dificultar el triunfo de la sublevacion, pero opto por sumarse a esta, como fue el caso de Zaragoza (o el de Sevilla y otras capitales andaluzas). Y por ultimo, hubo lugares donde su intervencion, al servicio decidido de la legalidad republicana, llevo a aplastar la rebelion: el caso de Barcelona y de otras ciudades, donde los benemeritos, codo a codo con los guardias de Asalto y los ciudadanos en armas, convertidos en inequivocos soldados del pueblo, fueron claves para derrotar a los sediciosos.

Afirma Aguado Sanchez que la Guardia Civil no se sentia a gusto con la Republica, lo que a su juicio obedecia a la evidencia de que la Republica, pese a haberse apoyado en ella en su proclamacion, no queria a la Guardia Civil. Ambas afirmaciones tienen un fondo de verdad incuestionable, que vuelve tanto mas meritoria la conducta de esos cientos de jefes y miles de hombres del cuerpo que el 18 de julio decidieron seguir acatando la ley y enfrentarse a unos militares que entre otras cosas decian venir a reivindicarlos frente a la campana de acoso que sufrian desde la izquierda radical. El propio Franco habia declarado, meses antes del golpe, que no pensaba sublevarse, salvo si llegaba la hora del comunismo o disolvian la Guardia Civil. Pero, tomada en un sentido absoluto, la asercion del historiador del cuerpo admite alguna discusion. Habia entre la Guardia Civil una porcion, no del todo desdenable, de oficiales y agentes que simpatizaban con la Republica. El autor cuenta con el testimonio de su tio abuelo, guardia civil en Malaga en el verano de 1936. Segun sus recuerdos, los guardias eran mayoritariamente republicanos, y llegaban a enfrentarse a los oficiales por su despotismo, como ilustran dos anecdotas. En cierta ocasion, un teniente recien llegado del Tercio le pregunto a otro, veterano del cuerpo, si alli se pegaba, como era costumbre hacer con los legionarios insumisos. El oficial veterano le respondio que hiciera como mejor creyera, pero que recordara que alli cada uno llevaba colgada una pistola. Elocuente fue, tambien, la forma de pedir que se indultara de la pena de muerte a un guardia que habia matado a su cabo, por aprovechar mientras lo enviaba de correria para entenderse con su mujer. Estando todos los oficiales en el patio del cuartel, los guardias les arrojaron encima el retrato del director general. Al final el guardia fue indultado. Con este ambiente, no sorprendera que en Malaga la Guardia Civil no secundara el alzamiento, pese a recibir en los primeros momentos ordenes en tal sentido de algunos oficiales comprometidos con los sediciosos y que acabaron recluidos como reos de rebelion militar en un barco-prision. Un destino al que sin embargo escapo el capitan cajero, hombre considerado con los guardias, y al que estos facilitaron un mono de miliciano y lo ayudaron a cruzar las lineas en el frente de Estepona. Pero aparte de estos elementos mas o menos discolos, habia otros muchos que, imbuidos del espiritu de Ahumada, y como demostraron en las calles el 18 de julio, continuaban dispuestos a acatar las ordenes de la autoridad legalmente constituida, pese a su disgusto por la deriva que habian tomado los acontecimientos, y aunque algunos lo hicieran con cierta tibieza, ante el fracaso consumado de aquella sublevacion ejecutada con tan irregular fortuna.

Por otra parte, entre los republicanos no todos estaban tan convencidos de que la Guardia Civil era una mala hierba que debia erradicarse del solar espanol. Algun indicio, ademas, les llegaba desde fuera, como cuando se solicito su presencia para garantizar la limpieza del plebiscito del Sarre, organizado por la Sociedad de Naciones, lo que patentizaba su prestigio internacional. De hecho, el resultado de la accion de la Republica a lo largo de los cinco anos que vivio en paz relativa fue de potenciacion del cuerpo y mejora de las condiciones de los guardias, a los que se les aumento el sueldo (por obra tanto de los gobiernos de derechas como de los de izquierdas) y cuya plantilla se amplio hasta alcanzar cifras record. El 18 de julio de 1936 (aunque los datos no son pacificos) habia unos 35.000 guardias civiles, tantos como nunca antes. De ellos, unos 20.000 quedaron en la zona gubernamental y unos 15.000 en la sublevada. Los que conservo a su lado la Republica no solo recibieron, al menos en los primeros dias, la gratitud y el afecto de la poblacion, sino que en seguida se revelaron imprescindibles para la direccion de las improvisadas tropas con que contaba el bando gubernamental, al frente de cuyas unidades se situaron no pocos miembros del cuerpo. Pero ya antes del alzamiento y de demostrarse su utilidad habia en el seno de los partidos republicanos (incluso de izquierdas, como el PSOE) personas que habian aparcado sus veleidades antibenemeritas, y que al apostar por el restablecimiento del orden, para evitar que la Republica se viera desbordada por la revolucion, no podian sino contar con la Guardia Civil. Tal era el caso de Azana, que en su famoso discurso de Comillas de 1935 dijo estar dispuesto a contener tanto a los elementos facciosos como a las masas exaltadas, y pidio que no lo llamaran si no iban a dejarle gobernar. Algo que implicaba, sin duda, recurrir ampliamente a los guardias civiles.

