por tristes presagios sobre nuestra felicidad, que lloraba perdida.

Juzgue en principio deberiase su dolor a la quebrantada salud de su madre, mas el lamento insondable que ahora expresaba me produjo asombro, pues se convertia en desesperacion por el riesgo de nuestro amor, con lagrimas tan amargas como si la noticia lo hubiera desintegrado en el olvido.

Me esforzaba en calmarla. Trataba de infundirle el aliento de mi carino, multiplicarle las caricias, la ofrenda de mi alma, que era la suya, tan unidas caminaban. Sin comprender realmente el fundamento de aquel dolor repentino. Hasta que formulo en palabras los ominosos presentimientos que la embargaban, convencida de que la enfermedad de su madre no era otra cosa que la colera, intensa y terrible, de su amor traicionado, pues que Ethelvina tendria inmediato conocimiento del idilio nacido entre nosotros, ya que nada escapaba a su informacion. Y como era soberbia, aunque disimulada, el ataque de despecho, celos y miedo por el amor perdido, la habria herido en la profundidad de su ser. Elvira estaba convencida de que Ethelvina se sentiria mujer antes que senora y regidora, y sobre no perdonar a su rival, quienquiera que fuese, habria concebido negros designios para arruinarla. No existia barrera capaz de contenerla, y su desesperada iracundia seria tan grande que ninguna determinacion le pareceria horrible para eliminar a su enemiga. Enviaria esbirros para ahogarla, sicarios que la apunalasen, o se valdria del veneno; no probaria alimento ni bebida sin que antes lo hiciera la camarera. Pues sus sentimientos de hembra ultrajada habrian de superar al afecto de madre.

Tan ajustados a las leyendas escuchadas en las largas noches de juventud eran los presagios de Elvira, que me impresionaba su desesperanza. Sabia que el despecho de una mujer habia originado hecatombes sin que las detuviera el amor filial. Y esto me hacia temer por las dos, que no por mi vida. Aunque, ?para que desearia vivir si me faltaba Elvira? En medio de su efusion de lagrimas, invadida por un abatimiento inutil, me pedia que cuidase de su propia seguridad. Y era de notar que mas sentia ella mi propio riesgo que el suyo, que aceptaba como consecuencia inseparable del amor que me habia entregado.

Grave y dificil se me presentaba. Hubiera preferido enfrentarme a Thumber, que aun siendo pagano nunca descendiera a la traicion, aunque su astucia le separase del recto comportamiento segun el codigo de la caballeria cristiana. Mas al ser un valiente, su honradez no le permitia llegar al deshonor. Mil veces mas noble que la complejidad palaciega, sembrada de rencores, envidias y traiciones, como un sendero plagado de viboras. A lo que se unia la furia homicida de la exasperacion de una mujer, rival en el amor. Recorde entonces las Brunildas y Frigas, mortandades originadas por el desenfreno de las mas atroces pasiones, y ninguna mas intensa ni mortifera que el despecho de amor, incendiado en rencores infinitos, hasta desencadenar la fuerza vengativa de los dioses. Asi el terrible y magnifico Wotan, que en su propia hija engendro a Thor, ademas de una multitud de dioses.

Pensaba si mi destino estaria unido a aquel dios al que Thumber profesaba fe, quien en su furor media a grandes pasos la vastedad de habitaciones de su castillo, y representaba la serpiente en Ethelvina, a la que imaginaba urdiendo astutos planes en el secreto de su camara para lograr la destruccion de Elvira, y quien sabe si tambien la mia. Llegariamos a morir todos en un designio terrible. Pues cuando vuela el rayo desde el poderoso brazo nadie sabe cuanto alcanzara a destruir. Me percataba entonces de que el dia era jueves, que le estaba consagrado a Thor.

Busque a Teobaldo, mi fiel tane, al que puse secretamente al corriente de los temores de Elvira. Dispusimos entonces centinelas en todos los lugares que accedian a la camara de mi amada, de modo que nadie pudiera llegar hasta ella. Lo que no era dificil, pues que aquella ala del castillo la teniamos bajo la guardia directa de nuestros guerreros.

Resultara milagroso, pues apenas colocados los vigilantes fueron detenidos dos enviados de Ethelvina, disfrazados de monjes. Quienes pararon rapidamente en una mazmorra. Lo cual se convertia de subito en evidencia de un peligro real. Ya no eran solo temores y excitaciones de la natural debilidad de un alma enamorada. Quedaba obligado a intervenir para evitarnos algun dano cierto.

Nada mas aconsejable que enfrentarse con la raiz del mal. A cuya resolucion encamine mis pasos. Averigue, antes de tratar de que Ethelvina me recibiera, que le aquejaba un ataque de humores malignos para los que le habia sido aplicada una triaca que los encalmara, pues era mal propio de las responsabilidades de gobernar, segun dictamen del fisico.

