a su vez, y este sistema no le ofrece ventaja ninguna. Con un tren que salga siempre a la hora exacta, por ejemplo, no habra ninguna seguridad de llegar a tiempo a la estacion, y de igual modo, con un ministro honrado o insobornable no se podra jamas conseguir un destinillo ni activar un expediente.

La Guardia Civil era exacta, era honrada, era insobornable. Yo he jugado muchas veces al tute con el cabo de la Guardia Civil en los cafes del pueblo, y era en vano que le dejase cantar siempre las cuarenta, porque si en epoca de veda se me ocurria salir al campo con una escopetilla, nadie me libraba de pagar la multa correspondiente. […]

No, no habia en toda Espana una organizacion comparable a la Guardia Civil, y lo aseguro yo, que no solo la conozco de jugar al tute, sino que he sido conducido por ella desde un extremo de la Peninsula hasta el extremo opuesto, dicho sea con todas las salvedades debidas a mi natural modestia y sin el menor proposito que se me conceda un alto cargo. La Guardia Civil era tecnicamente, de lo mejor que habia en Espana; pero, ?que quieren ustedes! ?Habia disparado tantas veces contra de pueblo soberano! Yo, la verdad, ignoro contra quien habria podido disparar la Guardia Civil, de no hacerlo contra el pueblo, soberano o no. ?Debia haber disparado tal vez contra las Hijas de Maria? No creo que hubiera hecho muchos remilgos para ello en caso necesario; pero la Guardia Civil tenia por mision el mantenimiento del orden, y las Hijas de Maria, como tales Hijas de Maria, no se pronunciaron contra ese orden. […]

La Republica la tomo contra la Guardia Civil no porque el imperio de la justicia hiciera innecesario ya defender el orden por medio de la fuerza, ni porque hubiera cesado el malestar del pueblo, […] sino tan solo porque durante cincuenta anos no la tuvieron a su lado, y ahora, cuando la tenian a su lado, seguian creyendo que la tenian enfrente. Por esto […] la tomo con la Guardia Civil, y primero intento sustituirla […]. Luego, al ver que no podia sustituirla, quiso modificar su reglamento. Despues se conformaba ya con modificarle el uniforme, y por ultimo, ?saben ustedes lo que hizo? Pues aumentar su consignacion para que hubiera mas guardias civiles que nunca y para que estos guardias civiles estuviesen mejor retribuidos que jamas.

En todo caso, todo esto es el pasado. El presente tiene otros rasgos, por fortuna; en general, bastante menos tragicos que los de otras epocas, y tambien muy distintos de los tradicionales. Aparte de la incorporacion de la mujer, en las dos ultimas decadas se han unido al cuerpo muchas personas que no obedecen en absoluto al perfil, marcadamente rural, y en buena medida endogamico, que dominaba la recluta hasta fechas recientes. Muchos hombres y mujeres criados en el entorno urbano, y sin relacion previa con la institucion, se han incorporado a ella. No pocos de ellos con estudios superiores, necesarios para algunas de las modernas especialidades (por poner un ejemplo, solo en el laboratorio de ADN trabajan decenas de biologos). Ellos, y ellas, han traido un cambio sociologico considerable, que es el que explica, entre otras cosas, que mas de un tercio de la plantilla este afiliado a la AUGC (Asociacion Unificada de Guardias Civiles), una asociacion profesional (los sindicatos siguen prohibidos en el cuerpo, por su caracter militar) que reivindica abiertamente la desmilitarizacion del instituto. La AUGC ha terminado por obtener reconocimiento oficial, con su incorporacion a un organo consultivo, el Consejo de la Guardia Civil, en el que estan representados guardias, suboficiales y oficiales. Su accion de mas impacto fue sin duda la manifestacion que en 2007 reunio a 3.000 agentes uniformados, y con tricornio, en la Plaza Mayor de Madrid, para protestar por su situacion laboral y pedir, una vez mas, que el cuerpo dejara de tener caracter militar. Celebrada en el mismo escenario en el que tantas veces combatieron los guardias, durante las revoluciones del XIX, la movilizacion no podia ser mas simbolica, ni mas indicativa de la transformacion vivida por el cuerpo.

Descartado de momento que se disuelva la Guardia Civil (ninguna de las fuerzas politicas con capacidad para llevarla a cabo ha dejado de apreciarla) queda abierto el debate sobre la doble condicion, militares y policias, de los guardias civiles. Pocos dudan, dentro y fuera del cuerpo, de que la faceta que debe prevalecer es la primera: los guardias no son y nunca han sido simples soldados, ni como tal debe tratarselos, como hizo la dictadura franquista, y antes de ella tantos otros que se sirvieron de ellos para emplearlos como fuerza de choque en sus particulares guerras. Ya su fundador tuvo ocasion de rebelarse contra ese uso. Los guardias son agentes de la autoridad y auxiliares cualificados de la administracion de justicia: para eso deben formarse y a eso deben atender sobre todo, lo que en la sociedad en que viven y los tiempos que corren ya supone un alto grado de exigencia.

