una senorita, pero me estoy meando.

– Lo siento.

La desate y me fui hacia la ventana. El sol ascendia, iluminando el monotono paisaje de la carretera. Me di cuenta de que habia hecho algo incoherente y volvi sobre mis pasos.

– Espera -le ordene, antes de que saliera del lecho.

– ?Que pasa?

– Toma -y le alargue su ropa-. Ponte algo.

– Me parecio que ibas a volverte de espaldas, como un caballero.

– Podrias ir hacia la puerta equivocada.

Begona me miro con ostensible lastima y opino:

– Hoy te has levantado ridiculo, senor Galba.

Despues retiro bruscamente el cobertor y se fue con la ropa doblada bajo el brazo hacia el lavabo. En cuanto cerro la puerta me acerque hasta el telefono. Marque el numero de Informacion y pregunte si existia en Madrid una calle Zamora. La operadora tecleo en su ordenador y me confirmo que en efecto habia una calle con ese nombre. Pedi que me dijera en que zona y me respondio que no disponia de ese dato. A continuacion interrumpio la comunicacion. No importaba. Ahora que tenia algo que encontrar lo encontraria.

Desayunamos en el hotel. Begona estaba distante y silenciosa. Yo, en cambio, me sentia optimista y con ciertas ganas de vivir, al menos, hasta llegar al numero tres de la calle Zamora. Mientras untaba mi tostada de mantequilla, trate de obligarla a hablar:

– ?Has dormido bien?

– Estupendamente. Me encanta estar atada boca arriba. Sobre todo porque normalmente duermo de costado.

– Preferiria que no gritaras esas cosas.

– Preferiria que siguieramos callados.

– No te entiendo, Begona.

– ?Que no entiendes?

– No entiendo que es lo que buscas. Si es escabullirte o que te suelte, pierdes el tiempo. Si es otra cosa, no tiene sentido. Soy un hombre casi muerto y no quiero jugar. Creo haber sido lo suficientemente claro al respecto.

– No tienes ni idea, asi que no sirve de nada que sigamos hablando.

El buen humor me volvia dialogante. Sin reparos, la invite a que se explicara:

– Tal vez si me cuentas todo lo que no se logremos comprendernos.

Begona puso cara de haber visto un ovni.

– ?Que te has creido que es esto? -protesto-. Si te lo ganas lo tienes todo. Si no te lo ganas te quedas sin nada. Nada de nada. Esas son las reglas. Y tu no te lo has ganado.

– ?Porque me acoste con Lucrecia? -menti lentamente.

– Porque no eres diferente de ellos. Igual me da quien se salga con la suya. Lo que odio es estar en medio.

– Te equivocas, Begona. Aunque para mi nada sera mejor o peor si me crees o dejas de hacerlo, te equivocas.

– ?Y tu que sabes que es lo que yo quiero?

– Desde luego no lo se. Diria que normalmente te aburres y que viste una extrana oportunidad de diversion. No tuviste en cuenta mis advertencias y estuviste insistiendo hasta que te enteraste de que he caido en los brazos de una mujer detestable. Pero tu asombro es injustificado. Un tipo como yo solo puede caer en brazos de mujeres detestables. A determinada edad, le tientan a uno mas que las ninas que se aburren. O quiza la palabra no sea exactamente tentar.

Aunque ahora mis planes se dirigian principalmente a la calle Zamora, no despreciaba la posibilidad de sacarle algo interesante a Begona. Para ello la estaba provocando acaso mas alla de lo que la prudencia aconsejaba hacer en el comedor del hotel. Pero me producia un torcido placer mantenerla en aquel error que parecia hacerle dano.

– Ya veo que para ti solo soy una nina tonta -dijo, con aplomo-. Ojala pudieras ver con tanta claridad lo tonto que eres tu.

– ?Y por que no me lo ensenas, Begona? ?Que tienen Lucrecia y tu padre a medias?

– No vas a conseguirlo, hombre devastado. Tendras que descubrirlo por ti mismo. Yo no estoy de tu parte.

– Begona.

– Deja de decir mi nombre. Me fastidia como suena en tu voz. -Sus palabras eran de ira, pero las pronuncio con absoluta calma.

– Nunca me he acostado con Lucrecia.

– ?Al final no quiso?

– Desde el principio no quise yo.

Ya que mi anterior tactica habia fracasado, ensaye, aunque sin mucho empeno, la opuesta. Si no podia sonsacarla mediante la provocacion, siempre cabia la tecnica de reconciliarnos. Sobre todo con una mujer tan poco experta.

– ?Y quieres que te diga por que no quise? -propuse.

– Haz como quieras.

– Tiene que ver con la mujer de la que me acordaba ayer, en los jardines.

Infaliblemente, Begona volvio a prestarme atencion. Administrandome, comence a contarle partes inofensivas de la verdad:

– Aquella mujer era la hermana de Lucrecia. Tuve con ella una aventura indebida y los dos lo pagamos. De esto hace demasiados anos. Yo la olvide y ella tambien me olvido. Pero la vida tiende a la imperfeccion, asi que no hace mucho volvimos a encontrarnos. No paso nada, en el sentido que tal vez estes imaginando, pero si ocurrieron otras cosas. Ninguna agradable. Al final nos separamos y esa misma noche alguien la mato. De eso hace un mes, o menos. Asi empezo esta historia. Fui a ver a Lucrecia solo para hablar de su hermana. No puedo saber que le ha contado a tu padre. Lo que se es lo que paso. Yo no saque nada de Lucrecia y Lucrecia no saco nada de mi. Creelo o no, pero no te precipites a juzgarme por lo que vaya diciendo por ahi alguien como ella.

Begona estaba notoriamente impresionada.

– ?Estas insinuando que mi padre tiene algo que ver con la muerte de la hermana de Lucrecia? - pregunto.

– No estoy seguro. Pero tu les has oido hablar. Quiza hayan mencionado el asunto.

– Ni siquiera sabia que Lucrecia tuviera una hermana.

– Tal vez tu padre engana a Lucrecia. O Lucrecia a tu padre. O los dos estuvieron de acuerdo en matarla y no les gusta hablar de ello.

– A su propia hermana. No puedo creerlo.

– ?Por que no? Depende de lo que haya en juego. Y eso tu si lo sabes, Begona.

Me contemplo con desconfianza. A continuacion contesto:

– Yo no se mucho. Y todavia no ha llegado el momento de compartirlo contigo. Tal vez nunca llegue.

– Tal vez. Acaba tu desayuno. Nos marchamos.

– ?Adonde vamos a escondernos ahora?

– No vamos a escondernos. Vamos a atacar.

– Estas loco.

– No. Ahora ya solo juego sobre seguro. No tengas miedo. Y sigue siendo una buena chica, como hasta ahora. No pienso arriesgar nada, ni siquiera por ti. Si me causas algun problema habra una desgracia.

– Vuelves a amenazarme.

– No quiero que olvides en que estas metida.

– No te esfuerces por eso.

Terminamos el desayuno y nos dirigimos al vestibulo. Pague la cuenta y pedi una guia de Madrid. El individuo de la recepcion se mostro altivamente satisfecho de poder proporcionarme una muy reciente. La calle Zamora estaba cerca de Cuatro Caminos. Subiendo por Bravo Murillo, a mano izquierda. Agradeci al recepcionista su

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