creciente movimiento republicano. A ellos se sumaba la nunca extinguida amenaza carlista. Las intentonas de los montemolinistas, no exentas de planificacion ni de ferocidad, fueron, eso si, cada vez mas calamitosas, culminando en la ominosa captura de que fuera objeto el propio Montemolin, a manos, como no podia ser menos, de la Guardia Civil. Tras entrar clandestinamente en Espana, el pretendiente cayo prisionero en Tortosa, el 21 de abril de 1860, y cuentan las cronicas que al encontrarse frente a sus captores dijo haber oido decir en el extranjero que eran «una gran institucion que habia contribuido a moralizar a Espana, purgandola de ladrones y gentes de mal vivir». No seria esta la ultima vez que la Benemerita cosechara ese insolito trofeo que es el elogio del adversario. Montemolin fue puesto de nuevo en la frontera de Francia, previa firma de la renuncia a todos sus derechos dinasticos, y murio en 1861.

Pero volviendo a la turbulencia del regimen isabelino, basta un simple repaso de la lista de gobiernos para apreciar hasta que punto el pais se instalo en la inestabilidad. Lo que en definitiva cabia esperar de una corte que era mas bien un gallinero sobrado de gallos y con una sola gallina antojadiza que les otorgaba y retiraba su favor conforme soplaba el viento, en una sucesion de motines, revueltas y amagos de guerra civil a la que se prestaba, con entusiasmo digno de mejor causa, un pueblo ignorante y manipulado una y otra vez por la camarilla real y por una caterva de pretendidos estadistas. De uniforme o levita, ora revoloteaban en torno a palacio, ora se pasaban a la clandestinidad; ora fusilaban (siempre a los segundones del partido rival) ora escapaban por poco de ser fusilados. Tales eran los dirigentes de aquella Espana, con los que no es de extranar que el pais no llegara muy lejos, y en la que es verdaderamente de admirar que algo funcionase.

El gobierno de Espartero cayo en julio de 1856, tras varios meses de revueltas obreras y campesinas provocadas por la carestia de la vida y el aumento del paro, que impulso la incipiente organizacion del proletariado en movimientos de inspiracion marxista y socialista. En estas revueltas, por cierto, y siguiendo las instrucciones del ministro de la Gobernacion, el ya conocido del lector Patricio de la Escosura, jugo la Guardia Civil un papel controvertido, bien reprimiendolas con dureza, como ocurrio con las huelgas de braceros extremenos y andaluces o la huelga general textil de Cataluna, bien absteniendose, como ocurrio en las revueltas de Valladolid y Palencia, donde acabo incendiada la fabrica de Cuetara. Al final, Escosura, caido en desgracia, arrastro a Espartero, y la reina deposito toda su confianza en O'Donnell.

El giro al centro que prometia el nuevo jefe del gobierno provoco una nueva revolucion de julio, la de 1856, protagonizada por la Milicia Nacional, leal hasta el fin a don Baldomero. En los disturbios se distinguio un belicoso oficial de milicias llamado Praxedes Mateo Sagasta, llamado a altas responsabilidades en el futuro. Pero O'Donnell controlo energicamente la revuelta en Madrid, en esta ocasion valiendose de unidades militares mas que del ya fogueado 1er Tercio de la Guardia Civil. En cambio en provincias, donde la rebelion prendio con mas fuerza, los benemeritos fueron decisivos. En Malaga, uno entre muchos ejemplos, el comandante del cuerpo Jose Villanueva concentro a sus hombres en el castillo de Gibralfaro y rindio a los milicianos amenazando con bombardear la ciudad desde la fortaleza. Extinguidos los motines, y harto de su tendencia a levantarse, O'Donnell desarmo y disolvio por completo la Milicia Nacional. Al frente de la Guardia Civil, reforzada tras la desaparicion de su competidora, puso al teniente general Mac Crohon, tras cesar a Facundo Infante. Pero el mando de Mac Crohon seria breve, porque en octubre de 1856 cae O'Donnell como consecuencia de la llamada no sin sarcasmo «crisis del rigodon», escenificada durante un baile en palacio en el que la reina escogio como pareja no al presidente, sino a Narvaez, que volvio a la jefatura del gobierno una vez mas, nombrando para la inspeccion general de la Guardia Civil, de nuevo, a su viejo amigo el duque de Ahumada. Su primera medida fue derogar las reformas de vestuario de Infante, en lo que Aguado Sanchez califica como «equivocado inmovilismo».

En esta segunda y breve etapa al frente del cuerpo, el fundador hubo de hacer frente a una serie de motines republicanos, singularmente en Andalucia, y en especial en Jaen y Sevilla, donde olivareros alzados al grito de «?Viva la republica!» y otros elementos sediciosos son neutralizados por la Guardia Civil, que minimiza, gracias a la anticipacion, las bajas propias y contrarias. Pero la represion que sigue es contundente, con al menos siete ejecuciones documentadas.

