institucional, donde no solo el pueblo tendia con facilidad a la desobediencia y el desorden, sino que los proceres cambiaban con soltura de los despachos ministeriales a los escondrijos y disfraces propios del proscrito, y viceversa. Los espanoles, que habian desalojado a Napoleon con el invento de la guerrilla, y que vivian en un pais de dudosa vertebracion en muchos aspectos, abrazaron con entusiasmo el metodo anarquista, basado en la clandestinidad, el caos y la contundente propaganda por el hecho, como el ideal para erosionar el poder que las clases dominantes habian establecido sobre la sociedad por mediacion del potente Estado salido de la Restauracion. Y el Estado, para salir al paso de esta amenaza, emplearia sin titubear su mejor ariete: la Guardia Civil.
Es momento de indicar que la monarquia alfonsina se comporto con el cuerpo de una manera contradictoria. Por un lado aumento su plantilla en una medida limitada, hasta los 16.000 hombres, y no fue demasiado generosa ni con los haberes de los guardias (claramente desfasados), ni con sus pensiones (que los abocaban a la indigencia) ni con la dotacion presupuestaria, que llego a resultar insuficiente para comprar, caballos dignos del servicio. Pero por otro le encomendo importantes responsabilidades y le otorgo trascendentales funciones, ademas de dotarla de considerable autoridad. En particular, destaca la condicion de «centinelas permanentes» que por ley se otorgo a los guardias civiles, lo que suponia que cualquier atentado contra estos era objeto del mas severo castigo. En congruencia con ello, se establecio un nuevo regimen de acceso y seleccion que continuaba con el elitismo iniciado con Ahumada, al anadir a la necesidad de saber leer y escribir (en un pais que seguia siendo muy mayoritariamente analfabeto) el dominio de las cuatro reglas (algo entonces muy raro entre los espanoles) y mantener la exigencia de una estatura minima nada desdenable para la epoca (1,677 metros para infanteria y 1,690 para caballeria), amen de la previa e irreprochable experiencia militar, de la que solo se eximia «por su especialidad y dialecto» a los aspirantes de las provincias vascongadas. Una vez incorporados los guardias, se sometian a la formacion profesional continuada en el propio puesto, cuyo comandante les pasaba una hora diaria de academia, con un periodo mas intenso para los nuevos, de entre seis meses y un ano, en el que prestaban servicio acompanando al comandante o a un guardia de primera clase. El sistema, complementado con un control continuo del nivel de los guardias, dio buenos resultados. Se creo ademas el Colegio de Oficiales de Getafe, radicado en el antiguo Hospitalillo de San Jose de esa localidad madrilena, para nutrir la oficialidad de base de la Guardia Civil con candidatos extraidos entre sargentos de todas las armas (dos de cada tres) y del propio cuerpo (el tercio restante). Siendo buena la idea, los modestos medios del Colegio, y la discriminacion a favor de los de fuera y en perjuicio de los de la propia Benemerita, que eran los mas experimentados en su servicio peculiar, contribuyeron a que no tuviera demasiado exito. Tras formar a varias promociones de segundos tenientes, poco apreciados por los suyos, acabo cerrando en 1903.
Por otra parte, tambien se reforzo la importancia militar de los guardias civiles, al ser tenidos en cuenta por la ley que regulaba el ejercito como un cuerpo mas de este, con autonomia para desarrollar sus funciones civiles en tiempo de paz. Se ponian bajo el mando militar al declararse el estado de guerra, conforme prevenia la Ley de Orden Publico. Por esta via se integro la Guardia Civil, como un cuerpo militar mas, y especialmente escogido, en las campanas contra los carlistas, donde muchas unidades militares ordinarias fueron encuadradas por guardias civiles, esto es, siendo los guardias los cuadros de dichas unidades para asegurar su cohesion y disciplina. Ademas, en la ruralizada sociedad espanola de la epoca (mas del 70 por ciento de la poblacion vivia fuera de las zonas urbanas), le tocaba a la Guardia Civil, responsable unica del control de las areas rurales, velar por la seguridad de la mayoria de los ciudadanos. Pero tambien en las ciudades tuvieron que seguir dando el callo los guardias. El proyecto de Cuerpo de Orden Publico, embrion de la futura policia civil, que Sagasta bosquejara en 1870, como ministro de Amadeo I, no se llevo a efecto mas que en escasa medida y en la ciudad de Madrid, por lo que en el resto de grandes ciudades, con la obligacion de atender a una conflictividad social creciente que eso implicaba, la responsabilidad seguia siendo de la Guardia Civil. Incluso en la capital, dado el empaque insuficiente del Cuerpo de Orden Publico, el 14° Tercio continuo constituyendo el auxiliar decisivo para mantener el orden.