No esta de mas retener esta idea, para comprender mejor lo que ocurrira muchos anos mas tarde, cuando los herederos historicos e ideologicos de esa sensibilidad republicana moderada, al llegar al poder, establezcan con el instituto armado una relacion que en nada se compadecera con esa consideracion como enemigo irreconciliable. Otra cosa es lo que sucederia en los dias siguientes al alzamiento, cuando la Republica cayera en manos de otros sectores mas radicales, estos si, profundamente enemistados con la Guardia Civil, a la que se habian enfrentado una y otra vez, como hemos visto, con profusion de sangre y muertos por ambas partes. A partir de ahi, la subsistencia de la Guardia Civil en la zona republicana se volveria problematica y a la postre acabaria resultando inviable. El giro lo marco la entrega de armas al pueblo decidida por el socialista Jose Giral, que sustituyo a Martinez Barrio al frente del gobierno el dia 19 de julio. Si su predecesor, en su fugaz mandato, habia intentado evitar una guerra civil, Giral actuo desde el comienzo sobre la conviccion de que esa guerra ya estaba en marcha y habia que sumar tantos efectivos como fuera posible a la causa de la Republica. En consecuencia, decidio entregar armas a las milicias, arriesgada maniobra a la que hasta entonces se habia opuesto con firmeza el general Miaja, jefe de la division organica de Madrid. En la decision de armar a la poblacion apoyo resueltamente a Giral el inspector general de la Guardia Civil, el general Pozas Perea, cuyos oficios habian sido decisivos para liquidar los pocos apoyos con que contaba la sublevacion en las unidades madrilenas del cuerpo y para asegurar la lealtad de las de Barcelona, debido a la estrecha relacion de confianza que mantenia con el general Aranguren.

Es el momento de ofrecer algunos detalles sobre el perfil de este militar, cuya actuacion seria de tanta trascendencia en aquellos dias, y mas a partir de su nombramiento, el propio 19, como ministro de Gobernacion del gabinete Giral. Habia accedido a la Inspeccion General de la Guardia Civil, con el grado de general de brigada, el 7 de enero de 1936, nombrado por el gobierno de transicion de Portela Valladares p-ara suceder a Cabanellas y gestionar el orden publico en los inminentes comicios de febrero. Antiguo gentilhombre de camara de Alfonso XIII, y como el presidente del gobierno con un pasado marcadamente monarquico, Pozas habia desarrollado una brillante trayectoria en Marruecos, donde entre otras acciones habia mandado la columna que reconquistara en 1926 las ruinas del malhadado campamento de Annual, consiguiendo una medalla militar individual y dos ascensos por meritos de guerra. Ya en la sesentena cuando accedio al cargo, pertenecia como Portela a la masoneria, lo que le proporcionaba provechosos vinculos a izquierda y derecha. Gracias a ellos, y a su desempeno durante los comicios, en los que los guardias a sus ordenes contribuyeron a garantizar la limpieza del proceso electoral que llevaria al Frente Popular a la victoria, y se mostraron luego poco energicos con algunos excesos que se produjeron en la celebracion de los resultados, fue confirmado al frente del cuerpo por el nuevo gobierno de Azana. Su diligencia para hacer frente a un primer conato de rebelion militar en marzo, con gestiones directas ante Franco y otros generales descontentos, le permitieron ganarse la plena confianza del gobierno del Frente Popular, que le seria ratificada, tras su actuacion durante aquellos cruciales dias de julio, con la entrega de la cartera ministerial.

Pozas envia una compania de la Guardia Civil para ordenar el reparto de armas a los milicianos. Con los fusiles disponibles se logra armar cinco batallones. Pero el grueso de las armas (45.000 cerrojos de fusil) esta en el cuartel de la Montana, donde se han hecho fuertes los rebeldes, con el general Fanjul a la cabeza. Su situacion es poco menos que desesperada, ante la negativa a sumarse a la sublevacion de casi todas las unidades con que contacta. Algunas, levantadas en un primer momento, han tenido que deponer las armas; es entre otros, el estrambotico caso del regimiento de artilleria de Getafe, predestinado a cubrir a Fanjul con sus baterias, pero que tras mantener un duelo de bombardeos reciprocos con la base aerea de la misma localidad, se ha rendido ante la mayor precision de los aviadores y la presion de las masas obreras que lo hostigan. Finalmente es el propio cuartel de la Montana el bombardeado por tierra y aire, lo que fuerza la capitulacion de Fanjul el dia 20, con la consiguiente irrupcion de los milicianos armados en el recinto y el exterminio de sus defensores, ante la incapacidad de las fuerzas del orden para detener la matanza. El pueblo en armas ha ensenado los dientes, y no sera la ultima vez. Con los fusiles obtenidos en el cuartel de la Montana se armara a miles de milicianos mas, que rapidamente se haran con el control de la capital.

Pero para completar este capitulo dedicado al estallido de la Guerra Civil, debemos hacer referencia a otros episodios, que se harian especialmente celebres, y en los que los guardias civiles tendrian un indiscutible protagonismo. Algunos de ellos iban a ser, ademas, trascendentales para el curso del conflicto, bien por afectar

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