?Que diria de la muerte de mis fidelisimos y queridos aldormanes? Cada uno llevo consigo un trozo de mi alma. Los afanes expansivos de Ethelvina condujeron a la muerte primero a Alberto, unos anos mas tarde a Aedan. Ellos me entregaron unido el Pais de los Cinco Reinos. Convirtieron en realidad el sueno de cuantos reyes me precedieron. Ningun pensamiento asaltaba mi mente en que no estuviera la imagen de ella, para la que no guardaba amor ni odio. Ya que entonces habria de odiarme a mi mismo. La pretendida influencia que sobre nosotros se ejerce, consiste muchas veces en que encontramos en la otra persona una reciprocidad, espejo donde se refleja nuestra propia imagen que hasta ese momento no habia encontrado definicion. ?Que podemos, entonces, reprocharle?
Penda murio gloriosamente como siervo de Cristo. Visito Roma con el cortejo mas numeroso y esplendido que llevase obispo en el mundo, que llego a merecer hasta la admiracion del Papa, quien comento como se adivinaba el amor en que le tenia su senor, pues que le enviara como si fuera rey. Le entrego el pallium. Un ano despues lo eleve a arzobispo primado, y lo era de los Cinco Reinos cuando una enfermedad se lo llevo de entre sus amadisimos fieles, en cuyo favor consagrara sus dias desde que entrara en religion. Nunca senti mayor desconsuelo. Me hizo recordar a nuestro obispo innominado, que marcho de peregrino a Roma para conseguir el perdon del Papa y buscar despues a Elvira y a mi hijo. ?Moriria asesinado en cualquier sendero a manos de salteadores, pues no teniamos sus noticias? Dios le protegeria, ya que era santo. ?Y en que consistia mi predestinacion, ido el? Escalada la mas alta cima a que pudiera conducirme la ambicion de Ethelvina y aun la propia, envidiado y temido por todos los reyes de allende el mar, se encontraban incumplidos los ideales que me movieron desde el fondo de mi sentimiento. Largo intervalo aquel desde que mi padre me alejase del castillo en visperas de su muerte, hasta la batalla del Estuario del Disey, que cambiara el rumbo de mi vida. Habia sido constante la tortura de una pregunta: si aprovechaba separarse del sendero justo. Pues en vez de hacerme feliz lo alcanzado, me atormentaba el recuerdo de lo perdido.
Triste espectaculo el de mi interior, que solo yo conocia, comparado con el boato y admiracion que inspiraba a cuantos me rodeaban, agasajado y adulado como poderoso Rey de los Cinco Reinos. El mas valiente y admirado entre todos los caballeros cristianos. Mientras hubiera preferido ser uno de mis aldormanes, muertos con honor en el ejercicio de las armas. Quienes alternarian con gloria entre los heroes participando con ellos en las incruentas batallas, junto a los dioses.
Concluyo sus dias Teobaldo virtuosamente, como empleara todos los de su existencia. Tan organizado y pertrechado dejo el Pais de los Cinco Reinos que noticias no se tenian de otro territorio con mayor numero de fortalezas, guarnecidas con diestros soldados, que infundian pavor a los ambiciosos que hubieran deseado atacarnos. Se marcho satisfecho de haber cumplido cuanto le mande, con mayor perfeccion de la que podia esperarse, que era su gloria. Quizas su unica insatisfaccion consistio en morir de enfermedad, en vez de en el campo de batalla en defensa de su senor. Mas todos no merecemos el mismo honor, y aunque insatisfecho no le produjo inquietud, pues cumpliera cuanto juro. Y por ello le amaba.
Pero ninguno fuera tan amado como Cenryc. Sobrevivio a sus antiguos companeros y llego a consumirse en un recorrido de mas de ochenta anos, mi querido padre, mi tutor, mi sabio amigo, mi companero, mi servidor, mi esclavo. Lo ame mas que a mi mismo, pues que yo me traicione; en cambio el fue fiel consigo y conmigo hasta su postrer aliento: «Aunque me defraudasteis os he servido fielmente, ya que me cumplia estar con vos sin juzgar el movil de vuestros actos». Se humedecieron sus barbas con mis lagrimas, pues sus ojos los mantuvo secos hasta entonces, y le rogaba que no se despidiera de mi como servidor, sino como padre. Entonces contemple como corrian las suyas por los largos cabellos de su nobilisimo rostro; realizo un supremo esfuerzo para incorporarse cuanto le fuere permitido, y nos abrazamos. Consumio el ultimo rastro de energia que le quedaba en acercarse a mi, antes de volar su alma a reunirse con la de los heroes. Aunque nunca se lo pregunte, tengo para mi que mi imagen la llevo fundida siempre con la de mi padre, de modo que jamas abandono a su antiguo senor. Tanta era su fidelidad que nunca existio para si mismo. Si la tristeza de perder a su antiguo senor le atenazo siempre, ?cuanto le atormentaria comprobar como olvidaba yo el sagrado juramento de vengarle en su asesino! Sin un reproche. Como si arrastrara una cruz. Que tanto hemos de perdonar a los que mas amamos.
