habia sucedido el empecinamiento desesperado de los que acorralados en el monte se daban a toda suerte de atropellos sobre la poblacion (asesinatos, robos y violaciones) deteriorando la imagen de la causa ante ella y ante las potencias democraticas. Estas, ya no solo no cabia esperar que apoyaran su lucha, corno habian sonado aquellos primeros expedicionarios, sino que exigieron al exilio de Toulouse que cesaran los desmanes de sus combatientes. En 1957, en los Picos de Europa, cae Juan Fernandez Ayala, el Juanin, ultimo de los maquis del Norte, de filiacion socialista. La dramatica aventura de los guerrilleros toca a su fin.

El balance de la guerra es demoledor. Segun las cifras que da Aguado Sanchez, los maquis cometieron 953 asesinatos, mas de quinientos sabotajes, cerca de 6.000 atracos y casi un millar de secuestros. Las fuerzas del orden abatieron a 2.173 guerrilleros, detuvieron o capturaron en combate a 2.841 y otros 546 se entregaron. Acusadas como colaboradoras, fueron detenidas nada menos que 20.000 personas. La policia tuvo 23 muertos y 39 heridos, y el ejercito, ademas de los sufridos en las invasiones de 1944, 27 y 39 respectivamente. Pero el mayor tributo lo pusieron los benemeritos: 257 muertos y 370 heridos, segun las cifras oficiales, que algun investigador, con base en las bajas por muertes publicadas en el boletin oficial del cuerpo en esos anos, eleva a un millar de fallecidos. Segun Lopez Corral, la cifra verdadera podria estar en algun punto intermedio, ya que hay que descontar de ese millar los muertos por otras causas (con la alta mortalidad natural que entonces se registraba entre los guardias) y de las oficiales se habrian escamoteado los caidos en varios hechos singulares y notorios.

No cabe duda del ingente sacrificio que hicieron los guerrilleros, la magnitud de cuyas cifras pone ademas de relieve la dureza con que se los combatio, y no va desde estas paginas a restarsele valor a la entrega de quienes, con sus claroscuros, lo dieron todo por sus ideas. Pero tampoco fue desdenable, sean cuales sean las cifras reales, el quebranto que en esta contienda asumieron los benemeritos. Y sus familias, que ademas de ser en alguna ocasion objetivo militar, tuvieron que vivir sumidas en la angustia mientras el padre o esposo pasaba dias y dias en el monte, y guardar su luto cuando lo que al fin volvia era su cadaver transportado por los companeros. Por excepcion, esta tragedia benemerita tuvo quien la escribiera, y con talento y hondura. Fue un autor sobresaliente entre los de su generacion, Ignacio Aldecoa, y el libro se llama El fulgor y la sangre. Relata la espera de unas mujeres de guardias civiles que saben que uno de sus hombres no va a volver. Sus paginas son un homenaje a las victimas de uno y otro bando, en esta guerra cuyo curso y metodos, como siempre, decidieron desde la retaguardia otros que no habian de arrostrar las consecuencias.

Capitulo 15

El reto de ETA: la accion y la reaccion

El dia 7 de Junio de 1968, a la altura del punto kilometrico 446,700 de la carretera N-I, en el termino municipal de Villabona (Guipuzcoa), el guardia civil Jose Pardines Arcay, de 25 anos, destinado en el destacamento de Trafico de san Sebastian, avista un Seat 850 Coupe blanco con matricula Z-73956 y dos hombres a bordo. El vehiculo despierta sus sospechas, por algun motivo que no podemos precisar, y decide dar el alto a sus ocupantes. El coche se detiene. Pardines le pide al conductor la documentacion y, mientras el guardia se agacha para comprobar los datos de matricula, motor y bastidor, los dos hombres salen del automovil. «Esto no coincide», murmura Pardines. Es todo lo que le da tiempo a decir, antes de que uno de los dos, Xabier Etxebarrieta Ortiz, alias Txabi, que en ese momento saca la pistola, le dispare a la cabeza. Un camionero que pasa por la carretera, creyendo que se le ha reventado una rueda, detiene su vehiculo y se baja. Al ver lo ocurrido, se dirige hacia el lugar de los hechos para intervenir a favor del herido, pero el acompanante de Txabi, Inaki Sarasketa, lo encanona. El camionero tiene tiempo de ver como Txabi le descerraja cuatro tiros en el pecho al guardia civil, que ha quedado tendido boca arriba. Acto seguido, los dos pistoleros se dan a la fuga. En seguida rebasan al companero de Pardines, Felix de Diego, que se encuentra dos kilometros mas alla, al otro extremo del tramo de obras por cuya seguridad, asi como por la del trafico, velaban los dos agentes. Pero De Diego, que no se ha percatado de lo ocurrido, no hace nada por cortarles el paso.

