distribuido en cinco reinos. En los tiempos antiguos fueron sus primeros pobladores los armoricanos, venidos desde sus tierras del otro lado del mar, que se establecieron en el sur. Acudieron posteriormente los escitas, aconsejados por los escotos que poblaban la Hibernia, otra isla cercana. Se instalaron en el norte, donde nos encontrabamos ahora.
Tiempo despues, tanto se multiplicaron los escotos que debieron procurarse nuevos territorios: vinieron a tierra de los escitas, y se impusieron por ser mayor su numero. Y para contentarlos, ya que solo vinieron hombres en la nave, les entregaron mujeres.
Sonaba Ethelvina con reunir todo el pais, fundirlo en un solo reino, del que tendriamos cetro y corona. Nos convertiriamos en emperadores. Pero esto requeria cuidadosa y paciente planificacion. Comenzar por la invasion del Reino del Sur, cuyo viejo y debil rey constituia un peligro para la seguridad de nuestras fronteras, como ya conociamos por experiencia. Tan vulnerables eramos alli que quedabamos a merced de las hordas vikingas. Ademas, la debilidad de aquel reino incitaba a los otros dos, que sonaban con anexionarselo. Lo que constituia un desafio y una amenaza. Debiamos emprender la conquista en la primavera, para lograr los Tres Reinos, y tomar la delantera a los otros dos reyes rivales.
Como todavia no era momento de reunir al Consejo, comenzamos informando a los cinco aldormanes y al obispo innominado, ya que habrian de llevar la responsabilidad de la campana. A todos entusiasmo Ethelvina, a los que prometio mas riquezas y tesoros, superiores a los conseguidos hasta entonces, con ser cuantiosos los acumulados por los danes, ahora nuestros. La financiacion la teniamos asegurada, unidos los recursos de Ivristone y los del norte, amen de los tributos y cooperacion de los nobles, que nos la debian segun las leyes, los usos y costumbres. Sobre lo que no existia dudas, visto el amor que nos demostraban. No se atreverian a oponerse a ninguno de los dos reyes, siendo tan considerables nuestros recursos y nuestra fuerza. Y si lo hacian, sucumbirian sin remedio.
Algun dia despues nos solicito audiencia el obispo innominado. La concedimos de inmediato, como usabamos con nuestros amigos. Con gran serenidad y determinacion expreso la idea de no continuar por mas tiempo en Vallcluyd, y rogaba le entregaramos las cartas de presentacion pues deseaba ir a Roma a solicitar el pallium, como tenia planeado de antiguo. Se las prometimos y se dispuso fueran redactadas, pero insistimos en que seria nuestro deseo esperase todavia, y Ethelvina porfiaba graciosamente para convencerle, pues que en la primavera habriamos de emprender la nueva campana.
Fue entonces cuando parecio reflexionar, y finalmente dijo: «Mis senores: vuestra guerra no es mi guerra. Vuestros senderos terrenos os llevan por camino diferente al que debe recorrer un alma consagrada al servicio de Nuestro Senor Jesucristo. Mis pecados son grandes y pienso que ellos han traido la desgracia para algunos seres que me son muy queridos. Deseo ir a Roma en peregrinacion para lavar mis culpas, recibir el pallium de manos del Papa junto con su perdon, si soy digno de una recompensa tal, y consagrar el resto de mis dias a encontrar a Elvira, para remediar mis errores y presentarme limpio de toda culpa ante Nuestro Redentor, el dia que me llame a su lado».
Partio algunos dias despues, pese al hielo, pues no deseaba demorarse mas; antes bien parecia gozarse del sacrificio y riesgo que le imponia el rigor del invierno.
Yo creia adivinar la razon de su prisa por abandonarnos. Aunque implicaba un reproche, lo amaba. No podia olvidar que era el unico hombre al que consideraba bendito, envuelto en el resplandor que iluminaba su figura, con la premonicion de un destino en el que habia estado incluido, o continuaba estandolo, que ahora lo ignoraba, mientras le veia alejarse. Pensaba que si mi predestinacion estaba cumplida hora seria de que partiese; si contrariamente se hallaba incompleta, Dios dispondria lo necesario para que volvieramos a encontrarnos. Nadie podia adivinar el futuro, incierto siempre e ignorado. Ethelvina no parecia dudar. Respetaba al obispo a traves de mi, pues conocia mi devocion por aquel santo hombre, lo que influia para que expresase su enojo con solo las palabras de obispo ingrato. Le satisfacia decidiera ausentarse, pues no le gustaba el tono critico y de reproche que nos habia dirigido.
