del hachis. Decidio que no volveria a fumar, pues los canutos, ultimamente, le producian un efecto raro, siniestro, que la conectaba con aspectos de la vida, de su vida, de los que no habia tenido noticias hasta el momento y que habian empezado a emerger con fuerza en los ultimos dias de la enfermedad de su madre, pero sobre todo a partir de su defuncion. Volvio a sentir el sudor que preludiaba el desfallecimiento total, la caida, y corrio hasta la ventana del dormitorio. La abrio y asomo la cabeza. El aire fresco y la lluvia le dieron fuerzas. Ceso el sudor y se metio en la cama con el pelo mojado. Sono que era pequena y que jugaba en la playa, muy cerca de su madre, a hacer hoyos en la arena. En uno de estos hoyos encontraba una moneda que representaba un tesoro. La cogia admirada y, sabiendo que se encontraba en el interior de un sueno, la apretaba fuerte en su mano derecha comprobando que la solidez de la moneda era excesiva y que por tanto no podria desaparecer si conseguia mantener el puno bien cerrado hasta despertar.

La desperto el telefono. Era de dia y lunes. Tenia las unas clavadas en la palma de la mano, pero en su interior no habia nada. Descolgo el auricular, su marido estaba al otro lado.

– Estoy en el despacho -dijo.

– ?Cuando has llegado? -pregunto aturdida.

– Esta manana a primera hora. No he pasado por casa porque teniamos mucho follon aqui.

Elena miro el reloj. Eran las tres de la tarde. Finalmente habia dormido muchas horas. Cuando se despidio de su marido, evoco el sueno y recordo que se referia a un episodio de su infancia. En efecto, en aquellos anos lejanos, estando de vacaciones con sus padres, habia sonado lo mismo. Al dia siguiente, en la playa, cavo varios hoyos y en uno de ellos encontro una moneda. Aquel episodio, que constituia la realizacion de un sueno, habia determinado su vida, pues -al contrario que sus hermanos- siempre habia creido que la realizacion de un deseo, de cualquier deseo, era posible.

El dia estaba despejado. A esas horas, el sol entraba por la terraza del salon reduciendo los muebles y las cosas a su pura funcion. Elena observo bajo esta luz la butaca y el reloj de pendulo y sonrio, aunque sin excederse en el gesto, al recordar los sucesos de la noche. No detuvo el movimiento obsesivo del pendulo por la misma oscura razon que no se depilo la pierna izquierda tras ducharse. En realidad, tambien la derecha necesitaba ya una limpieza, pero decidio que lo haria en otro momento.

Se sentia mejor de sus malestares habituales y rectifico la promesa hecha durante la madrugada en relacion al hachis: procuraria fumar menos y desde luego no fumar fuera de casa. Comprendia que el hachis, en los ultimos tiempos, le estaba poniendo al borde de algo indeseable, pero penso que se trataba de una cosa pasajera, relacionada quiza con la reciente muerte de su madre, que se diluiria en el tiempo como se habian diluido obsesiones pasadas. En este punto recordo aquella frase del diario de su madre en la que se aseguraba que las obsesiones regresan siempre y sintio un momentaneo malestar del que se defendio con decision y eficacia.

Por la tarde fue a la oficina de correos y comprobo con una alegria tenida de malignidad que habia un sobre en el cajetin contratado por ella el viernes anterior. Lo recogio y con el en la mano paseo al azar por las calles buscando siempre la acera donde daba el sol. De este modo llego a Clara del Rey, donde entro en una cafeteria de la que era habitual. Pidio un te y abrio el sobre. El informe estaba escrito a maquina y junto a el habia una foto, obtenida con una Polaroid, en la que se veia a su marido paseando por una playa de la mano de una mujer joven. Aunque la foto estaba tomada desde una distancia considerable, Elena reconocio en la mujer a la secretaria de Enrique. Sonrio con superioridad sorprendiendose de que aquella imagen, mas que irritarla, le produjera cierta sensacion de alivio. Las historias vulgares solian reconfortarla, pues ponian en el mundo un orden al que ella se sentia ajena, pero que le servia de referencia al mismo tiempo. Tras contemplar la foto unos instantes, se decidio a leer el informe:

El sujeto objeto de la investigacion comenzo a ser controlado por el personal de esta agencia a partir de la media tarde del viernes dia 26, pese a que el ingreso destinado a cubrir la provision de fondos no se produjo hasta la manana del sabado 27. El responsable de esta agencia tuvo en cuenta, pues, que los bancos no abren por la tarde, limitacion que sin duda impidio realizar la operacion en el momento inmediato sucesivo a la contratacion, via telefonica, de nuestros servicios.

