procuraban los arboles de una loma cercana. Estuvieron aislados durante buena parte de ese tiempo, comunicandose cuando podian con palomas mensajeras que les arrojaban desde el aire, como los viveres y municiones. En esta labor se distinguio el capitan de aviacion Carlos Haya, que le pidio a Franco un avion Douglas DC-2 para dedicarlo solo al socorro del santuario. Con el llego a hacer cuatro viajes al dia, desafiando a los cazas republicanos. A lo largo del otono, el invierno y buena parte de la primavera los guardias resistieron asaltos de infanteria, bombardeos aereos y artilleros, y hasta varios ataques con carros de combate, sin que nada de eso les hiciera aflojar en su resistencia (a los carros, envalentonados por un bombardeo de la aviacion nacional, llegaron a atacarlos a pecho descubierto).

Al final, apenas quedaba un muro del santuario en pie. Franco autoriza a Cortes la rendicion, entre otras cosas en atencion a las mujeres y ninos que sufren junto a los guardias las penalidades casi delirantes del asedio. Pero el tozudo capitan, con una cerrazon que cuesta comprender, habida cuenta de la inutilidad de la resistencia y de las vidas que aun puede salvar, se niega.

Por la noche, los sitiadores iluminan con reflectores las ruinas, y los haces de luz descubren entre ellas las figuras de los guardias, con los fusiles cruzados sobre el pecho, vigilantes. Apenas son ya un punado de fantasmas, pero no aflojan en su defensa. El 27 de abril de 1937, el capitan Cortes dirige a Franco y a Queipo de Llano, por conducto de paloma mensajera, este desesperado mensaje, que acredita el estado de animo de los defensores:

A las 14 horas veo avanzar hacia este campamento diez tanques blindados que son el ultimo recurso a que podian recurrir nuestros enemigos para la consecucion de sus siniestros propositos. Aunque las palomas soltadas esta manana aun se encuentran sobre los escombros de este Santuario, con la fe que como cristiano y patriota pongo en todos mis actos, me permito dirigirme nuevamente a V.E., para ponerle en conocimiento estos hechos, por si aun fuera tiempo de que pensasen en lo necesario que nos es el auxilio que hace tiempo vengo interesando. No lo pido por mi ya que al fin y al cabo mi vida vale poco, pero si por los 1.200 seres inocentes que me lo suplican sin perder la esperanza de su liberacion. Dios guarde a V.E. muchos anos.

Pero Franco ya les habia dejado bien claro a sus generales que el santuario, de nulo valor estrategico para sus planes de campana, no podia convertirse de objetivo sentimental en objetivo militar, y nada hizo por enviar el socorro tan insistente y ciegamente pedido por Cortes. Con el salvamento del Alcazar ya habia agotado su cuota de romanticismo. El dia 30 de abril de 1937, el coronel Morales y el teniente coronel Cordon, jefes de las fuerzas republicanas sitiadoras, atacan el santuario con «todo lo que tienen», incluyendo una docena de carros de combate. Los defensores ya son solo espectros andrajosos y enfermos, que disparan alucinados sus fusiles. La lucha, como en tantas otras ocasiones, llega al arma blanca: los guardias se defienden a la bayoneta como fieras acorraladas. Incluso uno de ellos, tras arrojar sin exito una botella incendiaria contra un carro, la emprende a machetazos contra la mirilla. La batalla se prolongara durante un dia entero. Hacia las tres de la tarde del 1 de mayo, un impacto de artilleria entierra en cascotes a Cortes. Sus hombres, conscientes de que sin su valor demente la defensa es imposible, alzan bandera blanca.

Cortes, gravemente herido, fue evacuado al hospital de sangre de la XVI brigada, donde fue imposible salvar su vida, pese a la intervencion quirurgica a que lo sometio el cirujano de Valdepenas. Enterrado en una fosa comun, junto a otros muertos del santuario, seria posteriormente desenterrado e inhumado en el escenario de su desorbitada gesta, a donde tambien llevaron los restos del capitan Haya, derribado sobre el frente aragones en 1938, y al que Cortes nunca conocio.

