valiente.
Las unicas palabras que se esperan en el mundo son las de Bidane Zumalabe. A su espalda, como protegiendola, Koldobike me envia ese gesto que expresa inequivocamente: «Vas a oir algo gordo».
– Que mueva las orejas -dice suavemente la senora de Zumalabena-. Que mueva las orejas.
La frase repetida pareceria un chiste sin el tremendo destrozo que causa en el rostro de Eladio Altube.
– ?Por que no mueves las orejas si eres el que dices? -La mujer se ha detenido a dos pasos del hombre y se muestra muy tranquila-. Si no mueves tus orejas, estas visitas pensaran que eres Leonardo. El tampoco podia, ?lo recuerdas?
?Que tonterias esta diciendo?… Pero de pronto estalla ante mi el profundo alcance de sus palabras. ?Leonardo! El choque es tan demoledor que tengo la sensacion de haber sido colgado cabeza abajo de los pies. Los gemelos, el muerto y el vivo, la magnifica coartada…, ?obra del vivo que tengo ahi delante? Quienquiera que sea de los dos, no sabe mover las orejas, sus ojos espantados lo estan reconociendo. Asi que es el otro. Y quien se ahogo es este.
?Las orejas movibles de Eladio Altube! Muchos en Getxo no lo habiamos visto, pero si oido: forzaba musculos de los laterales de su rostro y las orejas se agitaban como soplillos. Una prueba que estuvo ahi durante diez anos. ?Por que no recurrimos a ella? Sencillamente, porque nadie sospecho del falso Eladio.
Eladio Altube -aun me resulta imposible llamarle Leonardo, no solo porque todas las cosas llevan su tiempo sino por esas particulas de escrupulo que deben quedar al final de todo relato- agita sus brazos en el aire. A falta de no poder mover sus orejas, se mueve todo el hasta situarse no solo en el centro del grupo sino mirandonos uno a uno con patetismo, como exigiendo nuestra atencion y ofreciendonos el espectaculo de un hombre que ha dado a todos los musculos de su cuerpo la orden de mover sus orejas. Tan demencial es su determinacion de conseguirlo, que esos musculos inician, desde los pies, un empuje hacia arriba -o asi me lo parece- hasta colisionar con los de las orejas para despertarlos de un letargo de…, ?cuantos anos tienen los gemelos? Al parecer, Eladio no necesitaba de tanto ahinco para exhibir su excentricidad.
?Prueba? Si, hasta un juez la aceptaria. Aunque las cadenas serian mas determinantes: reunen mas de tres indicios. Miro al falangista, pero no adivino que pensamientos circulan tras esos ojos que parpadean. Lo unico que ahora parece vivo del gemelo es el subir y bajar tumultuoso de su pecho. Si yo anotara que el y Bidane Zumalabe estan mirandose, solo transmitiria algo muy palido. ?Que estremecedor intercambio! ?Como vivieron esos diez anos? ?Quien engano a quien? ?Quien se dejo enganar? ?Fue este gemelo vivo el primer novio de Bidane Zumalabe o el segundo? ?Planearon entre los dos la muerte del otro gemelo, y entonces habria que incluir a la mujer en el diseno de la coartada?
Estoy lamentablemente contagiado de la conmocion del momento, la verdad ha de ser mas limpia. Contemplemos, por ejemplo, a la mujer desintegrando segundo a segundo al hombre con el que compartio lecho durante tantos anos. Se desprende de su implacable serenidad que se esta cobrando una vieja deuda. Es posible que en alguna ocasion le pidiera mover las orejas -?sospechando el fraude…?, ?tan iguales fueron incluso para ella?…, ?o por simple capricho?- y el, claro, fue incapaz.
Hay tanta tension en la escena que el grunido animal del hombre suena como un coletazo natural:
– ?Mata al payaso!
Se abalanza sobre Bidane Zumalabe y cierra sus manazas alrededor de su cuello. La mujer emite un unico gemido, pero se debate fieramente. Koldobike descarga punadas y patadas sobre el hombre, que va en serio, la tiene arrodillada y aprieta, aprieta. Cuando quiero intervenir, se me interpone el camisa azul, su pistola en mis rinones.
– ?Matalo! -aulla el gemelo.
Aun intento llegar a los tres, pero el canon de la pistola se me clava mas en la carne.
– ?La esta ahogando! -clamo tontamente lo innegable, y confio mas en la suplica desesperada que mi rostro dirige al camisa azul. Le veo mover la cabeza, sin dejar de mirarme con fijeza, y pienso que me envia algo asi como: «Lo siento, librero, las cosas han venido asi». Pero le oigo otra cosa:
– Esta escena sera mas dificil de escribir de lo que yo creia.
