que ante las amenazas a que se veia sometido el reino mantenia la mayor confianza en el Gran Senescal de Guerra, cuya habilidad y valor estaban probados, y que pues la seguridad del reino descansaba en sus manos, habia decidido ligarle mas fuertemente a la corona, concediendole la mano de la princesa Elvira, siendo notorio el amor que ambos se profesaban; se complacia en anunciar la boda para dentro de cuatro semanas, cuando oficialmente daba fin el luto por la muerte del rey Ethelhave, y asi se celebraria una solemne fiesta.

Si grande fue la alegria de las damas, mayor todavia la de Monsieur Rhosse, sobre quien recaia la responsabilidad de organizar el sarao y vestir a las damas, especialmente a la novia, para lo que se requerian nuevos disenos, con lo que se puso a trabajar sin descanso para llevar los dibujos a sus clientes, quienes sin demora comenzaron a realizarlos en sus talleres, afanandose costureras y bordadoras. Talleres que llegaban a estar animados por musicos para que las mujeres trabajasen con mayor primor y sentimiento. Que la musica inspira. Era idea de Monsieur Rhosse, quien insistia en que, en definitiva, hasta las ideas se engendran por el movimiento, y el movimiento es arte.

Mayor actividad nunca se viera en la corte. Y eran, como siempre, las damas quienes la animaban, complacidas en aquel final feliz, y aunque no parecian ocuparse en exceso de la princesa salvo en adivinar las hechuras de su vestido, intentaban sobornar a costureras y bordadoras para averiguarlo, y hasta dedicaban algun mimo especial a Monsieur Rhosse para comprar su indiscrecion. Con preferencia cantaban las excelencias del novio, al que ademas de reconocerle todas las virtudes, le llamaban el Salvador del Reino.

Un dia en que me requirio la senora para consultar sobre religion, dijome sobre la boda que no fuera decision subita, sino meditada y la mas acertada que cabia. Adivinaba que alguna vez habria de entregar el reino a su hija, con la grave preocupacion de los bastardos, que no renunciaban a lo que proclamaban ser sus derechos. Uniendola al caballero podia trabajar satisfecha de cara al porvenir, maxime sabiendo que la boda contaba con el beneplacito de todos, que su mision era aunar voluntades y despertar la ilusion de las gentes para el mayor beneficio del reino. Avengeray habia logrado imprimir un ritmo distinto a la vida, pues convirtio a los apaticos en entusiastas y a los reticentes en colaboradores de buena voluntad, quienes se olvidaron de intrigas y conjuras, incluso los bastardos, que se mostraban recelosos.

Aproveche la ocasion para pedirle cartas de presentacion con que ir a Roma para recoger el pallium. Contesto que no lo olvidaba, pero tampoco era momento de ausentarse en largo y arriesgado viaje dejando el reino sin cabeza eclesiastica, cuando tantos y tan graves eran los problemas que se encaraban. Y debo dejar constancia de que al concluir cada entrevista se me acrecian las dudas, pues aquella mujer, a fin de cuentas, resultaba un enigma: encantadora y gentil cuando se lo proponia, calculadora en extremo cuando necesario.

Avengeray no ocultaba a nadie su felicidad ante la proxima boda. Bajo su apariencia fria, aunque yo le sabia apasionado y con ilusion, palpitaba una honda inquietud. Y al inquirirle sobre la causa dijome ser preocupantes las noticias que le llegaban desde la frontera sur. Sospechaba alguna forma de traicion, ya que en algunas de las fortalezas atacadas habia nobles de los antiguos incordiantes, y aunque luego se mostraran de modo que no dieran ocasion a desconfianzas, no obstante, andaba intranquilo. Tambien pensaba que los espias y los bastardos pudieran estar vendidos al enemigo y le desfigurasen las noticias. Lo que podia representar estuvieran sucediendo las cosas de modo diferente a como le eran referidas.

Para conocer la realidad, que mucho le importaba, no cabia otro remedio que enviar al tane con sus sesenta hombres, quien le haria llegar correos fidedignos que le permitieran evaluar la situacion, pues que podia estar decidiendose alli la suerte del reino. Que era Thumber astuto y cruel, capaz de jugarle con todos los enganos, y mucho importaba averiguarlo. Aunque deseaba que todo se debiera a Thumber, y nunca a las traiciones en el propio ejercito.

Aconseje enviara un destacamento desde los pasos de Oackland y mantuviera la escolta en el castillo, pues eran sus hombres de mayor confianza. Lo habia considerado, me dijo, pero no quedaba tiempo y que hasta la boda pudiera retrasarse de no adoptar rapidas medidas. Y asi dispuso la salida, confiando entre tanto en la guardia del castillo.

Ajena la corte a estas preocupaciones avanzaron los dias, hasta que comenzaron a llegar correos con noticias mas satisfactorias. Calmose la inquietud de Avengeray y pudo vestir sus mas lucidas ropas cortesanas, que era gloria contemplarle con la indumentaria galana de un guerrero: la cruz que adoptara como emblema bordada sobre el pecho, cenida la cintura por el grueso cinturon del que colgaba la noble espada de dos filos.

