ser otra cosa que acciones dentro de la batalla, que siempre se presenta de modo diferente. Como fuera, Thumber era para mi el guerrero mas admirado, al no conocer a ningun cristiano ni pagano capaz de igualarle, lo que me llenaba de orgullo. Pues un enemigo vulgar y sin relieve me hubiera deshonrado. Ya que el mayor honor de un hombre nace de la calidad de sus enemigos. Por ello nunca consenti se rebajase la condicion de Thumber en mi presencia, pues cuando le tacharon de felon y sanguinario atendiendo solo a sus defectos, enumere sus muchas virtudes, que siendo pagano los contrarrestaban con exceso. Cortesanos hubo, eternos jugadores del vocablo y del ingenio, extranados de que admirase al enemigo mortal, asesino de mis padres, expoliador de mi reino. Sin percatarse de que, al vituperarle, era a mi a quien afrentaban. Cierto me estaba en que mi padre, espejo y luz de la caballeria, lo entenderia asi. Pues cuando su espiritu me visitaba por las noches, acostumbraba exponerle mis hazanas y hechos, e insistirle en que eran mi norte e inspiracion las reliquias que me entregase, cetro y corona colocados sobre una almohada carmesi orlada de flecos de oro, expuestas sobre un baldaquin ricamente bordado, que siempre aparecia en mi tienda expuesto como un altar, donde moraban las razones que sustentaban mi vida y la venganza que la alimentaba. Y nunca el espiritu del rey, mi padre, desmintiera mis razones.

Tambien mis buenos tanes acudian al altar para rendir cuentas a su antiguo senor de la mision que les encomendara. Todos lamentabamos la cada vez mas evidente prueba de que Thumber nos rehuia, y cuando habia de aceptar batalla procuraba eludir un ataque frontal, y en vez de empenar toda su fuerza, evolucionaba de modo que lograba habilmente escapar incolume. Ante esta seguridad exponia a mi padre la idea de que quizas conviniera cambiar el objetivo. Que seria reconquistar el Reino del Norte, donde todavia subsistia el viejo rey Raegnar, debilitado por los anos, que ahora sufria rivalidades y traiciones de los jovenes nobles, cuya ambicion era mas fuerte que su fidelidad. Mas el espiritu de mi padre, que se me aparecia en suenos, no quiso resolverme estas incertidumbres. Lo que me llenaba de indecision al desconocer si mis actos y mis ideas coincidian con sus deseos, si su silencio deberiase a enfado por mi pretension de aplazar la venganza para mejor oportunidad. Quizas se debiera a lo impreciso de mi proyecto, con lo que persisti en madurar su resolucion, mientras mi padre continuaba cejijunto y silencioso en sus apariciones.

Aunque un dia tuve la respuesta. El sol habia traspuesto la cumbre de la montana lejana. La tarde quedaba tibia, luminosa, brillante. Un nimbo dorado le prestaba la blandura de un sueno. Sobre la cresta de la sierra predominaba un cuchillo agudo que simulaba rasgar el aire como una aleta de tiburon la superficie del mar. Mas alla se dibujaba, contra la claridad difusa, la silueta de una mujer yacente. Y en la ladera, acunado, un pueblecito. En lo alto del cielo, como ojo polifemo, el lucero de la tarde.

Contemple el trazo de un oscuro sendero, por el que comence a caminar. Me hundia en una bruma tan apretada que sentia su halito rozarme el rostro, que palpaba con mis manos desnudas. De repente me cerro el paso un oso gigantesco; a los lados se desplomaban afilados precipicios por donde era imposible escapar. Cuando de subito aparecio un caballero envuelto en magico resplandor, como una centella luminosa, y el oso se revuelve y desaparece, quedando expedito el camino sobre un sendero abierto a la esperanza. Caminando adelante me condujo alli donde el mundo cambia, donde solo se formulan preguntas cuya respuesta es la intuicion.

Mi gran inquietud desde aquel momento fue esperar que la profecia se cumpliese. Me parecia que claramente mostraba mi predestinacion. Mucho me placia, pues, comprobar que toda mi vida no transcurria en balde; antes bien eran mis pasos concertados, mi razon notoria, mi empeno cierto. Que si perseveraba serian abiertos los caminos, viniendo a mi encuentro un ser prodigioso lleno de luz para conducirme al cumplimiento de mi venganza. La figura del oso lo confirmaba. Aunque una duda me acometia: no quedaba claro si el vikingo acabaria huyendo, lo que me causaba desazon y disgusto y solo pensarlo me contristaba por la gloria que me seria negada, o si finalmente lograria vencerle en combate, dandole muerte. Lo que, desde lo mas profundo, alli donde reside la sinceridad del alma, me parecia un triste fin. Porque, asi me perdonase el espiritu angustiado de mi padre, si me faltara Thumber, ?seria tan glorioso mi destino? ?Es mas feliz el hombre concluida la tarea que mientras la realiza? Y aunque fuera justa la venganza y querida por los cielos, ?que iba a quedarme despues de cumplida? Sin duda reconquistar mi reino. ?Y despues, ya pacificado y reconstruido? Acometer otro empeno, pues debe sucederse la ilusion constante en nuestro corazon para iluminar nuestra vida. Quizas la luz irradiada por el caballero de mi vision representase el espiritu infatigable e indestructible, la confianza ciega en llegar a un fin, que al final el hombre nunca es vencido si no se derrota a si mismo.

