Todavia tendra que distraer algunos esfuerzos para hacer frente a la no del todo sofocada revuelta carlista, pero este asunto, prioridad del joven monarca, que apenas pone el pie en el pais se desplaza al frente del Norte para revistar y arengar a las tropas que alli combaten, queda cerrado poco tiempo despues. Lo logra una combinacion de exitos militares (primeramente en la zona de Vizcaya y luego en los focos resistentes de Aragon y Cataluna) con habiles sobornos y componendas, que culminan con la sumision a Alfonso XII del veterano carlista Ramon Cabrera, a cambio de un generoso indulto, poniendo asi fin a su larguisima trayectoria como insurgente. Su desercion viene a compensar sobradamente otra, significativa para la Guardia Civil, por excepcional: la del coronel Freixas, jefe del tercer Tercio, que en julio de 1873 abandono el cuartel de la Rambla al frente de sus guardias y en el llano del Llobregat, a la altura de Sant Boi, les comunico su intencion de ponerse al servicio de Carlos VII, unica alternativa monarquica a la descompuesta republica. No sobra indicar que al final, de 150 hombres, siguieron a Freixas solo 26 guardias y varios oficiales. Los demas volvieron a Barcelona, donde fueron aclamados por el pueblo por su lealtad republicana.
La liquidacion del ensueno carlista llegara finalmente en 1876. A finales de 1875, aniquilada ya la insurreccion en Cataluna y Aragon, se hizo un llamamiento general a filas, que incluyo la concentracion total de la Guardia Civil. Se formo un contingente de 150.000 hombres, dividido en dos cuerpos de ejercito, uno para reducir las provincias vascongadas, al mando del general Quesada, y el otro dirigido por Martinez Campos, para reconquistar Navarra. El 19 de febrero de 1876, las tropas gubernamentales, al mando del general Primo de Rivera, entran en Estella. El 24 de febrero, Carlos VII abandona San Sebastian. Cruza la frontera por Valcarlos, pronunciando en el acto un tan historico como incumplido «Volvere». El 20 de marzo, Alfonso XII regresa a Madrid, donde es triunfalmente recibido por la poblacion. Un pequeno lunar empana el dia: al cruzar la Puerta del Sol, el anarquista tarraconense Juan Oliva le dispara con una pistola, fallando el blanco. El frustrado magnicida sera detenido, juzgado y ejecutado, pero el incidente, en el momento liminar de la
En junio de 1876 se aprueba una nueva Constitucion, que declara la soberania compartida entre el rey y las Cortes (bicamerales, como las actuales, con Senado y Congreso de los Diputados), pero reservandole al monarca la potestad de disolver las camaras, vetar leyes y nombrar al gobierno. Del derecho a voto no dice nada, para eludir de entrada un sufragio universal que se implantara por via legislativa en 1890 (y por descontado, solo para los varones). Con este instrumento y el poder que logra reunir el inspirador de la ley fundamental, Canovas del Castillo, mas el prestigio de la Corona bajo la que se ha eliminado toda la resistencia interior, se abre un periodo de inedita estabilidad politica, que vendra a robustecerse con la integracion en el regimen de una parte de sus disidentes, bajo el paraguas del partido liberal de Praxedes Mateo Sagasta, y el establecimiento de un sistema de alternancia con los conservadores de Canovas. Todo parece pues favorable, no solo para el progreso y la paz del pais, sino tambien para que la Guardia Civil, dedicada plenamente a sus tareas civiles, termine de cuajar y perfeccionar su papel en el seno de la sociedad espanola.
Las razones por las que el regimen canovista no lograra esto, sino mas bien todo lo contrario, hay que buscarlas en las dos carcomas con las que se inaugura el edificio de la monarquia alfonsina, imperceptibles a primera vista bajo el lustre de sus laureles militares y la elocuencia y habilidad de sus experimentados jefes politicos, pero intensa y profundamente infiltradas en su estructura: por un lado, la precaria situacion en lo que le queda a Espana de su viejo e inmenso imperio colonial; y por otro, el arraigo, en importantes y crecientes sectores de la poblacion, de un impulso de insumision y rebeldia social exacerbado por tres decadas de revoluciones fallidas, en las que los ciudadanos han acudido una y otra vez a las barricadas para no sacar otra cosa que sangre y palos y contribuir al medro de jerifaltes y caciques cuyos herederos ahora se reparten comodamente el pastel.
