observe manifiesta enemiga en aquellos viejos y santos varones, cuya obligacion era buscarle los entresijos a las razones de Estado, y no tanto sospechar como estudiar para la senora todas las posibles vias, beneficiosas y contrarias, de cuanto afectaba al reino. Y aunque era tal su preocupacion y ansiedad por conocer una respuesta a sus dudas, no les privaba de reconocer cuanto de bueno llevaba hecho y hacia en Ivristone, por lo que todos le guardaban reconocimiento. Que tan curados estaban aquellos varones de las vanidades mundanas que pensaba me hubiera servido alguno para cubrir una sede vacante, que mejores dudaba haberlos encontrado. Pues su misma conducta me esforzaba para no desentonar entre ellos.

Mas entretenida resultaba la de los cortesanos, que en definitiva se ocupaban de las mismas cosas que los ancianos pensadores, con la diferencia de convertir en maliciosa comidilla los graves problemas de Estado, pues no alcanzaban a mas, que otra cosa no les divirtiera. Y era de estas conversaciones de salon de donde nacian los cantares de trova, hasta donde pude entender, con el adorno de la fantasia donde no llegaba la realidad, que para ello cumple la funcion poetica, y concluian que otra mas poderosa razon animaba al caballero, y ello se hacia patente en las fiestas de alivio que con harta frecuencia venian celebrandose en la corte, so pretexto de relajar el animo de aquellos hombres sometidos al mayor esfuerzo, que todo no iba a ser pensar en la guerra, como arguian las damas, instigadas quizas por su Monsieur Rhosse, que odiaba la barbara costumbre guerrera y a quien encantaban, por contra, las gasas y tules, y se recreaba en los adornos, plumas y joyas. Y en las blondas y encajes que hacia importar de Flandes, de donde trajera la ultima novedad que eran los vestidos cerrados desde el cuello a los pies, que apenas si les quedaba el rostro descubierto, y pienso que aquella moda no hacia favor alguno a las damas pues que perdian con ello el mejor encanto de que Dios las habia dotado. Y asi tenia para mi conciencia que aquella moda no podia ser mas que instigacion del demonio, y fuera vuecencia a saber de que ralea seria la legion que poblaba a Monsieur Rhosse, si es que alcanzaba a tanto honor y no le despachaban con un diablejo simple, o dos a lo sumo, por no dar su alma materia para mas altos empenos. Lo que no era obstaculo para que se ufanase con el nuevo cargo de Organizador Mayor de Fiestas, Saraos y Ritos Cortesanos, que andaba ocupadisimo poniendo por escrito todas las reglas que en su vida fuera discurriendo, y pensaba convertirlo en un tratado de obligado cumplimiento en todas las cortes conocidas y por conocer, y le habia prometido un ejemplar miniado al caballero para que implantase aquellas normas en su nueva corte, cuando la tuviera, que habria de conquistar el dia que Dios fuera servido. Y debo resaltar, a fuer de sincero, que el nombre de Dios en boca de aquel ser indeterminado me parecia una blasfemia. Que le llegara el cargo gracias a su clientela, pues las damas todas asediaron a la senora hasta conseguirle el nombramiento, concedido no se sabe si por complacencia o por librarse de tanta importuna, que alegaban ser corriente el cargo en la corte de la Galia y debia por ello implantarse en Ivristone, ahora que se producia el resurgimiento y nadie estaba adornado de mayores meritos para ostentarlo. Y mientras las damas le alababan hasta subirle a los cielos, los maridos le despreciaban tanto que, llevado al mayor extremo, se conducian como si el personaje no existiese, prefiriendo incluso a un bufon o volatinero. Habia determinaciones de la senora que resultaban indescifrables, pues no siendo competencia del Consejo llegabamos a ignorar las razones, pero sospechaba que en el caso este, tan aventurado fuera pensar que consintiera por eludir asedios y perdida de tiempo, como por satisfaccion propia, que aun no dedicandole las horas que las otras damas, tambien llamaba a sus habitaciones a Monsieur Rhosse, que se contoneaba como pavo real y aseguraba hacerle las pruebas de propia mano, sin descuidar un detalle tratandose de tan alta senora, a la que se preciaba llevar mejor vestida que a cualquier otra del reino. Con lo que, misterios de las almas, conseguia el aprecio de las demas, que lo mimaban para que no pusiera en ellas menor interes, y Dios sabe los regalos y concesiones que ello originaria, que ninguna aspiraba a menos que ser probada de propia mano, que las tenia delicadas y musicales, alas de mariposa mas bien. Con lo que poco dano podia inferirlas, si es que algo de ello hubiera, que juraria que no. Aunque mejor disfraz no pudiera inventarse, y a fe que estos seres piensan mucho, pues que en definitiva son arbitros en el mundo. Y de ser realidad pienso que las senoras no llevaran tan a la vista sus tratos con el Monsieur. Pero nadie sabe tampoco adonde llega la astucia de una mujer. Que alli se daba una mezcla asaz sugestiva. ?Y quien podia desentranar si una era la apariencia y otra la realidad?

