fosos de Montjuic, por donde tantos otros pasaron antes, segun hemos ido recogiendo en nuestro relato. Es el 12 de agosto de 1936. En cuanto al general Nunez de Prado, no llegara a vivir tanto, ni a beneficiarse de un proceso, asi sea sumario y de escasas garantias. Las manos en las que ha caido, las del general Mola, son las peores que podria imaginar. Se trata del cerebro del golpe militar, el conocido como el Director, calidad en que firma sus siniestras «instrucciones reservadas», donde puede leerse, por lo que a Nunez de Prado incumbe, lo siguiente: «Ha de advertirse a los timidos y vacilantes que el que no este con nosotros, esta contra nosotros, y que como enemigo sera tratado. Para los companeros que no son companeros, el movimiento sera inexorable». Congruente con ese principio de actuacion, Mola manda fusilar a Nunez de Prado el 24 de julio de 1936.

La figura de Mola, «ingeniero» del alzamiento militar contra la Republica, merece algun detenimiento. Nacido en Santa Clara, Cuba, en 1887, hijo de un capitan de la Guardia Civil y de una natural del pais, habia pasado su adolescencia entre Gerona y Malaga, donde adquirio una mediana instruccion que unida a sus innegables dotes intelectuales lo predispuso para ser, tras su incorporacion a la Academia de Toledo en 1904, un militar algo mas cerebral que la media de sus companeros. En los tiempos que le toco vivir, los de las campanas africanas, abundaba mas otro tipo de oficial, temerario y no en exceso cultivado. Ello le permitio, tras hacer una carrera razonablemente lucida en Marruecos, donde mando tropas indigenas, alcanzar el cargo de director de Seguridad de la agonizante monarquia, pecado que luego le tocaria purgar. Enviado a la reserva tras el golpe de Sanjurjo, rehabilitado gracias a la derrota de las izquierdas en 1933, fue de nuevo castigado con el traslado a un destino menor, el gobierno militar de Pamplona, tras el retorno de Azana al gobierno en 1936. Lo que hasta parece benigno, en su condicion de autor de un panfleto ofensivo titulado El pasado, Azana y el porvenir. A lo largo de estos anos desarrollo un odio visceral hacia el marxismo y el comunismo, a los que creia a punto de apoderarse del pais. Desde su destierro en Pamplona, se aplico a organizar la rebelion, contactando con cuantos militares desafectos a la Republica pudo encontrar. Entre otros, el exiliado Sanjurjo, al que ofrecio ser cabeza de la sublevacion. Tambien implico a los carlistas, aunque a punto estuvo de romper con ellos por engorrosas diferencias sobre si el nuevo estado debia ser una republica o una monarquia.

Fue el quien diseno la estrategia y fijo la fecha del alzamiento para el 18 de julio, tras el detonante que le proporcionara el asesinato de Calvo Sotelo, aunque las tropas africanas finalmente se adelantaran a la larde del 17. Y fue el, tambien, quien en las aludidas instrucciones reservadas marco la pauta despiadada que iba a dominar la sublevacion: «Se tendra en cuenta que la accion ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego, seran encarcelados todos los directivos de los partidos politicos, sociedades o sindicatos no afectos al movimiento, aplicandoles castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldia o huelgas». La exhortacion a esta violencia extrema, entre otras cosas, venia marcada por una constatacion previa, tambien recogida en las instrucciones reservadas: que tanto en Madrid, donde la sublevacion no contaba con apoyos suficientes, como en otras grandes ciudades, es decir, alli donde habia contingentes importantes de Guardia Civil y Guardia de Asalto, unidades mucho mas preparadas y disciplinadas que el precario ejercito de soldados de reemplazo que iban a movilizar los rebeldes, era harto probable que la rebelion fracasara. Ello determinaba la necesidad de asegurarla en las ciudades mas pequenas y las zonas rurales, para marchar cuanto antes sobre la capital y reducirla.

Como demostro la actuacion de Escobar en Barcelona, pero tambien la de las unidades de la Guardia Civil de Madrid, que contribuyeron a aplastar la rebelion encabezada por el general Fanjul, o las de Valencia, Bilbao y Malaga, igualmente determinantes para que esas ciudades permanecieran leales al gobierno, el Director, que no en vano se habia criado en una casa-cuartel de la Benemerita, no andaba descaminado en su prevision. Cifraba Mola sus principales esperanzas, ademas de sus propias fuerzas, en el ejercito de Africa; en Zaragoza, donde se habia asegurado la cooperacion del mason Cabanellas (pese a su aversion a la masoneria); y en Sevilla, donde contaba con el general Queipo de Llano, protagonista de un abrupto viaje, desde el republicanismo mas militante (como lider de la ARM, el grupusculo de militares que conspiraron por la republica en 1930) hasta su activa participacion en el golpe, con encarnizado cumplimiento de las directrices de Mola para la eliminacion del adversario. Queipo, que como republicano dejara sentenciado para la posteridad que hasta el 14 de abril de 1931 el ejercito no habia sido mas que «una corporacion de lacayos al servicio de la Casa de Borbon», que habia sido premiado con generosidad por la Republica, y que en la fecha del alzamiento dirigia el cuerpo de Carabineros, se revelaria finalmente, en combinacion con Franco y sus tropas africanas, como organizador de la principal plataforma ofensiva de los rebeldes sobre Madrid. Nada que deba extranarnos, en un pais tan prodigo en personajes capaces de luchar a muerte por una idea y contra ella. Y una paradoja mas: el cuerpo que dirigia Queipo no lo secundo y permanecio mayoritariamente leal al gobierno.

