ellos.

Nos extendimos por las ruinas, la mirada ansiosa en su busqueda por entre montones de cuerpos mutilados por espantosas heridas, retorcidos en la agonia de su dolor. A nuestro paso se espantaban las nubes de cuervos y grajas, y pesados buitres que se movian entre graznidos en senal de protesta por nuestra intrusion, y apenas si aleteaban o saltaban para separarse de nosotros, sin renunciar a sus presas.

No era dificil clasificar los cadaveres por sus vestiduras y armas sarracenas, cuya profusion testimoniaba el vigor de los brazos vikingos. Nos complacia que solo de vez en vez apareciese un vikingo entre los cuerpos derribados, al que no conociamos.

Finalmente percibimos la llamada de nuestros companeros, que se habian separado para abarcar mas terreno, quienes solicitaban acudiesemos, lo que hicimos presurosos.

Me doy cuenta de que mi experiencia guerrera, adquirida en la expedicion a la Normandia, no habia endurecido mi espiritu lo suficiente, pues el espectaculo me resultaba penoso. Una simple ojeada permitia adivinar que en aquel lugar sostuvieron la mas enconada de las batallas, segun se acumulaban las victimas: llegaban a constituir montanas y barreras los mahometanos que sucumbieron al filo de nuestras espadas. Alli encontramos mayor cantidad de vikingos muertos, rodeados siempre de centenares de enemigos, lo que demostraba la ferocidad de la lucha y el vigor de las espadas, pues vendieron muy caras sus vidas los hombres del norte.

Aquel escenario nos reservaba un acerbo dolor al descubrir a nuestros propios guerreros muertos, conocidos y amados. Hasta que llegamos a un claro donde, apoyado contra unas piedras, erguido, aparecia el cuerpo del rey, mi padre, las armas fuertemente sujetas en sus poderosas manos, ahora sin vida, como si estuviera tomando un breve descanso, mientras contemplaba la multitud de sarracenos vencidos que yacian a sus pies. Parecia reposar, despues de acabar con todos los enemigos.

Note sellados los labios de mis companeros, por el asombro y el dolor. En aquel instante habiase convertido en certidumbre lo que antes solo fuera un presentimiento. Ahora los hallamos, gloriosamente muertos en el combate en la plenitud de su vigor, como desean los guerreros vikingos, pues detestan la enfermedad que puede aniquilarles en el lecho, sobre la paja.

Los rostros apretados por la angustia, era la inmovilidad la que presidia la contemplacion del rey Thumber, guerrero divino que nos parecia inmortal en su fuerza y astucia. Yo mismo advertia en mi pecho la pugna de los sollozos, y un rio de lagrimas acudia a mis ojos. Hasta que Longabarba y Mintaka vinieron a mi lado y en el contacto de sus brazos me transmitieron el animo y valor necesarios para afrontar la desgracia.

Senti que no me encontraba solo. Sabia que un principe estaba obligado a ocultar sus sentimientos filiales, y exhibirse ante los guerreros como un capitan animoso, fuerte y decidido, en quien todos pueden confiar pues se encuentran protegidos en su presencia, en la paz y en la guerra, con su amor y su justicia, a los que prodiga regalos y bebe con ellos el hidromiel de los festines y la sangre de sus enemigos.

Nunca me sometiera la vida a tan cruel prueba. Me supuso el mayor esfuerzo recuperarme, pues aunque entre vikingos se hiciera gala y ostentacion de impasibilidad ante la adversa fortuna, y aun ante la misma muerte, al poseer la mitad de mi alma cristiana resultaba mas vulnerable a la flaqueza que mis companeros y camaradas, que se encontraban pendientes de mis reacciones para conocer mi fortaleza.

Sobre la tumultuosa, aunque muda, expresion de nuestros intimos sentimientos, volo la palabra magica de Mintaka, el bardo que siempre glorifico al rey, su fiel y leal companero. Pienso cuan fuerte debia de ser su dolor al contemplar al camarada, al mejor amigo, al hermano, que fuera Thumber para el durante toda la vida, las campanas, avatares, fiestas y batallas que compartieron, los momentos tristes y alegres que pueblan una existencia. Un amigo de esta clase no se muere sin llevarse parte de nuestra propia vida.

«?Vedlo! ?Campeon entre los valientes guerreros! ?Si alguno esta manchado de sangre por la espalda, se debe a la rosa que, al salir, abrio el dardo que orado su pecho! ?Gloria a los que vendieron su vida en el combate! ?Contemplad como sus labios escupen desprecio hacia sus enemigos! Sus pupilas, todavia brillantes, muestran la burla que les inspiraron.

