Ahora voy a limpiar los azulejos del bano porque luego me dara pereza.

Despues de leer este episodio, me he levantado de la butaca de mi madre y he ido a la terraza. Como vivo en un piso alto, he visto la ciudad como quien contempla un cuerpo tendido. Esta ciudad es un cuerpo visible, pero la visibilidad no es necesariamente un atributo de lo real. Quiza no exista ni existamos nosotros, del mismo modo que no existio aquel tesoro que encontre en la playa. Todavia no se si la revelacion debe ponerme triste o excitarme, porque si bien es cierto que aquel hallazgo constituyo una mentira, no es menos cierto que alguien en quien su propia madre realizo un sueno de ese tamano esta obligada a buscar un destino diferente.

Todos los dias, cuando arreglo el dormitorio, veo en la casa de enfrente a una mujer que se asoma a la ventana para limpiar con furia el alfeizar. Resulta incomprensible, pero ejecuta esta accion absurda todos los dias a la misma hora, como si en ello le fuera la vida. Y seguramente le va, porque quiza piense que si se abandona a la pereza acabara en la calle buscando hombres que no conoce. Tambien yo he padecido obsesiones de ese tipo, pero me he desprendido de ellas, a pesar del empeno de mi madre. Y al desprenderme de ellas quiza me he quedado sin identidad porque en todos estos ritos limpiadores residia la posibilidad de ser una misma. Pero mi madre no solo me transmitio eso, porque al mismo tiempo realizo un sueno de mi ninez y me proveyo de una antipoda que en el otro extremo del mundo se debate, como yo, entre acoplarse a lo que llaman realidad o levantar una realidad propia en la que retirarse a vivir. En otras palabras, mi madre me mostro el estrecho pasillo y las mezquinas habitaciones por las que deberia discurrir mi existencia, pero al mismo tiempo me dio un mundo para soportar ese encierro o para hacerlo estallar en mil pedazos. Me dio todo lo bueno y todo lo malo al mismo tiempo y confusamente mezclado, pero me dejo su butaca y su reloj: la butaca para que me sentara a deshacer la mezcla; y el reloj para medir el ritmo de la transformacion.

Son las doce. He tomado un cafe que me ha sentado mal y ahora tengo nauseas. Voy a recoger un poco la cocina.

Llevo varios dias sin fumar hachis y la realidad empieza a mostrar unos tonos muy raros. Los muebles de mi casa, que ha-bitualmente carecen de relieve, han cobrado un grado de corporeidad algo inquietante. Quiero decir que me relaciono con ellos y con el resto del hogar como si fuera una persona ajena a estos espacios. Antes, para alcanzar esta extraneza, necesitaba el hachis, pero desde que he prescindido de el algo ha ido modificandose gradualmente en mi interior. Contemplo el salon y solo reconozco como mios dos objetos: la butaca y el reloj. Es como si el azar nos hubiera colocado aqui provisionalmente, como si esta casa fuera un punto de espera en el que hemos de permanecer mientras nos disponemos a ocupar nuestro lugar definitivo. Algunos dias me encuentro hurgando en los armarios y en el interior de los muebles con la curiosidad de una intrusa. Por otra parte, y tambien desde que he dejado de fumar otra vez, mis suenos se han multiplicado. Sueno mucho y con una rara intensidad, pero me sienta bien. Parece que los suenos que soy capaz de recordar, incluso cuando tienen un componente doloroso, ordenan un espacio invisible en el que habita una parte de mi.

Esta extraneza alcanza tambien a Enrique, mi marido, al que contemplo como un anfitrion amable, aunque lejano. De manera que es como vivir en una casa que no es mia y con un sujeto que no es mi marido. Decir esto -pero, sobre todo, escribirlo- me proporciona algun grado de angustia, porque es aceptar que yo no pertenezco a nadie, a nada y que nada me pertenece, excepto el reloj y la butaca. Ello me reduce a la condicion de un fantasma, quiza el fantasma de mi madre que se resiste a abandonar del todo este mundo aferrandose a traves de mi a los objetos materiales con los que mas se relaciono en vida. Esto debe de ser la soledad, de la que tanto hemos hablado y leido sin llegar a intuir siquiera cuales eran sus dimensiones morales. Bueno, pues la soledad era esto: encontrarte de subito en el mundo como si acabaras de llegar de otro planeta del que no sabes por que has sido expulsada. Te han dejado traerte dos

objetos (en mi caso, la butaca y el reloj) que tienes que llevar a cuestas, corno una maldicion, hasta que encuentres un lugar en el que recomponer tu vida a partir de esos objetos y de la confusa memoria del mundo del que procedes. La soledad es una amputacion no visible, pero tan eficaz como si te arrancaran la vista y el oido y asi, aislada de todas las sensaciones exteriores, de todos los puntos de referencia, y solo con el tacto y la memoria, tuvieras que reconstruir el mundo, el mundo que has de habitar y que te habita. ?Que habia en esto de literario, que habia de divertido? ?Por que nos gustaba tanto?

