(sin ninguna relacion con el ex director general y luego golpista Jose Sanjurjo Sacanell). Pero en la practica se trataba de un cuerpo totalmente desnaturalizado, dirigido por comites locales y provinciales, algunos de tan deplorable memoria como el de Madrid, compuesto en su mayoria por guardias civiles conductores destinados en el parque de automovilismo, y al que no se le ocurrio nada mejor que llevar a cabo una repulsiva labor de persecucion a traves de la checa autodenominada Spartacus, de direccion anarquista y sita en la iglesia de las Salesas Reales, en la calle Santa Engracia de la capital. Desde ella se dedicaron a investigar y purgar a los companeros, muchos de ellos denunciados por viejas rivalidades personales o domesticas que nada tenian que ver con su compromiso con la causa republicana. Llego a darse la paradoja de que acabaran en la checa hombres que se batian el cobre en el frente de la sierra, denunciados por otros que estaban emboscados en Madrid. En total, la checa Spartacus llevo a la muerte a medio centenar de guardias. Los muchos enemigos que la Benemerita tenia entre las fuerzas que habian asumido la vanguardia defensiva de la Republica (solo en apariencia, pues algunas de ellas, como es sabido, perseguian otros objetivos ultimos) empezaban a cumplir su viejo sueno de acabar con ella.

De las filas de la Guardia Nacional Republicana, extrana y amorfa reconversion del cuerpo fundado por Ahumada, hubo muchos que prefirieron desertar en cuanto tuvieron ocasion, para pasarse a la zona nacional y unirse a la Guardia Civil que alli continuaba existiendo. Otros muchos se mezclaron con las columnas combatientes que acudieron al frente a cortar el paso al ejercito rebelde o se integraron despues en el Ejercito Popular, donde por su instruccion y habilidad en combate desempenaron puestos de responsabilidad como cuadros de las unidades, a la vieja usanza del cuerpo, ya acreditada en las guerras carlistas. Entre unas cosas y otras, el terreno quedo abonado para que en diciembre de 1936 se aprobara un nuevo decreto que refundia en un nuevo cuerpo de Seguridad los existentes cuerpos de Vigilancia, Seguridad y Asalto y Guardia Nacional Republicana, con un grupo uniformado, dividido en dos secciones, Urbana y Asalto, y otro civil, dividido en tres secciones, Policia interior, Policia exterior y Policia especial o politica. El proceso de unificacion se dio por concluido en agosto de 1937. A partir de esta fecha no existe en el lado republicano Guardia Civil ni nada que quepa considerar sucesor de ella.

Esta decision no puede juzgarse sino como un error mayusculo por parte de sus autores, porque supuso dilapidar, con manifiesta ingratitud hacia los miles de guardias que en julio de 1936 se jugaron todo por la legalidad vigente, un activo valiosisimo para la defensa y la cohesion de la Republica, tras la traicion de una buena parte del ejercito. Fijarse en la minoria de guardias que se habia sublevado, olvidando a la mayoria que se habia mantenido fiel a su deber para con las autoridades legalmente constituidas, fue una miopia de nefastas consecuencias. Porque no habia nada en el ideario del cuerpo amortizado que se opusiera a los valores republicanos, como habian demostrado cumplidamente sus miembros el 14 de abril de 1931 y a lo largo de los cinco anos que siguieron, en los que derramaron una y otra vez su sangre en defensa de la ley y fue por la utilizacion ruin e interesada de otros, tanto a izquierda como a derecha, la mayor parte de sus excesos. Y porque el nuevo cuerpo, pese al empeno que pusieron sus integrantes, no llego a ser una maquinaria ni la mitad de efectiva que la tan despreciada Guardia Civil. Ni en el frente ni en la retaguardia.

De las peripecias de los antiguos guardias civiles que permanecieron en la zona republicana podriamos contar mil historias, y seguramente hay muchas mas que se han perdido. Como representantes de todos ellos, nos referiremos a las vicisitudes que atravesaron el coronel Escobar y el general Aranguren, los responsables del aplastamiento de la rebelion barcelonesa. En cuanto a este ultimo, su actuacion le valio el nombramiento de jefe de la division organica de Cataluna, desde el que tuvo poco margen de maniobra, por el poder que concentraron, de un lado, el Comite de Milicias Antifascistas, y de otro, la Conselleria de Defensa de la Generalitat. Luego asumio la comandancia militar de Valencia, cuya importancia venia dada por la presencia en la capital del gobierno de la Republica. Cuando entraron en la ciudad las tropas nacionales, se nego a huir, por considerar que no habia cometido ningun delito. Fue sometido a consejo de guerra y condenado a muerte. Su familia apelo ante Franco al argumento del paisanaje (ambos eran de El Ferrol), al parentesco lejano eme habia entre ellos y a la antigua amistad que los habia unido durante sus dias de Africa. Pero todo fue inutil. Murio fusilado el 21 de abril de 1939, en el barcelones Camp de la Bola, amarrado a una silla (de nuevo un benemerito en ese trance, aunque frente a distintos adversarios) para sostenerlo pese a sus graves heridas. A los que acabaron con sus dias les dijo que lo hicieran sin remordimiento, que solo le quitaban dos o tres anos de vida, y que peor era para el que lo acompanaba en aquel trance, el teniente coronel Molina, al que por lo menos le estaban quitando treinta.