Los rebeldes se hicieron tambien con Galicia, la mayor parte de Castilla La Vieja y Leon y la mitad norte de Extremadura. A Mola, en cambio, le fallo Cataluna, que habia contado con levantar pese al escollo de Barcelona, y tambien se vio sin la Armada y la Aviacion, que en buena medida no secundaron el golpe. El dia 20 de julio, el general Sanjurjo moria al estrellarse con el avion que lo traia de Portugal. Este contratiempo, unido a todos los anteriores, causo en Mola, segun su mordaz biografo Blanco Escola, un abatimiento rayano en la depresion. Por aquellas fechas, Andalucia apenas estaba consolidada, mas alla de las ciudades de Cordoba y Granada y el corredor Sevilla-Jerez, y las tropas de Aragon y Navarra, llamadas a marchar sobre Madrid, tenian que dividirse entre este esfuerzo y el de proteger Zaragoza frente a la embestida que se les venia encima desde Cataluna. A eso debia sumarse la imposibilidad de llevar a las tropas de Africa a la peninsula por mar, ante la hostilidad del grueso de la flota. Entre tanto, Franco, ya entregado por completo a la rebelion y dispuesto a hacerse con sus riendas, negociaba con Hitler para que le prestara los aviones que necesitaba a fin de poder trasladar por aire a Sevilla a los legionarios y regulares de Marruecos. Mola impulso la creacion de una Junta de Defensa Nacional con Cabanellas como presidente, pero el propio designado fue consciente de su papel decorativo, a la espera de que en el seno del bando sublevado se definiesen las fuerzas. El curso de aquel verano sangriento, a cuyo termino las unidades de Franco se plantaron a orillas del Manzanares, en tanto que las que habia enviado Mola desde el norte se atascaban en la sierra de Guadarrama, decidio la designacion del gallego como caudillo unico el 1 de octubre de 1936. A partir de ahi, Mola jugo un papel subalterno, hasta su extrana muerte en accidente de aviacion, el 3 de junio de 1937, en el pueblo hurgales de Alcocero. Entre los restos del avion se hallo la camara Leica que el general siempre llevaba consigo, para fotografiarlo todo.

?Que habia sucedido, entre tanto, en el lado republicano? El golpe habia pillado por sorpresa, hasta cierto punto, al gobierno. Aunque habia fuertes rumores de que la rebelion era inminente, se habian creido (o querido creer) el juramento que Mola le habia hecho a su superior inmediato, el general Batet, de no estar implicado «en ninguna aventura». El presidente del Gobierno, el galleguista Casares Quiroga (que ocupaba el puesto tras la elevacion de Azana a la presidencia de la Republica, despues de la renuncia de Alcala- Zamora) presento en la medianoche del 18 su dimision. Lo sustituyo el presidente de las Cortes, el ex radical lerrouxista (ademas de mason y Gran Maestre del Gran Oriente espanol) Diego Martinez Barrio, que al frente de un breve gobierno de conciliacion logro parar el golpe. Incluso llego a hablar con Mola, que le dijo que ya no podia echarse atras, porque los «bravos navarros» que se habian puesto a sus ordenes lo matarian. Logro no obstante Martinez Barrio contener la sublevacion en la mayor parte del pais, manteniendo la fidelidad de no pocas unidades del ejercito (especialmente, como se dijo, de la Armada y la Aviacion), la inmensa mayoria de los miembros de los cuerpos de Seguridad y Asalto y Carabineros y algo mas de la mitad de los efectivos de la Guardia Civil. Por su distribucion y calidad, no obstante, los guardias leales a la Republica pesarian mucho mas que los rebeldes. Para empezar, de los siete generales del cuerpo, tan solo se alzo uno. Y la lealtad de los benemeritos de Cataluna, Madrid y Levante seria crucial para articular la solida columna vertebral de la Espana republicana que, sin contar con nada ni medio comparable a los generosos apoyos que recibio Franco de las potencias del Eje, iba a ser capaz de plantar cara durante tres anos a la maquinaria belica que levantaron los sublevados.

No es tarea facil describir la actitud de la Guardia Civil ante el golpe. Resumiendo mucho, podemos decir que hubo lugares donde poco o nada pudo decidir. Volviendo a los tres escenarios con que abriamos este capitulo, tal fue el caso del protectorado marroqui, donde la fuerza de los sublevados era tal que habria sido suicida oponerseles. No quiere esto decir que no hubiera quienes dentro del cuerpo arrostraran ese riesgo. Para ejemplo, el comandante Rodriguez-Medel, jefe accidental de la comandancia de Pamplona, el corazon del levantamiento, que murio por ir alli a oponerse a este (a manos de sus propios hombres, hecho peculiar en la historia benemerita); pero como puede comprenderse, su osadia no fue la norma. En segundo lugar, hubo otros sitios donde la Guardia Civil habria podido contribuir a inclinar la suerte del lado de la Republica, o cuando menos a

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