pues si la horda de Horike ya resultaba peligrosa, con el apoyo de Thumber se convertia en mortal. Mas todos sabiamos que nunca Ethelhave se distinguiera por sus cualidades guerreras, ni su ejercito era aguerrido, ni sus hombres fieles.
Los exploradores regresaron con una carta de Ethelhave, lacrada con sello real. Solicitaba mi ayuda y me recordaba aquel lejano dia en que el no dudo en acudir a la llamada de mi padre. No hubiera sido preciso evocarme el episodio, pues igual la tropa que los tanes, y yo mismo, conservabamos el recuerdo en el corazon. Y en apoyarle todos estabamos decididos.
Mas, la doble oportunidad de defender a Ethelhave y combatir a Thumber redoblaba nuestra satisfaccion. Estabamos seguros de que ahora, con la ayuda de las reliquias de la Santa Cruz, venceriamos: llegado era el momento de cumplirse la profecia y lograr la ansiada venganza, querida por los cielos. Y tal confianza me preocupaba. Ignoraban que el demonio puede entorpecer los designios celestiales y fracasar asi nuestras esperanzas, pues Dios no nos concede su favor cuando lo deseamos, sino cuando lo juzga conveniente, si lo merecemos. Aunque en el secreto de mi alma confiaba que la llegada del peregrino nos traia la resolucion favorable.
Despache correos a Ethelhave asegurandole nuestra ayuda. Agradecia sus ofertas de recompensas y regalos, pero lo mismo hicieramos solo por reconocimiento de sus meritos. Le senale nuestra ruta y el lugar de reunion. Y cuando la distancia entre nosotros fue la aconsejable me adelante para saludar al viejo rey, y asegurarle nuestra fidelidad y disposicion. Se mostro satisfecho, pues con nuestra colaboracion mantenia la confianza de salvar el reino y la corona.
Al avistar la llanura que desde el mar se adentra, flanqueada al fondo por los brazos del Disey, divisamos al enemigo. Dos grupos de tiendas confirmaban que la alianza estaba reducida a Horike y Thumber. Pedi a Ethelhave el privilegio de situar la mesnada frente a la de Thumber y lo comprendio. Desconocia particularmente la habilidad marcial de Horike, mas el valor y la bravura eran connaturales a todos los vikingos. Al pensar que Horike nunca igualaria a Thumber, le juzgaba menor enemigo para Ethelhave. Aunque mucho temia le resultase excesivo, pese a serle superior en numero.
Se dispuso el campamento y las tiendas fueron plantadas. Cuando penetre en mi pabellon, invoque al espiritu de mi padre, el rey, simbolizado siempre por la corona y el cetro colocados sobre el rico almohadon, para que no nos faltase su asistencia en aquella batalla, ni la de Dios, que juzgaba decisiva para el Reino de Ivristone y para nosotros mismos.
Acudieron los tanes a mi pabellon, despues que hube discutido con Ethelhave y los suyos el plan de batalla. Dificil fuera lograr un entendimiento ante criterios tan dispares, pues le faltaba autoridad. La sola contemplacion de su campamento ya merecia las criticas de Teobaldo, quien desesperaba que tropa tan desorganizada pudiera enfrentarse con exito a enemigo tan poderoso, aunque se les reservara los que considerabamos menos fuertes.
El ejercito de Ethelhave venia compuesto por soldados de lejanas guarniciones y reclutas arrancados de sus tierras durante la epoca de recoleccion. Jamas entre cristianos se emprendieran campanas en tal epoca, de la que dependia el bienestar del reino, mas los paganos violaban tan antigua tradicion sin escrupulos. Los paisanos se quejaban de ser obligados a arrostrar peligros e incomodidades de armas, y apenas disimulaban su mala voluntad en acudir a la convocatoria del rey. Como no pudieron rehusar, pensaban solo en salvar sus vidas, cansados de sus senores naturales. Pues, ?como pedir a los demas lo que no estamos dispuestos a darles?
La tropa durmio velada por la centinela. Despachado y revisado lo mas conveniente, atendidos los partes que me llegaban y los que mandaba buscar, dormite a ratos para reponer energias con que acometer la jornada que nos aguardaba.
Cuando penetro Aedan, vigilante la noche entera como solia en visperas de batalla, pues nunca fiaba ni del enemigo ni de nosotros mismos, ya me encontraba en pie. Anuncio la hora prima y me dio parte de novedades, reducido a un solo punto: Thumber habia intercambiado con Horike su posicion en el campo. Al tiempo habia adelantado la mitad de la distancia que nos separaba la noche anterior. Tal movimiento realizado en el ultimo momento perseguia evitar que tuvieramos tiempo de rectificar nosotros, por ser Ethelhave lento y poco maniobrero.
