directamente al desarrollo de las operaciones, bien por su valor propagandistico. Nos referimos a las varias gestas defensivas (con perfiles numantinos, para no contrariar la tradicion) que protagonizaron diversos jefes y numerosos agentes del cuerpo que abrazaron el bando rebelde, y en las que se puso a prueba una vez mas la determinacion de los benemeritos de no ceder ni un palmo de terreno ni rendir al enemigo la posicion que les habia sido confiada por aquellos a quienes en este trance consideraban, por conviccion o por circunstancias, sus superiores.

Tal fue el caso de multitud de pequenos puestos que quedaron aislados, y cuyos comandantes se negaron a entregar las armas a la poblacion, como les pedian los dirigentes locales del Frente Popular, o bien trataron de oponerse a los desquites, en forma de detenciones ilegales y atentados contra significados derechistas, que se desataron por doquier. Podriamos citar muchos ejemplos, en especial en las provincias de Badajoz y Sevilla. Pero quiza el mas significativo sea el del puesto de Tocina, en esta ultima provincia, donde siete guardias civiles con sus familias, al mando del sargento Lorenzo Vega primero y, tras la muerte de este, del cabo Floriano Martinez Azon, resisten durante doce dias el asedio de los milicianos. Estos, en su mayor parte mineros, les arrojan para tratar de reducirlos profusion de dinamita e ingenios incendiarios, y hasta envenenan con arsenico el pozo que les abastece de agua. Cuando el 30 de julio los libera una columna de guardias civiles, el cabo Martinez Azon, que ni siquiera estaba destinado en el puesto (el azar de la guerra lo sorprendio alli, y se unio a sus companeros) se presenta como jefe accidental al comandante que la manda. Tras ponerse a sus ordenes y dar la novedad, le quita toda importancia a su accion, ya que, le dijo, «venian venciendo».

Otra modalidad de resistencia, en el extremo opuesto, fue la que se ofrecio en las ciudades que, unidas al alzamiento gracias al aporte decisivo de los guardias civiles, mandados por jefes comprometidos con la rebelion, quedaron cercadas por el enemigo. Tal fue el caso de Guadalajara, finalmente sublevada por el empeno del comandame Pastor, segundo jefe de la comandancia, que se impuso a su dubitativo teniente coronel. En seguida fue a por ella la potente columna que mandaba el coronel Puigdengolas, con profusion de guardias chiles en sus filas, ademas de milicianos y miembros de otras unidades militares. Tras asegurar Alcala de Henares para la Republica (con su valor simbolico, por ser la cuna del presidente Azana) Puigdengolas marcho sobre la capital alcarrena, donde aplasto la rebelion. Parecida suerte corrio Albacete, que acabo cayendo tras sufrir un duro asedio, varios bombardeos aereos y un feroz asalto en el que se distinguio la infanteria de marina de Cartagena. Precisamente alli, a Cartagena, fueron trasladados, prisioneros, los guardias chiles sublevados. Cuarenta y tres de ellos serian fusilados en alta mar, para que no se oyesen los disparos, y arrojados al agua por los marineros leales al gobierno. Otros cuarenta desertarian nada mas poner el pie en Porto Cristo, donde los enviaron como parte del frustrado desembarco del capitan Bayo para reconquistar la rebelde Mallorca para el gobierno de la Republica.

Pero hubo mas casos analogos. Merece resenarse la suerte dispar que corrieron las guarniciones asturianas, donde se concentro la Guardia Civil de la provincia, dejando sobre el terreno a sus familias, rodeadas del ambiente mas hostil que quepa imaginar, frescas aun en la memoria la revolucion del 34 y la represion subsiguiente. Volvio a quedar sitiado el cuartel de Sama de Langreo, con 180 guardias y sus familias dentro. El lider minero Belarmino Tomas los intimo a rendirse y, ante su negativa, despues de dejar salir a mujeres y ninos, destruyo el cuartel con explosivos. Murieron todos los defensores. Otro caso de heroismo mas alla de lo concebible fue el del guardia Antonio Moreno Rayo, que defendio el solo el cuartel de Caravia contra quinientos mineros, disparando desde diversas ventanas y resistiendo ataques con dinamita. Hubieron de fusilarlo sentado en una silla, porque ya no se tenia en pie. Las dos grandes ciudades del Principado, Gijon y Oviedo, cuyas guarniciones tambien secundaron la rebelion, con protagonismo de los benemeritos, vivieron sendos asedios, de desigual resultado. En Gijon, los guardias se hicieron fuertes en el cuartel de Simancas, desde donde resistieron hasta el 21 de agosto, copiosamente canoneados por la artilleria gubernamental y sin otra defensa que la del crucero rebelde Almirante Cernera, que iba y venia frente al puerto gijones. Al final, la resistencia fue inutil, y los defensores acabaron pidiendo al buque de guerra que bombardeara el cuartel, con el enemigo ya dentro. En Oviedo, el coronel Aranda, de nuevo con el concurso fundamental de la Guardia Civil, logra resistir tres meses de asedio, hasta que las tropas enviadas en su socorro desde Galicia rompen el cerco.

