palabra le embesti con una furia que no sabia donde se albergaba, pues desbordaba mis propios sentimientos Me sentia un dios de mis antepasados, cuyas gestas escuchara cuando nino, pues mi furor no se contenia dentro de limites humanos.

Tanta era la violencia, tan fuertes y seguidos los mandobles, que mi enemigo retrocedia parando los golpes con esfuerzo. Esta certidumbre incrementaba mi valor. Por vez primera me sentia capacitado para enfrentarme con el cumpliendo la dulce y demorada demanda de venganza que fuera norte de mi existencia. Ni siquiera pensaba reconquistar el reino antes de cumplir aquel deber sagrado de serenar el espiritu del rey, errante entre los muertos. Los tanes habian lanzado la tropa contra la larga fila de vikingos, sorprendidos en un desembarco que no habian completado, y se generalizo el combate. En muchos lugares se retiraban los invasores buscando el seguro de los navios. Y tan clara era nuestra ventaja que el mismo Thumber retrocedia empujado por mi espada en procura de su embarcacion, que sus marineros habian impulsado hasta rozar la arena. Logro saltar a bordo con dificultades, pues mi acoso no le daba comodidad. Mas hube de reconocer que la maniobra fue habil por su parte, y por ello le admire. Ya sobre la borda se revolvio a salvo, y con actitud que no puedo calificar de irritada ni temerosa, sino de sorpresa y hasta, si no fuera loca presuncion, de complacencia, exclamo: «?Por el dios Thor, que ya habeis dejado de ser cachorro, principe!».

Iracundo, furioso por no haber podido matarle, enardecido por el fuego de la pelea, le amenazaba con el acero gritandole: «?No me llameis principe! ?Soy el Rayo de la Venganza!». El barco se adentraba en las olas impelido por los remos. Me replico: «?Os llamare Avengeray, si asi os place!».

Todos los barcos remaban separandose de la orilla. Mis hombres, muchos de los cuales persiguieron a los piratas dentro del agua y hasta los mismos navios, regresaron a la playa.

Todavia alcanzo a escucharme: «?Volvere a encontraros! ?Os perseguire hasta el mismo infierno!».

Breve y gloriosa la jornada.

La fama canto despues que fuera el pueblo llano quien me bautizara con el nombre de Avengeray.

III

Los encuentros fueron sucediendose en el tiempo con alterna fortuna. Me proporcionaron la evidencia de que mi oponente eludia, en cuanto le resultaba posible, una confrontacion abierta con nuestras tropas. Aunque el combate personal siempre lo afronto con la valentia que le era usual. Pues si acostumbraba ceder terreno y dar pasos atras en la batalla, si su buen juicio se lo aconsejaba, no significaba ningun desdoro para su acreditado valor, que realizaba con estratagemas de combatiente consumado, fuerza de titan y arrojo de oso, que todo en el era descomunal; tambien el timbre de su voz y el tono hiriente de sus palabras. Nunca perdia el humor, y hasta parecia celebrar las ocasiones en que se encontraba mas comprometido durante la pelea. Al menos era su comportamiento cuando luchaba conmigo, incluso alababa mis hazanas y lances cuando eran acertados, como si le regocijara sufrirlos, cuando significaban un peligro para su vida. Extrano personaje que nunca acabaria de entender. A pesar de que los anos y los enfrentamientos fueron buena escuela para conocernos, tanto en los modos personales como en las tacticas y argucias que cada cual utilizabamos en el movimiento de las tropas. Sus inagotables recursos de ingenio agudizaban el mio, pues no solo ansiaba igualarle, sino aventajarle.

Escudrinando por las bibliotecas de los monasterios aprendi el modo en que los griegos superaron a sus oponentes, con ser estos mas numerosos, mediante el invento de la larga y flexible falange. Y como posteriormente los romanos les superaron al corregir los defectos que la falange presentaba, de donde surgio el manipulo que les proporciono la superioridad tactica. La misma sorpresa que experimento Thumber cuando nos enfrentamos en la siguiente ocasion: «?Bravo invento, Avengeray! ?Me aventajaste!», que nunca fuera remiso en la alabanza. «Es invento viejo, Thumber. Pero tu no conoces latin.»

No era esta la sola ventaja. Valientes y arrojados eran sus soldados, prontos a morir, como si no existiera retorno despues de cada envite. Mas los nuestros habian aprendido a pensar y nunca les fueran a la zaga en bravura, como animados por la venganza; maniobraban con facilidad y desarrollaban las tacticas senaladas, con lo que durante la batalla adoptaban los esquemas previstos y aun ajustaban sus evoluciones segun nuestras ordenes. Asi resultaba imposible a los piratas romper aquellos cuadros solidos que no presentaban grieta alguna, pues en cayendo un guerrero otro cubria el hueco. Batieronse, pues, en retirada, y el vikingo reconocio su fracaso. Como eramos dos ejercitos condenados a una eterna rivalidad, mas se ganaban las batallas por el planteamiento que por el numero de muertos, que ya en nuestro caso no se producian grandes mortandades, pues no se justificaba sacrificar soldados inutilmente.

