Total, una cosa detras de la otra, pim-pam, pim-pam, como noticias de television.

Y entre esa cena y la aparicion de Olalla hay una raya invisible, seguramente la que ella vio y me prohibio pisar. ?Como no iba a parecerme un prodigio encontrarmela metida en mi cuarto, diciendo aquellas cosas disparatadas, mirando el poster de la fonetica? Eso si que fue un acontecimiento glorioso que inyectaba vida y misterio. Que anulaba el futuro. Supe enseguida que era lo mas importante que me habia pasado desde que llegue a Madrid. Y ahora que han llovido casi diez anos y tengo recuerdos -algunos agradables-, sigo pensando lo mismo, que aquello no lo puedo comparar con nada de lo que he visto ni me ha dicho nadie a partir de ese dia en que el tiempo se paro por unos instantes. Algo parecido a cuando entre en los titeres. Como notar que vuelas.

Pero los fogonazos dejan resaca. Y el de Olalla dejo mucha. A la semana de haberse ido mis padres de viaje de novios, yo ya no podia aguantarme a mi mismo. De tanto darle vueltas a si seria verdad o alucinacion que entro en casa la nina de las coletas, a ratos sentia que iba a estallar. Lo unico parecido a una garantia, aunque poco, es que cuando le dije a mama: «Ha venido Olalla con su abuelo», su gesto se torcio en el espejo y dijo: «No se por que la han tenido que traer.» Ahi se perdian los rastros. ?Me habria inventado ese tambien? Mejor olvidarlo, pero no podia. Y mama se habia ido. Estaba en las islas Virgenes.

Total, se echo encima un calor sofocante. Aquella casa estaba orientada a poniente, y yo me habia empenado en no tener amigos, en no pedirle ayuda a nadie, en no salir. Ni ganas de comer tenia.

Una tarde estaba sentado en el cuarto de estar, que daba a un patio, viendo la television. Y de repente entro Lola. Desde aquella vez que se largo a Italia con Maximo sin despedirse de mi y al volver suspiro de alivio al ver que me habia ido de su cuarto, nuestras relaciones pasaron a ser de otra manera. No me miraba apenas, no me decia cosas carinosas. La verdad es que con todos tenia un humor de perros. Me puse en guardia y decidi quererla menos, que tampoco fue facil. El rencor es como una inyeccion que duele, pero hace efecto, y a mi me inmunizo de esa esperanza infantil de lo perenne, o sea que si alguien te quiere te va a querer siempre igual, aunque se hunda el mundo.

Pues bueno, entro Lola y yo no sabia si era para buscar algo o para quedarse un rato conmigo. Vi de reojo que se sentaba, pero segui mirando la television, un documental de animales. Eran crias de aguila y el nido estaba en las ruinas de un castillo. El corazon me latia con angustia, porque el silencio de Lola no lo podia soportar. No se el tiempo que pasaria -a mi se me hizo muy largo- hasta que los aguiluchos del nido, despues de unas cuantas visitas de la madre para traerles comida, empezaron a aletear.

En ese momento Lola se cambio de sitio y se sento a mi lado en el sofa. La verdad es que se veia mejor que desde la butaca, o sea que aquel cambio podia significar dos cosas: o que le estaba interesando el proceso de crecimiento de los aguiluchos, o que le apetecia tenerme mas cerca. No dije nada. Menos mal que hablo ella. Y, por cierto, con una voz muy dulce.

– ?Hay que ver lo que te ha gustado a ti desde siempre la historia natural! -dijo.

Y aquel «siempre» fue como una culebrilla. Se me aparecio mi hermana desde muy lejos, asomando por detras de un tapiz en el pasillo que daba tanto miedo.

Pero reaccione y volvi al presente. Las crias de aguila, aguzando los ojos, se lanzaban a un vuelo corto.

– Es que date cuenta -dije- de lo poco que tardan en espabilar y echar a volar ellos solos. Unos ensayitos de nada y ancho es el mundo. A buscarse la vida. Si se cruzan en el aire con sus padres, a saber si los conoceran siquiera.

Baje los ojos, y alli estaba la sombra entre mis pies.

– Bueno, ?y que? Pensando se sufre.

Me puso un dedo en la sien y apreto. Era juego de infancia.

– Por aqui te entra el mal, ?a que si?

– Si.

– A mi tambien. Es por donde se enreda la novela.

De repente, comprendi que aquel era el momento de indagar lo que me estaba volviendo loco. Trate de que mi voz fuera normal.

– Oye, Lola, el otro dia, cuando la boda, ?viste tu por aqui a una nina muy rara, morena, con coletas?