Sin embargo, el caso mas notorio e influyente de este tipo de resistencia fue el que protagonizo la plaza de Toledo, donde el teniente coronel jefe de la comandancia, Romero Basart, habia ordenado que se concentrara la Guardia Civil de la provincia, para secundar la rebelion. En total, acudieron unos 700 guardias, que unidos a otros 400 militares de diversas procedencias (algunos se encontraban alli de permiso) se hicieron con la ciudad. Asumio el mando el coronel Moscardo, jefe de la Escuela Central de Gimnasia, sita en el historico edificio del Alcazar, al que se replegaron los rebeldes cuando las columnas republicanas enviadas desde Madrid hicieron acto de presencia. Lo que sucedio a continuacion es sobradamente conocido. Aquellos guardias resistieron durante mas de dos meses, hasta el 27 de septiembre de 1936, el ataque encarnizado de las fuerzas gubernamentales, que llegaron a emplazar 20 canones alrededor de la vieja fortaleza y a descargar sobre ella 500 bombas de aviacion y 12.000 canonazos.

Moscardo y los guardias a sus ordenes protagonizaron una defensa desesperada, viendose obligados a salir de los escombros de noche para robar comida o intentar enganchar el Huido electrico, en medio de un paisaje espectral iluminado por los potentes focos con que los rodearon los sitiadores. Largo Caballero, a la sazon ministro de la Guerra, acudio repetidas veces a Toledo, para tratar de impulsar una conquista que nunca se produjo. Los actos de heroismo individual fueron incontables, pero quiza el mas espectacular fuera el del cabo del cuerpo Cayetano Rodriguez Caridad, que antes habia sido minero y que se ofrecio para vigilar las minas que excavaban los sitiadores, a fin de derribar los muros del edificio llenandolas de explosivo. Murio precisamente al hacer explosion la carga situada debajo de uno de ellos. Pero aun sin muros, apostados en los escombros, los guardias siguieron resistiendo. Junto a ellos estaban sus familias, con las que pasaron todas las estrecheces del asedio, alimentandose de los caballos y hasta del pienso que se guardaba para estos. Finalmente, Franco desvio la ruta de sus columnas que marchaban sobre Madrid para liberar el Alcazar, decision tacticamente cuestionable, pero que supuso un exito propagandistico total.

Por ultimo, hubo otro tipo de resistencia, mas atipica, protagonizada por grupos de guardias civiles pertenecientes a comandancias indecisas que se reunieron de forma azarosa y que se hicieron fuertes en un reducto mas o menos de ocasion. Tal fue el caso de una parte de los guardias de la comandancia de Badajoz, cuya capital permanecio leal a la Republica por la obediencia de las unidades militares alli presentes y por la clara fidelidad republicana del jefe de la comandancia, el comandante Vega Cornejo, asi como de las fuerzas de Carabineros, abundantes por la proximidad de la frontera. En Villanueva de la Serena, sin embargo, se reunieron un centenar de guardias, a las ordenes del capitan Manuel Gomez Cantos, de triste fama posterior, que se declaro en desobediencia a los jefes de su demarcacion y resistio durante diez dias los ataques del enemigo. Al final, Gomez Cantos logro evacuar a su tropa y a numerosos civiles hacia la provincia de Caceres, donde iras varias escaramuzas alcanzo las lineas nacionales.

Pero para completar el relato que estamos haciendo falla la que quiza sea la mas extrema y perturbadora gesta defensiva protagonizada por los miembros del cuerpo. Correspondio a una parte de los que estaban destinados en la comandancia de Jaen, que tras rocambolescas peripecias, ante la pusilanimidad de su jefe, el teniente coronel Iglesias, y la vacilacion del segundo jefe, el comandante Nofuentes, acabaron reunidos en el santuario de Santa Maria de la Cabeza, en plena Sierra Morena. Fueron para ello decisivos los oficios del capitan jefe de la linea de Andujar, Antonio Reparaz, que fingio mantenerse leal al gobierno, con lo que logro ganarse la confianza de Miaja, que dirigia las operaciones de las tropas gubernamentales en la zona. Fue Reparaz el que consiguio que los guardias que se habian concentrado en Jaen, sospechosos la mayoria, como en efecto asi era, de simpatizar con los rebeldes, fueran trasladados al santuario con sus familias. Alli se hizo con las riendas el capitan Santiago Cortes, cuya mano dura y cuya marcada significacion derechista, demostradas inconvenientemente en la jornada del 14 de abril, le habian valido un destino burocratico en la capital jienense. Tuvo que imponerse al entonces jefe accidental de la comandancia, el comandante Nofuentes (tras llamar Pozas al inepto Iglesias a Madrid), y al capitan Rodriguez Ramirez, mas antiguo que el. No le costo mucho. Como demostraria, de determinacion andaba sobrado. Cortes apresto a sus hombres, en total unos 250, para resistir en el templo y varios edificios proximos, con los que monto una especie de rudimentaria linea defensiva. Cuando en los pueblos circundantes se tomo conciencia de que los guardias del santuario se habian unido a la sublevacion, se organizo el cerco en torno a ellos.

El asedio supero lodos los limites de resistencia humana imaginables. Se prolongo durante mas de siete meses, en los que los sitiados acabaron comiendo hierbas y raices, ademas de los indigestos madronos que les

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