Influencia tuve en el arte guerrero, pues reyes y grandes senores que mantenian ejercito abandonaron poco a poco el ataque masivo, como solian desde antiguo, al reconocer la superioridad de la maniobra, donde un reducido cuerpo de tropa podia resistir a ejercitos muy numerosos. Y aquel que no acepto el cambio hubo de pagar extremado tributo.

Las batallas se nos tornaron mas duras, los encuentros mas espaciados, pues si antes el valor individual decidia el resultado, ahora lo hacia el conjunto. Sin que caballeros y paladines renunciaramos a nuestro privilegio de salir por delante a justar y entablar nuestros combates, que en algun caso propiciaban el resultado de la contienda.

Cada vez resultaba mas dificil la tarea de encontrar a Thumber. Todavia mas sorprenderle. Se extremaba el espionaje, con exploradores propios y espias pagados, y el apoyo del pueblo en nuestro caso, nuestro mas eficaz colaborador para conocer sus andanzas y localizacion.

No menos activo resultaba el vikingo. Inferia, por los resultados, que no solo conocia nuestra posicion, sino que adivinaba nuestras intenciones. Lo que no debia ser extrano, pues que zorro mas taimado nunca conociera.

Convenia Aedan en que para Thumber cada encuentro le reportaba dificultades, pues arriesgaba y perdia hombres, sin obtener de nosotros botin alguno que le compensara. Siendo tan diferente al nuestro su codigo de honor, el orgullo de llevar a cabo soberbias hazanas no le gratificaba, como no fuera resultarle mas temeroso a sus enemigos. Aunque para los cristianos fuera inconcebible, batirse en retirada, retroceder, ceder terreno ante el enemigo, no significaba para el barbaro una derrota, ni lo considerarian sus amigos vencido ni deshonrado. Para los piratas solo tenia significado el resultado final. Cierto que su fama de guerrero valiente y duro le rendia soberbios beneficios al debilitar a sus enemigos, por lo que encaminaba a tal intencion sus hechos de armas. Y si continuaba enfrentandose a nuestras tropas cuando le obligaba a ello, era por mantener su prestigio y fama. Pues a pesar de sus bromas y el bien demostrado humor de que se servia, encontraba enojoso nuestro asedio, y en momentos de apuro, cuando mi rabiosa acometida buscaba segarle la vida, viendose obligado a retroceder y cubrirse, solia exclamar: «?Sois un maldito empecatado!», mientras su voz mostraba un cierto enfado.

Nuestro mutuo conocimiento habia llegado al extremo de esforzarnos en lograr ventaja del vicio ajeno tomando provecho de la virtud propia. Thumber era ambidiestro. Acostumbraba luchar hasta el limite, que nunca le era corto pues su fortaleza le situaba por encima de muchos destacados combatientes. Y cuando el oponente le juzgaba tan cansado como el mismo, cambiaba el arma de mano y proseguia tan recuperado como si de nuevo comenzase. Al enemigo que lo ignorase quedaba poca probabilidad de sobrevivir. Esta cualidad fue la que derroto a mi padre.

Conociendole tal condicion pugnaba yo por vencerle arrollandole con un impetuoso ataque desde el principio. Y a fe que lograba colocarle en situaciones comprometidas, de las que otro no hubiera logrado escapar; era entonces cuando me llamaba empecatado y empecinado. Como lograba sobrevivir a mi corajudo empuje, explicaba su probada maestria. Y cuando menguaba mi acometida inicial, era el momento en que podia desarrollar su fortaleza, incluso llevarse mi vida y con ella la venganza que tan arduamente perseguia. Pero entonces Aedan, para mi disgusto, aprovechaba cualquier incidencia del combate para interponerse y continuar luchando contra el vikingo. Mas me parecia un acuerdo, pues otras veces eran Teobaldo o Alberto los que intervenian, y hasta Cenryc tomaba parte en el relevo. Sospecha que siempre rechazaron, pero maniobra que llevaban a efecto con extremado cuidado, sin dar jamas ocasion a mi desdoro. Y si Thumber llego a percatarse, nunca hizo mencion.

Regane a los tanes por este concierto, que siempre negaron, aunque lo sabia motivado por su gran carino. Pues tambien probaron a combatir contra Thumber desde el principio para mermarle las fuerzas y entregarmelo cuando mi fiero ataque tuviera mejores posibilidades de doblegarle, mas tambien me contradijeron alegando no

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