Mis rinones quedan libres de la presion, el azul alcanza la espalda del gemelo, el canon de su pistola descansa unos instantes en la nuca desatenta y el estruendo oscurece el comedor. Marca de la casa.
Epilogo
Solo era un muerto mas: los protocolos civiles quedaron ahogados por los personajillos del Regimen y se implanto el consabido aqui no ha pasado nada. El cuerpo de Leonardo se entrego a sus padres con su verdadero nombre. Yo habria querido ocultar la verdad, el baile de identidades, que unicamente las tres personas testigos de la revelacion -Koldobike, el azul y yo mismo- estuvieramos en el secreto. Para Bidane Zumalabe no hubo sorpresa; con respecto a ella, lo unico por determinar seria en que momento de su noviazgo y matrimonio con Leonardo se encontro casada con el que no hubiera querido, confidencia que ella misma nos haria en breve a Koldobike y a mi.
En todo caso, mi primer impulso de callar la verdad choco con una realidad en marcha: la novela. Habia que contar con lo peor, que se publicara; en cuyo caso, naturalmente, todo saldria a la luz. Quiza no fuera muy noble, por mi parte, erigir a la novela en gran arbitro. ?Habria elegido Bidane Zumalabe la censura, o le tenia sin cuidado que Getxo la tuviera por tonta o algo peor? No le di opcion.
En el cementerio de La Galea, junto a la tumba del primer gemelo, el enterrador, Gabino Perurena, tenia reservado un espacio para el segundo, a ruego del padre, Roque Altube, que los queria ver tan juntos como habian vivido, pues lo ocurrido al final lo quiso tomar como un mal sueno. Las dos unicas intervenciones de Bidane Zumalabe fueron, una, su peticion a Roque Altube de que diera tierra a Leonardo en cualquier otro lugar del cementerio, peticion que el padre entendio y atendio; la segunda demanda la escucho Gabino Perurena: la tumba junto a la de Eladio, que no iba a ser ocupada, la necesitaba ella; no anduvo con circunloquios, simplemente, la necesitaria ella, en su dia, para resarcirse de sus diez anos separados.
Dias despues de todo ello, Koldobike me propuso darnos una vuelta por Zumalabena.
– ?A que?
– No le vendra mal un rato de compania.
– ?Compania?
La verdad es que yo tambien echaba en falta algo asi como un remate. Nada fundamental, claro, a estas alturas… Bidane Zumalabe y Leonardo Altube: ?como fue lo de ellos? ?Acaso no nos mereciamos conocer…?
No, nadie tenia derecho a hurgar en intimidades…, por poco o mucho morbo que rezumaran. Sin embargo, alli marchabamos Koldobike y yo queriendonos convencer de que solo nos animaba un sentimiento de compasion.
Tampoco deseabamos ni siquiera comentar con ella la naturalidad con que nos habia utilizado. Comente:
– Entendio que una esposa no debe desenmascarar a su marido, y nos paso el paquete. Nos transmitio su gran inquietud por la seguridad de el…, ?pero era ella la amenaza! Nos condujo hasta donde estaban las cadenas y nos pidio que fueran nuestras manos sacrilegas las que sacaran de la caja del sillon aquel dinero del Gobierno vasco. Pero, claro, no habia billetes sino cadenas… ?Observaste si hubo asombro en su cara? Seguro que no: segundos antes habia concluido el tiempo de fingir… -Me asaltan de pronto unos recuerdos que reviso en silencio y Koldobike me pregunta en que pienso-. No he hablado mucho con Bidane, pero jamas, jamas salio de sus labios la palabra «Eladio». Siempre, «marido». Esto se llama respeto a la legalidad y rechazo del fraude…, ?a partir de que ano de casados?, ?debemos seguir manteniendo que no nos mereciamos conocer…?
?Nos esperaba? Me cuesta decir que no, pues en el portalon de Zumalabena vimos tres de las sillas que se encontraban dias atras en su comedor. Bidane no solo nos esperaba sino que proponia, ademas de una visita, una nada protocolaria, privilegio que apreciamos en todo el valor que tenia.
Habia miedo a las palabras, incluso a las de saludo, y es posible que unicamente cruzaramos susurros. Las sillas ocupaban los vertices de un triangulo, y asi nos sentamos. Imagine que la ausencia de una mesa central favoreceria las confidencias. El largo silencio que precedio a las primeras palabras de Bidane no resulto incomodo.
– Me fue posible vivir con la copia. -?Se acompano de algo parecido a una sonrisa? Si, pretendio relajar el