Y la otra poderosa razon que animaba a Avengeray, segun ponia en boca la malicia cortesana, consistia en una muestra evidente: que en cuanto coincidian el caballero y la princesa se comian los ojos, y con el baile y el permanecer proximos parecian aislarse del mundo, pues ni siquiera notaban que se convertian en centro de atencion de toda la corte, mientras sonreian las damas en cuchicheos, mas serios los hombres, preocupados con la trascendencia del idilio, aunque todos a uno disimulaban, que era esta virtud cortesana que no podia olvidarse.

Pero los sesudos varones, con el preambulo de que mi condicion de obispo primero, y de consejero despues, no podia enturbiar mi clarividencia en el servicio del reino, influido por el amor al caballero mi senor, me preguntaban si era inducido a escalar el trono de Ivristone por amor o por odio. Reconocian que si antes no quiso ocuparlo no era razonable intrigase ahora para conseguirlo, aunque aparentemente todos sus pasos lo conducian a la cumbre. Y si la misma dinamica de los acontecimientos lo empujaban hasta la corona, tambien podia ser calculo, que inteligente y bravo lo era. Pero, ?cual era el pensamiento de la senora, a quien expusimos estas dudas en la primera ocasion? Advierto que, aun estando seguro por amor filial, de los nobles sentimientos del caballero, mi condicion de consejero me obligaba a compartir las preocupaciones de los demas.

Respondio la senora que no se le escapaba, y pues no podia prescindirse del caballero en aquellas circunstancias, razon era que se aprovechase todo para beneficio del reino, que el Estado tiene razones y medios para llegar al fin que persigue. Y nos quedamos sin conocer cabalmente cual era su pensamiento ultimo. Aunque si nos eran evidentes sus cavilaciones futuras e inmediatas. Que en aquellos momentos llegaban noticias inquietantes.

El rey del Norte andaba tanteando las defensas, y aunque no dedicara al intento mas que modestas fuerzas, manifiesta dejaba su intencion. Tropezo con la energica defensa de las huestes de Avengeray, asentadas con firmeza en los pasos de Oackland, que era preciso cruzar para adentrarse en las llanuras del reino de Ivristone viniendo desde el norte, y a fe que levantaran alli las mejores defensas que se hubieran contemplado jamas, pues siendo de tan alto valor estrategico nadie dedicara antes al lugar tan cabal estudio y levantara tan fuerte guarnicion. Nunca aparecio el rey a la cabeza de los atacantes, y no quedaba duda de que eran intentos para medir la resistencia, como un tanteo para ulteriores acciones ofensivas.

Y si en el norte el peligro no parecia tan inmediato, aunque la amenaza era preocupante, no ocurria lo mismo en el sur, donde el reino limitrofe apenas si contaba con fuerza, y lo que era peor, carecia de ambicion su rey, y hasta de cualidades legislativas y guerreras, y asi se veia expuesto a continuas invasiones y tropelias de las hordas piratas de allende el mar, que le consideraban presa favorita como el reino mas debil y desguarnecido, que recorrian de norte a sur como les viniera en gana. No cabia otra defensa que pagarles tributo de guerra, y era sabido que los bandidos piratas lo cobraban y proseguian su salvaje devastacion para conseguir mayores riquezas. Tanto que hasta la misma senora hubo de reirse cuando le sugirieron celebrase esponsales con el rey del Sur para organizarle y defenderle el reino, y contesto que con un rey enclenque ya habia tenido bastante. Aunque la respuesta de la senora no conjuraba el peligro de la frontera sur, pues los vikingos alcanzaban facilmente a introducirse en los territorios de Ivristone y atacaban las defensas, que respeto por fronteras y reinos no guardaban, sino que marchaban en pos del botin y de la destruccion, que nadie conocia cual de los dos les atraia mas.

Las fortalezas del sur habian resistido bien los ataques hasta entonces, gracias al genio del Gran Senescal de Guerra, quien sabiendolas mas expuestas las habia reforzado en defensas y guarnicion, y aunque alguna estuvo en peligro de ser destruida no lo lograron, y cumplieron la estrategia de resistir y rechazar a los bandidos sin abandonar el campo ni aceptar lucha abierta, que Avengeray sabia bien de la eficacia de sus contrarios. Maxime cuando entre todos aquellos ataques llego a identificar en algunos casos la mano de su mortal enemigo, el rey Thumber, que aparecia y desaparecia con acciones fulminantes, de acuerdo con su habitual estilo. Hasta el punto que situandole en el mapa para conocer o adivinar su proximo ataque, nunca lograba preverlo, pues aquel no mantenia un orden progresivo o regresivo, que para caer en trampas era muy astuto, aprendido sobre la experiencia, pues ya una vez le tomara Avengeray delantera y le colocara en mucho peligro. Sus desplazamientos resultaban tan rapidos que atacaba a 10 o a 100 millas de un dia para otro, lo que hacia sospechar al caballero que estaba siguiendo una estratagema para confundirle, como acostumbraba. Pero en cada caso la destruccion que causaba era importante y el botin cuantioso, tambien en viveres, y asolaba los territorios, con lo que empobrecia el reino y arruinaba a los habitantes, que abandonaban sus pueblos y heredades, lo que originaba perdieran las cosechas.

Al celebrarse un Consejo General, donde la senora escucho con paciencia todos los pareceres, vino en decir

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