Me argumentaba que en vez de sepultar la sagrada reliquia en una cueva solitaria, justo seria permaneciera entre la cristiandad, para que fuera adorada y a su vez le prodigara sus milagros; a tal proposito me prometia un lugar en el ejercito, siempre a su lado, escoltado y distinguido, que su presencia junto a la sagrada reliquia tornaria mas vigorosos a los guerreros, mas valientes los animos, mas aguerridos los corazones, y que con la proteccion de la Santa Cruz culminarian en victoria todos los esfuerzos, que no podia ser de otro modo. Y siempre podria yo, hombre consagrado a Dios, llevar a cabo provechosa labor en honor de Nuestro Senor Jesucristo, que si estuvo retirado para hacer penitencia, escogio la vida entre los hombres para luchar y morir por ellos.

Grande, pues, fue su alegria cuando accedi a acompanarle, pues mi destino se me presentaba como una interrogante, ya que siempre me quedaba el recurso de procurar el bosque o la montana y retornar a mi primera intencion. Era de notar que la revelacion del caballero solo senalaba nuestro encuentro, pero ningun otro significado, que todo lo demas ya resultaban especulaciones, guiado por su fervor y la fe; tal era juzgarlo favorable a su empresa, como una aprobacion divina. Lo que pudiera existir mas alla era lo que me intrigaba, y nunca lo averiguaria de marcharme. ?Como podia estar seguro de que el caballero no era, efectivamente, un iluminado?

Las habiles manos del herrero me aderezaron una hermosa armadura, me entregaron caballo y escudero, asi como todas las armas ofensivas y defensivas: escudo, espada y lanza, con hacha de doble filo, que era arma pagana pero que el caballero no desdenaba utilizar, antes procuraba gozar de las mismas armas y ventajas que su enemigo. Y me sorprendio un dia mostrandome el orgulloso estandarte de oro en que aparecia la Santa Cruz, que llevaria siempre desplegado cuando marcharamos y nos lanzaramos a la batalla.

La necesidad de recuperar la habilidad con las armas, perdida desde mis anos mozos, me obligaron a cabalgar, desmontar, esgrimir la lanza, embrazar el escudo, atacar y defenderme con la espada y machacar con aquella terrible arma que era el hacha de doble filo. Y tanto me enardecia que los mismos tanes me ayudaban y aconsejaban, y hasta alguno acepto jugar de contrincante con lanza y espada, alabando mi destreza. Que me estimulaban, pues no era caso presentarse desarmado, o desconociendo el manejo de las armas, contra enemigos tan poderosos y esforzados, aunque mi mision no fuera la de luchar. Pero llegado el caso nadie habria de defender mi vida mejor que yo mismo. De ello estaba seguro y ponia mi empeno en adiestrarme.

Con los dias comenzaron a llegar noticias, que se reflejaron en una mayor actividad en el campamento. Se sabia que entre los danes existia una lucha por la sucesion del trono, y que Horike habia sido superado por su hermano, con lo que intentaba ahora conquistar un reino. Arribara con su armada de cincuenta y dos velas al estuario del Disey, donde habia sentado sus reales tras apoderarse de la fortaleza y alli permanecia devastando los alrededores. Era evidente que aguardaba. Y no seria otra cosa que fuerzas mayores de algun aliado.

A poco el caballero sabia tanto de aquel ejercito que me asombraba con sus comentarios. A no tardar mucho se detecto el movimiento del rey Ethelhave, que habia levantado sus tropas y acudia al estuario, progresando con lentitud y precauciones, pues que ni las posiciones ni las perspectivas parecian claras. Solo el proposito de Horike de conquistar el reino.

La noticia de que Ethelhave solicitaba la alianza llego en forma de rollo lacrado firmado por el mismo rey, y en el exponia todas las condiciones, ventajosas, en que le recibiria. Supe entonces que el caballero habia ordenado a sus exploradores mantenerse atentos, ya que aguardaba un ofrecimiento semejante. Sus presentimientos resultaron tan ciertos que coincidio con el mensaje de otros exploradores; informaron que nuevas velas arribaban al estuario, y esta vez era Oso Pagano el que acudia.

Se produjo como una sacudida en el campamento, y los animos se excitaron, como ocurre antes de la tormenta, pues la espera tocaba a su fin. Nada les estimulaba tanto como la proximidad de la aventura, y mayor cuando la aventura se llamaba Thumber.

«?Tambien aspira el pirata a conquistar un reino?», pregunte ingenuamente. «Tiene el propio: solo persigue el botin.» Fue la respuesta de un tane.

El caballero llamo a reunion y acudieron todos los tanes; tambien estuve presente. Comunico como habia decidido ayudar al desventurado rey cristiano Ethelhave, combatido en su ancianidad, en peligro de perder el reino. Y ello independientemente de la contienda y rivalidad que mantenia con Thumber, pues esta ocasion, aunque les enfrentase, solo seria una anecdota donde el bien comun se imponia sobre la venganza particular. Todos lo entendieron asi. Y el tane que mas se cuidaba de mi persona me explico despues que su senor no podia faltar a los principios que guiaban su vida: en el desvalido rey Ethelhave contemplaba a su mismo padre, que tambien se vio asaltado y desposeido de la vida y del reino.