Ahora bien, ?han de seguir siendo, a la vez, militares? La experiencia historica dice que esta condicion ha fortalecido su capacidad de respuesta y contribuido a su eficacia. Tambien, para los sucesivos gobiernos, contar con una fuerza bien instruida y disciplinada, desplegada en todo el territorio nacional, representa un activo de primer orden. Eso explica, probablemente, que ninguno haya dado el paso de desmilitarizarla. Los ochenta mil guardias civiles forman una maquina de valor inestimable, que compensa, en cierto modo, la actual descentralizacion del estado de las autonomias, y viene a ser la mejor antena con que cuenta el gobierno central: esta presente en todas partes, incluso alli donde las policias autonomicas la han relevado de las tareas de seguridad ciudadana, y controla las fronteras, las costas y los aeropuertos. Si ademas se tiene en cuenta la sustancial reduccion de los efectivos militares, tras la implantacion del ejercito profesional, la Guardia Civil juega un papel en la defensa nacional, como fuerza de reserva, todavia mas importante que en otras epocas. Todo ello hace poco plausible, al menos a corto plazo, su desmilitarizacion.

Pero, ?que seria lo deseable? Para muchos de sus hombres y mujeres, esta claro: la disciplina militar es una carga que no resulta facil de llevar, y menos con la labor que ellos desarrollan. Otros muchos, en cambio, estan muy imbuidos de su condicion, que asocian a una tradicion que se honran en seguir, y por nada del mundo querrian ser civiles. Como opinion de terceros, nos permitimos apuntar esta: «La Guardia Civil es un instituto militar que esta fundado en dos bases primordiales, que son la obediencia al mando, es decir, al poder publico, es decir, al Gobierno, y la responsabilidad. La Guardia Civil no ha desmerecido jamas, ni un minuto, de su tradicion a este respecto. Conste asi una vez mas». Aunque pueda sorprender a alguno, son palabras de Manuel Azana y Diaz, presidente de la II Republica espanola. Y aunque no fuera siempre lucido, ni como gobernante ni como intelectual, no deja de tratarse de una de las mejores cabezas pensantes que ha dado Espana. A pesar del tiempo transcurrido desde que lo dijera, quiza tambien en este asunte como en otros muchos, capta la esencia de la cuestion. Si no fuera militar la Guardia Civil pasaria a ser otra cosa. Asi lo saben, o lo intuyen, quienes como tal la mantienen. No es facil dar el paso de cambiar por otra una maquina que ha demostrado durante anos funcionar mas que razonablemente. Lo que no quita para que sea un error que a los guardias, en su regimen de vida y disciplina, se les trate como a los reclutas que no son. En suma: militares y policias; pero sin que lo segundo quede desvirtuad por lo primero. Sin que la disciplina sea pretexto nunca mas para despersonalizar o menoscabar a profesionales a los que se les exige tener criterio e iniciativa. Algo que es perfectamente posible, desde una vision avanzada, y no trasnochada ni ramplona, de la profesion militar.

No se trata, en todo caso, de ninguna profecia, ni siquiera de un pronostico. Es una apuesta personal, y la realidad bien podra, si le place, desmentirla. Lo que importa es que los guardias, militares o no, continuen de forma honrosa para ellos y provechosa para el pais la historia que escribieron sus antecesores. Esos hombres (y mas de una mujer, ya) que una y otra vez se mostraron serenos en el peligro, como les prescribiera su fundador; ya se diera este frente al criminal en los caminos, frente al rebelde en el monte o frente al enemigo en el campo de batalla. A veces con la razon y la justicia de su parte, otras veces sin mas amparo que el desnudo de la ley, que no siempre es bueno ni suficiente, y otras, ni con lo uno ni con lo otro; pero al final acertando, muchos de ellos, a mantener la entereza y la dignidad.

Tambien, es quiza especialmente necesario recalcarlo, hubieron de mostrar su serenidad, y lo hicieron, en ese trance al que tantos hombres justos y decentes se vieron abocados a lo largo de la historia de Espana, y al que escaparon en cambio tantos oportunistas, despotas y criminales. Ese instante que retratara con maestria el pintor Antonio Gisbert en su celebre cuadro titulado Fusilamiento de Torrijos en la playa de San Andres. El observador poco avezado no identificara a los guardias con los prisioneros entre los que se encuentra Torrijos, sino mas bien con los hombres uniformados que se ven desdibujados al fondo y que forman el peloton de fusilamiento. Cierto es que los guardias hicieron muchas veces, y asi lo hemos contado, esa odiosa tarea detras de los fusiles. Pero tambien se pusieron delante, incluso atados a una silla para sostenerse, como el infortunado general Aranguren, ajusticiado por orden de Franco, o como el no menos desdichado guardia Moreno Rayo, fusilado por los mineros enfurecidos.

A otros los lincharon, o los apunalaron, o les dispararon por la espalda, o los hicieron volar en pedazos con

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