Me sobrecogia una leve impresion de desconcierto al contemplarla, por vez primera, distinta a como la conocia. Esto me desperto un nuevo sentimiento; la sospecha de que en su alma debian de existir muchas experiencias que me eran desconocidas, puesto que jamas expresara sus pensamientos ni se sincerase, ni transmitiera confidencias a persona alguna, que supieramos. Existia un enigma en mi madre. Este descubrimiento acrecentaba mi respeto, a la vez que me hacia valorar mas la sabiduria de Mintaka, quien siempre la habia justificado, aunque se sabia odiado.

Cuando la emocion del momento fue cediendo el paso a la serenidad, las palabras de mi madre no eran expresion de razonamientos, sino impresiones, pues era evidente que pugnaba por sobreponerse a la confusion mediante un gran esfuerzo. Sus frases resultaban mas bien inconexas, como de quien despierta de un sueno y no acaba de comprender la realidad. Pero en ella se reflejaba un jubiloso amanecer. Despues fue renaciendo la formulacion de preguntas y charlaban como si descubrieran los viejos hechos ya conocidos, que al recordarlos adquirian una perspectiva nueva. Notaba que la reina se cenia a los primeros tiempos, y no hacia alusion alguna a la boda ni a los conflictos que al parecer tuviera con su madre. Pues aunque conservaba yo una vaga impresion, por lo que la escuchara de nino, me parecia que consideraba a mi abuela tan enemiga como al mismo Thumber, a los que dispensaba un odio mas alla de todo raciocinio. Un sentimiento enconado en la profundidad de su ser. Que siempre me preocupara y jamas comprendiera, pues hasta sentia miedo, como si me asomase a un abismo.

Llamo la reina a sus doncellas, quienes habian reconocido al viejo obispo, y la conversacion se mantuvo en un tono general. Se descubria la emocion que a cada cual causaba este encuentro, y lamentaban a la vez que el anciano no pudiera transmitirles noticias recientes del Pais de los Cinco Reinos. De alli solo conocian las referencias que les traia mi padre, lo que les suponia informarse por boca del enemigo, con lo que las consideraban tendenciosas, carentes de realidad, pues que habia de complacerse en la mentira y el engano. Si las rechazaba la reina, ?como iban a aceptarlas sus doncellas, cautivas todas y aisladas por vida en el destierro?

Tuve que marchar, finalmente, pues el tiempo transcurria entre ociosa conversacion, segun me parecia. Entendia perfectamente que otra era la situacion de aquellas mujeres; que para ellas tenia pleno valor renovar los recuerdos, no por lejanos menos queridos, que las ligaban a la vida. En realidad eran como prisioneras mantenidas por muchos anos en mazmorras, por expresar de este modo su soledad. En parte por su misma decision de no integrarse en el mundo nuevo donde habian sido obligadas a residir. Todo lo tenia en cuenta y comprendia, pero el clima de aquella casa me resultaba ajeno, o cuando menos no deseaba que condicionara mi vida.

Nos refirio el obispo, cuando regreso con nosotros, presentes Mintaka y Aludra -quien procuro atendernos con el encanto y gentileza que le proporcionaba su aspecto de mariposa-, que todas las mujeres le pidieran confesion. Concertaron para el siguiente dia los actos y ritos de su religion, que culminarian con un banquete eucaristico donde el pan seria consagrado.

Mintaka sugirio recordase a la reina que habia repartidos cierto numero de cristianos, esclavos, entre distintas familias, a los que tambien consolaria mucho participar. Longabarba, que departia con el sobre temas generales y parecia coincidir en bastantes puntos, le agradecio el espiritu magnanimo de que hacia gala, su respeto por todos los seres humanos, anormal e infrecuente entre paganos. A lo que Mintaka respondio que los dioses tenian muchas caras y se presentaban de modo diferente a los hombres, aunque la esencia de la divinidad era igual para todos. Longabarba sonrio y con su voz humilde dijo eran aquellas palabras las de un hombre en quien se refugiaba la sabiduria.

Me complacia comprobar que entre los dos varones que consideraba sabios, sellado uno por el nimbo luminoso de la predestinacion, lo que sin duda le convertia en enviado de los dioses, o del Dios cristiano, que no podia estar seguro, existia una identificacion sobre todas las diferencias, aunque se hubieran visto obligados a luchar con la espada frente a frente. Pues todo ello revelaba, como habia puntualizado el bardo, que la esencia de la divinidad sobrevolaba por encima de las pasiones y nos hacia caminar hacia el sendero que nos conduce al futuro, y lo que mas importaba -me lo habia dicho muchas veces- era que cada acto presente estuviera encaminado a esa identificacion con nuestro porvenir. Porque el futuro es un blanco donde han de encontrarse los dardos de nuestro presente. E importa mucho que todos alcancemos aquel punto central que nos tiene senalado el destino, afinando la inteligencia y el sentimiento para no errar el camino.