En este punto me he puesto un poco de

whisky al objeto de enturbiar los sentidos, pues al releer las ultimas lineas sobre la soledad he sentido miedo, y quiza algo de piedad por mi misma. Imaginemos a alguien que no puede verse del miedo que se da y que huye de si continuamente como el que corre con la idea de desprenderse de su

sombra.

Hace dos o tres dias vi a mi hermano. Le llame para comprobar que de verdad exis- tia y que era capaz de reconocerme, otor- gandome asi un lugar en la trama de lazos e intereses que cohesionan a la humanidad.

Existia y me reconocio. Quede en merendar con el y nos citamos a media tarde, en la terraza de una cafeteria que hay cerca de casa: avise al detective para que me siguiera.

Yo me tome un cafe y Juan pidio un te con limon. Me observaba algo preocupado, como si me pasara algo, o quiza con miedo, como si tuviera alguna responsabilidad sobre mi vida.

– ?No estas bien, verdad? -me pregunto en seguida.

– No es eso -dije intentando resultar sincera, pero tranquilizadora-; no es que no este bien, es que estoy rara. Si me viera desde fuera, tomando unicamente en cuenta los datos externos, tendria que decir que las cosas marchan razonablemente, pero es que ya no me siento ligada a ellas. Enrique y yo estamos distantes desde hace mucho tiempo y, en cuanto a mi hija, que te voy a decir. Creo que he sido una madre fria y que me esta pasando la factura. En otro tiempo tuve intereses profesionales y politicos, pero me fui retirando de ellos insensiblemente. En fin, todos tenemos un mundo con el que nos relacionamos; el mio parece haberse derrumbado sin estrepito, de manera que, cuando me he dado cuenta, ya no se podia apuntalar nada.

Creo que puse a Juan en una situacion violenta, pues adopto una postura excesivamente pasiva, como si quisiera subrayar que mi historia no le concernia y que solo estaba dispuesto a hablar de ella con la misma pasion que pondria en una charla sobre el tiempo. Sin embargo, no logro mantener esa neutralidad durante todo el rato.

– Yo -dijo- nunca te he entendido bien, Elena. A tu marido tampoco. Y, sin embargo, recuerdo que en un tiempo os tuve muy idealizados. Representabais lo mas que se podia ser en esta vida. Estoy hablando de hace muchos anos, cuando en casa se os criticaba por meteros en cosas politicas. Bueno, sera mejor que no hable de esto. Pero, mira, yo no te entiendo, de verdad. Has tenido siempre lo que has querido: de joven, la revolucion; ahora el dinero. ?De que te quejas?

Me sorprendio la agresividad de mi hermano. Una nunca sabe lo que representa para los demas ni de que manera gratuita se puede perder o ganar un afecto. En cualquier caso, parecia confirmar mi sensacion de lejania respecto al mundo. Mi soledad. Tarde un poco en responderle. Dije:

– Esto no es una queja, Juan. Es cierto que las cosas han dejado de interesarme, pero yo no he puesto ninguna voluntad en ello. Me siento sola y crei que podria decirtelo. No te asustes; no te pido nada.

– Es que yo no se lo que es sentirse solo ni que las cosas dejen de interesarte porque ni he alcanzado tu situacion economica ni he tenido la cantidad de tiempo libre que tienes tu. Yo creo que te miras demasiado a ti misma. Si prestaras mas atencion a lo que sucede a tu alrededor, no tendrias tiempo de sentir todas esas cosas. Decias antes que habias sido una madre fria. ?Por que no enmiendas eso? Apenas ves a Mercedes y ahora seguramente te necesita mas que cuando era pequena.

– ?Porque?

Juan me miro con cara de fastidio, como si tuviera que explicarme cosas evidentes. Dijo:

– A este paso seras la ultima en enterarte. Tu hija esta embarazada.

Tarde unos segundos en comprender el significado de esa frase, pero cuando lo hice rompi a llorar sin violencia, como si se tratara de una actividad mecanica en la que solo estuvieran implicados los ojos. Ignoro el significado de aquella emocion, pero puedo decir que fue una de las mas intensas de mi vida. Afortunadamente, tenia puestas las gafas de sol y creo que logre ocultar las lagrimas. Es curioso, me acorde de que mi detective estaria observandome desde algun rincon y pense que no me gustaba que me viera llorar.

– Gracias por decirmelo, Juan -articule al fin.

Estuvimos un rato hablando de cuestiones neutras y Juan se puso mas amable conmigo. No llego a disculparse, pero en su modo de hablar habia un tono de disculpa. En un momento dado le pregunte:

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