encontrabamos en territorio cristiano, pero Almansur no perdonaba ocasion de probar su fuerza o su crueldad. Parecia escudarse en el proposito de ser cada vez mas temido, para que todos temblaran y huyeran a su paso.

Vadeamos los rios y canales por donde refluyen las aguas del oceano al adentrarse en la tierra, cruzamos amplisimas llanuras y fertiles campos, ahora todo abandonado. En Iliya, cercana a la Ciudad del Iris, contemplamos su templo principal arrasado, y por el valle que mas parece un paraiso nos dirigimos a la ciudad donde todos los caminos concluyen, resplandece el Arco Iris sobre los hombres y anida la Esperanza.

Al remontar las colinas que la rodean se represento ante nuestros ojos la mayor confusion. Yacia la ciudad alla abajo rodeada por el poderoso ejercito del califa, que tenia encerrados en su interior a los odiados mayus (?que Dios permita su destruccion!), los cuales se defendian con la fiereza que proporciona la desesperacion. Pues que estarian convencidos de que no les quedaba otra alternativa que matar el mayor numero de musulmanes para presentarse con sus almas en el Walhalla, ante su sanguinario Odin.

Dijome en aquel momento el capitan de la escolta que las ordenes de su senor quedaban cumplidas, pues que nos acompano hasta las puertas de la ciudad. Que aun aguardaria, antes de regresar, a conocer el resultado de la batalla para llevarle noticias a Cordoba. Con lo que le agradeci sus finezas y le colme de regalos para el y sus hombres. Nos despedimos, y quede con mis escuderos oteando desde la colina.

Imposible me era comprobar entonces si Thumber acudiera tambien, pues desde aquella altura la ciudad mas parecia un hormiguero donde dos fuerzas, desniveladas en numero pero poseidas ambas del mismo sangriento designio, la arrasaban y destruian hasta sus cimientos, mientras luchaban entre si. Acabo tan sin relieve, a no ser por los escombros, que nadie pudiera asegurar que alli se alzaran dias antes soberbios edificios y construcciones, poderosas murallas y los mejores templos que imaginarse pueda, solidos palacios hermosamente construidos, todo reducido a polvo, cascotes y piedras esparcidas, salpicada esta destruccion con los cuerpos de los guerreros muertos de ambos bandos, que eran multitud; tantos como piedras.

Acampamos por cinco dias, hasta concluir la batalla, cuando el ultimo pirata cayo muerto. Los hombres de Almansur se dedicaron a recoger el botin que amontonaron los mayus (?Dios no ha permitido que ningun maldito sobreviva!); rebuscaron entre las ruinas cuanto tuviera valor, con lo que reunieron un tesoro incalculable, que jamas le viera tan rico y abundante, a pesar de la distancia en que me encontraba. Cargaronlo en carros traidos por las partidas que salieron a explorar, y reunieron millares de esclavos para transportar la carga. Por los preparativos se hacia evidente la disposicion para reanudar la marcha.

Cuando se hubieron perdido tras los altibajos de las proximas montanas, bajamos despacio a lo que fuera una ciudad, Faro de la Cristiandad, donde el Iris anidaba resplandeciente sobre los hombres. Los buitres y otras aves de rapina, en numero nunca visto, sobrevolaban por cima de la destruccion. Jamas habia escuchado antes tan estridente concierto de graznidos, musica infernal que acompanaba a la muerte.

Mientras deambulaba entre aquella desolacion, siendo preciso ahuyentar a los pertinaces carroneros que a duras penas se apartaban para permitirnos el paso, observe como bajaban de las montanas los pobladores huidos que caian de rodillas y oraban, las manos elevadas al cielo, con el espanto reflejado en sus rostros.

Envuelto en tristes sentimientos e impresiones, perdido el sentido de mi incierta busqueda, contemplaba los rostros de los mayus caidos (?Dios ha permitido su exterminio!), y al levantar la vista me sorprendio observar el resplandor que emergia y envolvia a un hombre, a cuyo lado se encontraba un joven adornado con gorro rematado en jirones de plumas, gentil de continente y compostura.