Levantamos el campamento y nos pusimos en marcha. Ningun guerrero llevaba colocado el casco, que colgaba del arzon. Yo iba sobre mi mula, y a mi lado el escudero conducia de la brida el soberbio caballo con arreos de guerra, y mis armas ofensivas y defensivas con la armadura, pues vestia solo la cota de mallas. Cabalgabamos a la cabeza de la larguisima columna, solo precedidos de un orgulloso guerrero que portaba el estandarte de la cruz, ahora ensena de la hueste, grabado ademas el sagrado simbolo sobre su propia armadura y escudo.

Transcurridas dos jornadas se adelanto el caballero con dos tanes y una escolta para encontrarse con Ethelhave, que tambien se separo de su ejercito para la reunion, dejando atras la tropa, con sus nobles, obispos y eclesiasticos, conscientes de cuanto se jugaba en la confrontacion. Las columnas siguieron marchando paralelas aunque tan separadas que no acertabamos a vernos todavia, confluyendo hacia el lugar del encuentro.

Horas despues nos alcanzo de vuelta el caballero y sus acompanantes, y en otras dos jornadas dimos vista al estuario, donde, situados dentro del gran circulo que describia el rio, en una inmensa llanura cubierta de olorosa hierba, permanecian apostados los piratas, que nos aguardaban.

Al caballero no gustaba acudir a un campo escogido por el contrario, pero no le quedaba otra alternativa. Observo la posicion de su enemigo para convenir con Ethelhave que ocuparia aquella ala para oponerse a Thumber.

Despues de una consulta, el rey envio un mensajero a los piratas para comunicarles que la batalla tendria lugar al amanecer del segundo dia, si no existia inconveniente; a lo que se mostraron conformes. Quedaron alli los ejercitos; el enemigo asentado en unas posiciones claramente definidas, nosotros ocupados en instalar las tiendas y el campamento. Pero sin prisas ni nerviosismos. Los guerreros me sorprendian por la aceptacion de una realidad ineludible. Se les notaba firmes y decididos. Vivir representaba para ellos una continua batalla y solamente les preocupaba la forma de morir. Todos sentian dentro de si el orgullo de su fortaleza, y la seguridad en sus propias fuerzas se traducia en la confianza del conjunto. Les contemplaba como titanes en reposo, prontos a incorporarse cuando llegase la hora.

Al anuncio de la claridad de la segunda manana, cada hombre empunaba su arma y ocupaba su posicion. Se contemplaban a traves de la aurora naciente, en espera de las ordenes.

Repentinamente despertaron las tropas. Las de Thumber lanzaronse adelante derivando rapidamente hacia el frente de Ethelhave, al propio tiempo que las de Horike evolucionaban hacia las nuestras. Con lo que rapida y habilmente quedaba invertida la posicion del dia anterior. Tampoco atacaron de frente para separar a los dos ejercitos, como parecia indicar su posicion; un engano en el que no cayo el caballero. Y no pude reprimir un grito de satisfaccion al comprobar su juicio clarividente, que merecio desde aquel momento mi mas fervorosa admiracion, pues no le conociera mas sabio en la guerra ni mas prudente en la paz. Comprendia entonces el respeto fervoroso de sus tanes y la devocion de todos los soldados y guerreros, que le adoraban como a un dios poseido de santa ira, esgrimiendo la espada como un rayo de venganza, y asi le llamaban sus tropas y el mismo pueblo: Avengeray.

El choque retumbo en clamor de mil gritos y en el estruendo de las armas golpeando los escudos y las armaduras, y una nube de dardos y flechas oscurecieron con su vuelo a los mismos luchadores, que se acometian con fiero impulso.

Nadie fuera capaz de aventurar juicios tras el primer envite, pero se me encogio el corazon al contemplar como el muro de escudos de Ethelhave quedaba roto por el latigo de Thumber, cuyas tropas maniobraban con orden y conseguian adentrarse en el campo cristiano a pesar del esfuerzo de los guerreros que acudian a taponar la brecha. Imaginaba angustiado al anciano y debil rey Ethelhave, que me parecio manejado por sus nobles y cortesanos, los cuales sacaban provecho de su incertidumbre.

Conforme giraba la vista hube de gritar un ?hurra! al contemplar la gloria de Avengeray, cuyo frente de escudos seguia incolume, situados sus hombres sobre el terreno como si ocupasen un tablero de ajedrez, mientras que en el campo adversario se apreciaba la confusion de una masa de guerreros empujando, bravos guerreros piratas de allende el mar, fieros en la paz, demonios en la guerra, aullando como lobos que persiguen a

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