que comprendia Euskadi y Navarra. Los tercios quedaron fijados en un numero de 26, mas uno movil, repartido en tres comandancias del mismo caracter: Barcelona, Madrid y Sevilla. Las comandancias se hicieron coincidir con las provincias, una por cada excepto en Madrid (con la 111, interior y la 112, exterior), Cadiz (Algeciras y Cadiz), Barcelona (Barcelona y Manresa), Asturias (Gijon y Oviedo), Baleares (Palma e Inca) y las dos correspondientes a Ceuta y Melilla. Este despliegue, mas cenido que el anterior a la organizacion territorial del Estado, seria la base del vigente en la democracia.
En lo que habria de esperar a esta la puesta al dia del cuerpo era en las condiciones de vida y trabajo de los guardias y sus familias, en especial en los mas de tres mil puestos repartidos por toda la geografia nacional. La precariedad de la vida en las casas cuartel, muchas de ellas en estado ruinoso o insalubre, las eternas jornadas sin apenas descansos y el autoritarismo en el trato dispensado por muchos de los mandos, que veian en el guardia mas a un soldado que a un profesional policial (aspereza que dentro de la casa-cuartel se hacia extensiva a las familias de los agentes), eran sintomas de un atraso institucional que lardaria en enmendarse. Otro tanto puede decirse de los salarios, que se mantenian en niveles exiguos, tanto mas si se los comparaba con los ingresos de una poblacion que empezaba a recoger los frutos del despegue economico. Por no hablar de los derechos sociales. Es verdad que los guardias tenian vivienda gratis (con una calidad acorde al precio) y economatos para abastecerse a precios reducidos. Pero carecian de cobertura sanitaria, que no recibirian hasta despues de la muerte del general cuya carrera tantas veces cubrieron. Tampoco su formacion estaba, en general, a la altura de las circunstancias. En las academias seguia mandando la instruccion militar y el orden cerrado, en lugar de primar los saberes policiales. Los guardias, en este aspecto, y tambien hasta que la democracia corrigiera tan insolito desequilibrio, tendrian que aprender por el camino y casi por si solos.
Regresando al fenomeno etarra, el zarpazo de junio de 1968, aun siendo fruto de la impremeditacion, demuestra que en el seno de la organizacion terrorista se ha ido gestando la resolucion de dar un salto cualitativo desde los tiempos ingenuos de los primeros comandos, marcados todavia por la indefinicion en cuanto al camino a seguir. Entonces, los elementos de adscripcion catolica, entre los que no faltaban seminaristas, se resistian al uso de la violencia; por otro lado, habia elementos nacionalistas que veian con malos ojos la relacion con el PCE (m- 1), cuyos lideres se venian ofreciendo a los separatistas para formarlos en la lucha armada, porque la E de sus siglas remitia en definitiva a la odiada Espana, con la que se trataba de romper.
Aquellos primeros activistas que pasaron hacia 1964 con armas y documentacion falsa por, entre otros, los pasos fronterizos de Valcarlos y Bera de Bidasoa (testigos de tantas incursiones de diverso signo, como hemos referido) y que pronto fueron desarticulados por las fuerzas del orden, han sido sustituidos por una nueva militancia, de nitida direccion marxista, representada por el propio
Lo prueba lo que sucede inmediatamente despues de la muerte de
Se abre asi la espiral accion-reaccion que el ideologo
Supongamos una situacion en la que una minoria organizada asesta golpes materiales y psicologicos a la organizacion del estado haciendo que este se vea obligado a responder y reprimir violentamente la agresion. Supongamos que la minoria organizada consigue eludir la represion y hacer que esta caiga sobre las masas populares. Finalmente, supongamos que dicha minoria consigue que, en lugar de panico, surja la rebeldia en la poblacion de forma que esta ayude y ampare a la minoria en contra del estado, con lo que el ciclo accion-reaccion esta en condiciones de repetirse, cada vez con mayor intensidad.
La respuesta del estado franquista es exactamente la prevista por Zalbide. Declaracion del estado de excepcion, incremento de la dureza de la respuesta represiva, creciente rechazo entre la poblacion de la accion policial y creciente simpatia por los luchadores que se le enfrentan. La represion obtiene en un principio un exito aparente, forzando el repliegue de ETA, pero solo para atacar con mas fuerza y asestar un golpe decisivo, ya con la propaganda a su favor. El 3 de diciembre de 1970 comienza el famoso proceso de Burgos, el macrojuicio militar a que son sometidos los etarras detenidos, que se salda, merced a una habilidosa campana
Sin duda uno de los mas cruciales de esos hitos es el suceso que tuvo lugar a las 9.30 del 20 de diciembre de 1973, en la madrilena calle de Claudio Coello. En los tres anos transcurridos desde el proceso de Burgos, la accion de ETA se ha intensificado notablemente, y tambien la respuesta policial. En lo que se refiere a la Guardia Civil, se trabaja a marchas forzadas para construir un servicio de informacion adecuado a la amenaza, vista la poca funcionalidad de las antiguas brigadillas (que responden a las viejas ensenanzas de la lucha contra el maquis) para combatir un enemigo que exige infiltrarse en su nada permeable entorno, asi como controlar sus pasos por las areas urbanas donde se mueve como pez en el agua. Sobre todo, en las grandes ciudades. Por lo que toca a Madrid, en las ultimas semanas la banda ha demostrado su capacidad atracando una armeria y quitandole el armamento a un centinela de la Capitania General. Los servicios de informacion de la 111 comandancia, segun refiere su entonces jefe, el tambien historiador Aguado Sanchez, han delectado los movimientos de unos vascos extranos en la calle Mirlo. Segun Aguado, se dio aviso de su presencia, pero nada se hizo, aunque hay fuentes que aseguran que ante el temor de que ETA pudiera preparar un secuestro de envergadura, se lomaron medidas de proteccion de personalidades. Sea como fuere, no era ese el plan de los terroristas, y las medidas de nada sirvieron.
Ese 20 de diciembre, al pasar frente al numero 104 de la calle antes citada el vehiculo oficial del almirante Luis Carrero Blanco, presidente del gobierno, un potente artefacto colocado en el subsuelo hace explosion. El almirante viaja en un coche sin blindar, que vuela por el aire y desaparece en el patio interior de un inmueble cercano. Junto a el mueren su conductor y el jefe de su escolta. Los dos policias que lo siguen en otro coche, y que lo ven desaparecer en la explosion, quedan atonitos. La operacion Ogro ha logrado su objetivo. Carrero, numero dos del regimen, y promesa de pervivencia de su ala mas dura cuando le llegue la hora a su fundador, ha pasado a la Historia. Es la pieza de mayor calibre que ha cobrado ETA hasta esa fecha. Y hasta hoy.
El golpe es sensacional, y pone en evidencia todo el aparato de seguridad del Estado, como ya lo hiciera, medio siglo atras, la eliminacion del antecesor de Carrero, Eduardo Dato. Al frente de la Guardia Civil esta el general Iniesta Cano, un «duro» del regimen, que cursa a sus hombres un inquietante telegrama, en el que tras