En cuanto al coronel Escobar, se incorporo al ejercito del Centro, con el que intento sin exito detener a las columnas del ejercito de Africa que avanzaban desde Extremadura. Posteriormente combatio en la batalla de Madrid, donde resulto herido en el frente de la Casa de Campo, no muy lejos de donde perdio la vida el mitico Buenaventura Durruti, que muy bien habria podido considerarse su enemigo natural, y junto al que lo habian llevado a luchar las circunstancias, antes en Barcelona y ahora en la capital de la Republica. Durante su convalecencia pidio permiso para ir al santuario de Lourdes, como hombre profundamente creyente que era; permiso que Azana le concedio y tras el que, contra lo que muchos temian, volvio a la zona republicana. Luego de ejercer como director de Seguridad en Cataluna, donde trato de poner orden en las revueltas anarquistas contra el gobierno, lo que le costaria ser objeto de un atentado, combatio en Brunete y en Teruel. La capitulacion de la Republica le llega ya como general en Ciudad Real, donde, al igual que Aranguren, en vez de huir elige correr la suerte de sus hombres y se entrega al general Yague. Juzgado y condenado por rebelion militar, en uno de los muchos ejercicios de logica inversa que hicieron los vencedores en esa ficcion de justicia que eran los consejos de guerra contra los vencidos, acabo enfrentandose en los fosos de Montjuic a los fusiles de los hombres del cuerpo al que habia pertenecido y del que con su integridad escribio una de las mas dignas paginas. De nada sirvieron las peticiones de clemencia que elevaron a Franco destacados eclesiasticos, como el cardenal Segura. Los mismos guardias del piquete rindieron honores a su cadaver. Era el 8 de febrero de 1940. Diez meses despues, el 15 de octubre, se veria ante el peloton de fusilamiento, en esos mismos fosos, el president Lluis Companys, a cuyas ordenes se pusiera Escobar en la jornada decisiva del 19 de julio de 1936. Ahora estaban todos juntos: con el fracasado Goded, con el infortunado Ferrer i Guardia y con tantisimos otros.

Sus casos son solo dos entre miles. Quien quiera un inventario detallado del altisimo precio que hubieron de pagar los muchos guardias civiles que no secundaron el alzamiento y cometieron el crimen de seguir luchando por la legalidad vigente, tiene un minucioso inventario en el documentado trabajo de Jose Luis Cervero, Los rojos de la Guardia Civil. Lo que alli puede leerse vulnera una y otra vez las reglas de la mas elemental humanidad. Aparte de ser no pocos de ellos pasados por las armas, estos guardias sufrieron carcel, ostracismo y, por lo que toca a aquellos que tras la oportuna depuracion fueron readmitidos en el cuerpo, ser considerados como autenticos leprosos, destinados a los peores sitios y las mas duras fatigas. Lo que en la Espana de la posguerra significaba, por ejemplo, ser enviados al monte a combatir a los maquis, destino que muchos de ellos no pudieron soportar y que acabo conduciendolos al suicidio. Pero no paro ahi la venganza. Tambien alcanzo a sus viudas y huerfanos, a los que repetidamente se les denego, con vileza insuperable, el minimo socorro que habrian supuesto para ellos, en su sobrevenida indigencia, las parcas prestaciones a que tenian derecho por la puntual cotizacion de sus progenitores y esposos a los montepios y mutualidades del cuerpo.

Volviendo a 1936, en la zona nacional la Guardia Civil no fue disuelta, sino que se dispuso su continuidad dentro del nuevo estado que se fundo por los sublevados. La primera medida, publicada en el Boletin Oficial del 24 de julio de 1936, fue el cese como inspector general de Sebastian Pozas Perea (que ni aun idealmente lo alcanzaba, porque a la sazon ya era ministro de la Gobernacion del gobierno de la Republica). En su lugar se nombro al general de brigada del cuerpo (unico dentro del generalato benemerito que se habia sublevado) Federico de la Cruz Boullosa, jefe de la segunda zona con sede en Valladolid. Como dato anecdotico, era hermano del subsecretario de la Guerra, que en vano habia intentado hacer desistir a Moscardo de su actitud sediciosa y convencerlo de entregar el Alcazar a las fuerzas gubernamentales. Mando este general los restos de la Guardia Civil que habian quedado del lado rebelde hasta el 12 de marzo de 1937, en que fue sustituido por el general de brigada de Infanteria Marcial Barro Garcia, que compatibilizaba esta funcion con la jefatura de la 13 brigada de Infanteria con cuartel general en Valladolid. El bajo rango del nuevo inspector general, y el caracter de pluriempleo que para el tenia la jefatura del cuerpo, subordinada a su mando sobre tropas combatientes, son ilustrativos del papel, subalterno, que jugaria la Guardia Civil en la zona nacional. Aparte de velar por el orden en la retaguardia, lo que no era demasiado arduo, por el regimen de ferrea disciplina que entre los suyos habian impuesto los sublevados, y el terror a que habian reducido a los pocos desafectos que no habian enviado al

Вы читаете Sereno en el peligro
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату