benemeritos, unica esperanza a la sazon de restablecer el perdido orden interior. El 6 de septiembre Salmeron permuta su cargo con Castelar, para evitarse firmar la sentencia de muerte de un cabo que habia desertado para unirse a los carlistas. Siendo ya Castelar presidente, se decreta el procesamiento del coronel de la Iglesia, por conspirar contra la Republica. Su familia es expulsada del pabellon que ocupa y al coronel lo conducen a prisiones militares. En la direccion general del cuerpo reemplazan consecutivamente a Socias los generales Acosta y Portilla Gutierrez. Al coronel de la Iglesia, a quien urge reparar el perjuicio causado, se lo pone en libertad condicional, en tanto se celebra un consejo de guerra que nunca llegaria a abrirse. Se le abonan todos sus haberes, pero no se le asigna destino. Queda en Madrid en situacion de disponible.
Entre tanto, Figueras, Pi y Margall y Salmeron han comenzado a conspirar para defenestrar a Castelar. Enterado del movimiento el capitan general de Madrid, Pavia, gaditano como Castelar y muy agradecido a este (no esta de mas resenar que gracias a la Gloriosa habia ascendido de comandante a teniente general), resuelve impedirlo por la fuerza. Entra en contacto con el coronel de la Iglesia y lo sondea para saber si puede contar con la adhesion de la Guardia Civil de Madrid en caso de que Castelar, como han convenido sus adversarios, pierda la decisiva votacion que ha de tener lugar en la Asamblea Nacional el 2 de enero de 1874. Lo que en ese caso se propone Pavia es disolver las Cortes y le pregunta al coronel, a quien desea encomendar la ejecucion material de esta accion, si la tropa lo obedecera para llevarla a cabo. De la Iglesia le responde, escueto: «Asi lo espero, mi general».
En la votacion, Castelar resulta literalmente barrido. Se nombra para sustituirlo al diputado Eduardo Palanca y se disponen los parlamentarios a votar uno a uno a los ministros. Pero Pavia ya se ha apoderado de los puntos estrategicos de la ciudad. El coronel de la Iglesia entra en el hemiciclo y, dirigiendose al presidente de la camara, Salmeron, le expone que la votacion ya no tiene objeto. Lo hace con mayor correccion y mas respeto que otro jefe de la Benemerita que asaltara el palacio de las Cortes un siglo mas tarde, pero con manifiesta firmeza. A eso sucedio un alboroto en el que segun el diario de sesiones muchos diputados se declararon dispuestos a dejarse matar y a no desalojar la sala sino empujados por las bayonetas. Castelar ordeno al ministro de la Guerra en funciones que redactara la destitucion de Pavia. De la Iglesia se dirigio a Salmeron para decirle que la Asamblea estaba disuelta, y cuando el presidente de la camara le informo de que Pavia estaba destituido, el coronel replico: «Ya es tarde para eso».
Poco despues irrumpieron las fuerzas del 14° Tercio para desalojar a los parlamentarios. Salmeron abandono la sala, seguido por sus maceros. Aunque hubo algun disparo al aire, el unico herido fue un diputado que se descalabro al lanzarse desde una ventana. Emilio Castelar, destrozado, fue uno de los ultimos en abandonar el hemiciclo.
Como sin duda intuia el que seria su ultimo presidente, la I Republica estaba acabada, y en su apuntillamiento fueron decisivos los mismos guardias civiles que la habian defendido durante aquel convulso ano contra sus muchos enemigos, de fuera y de dentro. Una paradoja, que dejaba para la historia del cuerpo una imagen de todo punto deplorable, la de unos servidores del pueblo y de la ley arreando con sus fusiles a los legisladores y representantes de ese pueblo.
En la jefatura del ejecutivo de lo que, disuelta la camara, ya no puede propiamente considerarse una republica, se coloca el general Serrano Dominguez, que forma un gabinete con constitucionalistas como Sagasta, radicales como Cristino Martos y republicanos como el titular de Gobernacion, Garcia Ruiz. El golpe es en general bien acogido, tanto por el pueblo como por el ejercito, y el gobierno resultante, de corte autoritario, puede actuar con la energia necesaria para, una vez sofocada la revuelta cantonal en Cartagena (logro que culmino en diciembre de 1873 el sobrino de Serrano, el general Lopez Dominguez), combatir a los otros rebeldes, los carlistas, que han puesto sitio a Bilbao y la bombardean a diario. Serrano Dominguez asume personalmente el mando de las tropas, entre las que se cuentan numerosos efectivos de la Guardia Civil, para cuya direccion general ha vuelto a designarse al apolitico Jose Turon y Prats, que ya ocupara el puesto, desde el lado isabelino, en los albores de la Gloriosa. Otro caso de adaptacion asombrosa a los vaivenes de la politica espanola de su tiempo.