Tras la caida del santuario, los vencedores hicieron formar a todos los guardias que se podian tener en pie. Eran 42. El jefe de la XVI brigada, Martinez Canton, le pregunto al oficial que los mandaba, el alferez Carbonell, donde estaban los demas. Al responderle que alli estaban lodos, el jefe republicano no pudo sino reconocer su valor. «Con doscientos como vosotros llego yo a Burgos», anadio. El gobierno de Valencia dio ordenes de que se respetara escrupulosamente a los prisioneros y a sus familias, cosa que se cumplio bajo la estrecha vigilancia de comisarios politicos y oficiales. Pero el valor propagandistico de la gesta fue enorme. Y tuvo otros efectos. Sin las fuerzas que debieron distraerse para reducir aquel foco de insensata resistencia, los nacionales tuvieron mas facil forzar la caida de Malaga. En cuyos montes, por cierto, eran otros guardias civiles (y asi consta a quien esto escribe por testimonio directo de uno de ellos, antes citado en este mismo capitulo) los que en la primera linea del frente mantenian a raya y segaban con sus ametralladoras las filas de las tropas africanas.

Quede aqui el inventario de historias benemeritas de estos oscuros dias. Podrian contarse muchas mas, pero con las que quedan resenadas basta para mostrar como los guardias civiles, llegada la ocasion en que el pais al que servian se rompiera por la mitad, se vieron alcanzados por su fractura y supieron ser, con su disciplina sobrecogedora, los mas expuestos y cruciales combatientes de uno y otro lado.

«La Guardia Civil muere pero no se rinde», reza el letrero que los nacionales colocaron junto al santuario reconstruido. Una frase que se tine de amargura al leerla a la luz de lo que pasaria con la Benemerita en aquella guerra y despues de ella, en uno y otro bando.

Capitulo 13

El dilema de Franco: la segunda refundacion

Frente a su protagonismo en los primeros compases de la contienda, donde desempenaron como hemos visto un papel a menudo determinante para decantar el curso de los acontecimientos en uno u otro sentido, los guardias civiles pasarian a un segundo plano, mas alla de los muy excepcionales asedios, en cuanto se estabilizaron las lineas de los diversos frentes y dieron comienzo las operaciones militares propiamente dichas. Aunque quiza habria que referir la afirmacion a la Guardia Civil como institucion, ya que guardias civiles que a titulo individual jugaron un papel destacado los hubo en uno y otro bando.

Lo dicho resulta evidente en el bando republicano. Tras el golpe y la entrega de armas al pueblo, con el consiguiente despliegue en los frentes y en la retaguardia de las milicias de partido, socialistas, anarquistas y comunistas, las unidades de la Guardia Civil que habian permanecido leales a la Republica, al igual que el resto de fuerzas de seguridad, se aplicaron como pudieron a mantener el orden, en un entorno que cada vez resultaba menos propicio a ello. Ni los guardias ni los agentes de Seguridad, en aquellos primeros meses, pudieron evitar los atropellos, los asesinatos y los desmanes de todo tipo que se produjeron, asi como tampoco controlar a los milicianos que iban y venian del frente, con un sentido mas bien particular de lo que era el deber de mantenerse en el puesto en tiempo de guerra. Para que llegaran a asumirlo habria que esperar a la organizacion del Ejercito Popular de la Republica, y a la atribucion de autoridad efectiva a las fuerzas del orden sobre los emboscados, desertores y delincuentes de toda especie que se movian a placer por la retaguardia republicana. Pero para entonces, en la zona gubernamental, ya no existia la Guardia Civil.

Fue su anterior inspector general, Sebastian Pozas, quien en su calidad de ministro de la Gobernacion dispuso la liquidacion del cuerpo, mediante el decreto de 30 de agosto de 1936, con estos motivos:

La extension y gravedad de la rebelion militar ha tenido fuerte repercusion en todos los cuerpos y organismos del estado. Requiere especial atencion por parte del Gobierno cuanto afecte a los Institutos armados, entre los cuales se encuentra el de la Guardia Civil. Buen numero de unidades y destacamentos de dicho Cuerpo ha permanecido fiel a su deber, ofreciendo un magnifico ejemplo de lealtad, abnegacion y heroismo; pero otras fuerzas del Instituto, por prestar servicios en las provincias sometidas a la sublevacion militar o por haberla secundado, han quedado de hecho fuera de la disciplina del Cuerpo. Se impone en estas condiciones una reorganizacion completa del Instituto de la Guardia Civil, que alcance no solo a la debida depuracion de los cuadros de mando y tropa, sino a la propia estructura del Cuerpo.

Como consecuencia, el decreto disponia la reorganizacion de la Guardia Civil, que pasaria a llamarse Guardia Nacional Republicana. A su mando se situo el general de brigada de la Guardia Civil Jose Sanjurjo Rodriguez-Arias

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