A las 18,00 horas del dia senalado, el sujeto abandono las oficinas de una empresa de «consulting» situada en la confluencia de las calles Islas Filipinas y Julio Casares, donde supuestamente trabajaba, y se dirigio en su coche al aeropuerto de Barajas. Tras dejar el automovil en el «parking» del citado aeropuerto se dirigio a los mostradores de facturacion de Salidas Nacionales, donde se encontro con una mujer de unos veintisiete o veintiocho anos, morena, menuda, de larga melena, con la que al parecer habia concertado previamente este encuentro. Se saludaron con un beso que, mas que familiaridad, denotaba la existencia de una relacion intima, aunque esporadica, y tomaron el avion de las 20,30 que cubre el trayecto Madrid-Alicante. El avion, en principio, estaba completo y este investigador soporto una lista de espera siendo embarcado finalmente en el ultimo momento.

Durante el corto vuelo al destino senalado, el sujeto objeto de la investigacion y su acompanante, tras cerciorarse de que en los asientos cercanos no habia nadie conocido, mantuvieron una actitud carinosa que no ceso hasta tomar tierra. Una vez en Alicante, alquilaron un coche dirigiendose en el a un hotel situado en la playa, a unos 20 kilometros al norte de la ciudad, donde pernoctaron las noches del viernes, sabado y domingo y en una de cuyas habitaciones -la 334- pasaron la mayor parte del tiempo, pues solo salian al atardecer para pasear por la playa, recluyendose despues en su habitacion, donde solian cenar y comer, ademas de desayunar. Durante estos paseos no era infrecuente que el sujeto objeto de la investigacion liara un cigarrillo, suponemos que de hachis, que se fumaba solo, pues observamos que su acompanante, pese a los requerimientos del sujeto, no quiso hacer uso de la droga que se le ofrecia en ningun momento.

La manana del domingo, por alguna razon, el sujeto paso algun tiempo solo en la recepcion del hotel. Una hora aproximadamente. La dedico a la lectura de un libro que guardo en el bolsillo de la chaqueta cuando ella bajo de las habitaciones. Parecian dispuestos a acudir a algun otro sitio pero, ya en la calle, tuvieron una discusion y regresaron al hotel encerrandose hasta el atardecer en la habitacion. No fue posible recoger los terminos de la mencionada disputa, puesto que la premura con que fue encargado este seguimiento impidio al investigador dotarse de microfonos direccionales y otros sofisticados medios que, aunque encarecen esta clase de investigaciones, permiten matizar mejor nuestros informes. En cualquier caso, dada la experiencia del investigador, no dudamos en afirmar que se trato de una discusion amorosa, caracteristica en las situaciones de infidelidad conyugal por la doble presion -social y de conciencia- que padecen los adulteros, incluso cuando llevan a cabo su delito en lugares alejados de su residencia habitual, como es el caso.

Regresaron a Madrid el lunes, en el vuelo de las 7.50 de la manana, separandose al llegar al aeropuerto de Barajas, donde se dio por concluido el seguimiento. El sujeto tiene unos cuarenta y cinco anos, viste bien y pago la cuenta del hotel con tarjeta de credito, lo que en las situaciones de adulterio no es habitual, a menos que su esposa no ejerza control alguno sobre su cuenta bancaria. Claro que la casada podria ser ella, aunque ambos portan en donde es costumbre alianza matrimonial.

Se adjunta foto instantanea de uno de sus paseos, ya descritos, por la playa. El hotel se llamaba Tropical.

Elena introdujo la foto y el informe en el bolso, pago la consumicion y salio. La tarde continuaba despejada aunque el sol comenzaba a declinar. Bajo por la calle Espasa hacia Corazon de Maria y llego hasta el portal donde vivia su hija, pero despues de dudar un instante siguio andando. La primavera y el informe habian producido en su cuerpo un optimismo liberador. Llego hasta Lopez de Hoyos y tomo un taxi para volver a casa.

Su marido ya habia llegado. Intercambiaron unas frases de afecto y se fumaron juntos un canuto.

– ?Como fueron las cosas el domingo? -pregunto Enrique.

– Bien -respondio Elena, que se habia sentado en la butaca de su madre-. Me toco la butaca y el reloj.

– No esta mal -sonrio su marido-. Ademas, quedan muy bien ahi. Siempre me gustaron las campanadas de este reloj.

– Las campanadas y el tictac -anadio Elena.

– El tictac tambien -concedio Enrique.

Elena espero a que el hachis focalizara sus efectos en la nuca, o quiza en la frente, y pregunto: ' -?Tuerces que somos vulgares?

Enrique parecio ponerse en guardia, pero Elena calculo por el brillo de sus ojos y por el descenso que habian sufrido sus parpados que el canuto habia comenzado a hacer estragos en su inteligencia. Finalmente respondio:

– Tu nunca has sido vulgar.

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