– ?Rara? Bueno, algo rara si es, pero sobre todo mas mala que cagada de diablo. Supongo que te refieres a Olalla.

– Asi dijo que se llamaba. ?La conoces tu?

Lola se echo a reir, que fue lo que mas me molesto.

– ?Que si la conozco? Si, hijo, por desgracia. Es mi hermana.

Yo mismo me extrane de la reaccion tan violenta que tuve. Me puse de pie y empece a pasear por la habitacion como por una jaula.

– ?Pero como que tu hermana? ?Que estas diciendo? ?Como que tu hermana?

– Bueno, a medias, igual que tu. Pero de otra manera. No te sulfures.

– ?Y yo es que no pinto nada en esta casa? ?O que? -grite pegando un punetazo contra la puerta-. ?Ya esta visto que no, que soy el ultimo mono, que a mi nadie tiene por que contarme nada! No soy nadie y punto.

Me habia salido una vena tipica de papa. Hasta la voz y los resoplidos. Y me daba verguenza.

Lola ni se enfado ni se rio. Estaba seria. Me dejo desahogarme y luego, cuando la mire, vi que me estaba senalando un sitio en el sofa junto a ella.

– Ven, aca, anda, hombre. Por favor.

La obedeci. En la television estaban pasando los titulos de credito y al fondo se veia a los aguiluchos haciendo circulos contra el cielo sobre aquellas ruinas del castillo donde estaba el nido. Lo miraban desde arriba. Pronto se alejarian de el. Le di al boton de apagar y la pantalla quedo negra.

– Es que, Baltasar -dijo Lola-, ?a ti te ponen tan nervioso los asuntos de los parientes! Reconocelo. Y, al fin y al cabo, Olalla no te toca nada. Pero tienes toda la razon del mundo. Ahora te cuento lo que quieras. ?Me vas a perdonar?

– Perdoname tu tambien. A veces se me cruzan los cables. ?Por que has dicho que es mala?

– Bueno, sale a su madre. Ella no tiene la culpa.

– Pero es muy lista y muy graciosa -la defendi yo.

– Si, en eso desde luego no sale a su madre, esa vena locatis es nuestra.

Me parecio que lo decia con orgullo, y en aquel «nuestra» me empece a embarullar, porque yo sentia estar metido en esa madeja, queria estar metido. ?Por que no estaba?

Entonces Lola, despacito y por orden, me fue contando la historia de la nina de las coletas que, para mi sorpresa, resulto ser dos anos mayor que yo. Gabriel se fue de Segovia porque habia dejado embarazada a una azafata, que luego se desentendio enseguida de la cria; era una comehombres, calculadora, mentirosa, burra, sinverguenza. Y encima le pegaba. No se, la puso verde y dijo que a Gabriel le habia arruinado la vida. Pero el seguia ciego. Hasta ahora, que casi no se veian.

– Los hombres son como las gallinas -dijo Lola-, les echas trigo y pican la mierda.

Olalla estaba muy apegada a su padre, y luego a los abuelos, cuando se trasladaron a Italia. Se iba haciendo la luz en mi cabeza. O sea, que el sabio de la tribu, el que daba los bebedizos, era Bruno, el titiritero, el que me habia dejado de herencia los muebles de Gabriel y me habia advertido que las cosas tarda uno en entenderlas. Me entere tambien de que no habian venido a visitarnos por lo de la boda, sino por pura casualidad. Estaban de paso para Segovia, donde Bruno tenia que recoger un dinero de la casa y firmar no se que papeles. Por eso no los vi en el restaurante.

– Y luego que mama -anadio Lola- ya la conoces, cuando recibe a alguien con cara de perro, solo le falta ladrar.

De pronto me daba todo igual, no queria preguntar mas cosas. Escuchaba la voz de Lola y miraba fijamente la puerta. Al otro lado estaba el pasillo con alfombra de rombos por donde vi desaparecer corriendo a la hija pequena de Gabriel y de aquella madre tan mala. Comprendi lo principal: que yo la iba a querer hasta que me muriera. No le dije nada a Lola, claro, pero esa misma tarde empece a hacerle sitio a Olalla en una especie de altar dentro de mi cuerpo, donde sigue viviendo, a espaldas de todo el mundo.

– ?Que callado te has quedado, hombre! -me dijo Lola al final.

– Bueno, es que estos meses en Madrid han sido muy raros. Tengo ganas de que vuelvan papa y mama. ?A ti te gusta Madrid? ?Te has acostumbrado?

– Bastante, si -contesto Lola, mirandose las unas-. Tampoco del todo.

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