Si el recuerdo de Elvira convirtio en insoportable la permanencia en Ivristone, ominoso se tornaba Vallcluyd, porque de nuevo se me revelaba el espiritu triste y lleno de suplica del difunto rey, mi padre, que continuaba reclamandome la venganza. Pues nuestro enemigo, y asesino suyo, vivia. Su honor mancillado no le permitia convivir y alternar con los heroes, al no serles igual en dignidad, pues alli se canta a la gloria sin atisbo de mancha. Se lamentaba de que Cenryc, impoluto en su honor, no participase tampoco en sus juegos y entretenimientos, pues al quedar excluido su senor se abstenia. Que su fidelidad se prolongaba mas alla de la muerte. Huia de Vallcluyd, donde mi culpa tornaba insoportable el reproche del rey, mi padre.
Perseguir a Thumber se hizo imposible. Las fortalezas situadas en nuestro territorio imposibilitaban las fulminantes incursiones en procura de botin. Y sus ataques se espaciaban en vista de las considerables perdidas que sufria. Marchar tras el para sorprenderle, como hiciera de antiguo, ya no era factible. Por lo que le envie en distintas ocasiones a mis heraldos para retarle a duelo singular en el lugar que el mismo escogiera, y me comprometia a acudir con solo dos escuderos; tal desprecio sentia por lo que pudiera ocurrirme despues de arrebatarle la vida a aquel demonio pagano, padre putativo sin conocerlo, como nunca le revelaria Elvira, pues en la confesion le fuera el honor y la vida.
Siempre escucho impavido a mis portavoces, amparado en una sonrisa burlona, mientras le exponian mis cargos de traidor, felon, asesino, bandido, incendiario, salteador, ladron, raptor, y otros sin cuento. Los golpes de clarin con que se anunciaban mientras flotaba en el aire el estandarte protocolario de Avengeray, Senor y Rey del Pais de los Cinco Reinos, no parecian incomodarle. Soportaba imperterrito la ceremonia rodeado de sus mas allegados parientes, y una vez concluida la exposicion y justificacion del reto los despedia con una sonora carcajada que resonaba a burla y desprecio, con un «?Presentad a vuestro senor mis respetos y los de mi reina Elvira, que tambien le envia sus saludos!» Avergonzados los heraldos de la verguenza ajena, que jamas se tomaria a chanza un reto de Avengeray otro que no fuera Oso Pagano, pues que mi palabra causaba terror a quienes la recibian, simulaban no escuchar la ironia o burla, hacian sonar de nuevo los clarines, cumplian puntualmente todo el rito del momento y regresaban a darme cuenta. Ya el relato me resultaba familiar de tan repetido.
Tan inmensa como mi indignacion era la de mis vasallos. Ninguno hubo que no ofreciera perseguirle hasta acabar con su vida, los infelices. Para muchos de mis subditos de los Cinco Reinos, Thumber no era mas que un cobarde, por rehuir el reto reiterado en varias ocasiones. Para cualquier caballero resultaba inconcebible. Mis caballeros eran unos, cristianos; otros, danes y norses largamente asentados en el reino, que buscaron voluntariamente mi proteccion y al jurarme fidelidad establecimos pacto de servicio. Tan grande cohorte llego a formarse que donde me dirigiera permanecia rodeado y protegido por ellos, que ocupaban a su vez los cargos mas distinguidos, asi en la corte como en el reino. Lo que despertaba no poca envidia en otros nobles, poderosos y ambiciosos que sonaban mantener su hegemonia. Estos, pese a disimularlo, en el fondo de su corazon me consideraban usurpador, aunque aparentasen reverenciarme. Sin embargo, no se me ocultaban sus verdaderos sentimientos, y de ellos me guardaba.
Mis servidores y companeros recibian armas y caballos, heredades y territorios, tesoros y dineros, y se encontraban orgullosos de estar sujetos en fidelidad al mas valiente, leal y generoso de los senores. Compartian mis alegrias sentados a mi mesa, donde se regalaban con mis manjares y bebian mi hidromiel, y cuando llegaba la guerra estaban preparados a morir. Pues yo combato siempre por la victoria, mientras ellos luchan por mi. Me son leales y honrados; aman lo que amo, odian lo que odio. Nunca, voluntaria ni intencionadamente, serian capaces de un hecho, de una palabra que me enojara. Bien aprendido les quedo de Cenryc. Cuentan con mi proteccion como merezca su devota lealtad y cumplo escrupulosamente nuestro contrato; cuido mucho compensarles con amplitud mas alla de lo senalado por la ley y el honor, pues les amo tanto como ellos me aman.
Mas ninguno de ellos fuera servidor y companero en otros tiempos, ni visitara mi pabellon donde sobre el cojin descansaba la corona y el cetro de mi padre, que conocieron sobre mi cabeza y en mi mano cuando me mostraba con toda la solemnidad real, situado por encima de todos los hombres, juez de la suprema justicia sobre la tierra, que somos reyes por voluntad divina. Desconocian a Avengeray, Rayo de la Venganza; rendian pleitesia y se prosternaban ante el Rey del Pais de los Cinco Reinos, su senor.
En los ultimos tiempos preferia residir en los castillos del sur, Formalhaut, Menkalinan y Eltanin. Donde los nobles acudian a recibirme. Rehuia visitar Vallcluyd e Ivristone, pues los recuerdos y los fantasmas me perseguian en ellos. Tambien porque mi presencia en los territorios del sur advertia contra su ambicion a los reyes de la otra