Narvaez dimite en octubre de 1857, al negarse a ascender directamente a coronel al teniente Puig Molto (deduzcanse cuales eran los meritos del oficial en la estimacion regia). En la presidencia se suceden en apenas tres meses Armero e Isturiz, debiles jefes de gabinete que mantendran a Ahumada al frente de la Guardia Civil. La vuelta al poder de O'Donnell, en 1858, supondra su relevo definitivo, para pasar a desempenar el cargo de comandante general del Real Cuerpo de Alabarderos, donde permanecera hasta su retiro. Lo sustituye al frente de la Benemerita el teniente general Isidoro de Hoyos, vizconde de Manzanera y marques de Zornoza, que accede al cargo el 2 de julio de 1858. Bajo la direccion de este curtido militar, distinguido en la guerra de la Independencia, destacado antiabsolutista purgado por Fernando Vil y varias veces ascendido y condecorado en la primera guerra carlista, se iba a producir una importante reorganizacion y consolidacion del cuerpo, aprovechando lo que sera el periodo de mayor estabilidad de esta segunda mitad del reinado isabelino: el (relativamente) largo gobierno de O'Donnell y su Union Liberal, en la que reunio a ex moderados y ex progresistas para tratar de superar la dinamica de golpes y contragolpes que habia marcado la decada precedente.

Entre otras importantes aportaciones, se debe a Isidoro de Hoyos la creacion de la llamada Guardia Civil Veterana, con la que se trato de dotar a la villa y corte de un cuerpo de seguridad especifico y permanente, vistas las especiales necesidades que tenia la capital.

Con esta unidad, formada por veteranos del cuerpo, se buscaba tener a disposicion en la ciudad de Madrid a un contingente bien preparado que evitara en el futuro las concentraciones que en momentos de revueltas dejaban sin vigilancia la provincia. De esta Guardia Veterana saldria a partir de 1864 el Tercio de Madrid, un nuevo tercio comun del cuerpo, dotado con personal de nuevo ingreso. Tambien acometio Hoyos la reorganizacion del Colegio de Guardias Jovenes de Valdemoro, fundado tiempo atras y dotado de un primer reglamento organico por el general Infante en 1856. Con este nuevo impulso, la antigua y modesta Compania-Colegio se convertiria en el productivo vivero de nuevos guardias, hijos a su vez de miembros del cuerpo, que tanto aportaria a las filas benemeritas. Por ultimo, Hoyos llevo a cabo un considerable aumento de la plantilla, que en 1862 superaria los 13.000 hombres.

El poder de O'Donnell tuvo tambien su proyeccion fuera de las fronteras del reino, en la aventura de la llamada Guerra de Africa, el choque con el sultan de Marruecos por unos incidentes fronterizos en la zona de Ceuta, que llevo a la toma de la ciudad de Tetuan en 1860 y su posterior canje por una sustancial ampliacion de los limites de Ceuta y Melilla, a partir del angosto perimetro de las plazas originarias. En esa guerra se distinguiria por su arrojo o temeridad, segun se mire, el general Prim, que gano el titulo de marques de los Castillejos por su intervencion en la batalla del mismo nombre. Tambien tuvo su actuacion destacada la Guardia Civil, que agrego una unidad a la fuerza expedicionaria, y dentro de ella, el teniente Teodoro Camino, de quien dejo escrito Pedro Antonio de Alarcon que en la batalla de Uad-Ras llego a cargar una docena de veces al frente de sus guardias contra los jinetes marroquies, lo que segun el cronista lo convirtio el oficial que mas enemigos habia matado por su mano en la guerra. Otros servicios de mas amable memoria los prestaron los guardias en la proteccion de los prisioneros marroquies, o manteniendo la seguridad en las calles de Tetuan tras la conquista de la ciudad por los espanoles.

Tras la borrachera de gloria que supuso la victoria africana, el gobierno de la Union Liberal se deslizo hacia su declive. Un primer aviso fue la revuelta republicana de 1861. Al fin, O'Donnell dimite en febrero de 1863 y es reemplazado por el marques de Miraflores, de tendencia moderada, que precipita la descomposicion de la Union Liberal y empuja hacia la conspiracion a los descontentos progresistas. Como ministro de la Gobernacion nombra a Rodriguez Baamonde, que no tarda en entrar en conflicto con el ahora denominado director general de la Guardia Civil, Isidoro de Hoyos, al negarse este a exhortar a los guardias a que «aconsejen» a los electores el voto por los candidatos gubernamentales en las elecciones de noviembre de 1863. En ese mes se pone al frente del cuerpo el teniente general Quesada Matheus, marques de Miravalles, de tendencia netamente moderada, veterano de la guerra carlista y de la expedicion marroqui. Fue un jefe breve (apenas 10 meses) pero que sin embargo llego a una gran compenetracion con los guardias, a los que visitaba en los puestos mas apartados, y se declaro en plena sintonia con su espiritu de neutralidad politica y respeto escrupuloso de los reglamentos. Al reves que sus antecesores, adopto para si el uniforme del cuerpo, y agradecio el derecho a seguirlo vistiendo que se le concedio despues de cesar en el cargo.

Miraflores dura poco. En enero de 1864 lo sucede el moderado Lorenzo Arrazola, al que apenas un mes y medio despues reemplaza Alejandro Mon, que nombra al frente de Gobernacion a Antonio Canovas del Castillo, durante los seis anos anteriores subsecretario del departamento. En esa responsabilidad debera enfrentarse a la

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