insumision progresista, encabezada por Prim. Su reaccion fue una Ley de Prensa que abria el camino a que los delitos de opinion fueran juzgados en consejo de guerra por la jurisdiccion militar. El descredito del gobierno y la irritacion de los militares por esta cacicada fueron notables. Mon acaba dimitiendo, y en septiembre de 1864, la reina, aconsejada por su madre, recien regresada del exilio al que partiera tras la revolucion de 1854, llama de nuevo a Narvaez. El viejo general trato de mostrarse conciliador, amnistiando los delitos de imprenta sentenciados con arreglo a la ley Canovas. Pero el gesto no sedujo a los progresistas, que se reafirmaron en su desafio al Gobierno. La cartera de la Gobernacion la ocupo Gonzalez Bravo, y al duque de Ahumada le fue ofrecida de nuevo la direccion de la Guardia Civil. Pero el fundador rehuso el ofrecimiento, por las diferencias que mantenia con el general Fernandez de Cordoba, ministro de la Guerra, desde la revolucion de julio de 1854. Asi fue como a Quesada Matheus lo sucedio al frente del cuerpo Angel Garcia de Loygorri, conde de Vistahermosa, procedente de la mas rancia nobleza andaluza y narvaista acerrimo.

Con esta nueva direccion, y de nuevo bajo el mando ultimo del presidente del gobierno que alentara sus inicios, la Guardia Civil parecia predestinada, otra vez, a enfrentarse a sus conciudadanos, entre los que se extendian las ideas de los progresistas descontentos, encabezados por Prim, los socialistas que dirigia Pi y Margall y los democratas (o republicanos) de Emilio Castelar. No era este el afan de los guardias, que por aquel tiempo protagonizaron por lo demas gestos resenables de solidaridad con la poblacion, como la asistencia que prestaron a las victimas de la terrible epidemia de colera de 1865, o la negativa a cobrar el estipendio que les correspondia por proteger a los recaudadores de contribuciones, a quienes los airados contribuyentes agredian cuando se presentaban en los pueblos a reclamar los pagos atrasados. La recompensa por ese odioso servicio prefirieron los guardias civiles destinarla a instituciones de beneficencia. Pero ya lo quisieran o no, de nuevo iban a ser confrontados con el pueblo. El detonante fue la famosa noche de San Daniel, en la que, tras la alianza sellada por los opositores al regimen el 6 de marzo de 1865, en una fonda de la calle Jacometrezo, se escenifico el arranque de la revolucion que a la postre acabaria con la agonica y decadente monarquia isabelina.

Los incidentes tienen como origen el cese del rector de la Universidad Central, Juan Manuel Perez de Montalban, por negarse a instruir expediente a Castelar, catedratico de Historia de esa universidad. Furiosos con la medida, los estudiantes organizan una serenata para desagraviar al rector cesado y a la vez protestar contra el gobierno. Los estudiantes obtienen el permiso del gobernador civil, Jose Gutierrez de Vega, que monta un fuerte dispositivo con el Tercio de Madrid para cuidar de que no se altere el orden. La serenata se lleva a cabo el 8 de abril, y la proximidad de estudiantes y guardias da lugar a una escalada de tension que desencadena una algarabia de insultos y silbidos a los uniformados. Estos acaban por correr y disolver al gentio.

El lunes 10, festividad de San Daniel, debia tomar posesion el nuevo rector. La Guardia Civil ocupo literalmente la zona universitaria, en la calle de San Bernardo y aledanos, y garantizo el normal desarrollo del acto academico. Pero las algaradas que siguieron hicieron perder los estribos a Narvaez, que se irrito con su ministro de la Gobernacion. Gonzalez Bravo, desbordado, ordeno a los guardias que cargaran, y estos, enardecidos por los insultos que llevaban horas y dias sufriendo, se lanzaron contra los revoltosos con «rabiosa gallardia», segun un testigo de los hechos, el novelista Perez Galdos. La refriega duro varias horas, y causo no pocas bajas entre la poblacion civil. Mal empezaba la revolucion. Pero tambien de esta saldria vivo el cuerpo.

Capitulo 6

De la «Gloriosa» a la Restauracion

En el manifiesto redactado por Castelar el 15 de abril de 1865 se proclamaba la voluntad de instaurar la libertad de prensa, la unidad legislativa y el sufragio universal. Es momento de aclarar que hasta ese momento en las elecciones espanolas no votaban todos, sino solo los varones con rentas suficientes, siguiendo el cinico criterio expuesto en su dia por Joseph de Maistre, segun el cual solo aquellos que se encontraban exentos de la necesidad de trabajar poseian el despejo suficiente para meditar juiciosamente acerca de los problemas de la cosa publica. El camino por el que el programa castelarista llegaria a llevarse a efecto, a pesar del comprensible entusiasmo popular, seria largo y azaroso, con varios intentos fallidos y el protagonismo casi absoluto de un carismatico y audaz jefe militar que ya ha asomado varias veces a estas paginas: Juan Prim y Prats. De uno u otro modo, Prim estuvo detras de todas las intentonas revolucionarias que culminaron en septiembre de 1868 con la llamada revolucion Gloriosa o Septembrina, que enviaria al exilio a la ya amortizada y finalmente nefasta soberana Isabel II.