Aun transcurrieron dos dias de incertidumbres; antes se nego a recibirme. Me acosaban entre tanto los crecientes temores de Elvira, quien descubria en el cielo las ciegas estrellas en frenetica carrera, vaticinio cierto de graves acontecimientos. Lo que le hacia pasar las noches convulsa; me sujetaba fuerte con sus amorosos brazos, pues que la confortaba la seguridad de mi pecho, unico refugio efectivo que encontraba contra el peligro que presen tia, sin conocer la detencion de los dos esbirros de su madre, que habian dejado escapar el secreto al sentir la tortura en sus carnes. Me sorprendia hubieran negado cualquier empeno de matar a Elvira, pues solo pretendian llevarla a presencia de Ethelvina, que la requeria. Y esto, lejos de consolarme, me aumentaba la preocupacion, pues nada peor que desconocer los propositos del enemigo. Que en cierto modo asi consideraba a la senora por aquellos dias.

Si me atrevia a desafiar su enojo se debia al apoyo de mis caballeros. Como Teobaldo era, ademas, capitan de la guardia del castillo, habia logrado disciplinarlos y mantenerlos sujetos a su mando. Pienso que estas circunstancias debio de tenerlas en cuenta Ethelvina cuando decidio recibirme. Le habia pasado recado con la vieja camarista que asuntos improrrogables de Estado urgian tratarlos sin mas demora. Pues en verdad tenia noticias de que Raegnar atacaba los Pasos de Oackland, aunque mas parecian intentos de pulsar nuestras defensas. Tambien en algun punto de la frontera sur sufriamos ataques de piratas que fueron rechazados, y aun habiamos de lamentar algunos desembarcos que causaban gran dano, pues arrasaban la tierra por el hierro y el fuego, como solian.

Aunque la color era mas palida que usaba, Ethelvina conservaba su dignidad y mantenia la faz serena. Pusiera gran cuidado en los vestidos y en la compostura de su belleza. La encontre sentada en su escritorio, rodeada de pergaminos y mapas, trabajando. Como si los cinco dias transcurridos los hubiera pasado alli.

Me preguntaba si aquella actitud seria o no favorable. Juzgaba mas temible el odio reconcentrado y disimulado que una explosion de celos. Me cumplia, como caballero, iniciar las explicaciones, si es que ella admitia una situacion real. Debia, pues, conducirme con tiento. Me percataba de que era aquella la tesitura mas dificultosa que afrontara en mi vida, capaz de generar terribles consecuencias. De las que dependiamos Ethelvina, Elvira y yo mismo, ademas de la politica general del reino. Y mi futuro, con los planes secretos que nos llevarian a conquistar el Reino del Norte. Que cada vez era mas conminatorio el espiritu de mi padre, afligido por lo que llamaba mi flojedad en iniciar el combate y matar a su asesino y debelador. Pues hasta que no sucediera andaba irredento por los oscuros senderos de las cavernas sin fin, al no estarle permitido entrar en el Valhalla y participar en los gloriosos combates incruentos donde se entretenian los guerreros, ni asistir a las orgias sagradas de los heroes, ni beber el hidromiel que les ofrecia Odin por mano de las valquirias, mientras no quedase limpio su honor y su honra. Esta mancha le separaba de la sagrada morada de los dioses y de los heroes. Lo que me causaba espanto y desasosiego, pues le habia insistido en que me marcase el camino. Antes de fundirse en la sombra me habia advertido que se hallaba cansado de su vagar incierto, y que, si preciso fuere, abandonara la senda de la rectitud, sin olvidar que entonces se tornaria el camino cada vez mas tortuoso. Lo que representaba una encrucijada en mi vida.

Todo ello poblaba mi cabeza de confusos sentimientos, y me preguntaba cuales serian los de ella mientras escuchaba de mi boca la situacion general del reino. Hubo un momento, en aquel esfuerzo por ocultarnos los pensamientos que nos obsesionaban, en que era obligado decidir sobre alguno de los aspectos del plan secreto contra Raegnar, cuya figura aparecia como una trama en el telar de nuestro futuro. Llegamos a la certidumbre, sin palabras, de que nos era imposible proseguir sin clarificar antes el fondo de nuestro problema, que aun sin mencionarlo se encontraba interpuesto entre nosotros.

Se cruzaron nuestras miradas. Ambos eramos conscientes de haber llegado al instante inaplazable de la confesion. En aquel momento sonaba en mis oidos la frase escuchada el primer dia: nada sucedia en el castillo que ella ignorase. Tambien la habia repetido Elvira. ?Que pensaba? ?La perdicion de Elvira; la mia acaso? ?Que proposito perseguia enviando a los dos esbirros para traerla a su presencia? ?Que habria decidido respecto a mi? ?Tenia en cuenta que me hallaba asistido por la fuerza de mis guerreros, con el mando y la obediencia de la guarnicion del castillo, cubiertos todos los accesos a las habitaciones de Elvira, y que al oponerme a sus designios la habria traicionado, primero como mujer, despues como Senora de Ivristone? ?Era consciente de que podia forzar su renuncia al trono que disfrutaba como Regidora del Estado? Aunque tenia por cierto que supusiera encender una guerra civil, pues la obedecian los nobles y contaba en el reino con muchos partidarios. Lo que

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