En abril de 1874, Serrano Dominguez logra levantar el sitio de Bilbao, pero no expugnar Estella, donde Carlos VII ha instalado su corte y el embrion de su proyectado estado, donde por no faltar no falta ni una incipiente Guardia Civil. En julio de 1874 el caudillo carlista Dorregaray, al mando de 25 batallones, traba
batalla en Abarzuza con los gubernamentales, mandados por el veterano general Gutierrez de la Concha, marques del Duero, que resulta muerto en
el combate. Un golpe durisimo para el gobierno, por el prestigio del militar abatido, pero que Dorregaray no aprovecha para marchar sobre Madrid. Las operaciones tambien fueron intensas en Cataluna, Aragon y Valencia. En todas ellas,
la Guardia Civil resulta decisiva para frustrar los propositos de los legitimistas, lo que aconseja su dependencia estrecha de las autoridades militares, aunque en diciembre de 1874, el ministro de la Guerra, Serrano Bedoya, comunica a su companero de Gobernacion, Sagasta, que se ha prevenido a los jefes militares para que, alli donde la sublevacion carlista vaya quedando neutralizada, pasen los guardias a desempenar sus funciones ordinarias de velar por el orden publico, sometidos en ellas a las autoridades civiles.
Contenida la acometividad del carlismo, el jefe del partido alfonsino, Canovas del Castillo, creyo llegado el momento de proponer la restauracion monarquica en la persona de Alfonso de Borbon, el joven hijo de Isabel II, que por su inspiracion firma en diciembre de 1874 el conocido como manifiesto de Sandhurst, el colegio militar britanico donde a la sazon cursaba estudios. En el, hace profesion de su espanolidad, su catolicismo y su liberalismo. El 29 de diciembre de 1874, el general Martinez Campos proclama en Sagunto a Alfonso XII como rey de Espana. En seguida lo secunda el grueso del ejercito. Canovas del Castillo queda detenido en el gobierno civil de Madrid por orden de Sagasta, jefe del gobierno. Pero el 31 de diciembre de 1874 lo releva al frente del gabinete, mientras el presidente, Serrano, se exilia en Biarritz. El 7 de enero Alfonso XII desembarca en Barcelona y el 14 hace su entrada en Madrid. La revolucion ha pasado a la Historia.
Capitulo 7
En los capitulos precedentes queda concentrada, en sintesis forzosamente apretada, la azarosa historia de los tres primeros decenios de la Guardia Civil. Es de notar en ellos que coincidiendo con una abracadabrante incertidumbre institucional, con el encadenamiento de revueltas y conspiraciones, con el cambio incluso de regimen politico a medio camino, y con todas las idas y venidas en el gobierno y al frente del propio cuerpo que por su singularidad y relevancia nos hemos detenido en detallar, la labor de los benemeritos no solo se desarrollo de forma eficaz y constante, sino que ademas se extendio a ambitos muy sensibles, como fueron las acciones que tuvieron que afrontar en medio de las querellas politicas internas, sin que su imagen ni su estima por parte de la poblacion saliera excesivamente malparada.
Habian actuado los guardias siempre al servicio del poder constituido, sin adoptar iniciativas propias para cambiar el curso de los acontecimientos (salvo la notoria y final excepcion del coronel de la Iglesia en el golpe de Pavia) y en general (salvo alguna excepcion tambien, como la reaccion airada en la noche de San Daniel) sin ensanarse con aquellos a los que les tocaba reprimir por orden superior: usando de la fuerza con prudencia, soportando estoicamente provocaciones y, llegado el caso, actuando con la contundencia necesaria pero sin buscar el encarnizamiento con los ciudadanos rebeldes. La inspiracion ahumadiana de tal proceder resulta evidente con solo releer los articulos de su Cartilla que quedaron transcritos paginas atras. Todo ello, junto a su labor sobresaliente en el mantenimiento de la seguridad interior y en el servicio al pueblo con ocasion de calamidades y catastrofes, les habia permitido atravesar los anos de la monarquia isabelina, la revolucion y la republica, sin concitar mas aversiones de las inevitables, gozando del respeto general (incluidos muchos de sus adversarios) y alcanzando una consolidacion institucional notable.
En efecto, cuando Alfonso XII ocupa el trono, la Guardia Civil se halla firmemente asentada en sus funciones.