Siendo tales razones obsesivas por aquel tiempo, me sobresalto una repentina vision, que me parecio sueno. Cabalgaba por un estrecho vallecillo, entre dos crecidas montanas, en busca de alguna pieza que cobrar con el halcon o los perros, durante un descanso del duro ejercicio en el cercano campamento, cuando por una especie de desfiladero surgio una figura iluminada por vivo resplandor. Caballero en una mula de placido y acompasado paso, despreocupado el continente. Adverti que andaba desarma do y ajeno a los peligros del mundo. Me detuve, para permitir que me alcanzase mi escudero. Le pregunte si contemplaba lo que yo. Solo alcanzaba a distinguir a un religioso cabalgando sobre una burdegana, que quizas se trasladase de convento o cualquier otra razon de su ministerio. «?Y alguna senal muy particular no veis en el?» Replico que afinando la vista se atrevia a decir que era fraile y hasta posiblemente peregrino, y nada mas.

Galope a su encuentro. Descabalgue y me prosterne con reverencia a sus pies, dando gracias a Dios por haberse cumplido la profecia, pues el santo de resplandeciente aureola se me habia presentado.

A preguntas del fraile hube de aclararle como se me habia representado en suenos, nimbado de radiante luz fulgente sobre su cabeza, que le acompanaba por toda la figura hasta envolverle.

El buen fraile, que lo era peregrino y regresaba de Tierra Santa habiendose salvado milagrosamente de todos los peligros durante muchos anos, dijo que nadie antes que yo le encontrase la aureola. Se inclinaba por ello, ante la predestinacion, arguyendo que nunca el cielo decide en vano, y pues nos unia, tendria sus planes para nosotros y nos senalaria el camino. Mas el no merecia la devocion que yo le mostraba, pues que solo era un fraile humilde y pecador; el resplandor nunca se deberia a su santidad, sino a la sagrada reliquia de la Santa Cruz que consigo traia. Y como nos la mostraba cuando ya habiamos llegado al campamento, mis valientes tanes y todo el ejercito se unieron para postrarse con uncion. Se confirmaban en que todo ello certificaba el cumplimiento de la profecia, viendose victoriosos tras aquellos interminables anos de inquebrantable empeno.

Inutil fue mi intento, llevado a efecto con disimulo, para saber si alguno distinguia la aureola que envolvia al peregrino. Ni siquiera Penda, que por espiritu debia de serle el mas cercano a todo lo milagroso, observara nada.

Accedio, bajo mi constante ruego, a quedarse con nosotros. Lo que lleno de jubilo a los tanes y a la tropa. Mande entonces fabricar un precioso joyel relicario para albergar dignamente las sagradas astillas del madero en que recibiera la muerte Nuestro Senor Jesucristo.

Una ilusion renovada penetro el animo de toda la mesnada. La larga espera en aquel apartado campamento, fuera de toda ruta, se les hizo mas llevadera. Tenia por virtud eludir la localizacion y desorientar a Thumber, ya que, ademas, sus espias se delataban por ser extranos, y, aunque imitasen las ropas, les denunciaba el lenguaje. Mientras los nuestros eran nativos, y aun el mismo pueblo llano nos apoyaba. La posicion nos favorecia.

Finalmente nos llegaron noticias, dificiles de interpretar en principio. En el Estuario del Disey se habia producido un desembarco; arrasaron el fuerte y aniquilaron la guarnicion a fuego y espada. Se trataba del rey Horike y su horda de danes, que despues se mantuvieron sobre el terreno. Y tal accion solo podia interpretarse en un sentido.

El rey Ethelhave reunia el ejercito apresuradamente, retirando tropas de las guarniciones extendidas por el reino, y avanzaba despacio sobre el estuario, mientras se le incorporaban las fuerzas que habia llamado.

La inmovilidad de Horike presagiaba algun nuevo acontecimiento. Nos inquietaba, pues profesabamos a Ethelhave profundo afecto desde los dias en que acudiera a la llamada de mi padre, aunque fuera derrotado en los Pasos de Oackland. Y ahora Ethelhave se hallaba en identica situacion: como antano Raegnar, venia Horike, principe sin tierra, a conquistar un reino. Temiamos por el, pues le sabiamos viejo y combatido dentro de su propio ejercito por nobles descontentos e intrigantes. Cada faccion luchaba mas contra sus rivales que contra el enemigo comun.

Crecieron nuestros temores al confirmarse las sospechas: sobre el estuario confluyeron muchas velas, y a poco supimos que el recien llegado era nuestro mortal enemigo. Todos rebullimos de enojo, viendo una repeticion de la historia; al fondo, el mismo siniestro personaje.

Opinaban que era momento de hacernos presentes, ahora que habiamos localizado su posicion. «?Conoceria el la nuestra?», pregunte a Aedan, quien encogio los hombros con un interrogante. En cualquier caso ignoraria que con el mismo interes seguiamos sus pasos que los del lento Ethelhave. Tactica suicida la del rey cristiano,

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