Tras la noche de San Daniel, que en lo que a la Guardia Civil respecta vino a suponer un nuevo episodio de distanciamiento abrupto con la poblacion, O'Donnell reclama el gobierno. Narvaez dimite y la reina vuelve a confiar una vez mas en su otro general de cabecera, quien a su vez cesa a Vistahermosa al frente de la Guardia Civil y lo sustituye por el ya septuagenario Hoyos, que apenas aguanta un semestre en el cargo. El 28 de diciembre de 1865 lo releva el mariscal Serrano Bedoya, cuya gestion seria decisiva en la definicion de la actuacion del cuerpo durante el llamado sexenio revolucionario. El nuevo director general, que habia probado sus primeras armas contra los carlistas, habia visto como Narvaez le negaba los ascensos concedidos por Espartero, de quien era seguidor. El desaire lo aproximo al bando de O'Donnell, que lo promovio a diversos puestos de alta responsabilidad, entre ellos la capitania general de Madrid. Pero tambien lo unia una estrecha amistad con Juan Prim, el general que a la sazon conspiraba para derrocar al gobierno que habia nombrado a Serrano Bedoya…

A un primer pronunciamiento fallido en Villarejo de Salvanes en enero de 1866 le sucede la llamada Sargentada de San Gil en junio de ese mismo ano, alentada por Prim desde el exilio y dirigida sobre el terreno por el general Blas Pierrad. Aunque en esta ultima intentona, y gracias a la implicacion de sus sargentos (de ahi el nombre) se logro sublevar a varios regimientos en Madrid, la firmeza de las fuerzas leales al gobierno, entre ellas el Tercio de Madrid, desmonto el golpe. Entre los guardias destaco el ya teniente coronel Teodoro Camino (el belicoso combatiente de Uad-Ras), que repitio al frente de sus guardias a caballo la faena que hiciera contra los jinetes marroquies, pero esta vez cargando contra los artilleros rebeldes emplazados en la calle Preciados, a los que redujo sin problemas. Al jefe del primer Tercio, el coronel Carnicero (ironias de la onomastica) le toco expugnar la muy bien defendida barricada de la calle de la Luna, donde dejaron la vida un comandante y diez guardias. A la asonada siguieron consejos de guerra sumarisimos, que concluyeron en la condena a muerte de medio centenar de sargentos, cabos y soldados. Una vez mas, siguiendo la constante de los pronunciamientos decimononicos espanoles, se sacrificaba a la tropa y los cabecillas salian indemnes. Pierrad huyo y Prim asistio al fracaso desde la seguridad de su exilio londinense.

Tras la cuartelada, O'Donnell, fortalecido por la victoria, aplico mordaza a la prensa y suspendio las garantias constitucionales, lo que lo puso en conflicto con el Senado. Coloco a la reina en el dilema de escoger entre la camara y el, pero la soberana le dio la espalda. Furioso, el general juro que nunca mas volveria a palacio mientras Isabel II fuera su inquilina y se retiro a Biarritz, donde murio el 5 de noviembre de 1867, cenido a su juramento. Su sustituto no seria otro que el incombustible Narvaez, quien en la Sargentada habia recibido en el hombro una bala perdida que pudo tomar como un tiro de suerte, ya que lo trajo de vuelta al poder. Si es que eso podia reputarse fortuna.

Para su gobierno vuelve a contar con Gonzalez Bravo en Gobernacion. Su labor principal consiste en desmantelar los ayuntamientos y diputaciones en que se habian hecho fuertes los unionistas (nombre que adopto la coalicion opositora). Tambien se disuelven las Cortes y se convocan elecciones para marzo de 1867. En la nueva camara salida de estas los unionistas bajan de 121 a 4 escanos. Al frente de la Guardia Civil Narvaez releva al dudoso Serrano Bedoya y coloca al moderado Rafael Acedo Rico, conde de Canada. Por lo demas, el de Loja intenta acercarse a los disidentes, pero su desalojo de las instituciones ha persuadido ya a estos de que han de asaltar el poder por la fuerza.

Tras una reunion en Ostende en la que estan presentes los militares Prim, Pierrad, Milans del Bosch y Pavia y los civiles Sagasta, Ruiz Zorrilla y Manuel Becerra, se decide la invasion por el Pirineo catalan. Para defenderlo, el gobierno concentra en la frontera a la Guardia Civil, no fiandose de la resistencia que puedan ofrecer a la

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