Asi lo evidenciaron las algaradas de noviembre de 1884 (la llamada noche de Santa Isabel, tras la clausura de la universidad por el autoritario gobernador civil y conspicuo canovista Raimundo Fernandez Villaverde) y julio de 1885 (cuando el mencionado e impopular gobernador fue abucheado al acudir junto al gobierno a recibir al rey en la estacion de Atocha). En la primera ocasion los guardias civiles ocuparon la universidad, y en la segunda, despues de recibir disparos (o eso
se alego) cargaron contra la multitud, causando un muerto y seis heridos Dos acciones que no contribuyeron precisamente a su popularidad aunque por aquellos mismos dias se multiplicaran los esfuerzos benemeritos en auxilio de la poblacion, durante los graves terremotos de Granada y Malaga en la Nochebuena de 1884 o la nueva epidemia de colera que en la primavera y el verano de 1885 asolo el pais.
Pero regresemos a los anarquistas. Su primer aldabonazo serio lo dieron en el campo andaluz, a traves de la peculiar sociedad secreta conocida como La Mano Negra. Hacia el ano 1878, se puso de manifiesto que la estadistica criminal se habia disparado en la provincia de Cadiz, y mas en particular en la comarca jerezana: a los robos y actos de violencia contra las personas, se sumaban los actos vandalicos, como incendios, destrozos de vinas y otros cultivos. Pronto llegaron los asesinatos, y en las paredes blancas de los cortijos empezaron a aparecer unas manos negras (dibujadas con carbon, recorriendo el contorno de la propia mano apoyada). El movimiento, arraigado en Andalucia gracias a las desigualdades ancestrales en la propiedad de las tierras y en el disfrute de la riqueza, tenia, como su propia iconografia, inspiracion internacional: otras Manos Negras actuaron en Francia contra la restauracion borbonica, en Italia y en Nueva York. La clave era la ley del silencio que imponian a sus miembros, en la que cifraban, al estilo manoso, todo su poder. Pero hacia 1883, los periodicos empezaron a informar con cierto sensacionalismo de la hermetica organizacion criminal, lo que hizo cundir el panico entre la poblacion y engordar rapidamente su leyenda. Aparte de los crimenes propios, se les adjudicaban los cometidos por partidas de bandoleros comunes.
Fue la Guardia Civil, como ya se habra imaginado el lector, la encargada de desvelar el misterio y neutralizar la amenaza. A su frente se hallaba por aquel entonces el teniente general sexagenario Tomas Garcia Cervino, que habia relevado poco antes a Fernando Colomer, marques de la Cenia, quien habia dirigido el cuerpo con pulso firme y talante austero durante los siete primeros anos del reinado de Alfonso XII. Hijo de labrador y curtido soldado, Cervino se mostro buen conocedor del medio rural y como gestor, poco proclive a las innovaciones, refiriendose siempre a Ahumada como «genio organizador». La manera en que los guardias entonces a sus ordenes dieron en desvelar el secreto de La Mano Negra no esta exento de ribetes rocambolescos. El primer hilo para tirar de la madeja lo puso sobre la mesa el capitan excedente del cuerpo (y jefe de los guardias rurales de Jerez) Tomas Perez Montforte, al encontrar, supuestamente, un cuaderno que contenia el reglamento de la sociedad secreta. Segun otras versiones, este Perez Montforte fue acusado por algun campesino de inducirle a quemar cosechas, por lo que bien pudiera estar dentro de la organizacion y, arrepentido o resentido, decidio tirar de la manta. El cuaderno, con un significativo preambulo, contenia un reglamento de nueve articulos que describia el funcionamiento de la organizacion.
Decia el preambulo: «Considerando que todo cuanto existe y aprovecha para el bienestar y goces de los hombres ha sido creado por la fecunda actividad de los trabajadores. Que por efecto de la absurda y criminal organizacion de la sociedad presente los trabajadores lo producen todo y los ricos y holgazanes se lo quedan entre sus unas. Que por esa causa ellos aseguran el imperio eterno sobre los pobres, dentro de cualquier forma de Gobierno que sea […] Que la propiedad adquirida por la renta o el interes es de las que deben considerarse como mal adquiridas, por no haber otra que la directamente adquirida con el trabajo productivo […] Por estas razones y en vista de que todas las leyes estan hechas en provecho de sus privilegios y en contra de nuestros derechos: declaramos a los ricos fuera del derecho de gentes y declaramos que para combatirlos como se merecen y es necesario, aceptamos todos los medios que conduzcan al fin, incluso el hierro, el fuego y aunque sea la calumnia. Declaramos querer ser vengadores de nuestros hermanos y para este objeto, y aclarar el gran dia de la revolucion popular, se fundo en Espana esta asociacion que trabajara de acuerdo con las del mismo caracter y tendencias de todos los paises». En el articulado se establecian las reglas de sigilo que debian observar sus miembros para garantizar el caracter secreto de la organizacion, que incluian la obligacion de mantener un oficio fuera de sospecha, asi como el castigo para quienes contravinieran ese sigilo: suspension o «muerte violenta» segun la gravedad del desliz. Tambien se pagaba con la muerte, instantanea, la desercion de la que sus fundadores definian como «una grande y formidable maquinaria de guerra», o la desobediencia de las ordenes que emanaban del llamado «Tribunal Popular», formado por diez individuos de la organizacion. Su constitucion, segun expresaba su reglamento (que tambien lo tenia) venia motivada por la necesidad de castigar los crimenes