En las colonias, en efecto, la situacion se hallaba ya muy deteriorada. El alcance de esta obra impide examinar la cuestion en profundidad, pero tanto en Cuba, desde el grito de Yara lanzado en 1868 por el abogado y terrateniente mason Manuel Cespedes, que reuniria a la voz de «?Viva Cuba Libre!» a cerca de 8.000 sediciosos, como en Filipinas, donde el medico mestizo Jose Rizal, educado en Espana, intentaba sin exito una via de entendimiento con la metropoli (respetando a los habitantes originarios de las islas y limitando los insoportables privilegios de las ordenes religiosas, gestoras despoticas de sus recursos), los acontecimientos, con el oportuno aliento e interesado concurso de la potencia emergente de los Estados Unidos de America, se precipitaban hacia el desastre. Por cierto que en ambos territorios hubo Guardia Civil. Tanto en Cuba como en Filipinas el cuerpo presto un servicio esencial para la seguridad interior, dificultado por las caracteristicas climatologicas y geograficas de ambas colonias, y tambien le tocaria, como en la Peninsula, llegado el momento de la insurreccion, hacer frente a los rebeldes. En esa labor se distinguio con su habitual firmeza y entrega, y es de destacar la abnegacion que mostraron los miembros de la Guardia Civil Indigena de Filipinas, formada a partir del Tercio en comision creado en Luzon en marzo de 1868 y el regimiento indigena de infanteria numero 5. Los guardias civiles filipinos probarian sus cualidades en la expedicion de febrero de 1876 contra los rebeldes musulmanes de Jolo, que consiguieron tomar, desalojando al sultan, tras un exitoso desembarco en Zamboanga. Otro hecho de llamativo heroismo fue el debido a los guardias indigenas Domingo Pablo Sebastian, Candido Sanchez Alana y German Galafon Domingo, integrantes del puesto de Pangil, que el 14 de septiembre de 1885 hicieron frente a medio centenar de hombres armados y lograron repelerlos, resultando los tres heridos y causando siete muertos a los atacantes.
En cuanto al frente interior, la proclamacion de la monarquia, con ser bien recibida por muchos, no habia ni mucho menos extirpado el sentimiento republicano espanol. Durante el sexenio revolucionario, este sentimiento se habia desarrollado y plasmado no solo en la republica unitaria vigente como forma de gobierno constitucional durante el ano 1873, sino tambien en los experimentos federales y cantonales, que aun frustrados, subversivos y en buena medida de infausta memoria, por los atropellos cometidos por los elementos mas fanatizados, no dejaron de suponer para muchos espanoles la encarnacion romantica de una legitima y siempre burlada aspiracion de justicia social. Aspiracion esta cuya pertinencia se veria reforzada por el incipiente desarrollo economico y la industrializacion del pais, gestionada con mano de hierro por los poderosos y en perjuicio notorio y con frecuencia abusivo de las clases populares, que alimentaron con su sudor el enriquecimiento de una minoria poco dispuesta a compartir los reditos del progreso. Entre los republicanos desairados, y el movimiento obrero que inexorablemente se extendia por el pais, el regimen canovista encaraba un desafio digno de tenerse en cuenta. Pero, confiado en su fuerza, resolvio afrontarlo de una manera arrogante e intransigente, lo que no hizo sino agravar la brecha social espanola y preparar un siglo XX lleno de infortunios para la nacion. Y su instrumento preferido fue la Guardia Civil, que no se sustraeria a los desperfectos que esa estrategia de dura represion traia aparejados.
Los residuos del republicanismo derrotado logro el regimen extinguirlos con relativa rapidez. Ya el 4 de febrero de 1875 Canovas expulsa del pais a Ruiz Zorrilla, el dirigente republicano mas destacado. Desde el exilio este alienta la sublevacion, que se materializa en el alzamiento del comandante Villarino en Navalmoral de la Mata, el 2 de agosto de 1878, al grito de «?Viva la Republica y abajo los consumos!». La intentona, mas bien folclorica, es prontamente sofocada por los guardias civiles, pero Ruiz Zorrilla no descansa y logra adherir a su causa a un cierto numero de jefes militares, lo que lleva a la proclamacion de la Republica en Badajoz el 5 de agosto de 1883 por el teniente coronel de caballeria Serafin Asensio Vega. Le siguen Santo Domingo de la Calzada y la Seu d'Urgell, pero la energica reaccion gubernamental desactiva pronto la sublevacion y sus cabecillas huyen a Portugal y Francia. Tras la intentona, se restablecieron las garantias constitucionales, que habian quedado suspendidas, pero se dictaron nada menos que 173 condenas de muerte. El episodio le costo temporalmente el poder a Canovas, sustituido por Posada Herrera (con Sagasta en la presidencia del Congreso), pero en enero de 1884 el rey repuso al conservador al frente del gabinete, desde donde vivira una ultima intentona desesperada, la del capitan de Carabineros Higinio Mangado, en abril de ese mismo ano. Mangado, a quien seguian carabineros que con el habian pasado a Francia, fue frenado en seco por sus propios companeros de cuerpo en el puesto de Valcarlos, por donde pretendia entrar en el pais. En la refriega cayeron Mangado y siete de sus hombres, y el resto sufrio los rigores de la justicia gubernamental.
Habiendo aplastado de forma tan expeditiva a los republicanos, podia creerse Canovas en condiciones de reducir a cualquier enemigo interior. Pero a cada poder le surge el oponente apropiado a su naturaleza, y el que iba a convertirse en la pesadilla del regimen era el anarquismo, tanto rural como urbano. Sobre el peculiar exito en Espana de la ideologia anarquista, derrotada a escala continental por la version marxista del movimiento obrero, mucho se ha escrito y no es este el lugar de ahondar en ello. Pero sin duda pesaron, en las simpatias que el ideario acrata y sus metodos recibieron entre los espanoles, una historia llena de indisciplina, tanto social como