correrias, hacia anos, pues nos valia su experiencia para progresar tierra adentro hasta donde el curso del agua lo permitia; despues se estrechaba y quedaba en un pequeno rio. Llegados al final, desembarcamos en una orilla boscosa y se sacaron las dragoneras para dejarlas ocultas en el bosque, tapadas entre el boscaje, disimuladas.

Pusimonos en marcha cautelosamente, pues no deseabamos enzarzarnos en contiendas. Nuestro destino estaba definido y no pretendiamos llevar a cabo asaltos ni combates que pudieramos evitar. Nos dabamos cuenta, conforme progresabamos por tierra, de que merodeaban en la noche bandas de guerreros haciendo saqueos, e intentamos averiguar su origen y asi vinimos en conocer que eran musulmanes.

Tratamos entonces de procurarnos refugio seguro, y nos dirigimos a una luz que distinguiamos. Alla se fue por delante Longabarba para explorar, pues su indumentaria de peregrino le eximia de sospechas. Al regreso notifico que el pazo estaba habitado por un duque y su esposa, gentil y de reconocida belleza, si bien le parecio dada a fantasias. Acepto de grado y con alborozo agasajarnos por aquella noche al enterarse de que su huesped seria un principe vikingo acompanado de su comitiva.

Los recelosos veteranos, que conocian el territorio de antiguo, me advirtieron pusiera cuidado en el pazo y la duquesa, pues se trataba de tierra magica donde las cosas solian tener esencia diferente a como aparentaban, y bien pudiera ser castillo lo que semejaba pazo, y celada y traicion lo que simulaba amable cortesania y regalo.

Digno el celo de mis hombres, pero la desconfianza resulto vana; esforzose la duquesa en hacernos grata la velada, en la que abundo el asado de jabali y venado, los pescados y, de postre, confites, peladillas, vinos y frutas. Por demas insistieron en que pernoctaramos alli; la noche era peligrosa y poblada de enemigos. Accedimos finalmente, pues coincidia con nuestro deseo.

A nuestras cautas preguntas logramos averiguar que una semana antes pasaron nutridas bandas de vikingos por la ruta de la Ciudad donde nace el Arco Iris, y algun dia despues les siguio un poderoso ejercito musulman que causaba espanto, puesto que, como bandada de cuervos, asolaba toda la comarca.

Las gentes que venian huidas nos hablaron de una feroz batalla en la gloriosa ciudad, donde quedaron encerrados los nuestros sin advertirlo, cercadas las murallas con sigilo por los hijos de Ala, que penetraron despues a combatirlos. Lloraban desconsolados aquellos paisanos de temerosa voz y asustadas pupilas; lamentaban que Dios descargase su ira contra aquella santa poblacion que le adoraba por intercesion de su apostol, a la que hasta entonces habia parecido distinguir con su amor y preferencia. Relicario de la Fe, Joyel de Su Gracia, distinguia a cuantos peregrinos se llegaban hasta su tumba. Muchos pecados debieron de ser cometidos para que permitiera tan grande desgracia y destruccion, que venian sin volver la vista atras, no les sucediera como a la mujer de Lot. Tras derramar abundantes lagrimas y recobrar el aliento, apresuraban el paso para alejarse, mientras imploraban la compasion de Dios.

Nos pusimos en camino excitados por el temor y el presentimiento, y nos lamentabamos de que pudieramos llegar tarde para ayudar a los nuestros. Longabarba trato de confortarme; alegaba que ningun ser humano era capaz de torcer los designios del Senor, y anadia Mintaka que nadie podria achacarme culpa si sucedia asi, pues que ademas ningun indicio existia de que el rey Thumber participase en la batalla, aunque no fuera improbable. Aligeraba nuestros pasos esta duda, deseosos de luchar junto a nuestros hermanos que parecian encontrarse en serio peligro de muerte y exterminio.

Llegados a un altozano desde el que se lograba una amplia vista sobre la ciudad, nos descubrieron las gentes que se ocultaban huyendo de la invasion, e iniciaron un movimiento de espanto y huida. Temieron sin duda haber sido sorprendidos y que aquella fuera su ultima hora. Longabarba consiguio tranquilizarles, gracias a la confianza que inspiraba el habito de peregrino y el baculo de que se servia, pues aquellas gentes profesaban profundo respeto a los religiosos, de los que estaba plagada siempre la ciudad, mas un oceano de peregrinos que de ordinario la inundaba como un venero constante.

Con sus palabras devolvio la tranquilidad a las amedrentadas gentes, aun cuando siguieran contemplandonos con manifiesto recelo.

