portaba el escudo, la lanza y la maza.

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