Thumber habia escogido destrozar a Ethelhave de modo fulminante. «?Y que pensais que hara despues?» «Revolverse contra nosotros, que quedaremos entre dos frentes. Confia en la resistencia de Horike», expuse. Le referi que durante la noche enviara exploradores: las naves de Thumber se encontraban a nuestra espalda, escondidas en una revuelta del rio, encubiertas tras los islotes, embarcada parte de la tropa. Preveia asi que, si acabasemos primero con Horike, pudieramos situarnos a su retaguardia. Avanzaria entonces hasta el rio para reembarcar, al amparo de sus propias tropas.
Explicamos a los tanes la situacion. Nuestra ventaja consistiria en derrotar a Horike antes que Thumber a Ethelhave. Esto exigiria de todos los hombres un esfuerzo supremo. La rapidez condicionaba nuestro destino.
Y gracias sean dadas a nuestro Divino Protector pues aunque el enemigo era bravo, resultabamos superiores en preparacion. Cuando tras muchas horas de sangrienta lucha, en la que cada uno de nuestros hombres realizo inimaginables proezas, nos desembarazamos de tan incomoda como valiente horda, al volver grupas para perseguir a Thumber encontramos que ya habia emprendido su marcha hacia el interior, en procura de sus naves. Dejaba tras de si un campo sembrado de cadaveres, destrozado el ejercito cristiano, al que dividio y combatio por grupos separados, aunque le llevo tiempo y valor quebrantar a los pocos hombres fieles a su rey. Los cuales, al cobrar caras sus vidas, decidieron el resultado de la campana, pues retrasaron los planes de Thumber y permitieron nuestra victoria sobre Horike. Ethelhave yacia banado en sangre sobre su propio escudo, y en derredor se encontraban los nobles y los cinco obispos que le acompanaban, pues se agruparon en torno a su rey para morir con honor.
El campo aparecia sembrado de cuerpos retorcidos y vacios de sangre, cuya contemplacion nos llenaba de dolor. En lamentarlo estabamos cuando se nos llegaron cerca algunos caballeros: de rodillas procuraban tocar mi armadura con la punta de sus dedos, al tiempo que nos saludaban y se ofrecian como servidores. Dijeron: «?Pues que eres el vencedor, ya que permaneces sobre el campo, salud a ti, rey de Ivristone: nadie se opone a tu ejercito ni a tu proclamacion».
Como se levantaran la visera para saludarme vi que se trataba de los que mas discutieran cuando la reunion con Ethelhave la pasada noche, disconformes y protestones, indisciplinados y desafiantes. Lleno de ira les grite con dolor: «?Hombres sin honra: despues de aceptar sus anillos y bebido su hidromiel, todavia pensais traicionar el cadaver de vuestro senor, yacente a nuestros pies atravesado por la espada!». Pasado el tiempo supe que con estas palabras gane su enemistad, como mas tarde se vera: «Tengo un reino propio para disputarselo a un guerrero. ?No me propongais que despoje del suyo a una viuda!».
Me separe del grupo de suplicantes, pues me avergonzaban. Ordene a los soldados que recogieran los restos mortales de sus senores para llevarlos a sus moradas, donde les tributarian los honores debidos a los valientes. A los mios pedi reunir los de Ethelhave y los cinco obispos, para conducirlos al castillo de Ivristone.
Escribi un mensaje para mi senora Ethelvina, reina de Ethelhave, informandole del lance y los resultados. Le aseguraba que de mi nada habia de temer. Antes bien me tenia y entregaba por su servidor si se dignaba aceptar mi ayuda, y nos dirigiamos al castillo para entregarle los cuerpos del rey y los obispos, y asistir a los funerales, si nos era permitido, para honrar a tan valientes guerreros.
Dos semanas despues renove con palabras mi ofrecimiento. Fuimos recibidos con pompa y solemnidad en el patio del castillo. La reina viuda, rodeada de su corte, para mostrarnos su reconocimiento, nos honro, al fraile peregrino titulandole obispo de la sede primaria de Ivristone, con residencia en el castillo, y a mi Gran Senescal de Guerra, que era tanto como situarme en autoridad detras de ella.
Para nuestros queridos tanes y guerreros nos entrego anillos y territorios, como habia prometido el difunto rey.
IV
Cuantas palabras pronuncie y actos lleve a efecto, antes y despues de la batalla, me habian precedido. Pues mi senora Ethelvina los conocia puntualmente. Buenos mensajeros debieron de ser los que me enviara.
No era gratuita su fama, que la senalaba habilidosa en el gobierno, inteligente en los problemas, conciliadora