Vinieron a confirmarnos lo que temimos desde la primera mirada, con aquella su falina cantarina que algunos veteranos se conocian bien, y nos explicaron que los mayus fueron cogidos por sorpresa, que el poderoso Rayo de Mahoma era astuto y contaba con un inmenso ejercito, como podia apreciarse a simple vista, pues ocupaban gran extension sus mesnadas, dentro y fuera de la ciudad, donde a nadie era posible entrar ni salir sin su consentimiento.

Durante tres dias lucharon los mayus desesperadamente, no ya para defender los tesoros de que se habian apropiado, sino para preservar sus vidas. Esfuerzo inutil: ninguno sobrevivio.

Quise averiguar sobre las bandas de vikingos, aunque fue preciso vencer primero el espanto de aquellas gentes. Pero ellos no distinguian grupos ni naciones entre los piratas, asesinos e incendiarios, sin recatarse en la expresion del odio hacia el flagelo que venian sufriendo desde antiguo. Para ellos todos eran uno, hombres del norte, fieros como osos hambrientos, crueles como hienas. La conclusion de sus palabras fue que Dios debia de reservar a nuestro grupo para otro destino peor, cuando no habia permitido que llegasemos a tiempo para morir.

La ciudad, abajo, aparecia desolada; ni un solo edificio quedaba en pie, y se elevaban penachos de humo que formaban densas y oscuras nubes en el cielo, entre las cuales volaban buitres y carroneros que tras varias evoluciones se abatian entre las ruinas, con espantoso acompanamiento de graznidos, para encontrar sus presas.

Los vencedores iban saliendo en largas columnas, que protegian gran numero de carros y multitud de esclavos que transportaban el riquisimo botin conseguido, tesoros acumulados por el fervor de los fieles, reyes y caballeros. Riquezas que ahora servirian para holganza de los musulmanes que disfrutarian de la esplendidez de los cristianos para con su santo patron. Se dirigian hacia el este, y por momentos las columnas se enlargaban, como sierpes que se ajustan a las ondulaciones del terreno. Dejaban atras la que fuera magnifica y bella ciudad, convertida en ruinas. Tan completa era su destruccion que, de no quedar los escombros, hubiera desaparecido hasta el rastro de su asentamiento.

Mis camaradas permanecieron silenciosos, sobrecogidos por el dolor y la angustia de haber llegado tarde. Todos ellos hubieran dado su vida luchando junto a los nuestros. Quizas fuera todavia mas agudo el silencio por respeto a mi, que temia por la suerte de mi padre, si es que acudio a aquella jornada. Un nudo me cerraba la garganta, aunque me esforzaba en no exteriorizar mi preocupacion, que empujaba las lagrimas hasta mis ojos.

Mintaka, siempre atento, vino hasta mi, y me coloco su brazo sobre los hombros para consolarme. Adujo que de haber llegado antes solo hubieramos tenido tiempo de morir con los demas, pues los enemigos eran tan numerosos como las arenas del mar. En mi replica le pregunte si no consideraba mas digno morir por los camaradas que vivir sin ellos. Dijo que el capitan nunca lucha para morir, sino para vivir. Que esta obligado a ganarse el respeto de los que le siguen. Que viera los ojos de todos los hombres posados en mi; escrutaban si era debil ante la adversidad y el dolor, o si merecia confianza. Asi hube de ocultar mis sentimientos para demostrar la frialdad de los heroes, como ellos esperaban de su principe. Exigian que estuviese por encima de las flaquezas humanas.

No podia evitar el corazon ensombrecido por el presentimiento, mientras el graznido de los carroneros, que se congregaban cada vez en mayor numero, se tornaba hiriente conforme sobrevolaban las ruinas y se abatian sobre ellas, tristes companeros de los muertos.

Era forzoso esperar que los vencedores desapareciesen tras las ondulaciones de las montanas en el horizonte. Y cuando las serpenteantes columnas fueron engullidas por el desnivel de los montes y la distancia absorbio las partidas de guerreros que formaban la retaguardia, de los montes circundantes comenzaron a brotar las gentes que permanecieron ocultas. Se abalanzaron todos en carrera por la pendiente, en direccion a los muros, que encerraban lo que ya solo era un campo de ruinas y cementerio.

Sabia de los hermosos edificios labrados de fina canteria con que se adornaba aquella santa ciudad, por lo que me impresionaba hallar el recinto cubierto de informes restos humeantes, pues desde cerca era mayor la desolacion.

Cantaron los poetas este apocalipsis; senalaron que tal fuera la destruccion que se dudaba del mismo emplazamiento de la ciudad, borrada sobre la tierra. Hubiera resultado cierto de no quedar los bloques tallados esparcidos sobre el terreno, las ornamentaciones que engalanaron las fachadas de viviendas, palacios y templos, piezas de ricos dinteles y ventanas, mensulas y gargolas, tragicos testigos de la furia que se abatiera sobre

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