Al siguiente dia, al regresar Longabarba de la reunion mantenida con los cristianos en casa de la reina, nos refirio cuan emocionante resultara la confesion publica por grupos, que de otro modo no hubiera tenido tiempo para todos; solo aplico la confesion reservada para la reina, por simple delicadeza, ya que sus problemas no convenia ventilarlos ante los otros fieles, por su complejidad, como soberana y mujer. Ni Mintaka ni yo preguntamos, pues nos era sabido existia una condicion de secreto que guardar, y hubiera perdido su vida el obispo antes que violarlo con una sola palabra.

Fuera el momento culminante aquel en que, sentados a la mesa, se consagrara el pan y se repartiese entre todos los comensales. Tratabamos de imaginar lo que representaria, para estas personas arrancadas de sus hogares y costumbres, reencontrarse con sus creencias, con su Dios, del que nunca renegaran, aunque tantas veces se ignorase, y de ello habia escuchado lamentos a mi madre, a traves de los anos, al verse privada del consuelo de la confesion y la eucaristia, tragicamente perdidas en este mundo que ella reputaba salvaje por ser pagano. ?Habria pensado alguna vez que era ella el elemento extrano en aquella sociedad? ?Cuan dificil me resultaba juzgarla! Comprendia la necesidad de acumular mucha sabiduria y paciencia, como el bardo, o el obispo, que amaban a los hombres, para descubrir en ellos lo que los demas pareciamos ignorar. Al propio tiempo que se extasiaban ante una flor, un insecto, una estrella, pues la divinidad lo comprende todo, y es el hombre solo una parte de ese conjunto, aunque la mas principal.

Cuando la ceremonia hubo concluido, y quedaron solos la reina y Longabarba, fue el santo varon quien condujo la conversacion hacia los derroteros que le preocupaban, habilmente eludidos hasta entonces por la reina. De modo que aquel tuvo que afrontarlos directamente, sin olvidar que no le cumplia la condicion de cortesano, sino la de mensajero de su Dios:

«Comprendo vuestros sentimientos de madre, mi senora, pero nada os favorece oponeros rotundamente a que vuestro hijo siga el camino que le tiene marcado la Providencia. Me ha pedido interceda tambien, cerca de vos, para que consintais en su matrimonio.»

Parecio despertar de un sueno, encararse con una realidad que habia olvidado circunstancialmente y que, de nuevo, se le presentaba con toda su inevitable crudeza.

«No imaginais que pretenden arrebatarmelo, llevarle por el barbaro sendero que ellos recorren. No quiero que mi hijo se convierta en un asesino.»

«Cada hombre esta ligado a la sociedad en que madura: se le puede influir con las ideas, pero si se le obliga por la fuerza a renegar de las normas que han marcado su vida, solo se consigue destruirle.»

La reina se aferraba a su obstinacion: no le era posible renunciar, en un instante, al fundamento de su existencia.

«Parece que con sus palabras os han convencido, obispo, y convertido en su aliado mas rapidamente de lo que fuera deseable. No comprendeis que a traves de vos pretenden convencerme contra lo que siempre he rechazado, pues se trata de patranas e infundios, en los que el rey Thumber siempre ha sido experto. Recordad su hazana de Ivristone, su perfidia y maldad.»

Eran claros sus indicios de desasosiego y excitacion, incomodada al verse impelida a afrontar el tema, posiblemente porque la presencia de Longabarba habia representado un relajamiento en el atroz combate que venia sosteniendo tantos, tantos anos, y esperaba su apoyo, que hubiera representado la confirmacion de encontrarse en lo cierto.

Con el tiempo habia adquirido una actitud, que ya le era consustancial, de desafio y desprecio hacia los demas, sus palabras y sus actos. Renunciar a aquel convencimiento le parecia una monstruosidad. Tampoco podia considerar a su obispo como aliado del diablo, ya que Dios se manifiesta en sus palabras, y esta certeza era en realidad para ella motivo de terror, de crueles dudas.

«?No habeis pensado nunca, mi senora, en que las palabras del rey pudieran ser ciertas?»

La primera reaccion fue la incredulidad y sorpresa reflejadas en su rostro. ?Tan extendida se hallaba la locura?, se preguntaba. Despues parecio reflexionar, pues al proceder tales palabras del obispo debia darles consideracion antes de rechazarlas. Quizas habia senalado Dios en su mente el momento de dar cabida a nuevas ideas mediante la argumentacion de su humilde siervo.

La reina tardo unos minutos en replicar. Cuando lo hizo su voz sonaba ronca y profunda, como nacida en una bruma espesa y oscura.

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