«Cercados por la multitud de los creyentes de Ala, formando con los escudos una muralla tan fuerte como una montana, apretados en fila como el caparazon de una tortuga, segando con las espadas el aire que gemia por las heridas de sus agiles molinetes, mantuvieron su linea los valientes hijos de Thor, respondiendo con sus pesados aceros a los golpes, cubiertos con los redondos escudos, sin que los brazos tuvieran momento de reposo. Innumerables y feroces eran los enemigos que les acosaban, que cargaban a cada instante con renovado esfuerzo, de tal modo que los constantes golpes sobre los escudos, y el batir de las espadas entrechocando en la ofensiva y defensa, unido a los gritos que para amedrentar a su contrario prodigaban todos, resonaba entre los muros y era devuelto por el eco de la montana un estruendo ensordecedor, enfebrecidos por el sabor de la sangre que les banaba los labios desde sus propias heridas, o salpicada del contrario, el cual la expulsaba a borbotones desde la cabeza hendida, el hombro partido, el pecho convertido en volcan.

«Asistidos por Ala, que les amparaba con su fuerza, luchaban los sarracenos como poseidos, acosando sin tregua a nuestros bravos guerreros, que les respondian con ardor, derribando filas enteras de oponentes que eran pisados y rematados, mientras volaban sus almas al paraiso que les promete su dios.

«Durante dos dias, bajo el rigor del sol ardiente y el hielo de la gelida luna, los hijos del desierto pagaron con sus vidas la osadia de retar a los fieros seguidores de Odin, cuyos gritos sonaban como rugidos de leon. Hasta que en la tercera jornada de ininterrumpido combate, sin tiempo para comer ni descansar, ni reparar fuerzas, enfrentados a continuas oleadas de enemigos que de refresco acudian a vengar a sus muertos, fueron debilitandose sus brazos, aunque jamas el animo, hasta contemplar finalmente rotas sus filas y a los adversarios asediandoles por los flancos, atacados por todos lados. Entonces usaron sus espadas para arrojarlas contra los pechos de sus contendientes, muchos de los cuales exhalaron el alma por su atrevimiento, y se sumergieron en las tinieblas; esgrimieron luego el hacha gloriosa, que siega cabezas y hiende hombres y corceles bajo el impulso poderoso de los valientes brazos vikingos.

»Fue entonces, atronando las gargantas sus fieros juramentos, para compensar con la fuerza del espiritu la debilidad de los brazos, cuando Thumber, a cuyos pies sucumbieron los mas aguerridos capitanes de la hueste enemiga, derribados sin vida por la fuerza de su golpe poderoso, recibio el apoyo de Thor, el dios del martillo, al que se mantuviera fiel durante su vida y consagrara todas sus victorias; asi se acrecento su vigor y pudo multiplicarse para acudir en ayuda de los mas acosados y cerrar con ellos la brecha mas peligrosa, mientras animaba a los desasistidos. Su valor contagio a todos los experimentados guerreros, que eran conscientes de ser este el ultimo de sus combates, despues de mil victorias, pues se sentian llamados por Odin con gloria para disfrutar el Walhalla junto con los heroes y los dioses.

«Cada vikingo se presento ante la divinidad con brillante cortejo de enemigos muertos, que proclamaban la gloria de sus mil triunfos; en los cielos sonaron los pifanos anunciando la entrada de cada heroe que sucumbia derribado por la masa incalculable de sus contrarios, cuyo numero aumentaba sin cesar conforme ellos exhalaban el ultimo suspiro. ?Quedo solo Thumber, el dios, el poderoso guerrero, el bravo entre todos los valientes, aquel por el que Odin y Thor mandaron entonar el mas glorioso himno para recibirle! Cien guerreros le rodearon. Ninguna herida manchaba de sangre sus propios vestidos; antes que alcanzarle, perecian bajo sus golpes. Los capitanes que quisieron probar su fuerza y avanzaron contra el, pagaron con su vida la osadia.

«Luchaba Thumber sobre montanas de oponentes derribados por sus golpes. Como pasaban las horas del tercer dia sin que el poderoso rey mostrara fatiga, antes bien parecia cobrar fuerzas conforme las almas de sus enemigos escapaban de sus cuerpos, el famoso Rayo de Mahoma, que observaba el combate desde prudente distancia sin atreverse a medir su valor con el del rey, mando que doscientos arqueros y otros muchos con sus lanzas se acercasen para disparar venablos contra el, despues de retirarse los que combatian cuerpo a cuerpo. El mismo Rayo de Mahoma volvio grupas para no contemplar el triste fin de su rival, y no oculto las lagrimas que le inspiraban la muerte de tan valiente guerrero.

«Aislado quedo el rey, que se destacaba con su gigantesca silueta, sobre la montana de cadaveres de sus enemigos. Recibio la primera, cien, mil saetas que le dispararon desde la distancia, sin osar medir con el sus fuerzas, hasta que el pecho valiente no pudo recibir una flecha mas.

»Inmovil, erguido, desafiaba todavia a los sarracenos y les retaba con el molinete de su hacha invencible; aun tuvo ardor para amenazar al Rayo de Mahoma que se retiraba con afliccion. Y profirio un rugido que helo la sangre de sus enemigos.

«Parecio enviar su alma al Walhalla mientras retrocedia tambaleante, pugnando por mantenerse firme; hasta entonces jamas doblegara la rodilla en un combate. Estaba falto de vida.

»Vino a quedar en pie apoyado contra el munon de un muro derruido, empunada el hacha, embrazado el

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