Cuando me sentia triste o preocupado, Ethelvina me decia lamentar como madre el destino de Elvira. Pero escogiera por libre voluntad unirse al rey pagano, de lo que no podiamos culparnos. Encontrabase ahora en su reino, distinguida con tratamiento real, segun sabiamos por las esclavas rescatadas en el refugio. A nosotros solo cumplia gobernar nuestra existencia y apurar nuestro destino, como ella hiciera con el suyo. Si se excluyera por propio deseo, ?quien podria reprocharnos?
Ethelvina tenia la virtud de sosegar mi espiritu con sus razones. Ignoraba que Elvira llevaba en sus entranas un hijo mio, y que este recuerdo poblaba de pesadillas algunas de mis noches. En el fondo de mi alma quedaba una perenne interrogante sin respuesta. Una desazon. Una inquietud.
Invadimos el sur en la primavera. Tan simple se auguraba la campana que no cabalgue al frente del ejercito. Lo hicieron Aedan y Alberto; en solo dos encuentros derrotaron y mataron al rey, y el reino quedo sometido. No sin gran dolor nuestro, pues sucumbio Alberto por una herida recibida en el costado, inferida por un simple peon que le ataco por la espalda cuando tenia trabada contienda con un caballero enemigo. Ignominiosa hazana la del peon. Jamas he lamentado tanto un triunfo, al privarme de uno de mis queridos aldormanes. Le tributamos todos los honores que son debidos a los heroes.
En el verano visitamos el nuevo reino para ser reconocidos en aquella corte como Reyes de los Tres Reinos. El proyecto de Ethelvina caminaba hacia su cumplimiento.
Permanecimos un mes en el castillo de Ivristone. Mi reina Ethelvina no cesaba de planificar la paz y discurrir mejor ocasion para la guerra. Meditaba ahora un sueno definitivo: el Pais de los Cinco Reinos. Y aunque el empeno consumio bastantes anos, lo conseguimos.
Pero antes de ser consagrada emperatriz se sintio acometida de repentina enfermedad. Cuantos fisicos, alquimistas y astrologos fueron reunidos, resultaron incapaces para conservarle la vida.
Despidiose de mi con un beso furioso y salvaje, en el que empleo, sin duda, las energias que hasta entonces habia conservado, pues en el arrebato de pasion dejo la vida.
Con sus ultimas palabras me expreso el orgullo de haber culminado su obra, aunque no le fuera permitido gozarla, pero quedaba yo como Senor y Rey de los Cinco Reinos.
No menciono a Elvira.
En estos ultimos anos no habia sido pronunciado su nombre en nuestras conversaciones.
IX
Desde la perspectiva del tiempo, al contemplar nuestros actos encontramos iluminados los angulos que antano quedaron en penumbra, y cobran nueva significacion.
No me causo dolor la desaparicion de Ethelvina. Me doy cuenta de que este reconocimiento merma mi cualidad humana, mas fuera falso si dijere lo contrario. La realidad es que con los anos extranaba mas la falta de su habil consejo de regidora que las caricias de amante. Pues llegue al convencimiento de que nunca se comportara como una esposa.
Muy al contrario ocurria con el recuerdo de la dulce Elvira. Cada vez mas persistente a traves del tiempo, se me revelaba muy hondo el sentimiento de la ausencia, el dolor de la evocacion. Mis estancias en el castillo de Ivristone tornabanse en calvario, pues cada piedra me hacia revivir los momentos que laceraban mi alma. Remordimiento por haber renunciado a ella. ?Y que podia hacer si se convirtiera en esposa de otro hombre, mi peor enemigo, por propia voluntad? ?O existieron otras razones? ?Oh, enigma angustioso que nunca me abandono!
Las dudas me impedian el sueno y me arrebataban el sosiego. Y con los anos se incrementaban. ?Naceria nuestro hijo? ?Viviria? ?Cual podria ser su vida? ?Y la de Elvira? ?Habria comunicado a alguien el secreto? ?Lo conoceria el? Tantos anos transcurridos, tantas preguntas sin respuesta, tantas horas para incrementar la angustia, sin confiar a nadie mis sentimientos, pues todos los vivos tenian olvidado cuanto ocurrio. Mantenerme terco en la solteria, a pesar de la insistencia de todos, lo imputaban al amor, siempre vivo, de Ethelvina, la reina que ellos conocieran. El tiempo llega a sedimentar en nosotros un fondo insondable de ausencias, y cada uno que se marcha nos hace morir un poco: si nos entretenemos en la madeja del pasado ya hemos comenzado a morir del todo. Se imponia utilizar el recuerdo para encontrar energias con que afrontar el presente y caminar hacia el futuro, flecha que nos proyecta en la vida. Aunque, a veces, resulte amargo.