En la petrea capilla, donde el silencio de los sepulcros marmoreos pesaba sobre cuantos asistian a los esponsales, revoloteaba no obstante la ilusion de la fiesta, pues en cada mujer duerme un poema de amor. Y en mi caso el sentimiento: pues que en algun instante senti un breve picor en la garganta y los ojos humedecidos, que erame muy caro el caballero, habia tomado aficion a la princesa y contemplaba el amor en sus rostros y la satisfaccion en los demas, muy especialmente en la Senora de Ivristone. De quien habia aprendido a dudar si seguia impulsos sentimentales o su conducta obedecia a razones de Estado. Aunque, debo decirlo, tal suavidad empleaba en sus maneras que desconcertaba. Pero no podia desechar la impresion de que era antes Regidora del Estado que madre. Sin que me atreviera a formular esta sospecha con claridad, que todo me resultaba confuso tocante a la senora.

Y en aquel silencio, repito, restallo un tumulto repentino, viendonos invadidos por multitud de vikingos que penetraron como centellas -embrazados los escudos, espada en mano, otros el hacha-, cuya fiera presencia me conturbo.

Rodearon unos al grupo donde se reunian los nobles cortesanos y los bastardos y les atacaron tan de repente que apenas si alguno tuvo ocasion de desenvainar la espada; cayeron atravesados por los venablos y a golpes de hacha, que todo parecio transcurrir en un segundo. Y en el grupo de los viejos companeros del Consejo, ancianos venerables, tres que intentaron empunar la espada, que ya les resultaba pesada, fueron fulminados por los arqueros que brotaron de la parte alta de la entrada, apostados contra la baranda desde la que se dominaba toda la concurrencia, pues que nosotros nos hallabamos en un plano mas bajo. Apenas si me percate de lo que sucediera junto a mi, pues observaba de conjunto aquella accion terrible, en la que perdia su vida la flor de la nobleza abatida por la furia vikinga, sedientos de sangre como lobos. Y cuando mire, descubri que tambien estabamos rodeados por furiosos guerreros cuyos rostros reflejaban al demonio, sus ojos brillantes de una luz malefica, blandiendo sus armas, protegidos todos por el escudo, con lo que formaban un circulo en cuyo centro quedabamos los contrayentes, Ethelvina y yo mismo. Pero sobre Avengeray habia caido una red, manejada con infernal habilidad, que le imposibilitaba, y con unos cabos se la sujetaron y cineron de modo que solo tuviera ocasion de empunar la espada pero no de blandiria, mientras forcejeaba con furia incontenible -que no obstante resultaba inutil-, para desasirse de aquella prision y arrancar los cabos de las manos de sus carceleros.

Tan de subito como estaba ocurriendo todo, trono una gruesa voz alla en lo alto, donde se encontraban los arqueros, tensos los arcos y prontas las flechas para ser dirigidas contra cualquiera que osara atacar. Era un hombre corpulento, tal que parecia un oso, y adivine como un relampago que debia de ser Oso Pagano, el rey Thumber, el enemigo mortal de nuestro caballero, que no otro osaria sorprenderle en tal momento, y con astucia de zorro como le era por costumbre, que muchas veces escuchase a mi senor referirse a aquella cualidad de su enemigo, al que no obstante admiraba como guerrero.

«?Tente, tente Avengeray! -trono la voz-. ?A quien defiendes? Estos querian matarte. Y ellos me llamaron. ?Es que ya no reconoces a los traidores? ?Estas viviendo en un nido de viboras!»

La voz de nuestro caballero se elevo, suspendido por un momento su furibundo intento de liberarse de la red, para clamar: «?Traidor! ?Bellaco! ?Sueltame y lucharemos!».

Pero la primera replica fue una risotada: «?Me crees capaz de apoyarlos contra ti? Sabes que no hago juego para los demas».

«?Cobarde! ?Granuja! ?Lucha conmigo!», vociferaba el caballero debatiendose en inutil violencia contra la red.

Oso Pagano parecia divertirse. «?Para que voy a luchar contigo? Nada me obliga. No soy caballero cristiano. Puedo mataros si me place. ?Todo es ahora mio! Dame una buena razon para que no lo haga.»

Las carcajadas de aquel monstruo resonaban en la boveda, repercutian contra los muros, caian sobre todos nosotros como una losa de piedra que confinase nuestras ideas al marco estrecho y disolvente de una tumba. Nos encontrabamos paralizados, salvo el caballero, furioso en su impotencia, lo que impregnaba de mayor tragedia la situacion, por encima de los guerreros muertos. Quizas Avengeray pensaba de ellos que al menos habian muerto con honor mientras el se encontraba humillado, afrentado en su honor, sometido por unos guerreros que ni siquiera eran caballeros ni podian batirse con el en buena lid, delante de su dama, interrumpidos los esponsales, traicionado, vencido, ultrajado en su dignidad de caballero, de amante y de hombre.

Вы читаете Regocijo en el hombre
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату