la mujer se ha incorporado a casi todas las unidades del cuerpo. Un cambio de gran calado simbolico, para una institucion cuyo fundador, como se recordara, impusiera a sus miembros la obligacion de llevar viril bigote.

Bajo el mandato de Roldan, en suma, se consuma el idilio de los socialistas con la Guardia Civil, a la que atribuyen cada vez mas responsabilidades. Un ejemplo ilustrativo es la seguridad del Palacio Real, que encomendada en un principio a la Guardia Real, paso luego a una empresa privada, registrandose clamorosos fallos con ambas. Finalmente, ante la puerta acabaron apareciendo los socorridos tricornios (y alli siguen). Otro detalle no menos elocuente es la estrecha relacion de afecto que establecio con ellos el secretario de Estado de Seguridad, Rafael Vera, luego condenado por el caso Segundo Marey, y que a la vuelta de los anos lo llevaria a escribir una novela donde el heroe es un guardia civil (El padre de Cain, 2009). Algo que, como ya se ha comentado, resulta altamente insolito en la literatura espanola.

Con aquel primer director general civil, la Guardia Civil crecio en importancia, en prestigio y en aprecio del poder hasta cotas antes desconocidas. Aumento la plantilla y se mejoro la formacion, tanto inicial como de especializacion. Tambien se actualizaron sus emolumentos, aunque siguieran siendo los mas bajos de todos los cuerpos policiales. Pero, como es bien sabido, Luis Roldan se dedico ademas a otras cosas. Tras una rocambolesca huida, acabo detenido en el aeropuerto de Bangkok, el 27 de noviembre de 1995, y condenado por malversacion de fondos publicos, cohecho, fraude fiscal y estala. Segun los hechos probados de la sentencia, durante su mandato Roldan birlo 435 millones de pesetas de los fondos reservados que tenia asignados, y cobro comisiones ilegales de las constructoras que hacian las casas cuartel por importe de otros 1.800 millones. Tan fabulosas sumas nunca aparecieron, y tras pasar 15 anos en prision quedo en libertad en marzo de 2010. Otro nombre para la memoria funesta del cuerpo.

Los noventa fueron, en cierto modo, una decada negra para la Guardia Civil. Al humillante escandalo de Roldan se sumaron otros dos no menos daninos. El primero, el llamado caso UCIFA, que acabo con la imputacion y condena, en sentencia ratificada por el Tribunal Supremo en enero de 1999, de varios agentes de la unidad central antidroga por trafico de estupefacientes. El caso presentaba cierta complejidad. Parte de las entregas eran pagos a confidentes, que los guardias se veian obligados a hacer sin una cobertura legal adecuada (que a dia de hoy sigue faltando en Espana para este tipo de actuacion policial, comun en todo el mundo) porque era la unica forma de obtener ciertas informaciones necesarias para sus investigaciones. Sin embargo, la facil disponibilidad de droga incautada, y el habito de distraerla para este proposito, desperto la codicia de algun guardia, que segun la sentencia acabo vendiendola con fines mas particulares.

El otro gran escandalo fue el caso Lasa-Zabala, que acabo con el entonces ya general Galindo en prision, junto a varios de sus colaboradores y el ex gobernador civil de Guipuzcoa, Julen Elgorriaga. La causa tuvo su origen en el secuestro en el sur de Francia, en octubre de 1983, de dos miembros de ETA, Jose Antonio Lasa y Jose Ignacio Zabala, su posterior asesinato y el abandono de los cuerpos, sepultados en cal viva, en una fosa en Alicante. El GAL reivindico la accion mediante una llamada a la cadena SER de Alicante un ano despues, aunque los cadaveres no aparecieron hasta 1985. Segun los hechos probados de la sentencia, los autores de las muertes fueron los guardias civiles (para entonces ya dados de baja en el servicio, por inutilidad psicologica) Felipe Bayo y Enrique Dorado, que habrian actuado siguiendo instrucciones del entonces comandante Galindo y con la aquiescencia del gobernador civil. Los etarras, secuestrados poco despues de una serie de acciones terroristas, y posiblemente torturados para sacarles informacion (la sentencia no afirma este hecho, por no permitir probarlo el estado en que se hallaron los cuerpos) habrian sido luego asesinados para borrar rastros. Todo habria sucedido en la casa conocida como La Cumbre, en San Sebastian, un inmueble vacio utilizado por las fuerzas de seguridad y que Bayo y Dorado, en las reconstrucciones efectuadas, demostraron conocer. Ambos, ademas, habian sido ya condenados por torturas, y por su posterior incapacidad se les habian otorgado generosas pensiones, en la cuantia maxima permitida por la ley.

La instruccion fue accidentada y tuvo gran repercusion en los medios, por el perfil de Galindo y el del instructor (el juez Javier Gomez de Liano, luego condenado por prevaricacion por el llamado caso Sogecable, aunque el Tribunal de Estrasburgo acabaria reconociendo que se habian conculcado sus derechos fundamentales en ese proceso). Algunos de los imputados dijeron y se desdijeron, y entre los testigos de cargo habia notorios enemigos de los guardias, como un traficante de drogas al que habian detenido en alguna ocasion. El testimonio de este, y el de un policia de la escolta del gobernador, que declaro haber oido, en el coche en que Elgorriaga iba con Galindo en la noche del secuestro, las palabras «han caido dos peces medianos», fueron claves para incriminar a ambos responsables, en cuanto a su conocimiento de los hechos. En entrevista mantenida en prision anos despues con el autor de este libro, el general Rodriguez Galindo nego con tono energico y dolorido tener nada que ver con aquellas muertes. Haciendo hincapie, justamente, en que todo lo que habia contra el eran dos testimonios dudosos, uno por el testigo, otro por la imprecision.

La verdad judicial, en todo caso, seria que aquellos dos cadaveres los hizo la Guardia Civil. Galindo fue condenado a la pena maxima, treinta anos de prision. Se sumaba esta condena a las que ya ratificara en 1984 el Supremo para el teniente coronel Castillo Quero, el teniente Gomez Torres y el guardia Fernandez Llamas, por el llamado caso Almeria: la tortura y asesinato de los jovenes Juan Manas, Luis Cobo y Luis Montero, en mayo de 1981, despues de confundirlos con terroristas y bajo la conmocion del atentado que un dia antes habia acabado con la vida del teniente general Valenzuela. En adelante, y para tratar de evitar casos como estos y otros excesos, asi como para refutar mejor las sistematicas denuncias de torturas que presentaban los etarras capturados, se establecieron protocolos mas rigurosos en cuanto al control por medicos forenses del estado fisico de los detenidos antes y despues de ser interrogados en las dependencias policiales.

En estos anos, coincidiendo con acontecimientos tan poco satisfactorios, se produce sin embargo una sustancial mejora en la formacion y los resultados de los guardias destinados a la investigacion criminal. Se dota a la Guardia Civil de las tecnicas y recursos criminalisticos mas avanzados, esfuerzo este en el que pesa, y no poco, el ingrato recuerdo del misterioso crimen de Los Galindos, un asesinato multiple cometido el 22 de julio de 1975 en un cortijo sevillano, y que nunca se resolvio, entre otras cosas, por la escasa precaucion que tuvo la intervencion inicial de los guardias en la escena del crimen, borrando huellas que habrian sido cruciales para su esclarecimiento. Enmendada esa carencia, y establecidos los procedimientos adecuados, se empiezan a recoger los frutos. Son los anos en que agentes del cuerpo resuelven casos tan sonados como el del largo y penoso secuestro de la farmaceutica de Olot Angels Feliu, mantenido desde noviembre de 1992 hasta marzo de 1994 por una trama criminal en la que no faltaban policias locales. La operacion la culminan en 1999, con la detencion de estos delincuentes, los guardias de la Unidad Central Operativa (UCO), dirigidos por el entonces capitan Fustel, que por ese exito alcanzaria incluso una cierta celebridad, a la postre contraproducente.

Esos mismos guardias pasaron de heroes a villanos tras la puesta en libertad de Dolores Vazquez, acusada de la muerte de la joven Rocio Wanninkhof (y como tal, imputada por varios jueces y condenada en primera instancia por un jurado popular). El crimen, acaecido el 9 de junio de 1999 en Mijas Costa (Malaga), se acabo atribuyendo al ciudadano britanico Tony Alexander King, cuyo ADN se hallo en el cadaver de otra joven, Sonia Carabantes, asesinada el 14 de agosto de 2003 en la cercana localidad de Coin. Era el mismo que habia aparecido en la colilla de un cigarro de la marca Royal Crown recogida del talud donde murio Rocio, y eso llevo a conectar los dos casos y a condenar al britanico como autor de ambas muertes. Entonces se dijo que la Guardia Civil habia acusado a Dolores Vazquez porque era una mujer antipatica y porque el vecindario la tenia enfilada, sin mas pruebas. Los mismos medios que tiempo atras habian presentado a Vazquez como una asesina fria y calculadora, pasaron sin mayor rebozo a reivindicarla como victima atropellada por la animadversion policial.

La verdad, como siempre, es algo mas compleja: en el sumario obraban varios indicios sospechosos y objetivos; entre ellos, la mala relacion con la chica de Dolores, fallos en la coartada que esta ofrecio y la misteriosa presencia de su coche en el lugar del crimen, con dos hombres sin identificar, y sin que ella admitiera haberselo prestado a nadie ni denunciara su robo. Los indicios no resultaban concluyentes, por lo que los jueces, tras la aparicion de King, decidieron archivar la causa contra ella. Sin embargo, y esto no deja de tener su valor, no dictaron su sobreseimiento definitivo, sino tan solo el archivo provisional. Teniendo en cuenta la presion de los medios, el matiz resulta relevante. Quiza la actuacion de aquellos guardias (que, por cierto, tuvieron la diligencia, por nadie reconocida, de recoger aquella colilla que resolveria el crimen y salvaria a Vazquez) no fuera tan arbitraria.

El 11 de septiembre de 2001, unos terroristas islamicos estrellan dos aviones comerciales contra las Torres Gemelas de Nueva York y un tercero contra el Pentagono, en Washington. Como respuesta, el presidente norteamericano George W. Bush lanza un ataque fulminante sobre Afganistan.

Las policias de todo el mundo occidental endurecen su respuesta contra el hasta entonces algo descuidado

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