El guardia Pardines ha tenido la desgracia de tropezarse con el que en ese momento es el jefe operativo de la organizacion Euskadi Ta Askatasuna (ETA). Se convierte asi en la primera victima mortal de este grupo terrorista, que ya lleva una decada actuando, pero que hasta esa fecha no habia pasado de la distribucion de propaganda, el sabotaje y la comision de atracos para financiarse o los robos de vehiculos para procurar movilidad a sus activistas. De hecho, la Guardia Civil, que les sigue los pasos desde su fundacion, el 31 de julio de 1959, ha logrado desarticular muchas de sus celulas o comandos, asi como incautarles abundante material. La tarea, de todos modos, tiene sus complicaciones. Los etarras vienen a ser los herederos mas vehementes de la frustracion de amplios sectores de la poblacion vasca por la abolicion de los fueros que decidiera el regimen canovista, como castigo por la connivencia de las provincias vascongadas con el carlismo. Este descontento lo catalizaria en primera instancia Sabino Arana a traves del soberanismo de tintes xenofobos representado por su Partido Nacionalista Vasco (PNV), que se vera bastante suavizado tras la Guerra Civil y el poco airoso papel en ella desempenado por su heredero, el lehendakari Aguirre (famoso por jugar a varias barajas, que llegaron a incluir la carta del mismisimo Mussolini, y por inspeccionar a las tropas montado en un caballo blanco, veleidad que le valio el sarcastico mote de Napoleontxu). Ya desde el exilio, Aguirre tratara de salvar los muebles apelando a las grandes potencias internacionales. Ante la escasa respuesta, su sucesor, Leizaola, modera sus aspiraciones.

ETA, cuya gestacion se prolonga a lo largo de la decada de los 50, viene a devolverle al sentimiento nacionalista su primitivo empuje. Ello le reporta un nada desdenable apoyo en sectores de la poblacion vasca, en especial entre el clero, que acoge sus asambleas y ampara a sus militantes, lo que plantea engorrosas trabas a la accion policial, por el fuero especial de que gozan los lugares sagrados. Con todo, a las alturas de 1968, y aunque los etarras llevan anos cometiendo sabotajes y atracos, los benemeritos estan todavia lejos de imaginar que se encuentran ante uno de los mas enconados y mortiferos adversarios de su historia. Hasta mediados de los 60, el Pais Vasco ha sido, por el alto nivel de vida y la baja delincuencia, un destino tranquilo y codiciado, que copan los mas antiguos para criar a sus hijos en un entorno mas prospero y favorable. Tambien ha habido muchos vascos que han aportado sus esfuerzos al cuerpo (recuerdense las excepciones previstas para facilitarles el ingreso, a fin de contar con agentes que dominasen la lengua del pais). Pero a partir de esa decada, Euskadi se convertira en una permanente sucursal del infierno para los guardias y sus familias. La muerte del guardia Pardines sera la primera senal.

El camionero que ha visto caer al guardia avisa a su companero. Este da la alarma a sus superiores y se organiza un dispositivo de control de las carreteras. En Tolosa, Txabi y Sarasketa son detenidos por una patrulla del cuerpo. El jefe etarra vuelve a sacar el arma, pero esta vez se enfrenta a un enemigo prevenido y la suerte le es contraria. Herido de gravedad por los disparos de los agentes, morira en el hospital de Tolosa poco despues. Sarasketa logra huir, pero al dia siguiente un perro policia de la Benemerita lo localiza escondido en la iglesia de Regil (o en un gallinero, segun versiones). Anos mas tarde declarara que la muerte de Pardines desbordo sus previsiones: «Fue un dia aciago. Un error. Era un guardia civil anonimo, un pobre chaval. No habia ninguna necesidad de que aquel hombre muriera». En cualquier caso, asi se escribe la Historia, y aquel 7 de junio iba a marcar la frontera tras la que se iniciaban, a fecha de hoy, cuatro decadas largas de dolor y muerte. Despues de Pardines, ETA iba a matar a otras 946 personas. De ellas, 210 guardias civiles, incluido, en macabra coincidencia, el companero de Pardines, Felix de Diego, que tras quedar impedido en un grave accidente de moto fue asesinado en su silla de ruedas el 31 de enero de 1979, en la terraza de un bar de Irun, de tres tiros que dos etarras le dispararon a bocajarro en presencia de su mujer.

Cuando se materializa esta nueva amenaza, que tomara el relevo de los maquis como pesadilla de los benemeritos, la Guardia Civil, superada la crisis relativa que viviera en la primera decada de posguerra, es un

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