Cuando lo inesperado de la vision me permitio enlazar las ideas senti gran regocijo, pues el nimbo de luz no podia acompanar a otro que no fuera mi querido, inolvidable, santo obispo in nominado. Que Dios presentaba ante mi de nuevo en un reencuentro que parecia reconducir mi predestinacion. A mi frente se encontraba la ilusion y la esperanza, que proporcionaban sentido a mi existencia.

Y me encamine a su encuentro.

Tercera parte. Ilusiones de un principe desilusionado

Joven y solo por un largo sendero

perdi una vez mi camino:

Rico me senti al encontrarme con otro;

El hombre se regocija en el hombre

(Edda Poetica)

I

Nunca el rey Thumber, mi padre, depositara tanta confianza en hombre alguno como en Mintaka, el bardo de la palabra magica, al que llamaba hermano y tenia por su igual.

Cuando al sentir la llamada de la otra orilla, apronto la dragonera para lanzarse a la busqueda del botin que le correspondia, Mintaka ya se encontraba de vuelta: habia cerrado su periplo que abarcaba todos los senderos sobre la tierra y los mares. Desde el otro lado de los Jutes hasta Bizancio, por el Mar de Levante, desde Alejandria al Pais del Hielo y el de las Verdes Praderas, las Islas Anglias, el Ducado de Normandia, con los esvears trillando los caminos de los Paises Lejanos, cruzo y navego por los vericuetos, las rompientes, las carcavas y barrancas, hasta desembocar por el Volga y el Dnieper en el Mar Negro y en el Caspio; comercio con arabes y frisones, aprendio en la corte del gran Carlomagno, a la que reconocia como segunda academia del mundo, despues de Cordoba, en el Andalus. En recorrerlo habia consumido veinte anos.

La aportacion a la primera empresa de su rey fue una suma de experiencia como ningun otro hombre habia acumulado: la paciencia atesorada ante la adversidad, la sabiduria de su espiritu curioso, sedimentada con el polvo de todos los caminos y la humeda brisa de todas las rutas marinas. Que al referirlo con la magia de su palabra enardecia a los guerreros, encantaba a los comerciantes, ayudandoles a soportar sus largos y duros peregrinajes, como habia cautivado a los cortesanos de Oriente y Occidente, por todo el mundo adelante.

Cuando yo era pequeno me enajenaba el animo con las consejas que aprendiera conversando con exoticos pajaros de umbrosos bosques, las golondrinas del sol que todos los otonos marchaban de aventura cuando los vikingos regresaban de las suyas, los graciosos painos que caminan sobre el agua, la caza del oso, del leon marino, de la foca, la epopeya de las ballenas, y de los hombres boreales embutidos siempre en pieles, que vivian en casas de hielo.

Mintaka no sintio tristeza aquella primavera cuando no pudo acompanar al rey, reducido a la inmovilidad por agudos dolores que le inflamaron las rodillas y munecas, tambien los codos y, en general, las puntas de los huesos. Vivia con un fuego interior que le iluminaba. Podia ser la razon por la que todos le adoraban, le acogian, le llevaban a sus hogares, le alimentaban y cuidaban. No existia una sola casa donde, al pasar por la puerta, no fuera invitado a penetrar y quedarse. Pues los ancianos recordaban con el sus suenos de aventura. Las mujeres le referian sus escondidos sentimientos. Los jovenes trataban de averiguar cual seria la gloria que les esperaba. Los ninos gustaban escucharle historias de gnomos y espiritus que poblaban los bosques y fuentes, escondian los juguetes y enredaban las buenas acciones para que algunas veces merecieran reprimendas y castigos.

De todos los problemas era consejero, de todas las disputas juez, y en la Asamblea su voz era la mas apreciada. Cuando Mintaka sentenciaba un pleito la discusion habia concluido. Todos aguardaban pacientemente a que se pronunciase, pues era lento y se tomaba el tiempo necesario para llegar a una conclusion, mientras recomendaba calma, pues la prisa es asesina de la vida, decia. Y unas veces lo explicaba y otras lo dejaba por entendido, con lo que a los ojos de quienes no comprendian aumentaba su fama de sabio. Aunque jamas tuviera cuidado de parecerlo, como no se preocupa el arroyuelo de cantar la primavera con su agua clara.

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