los que lo combatian? Ni tan siquiera la historia de Adan y Eva destruyo, por cuanto fue inmediatamente recuperada como mito, es decir, como simbolo y significante de un hecho desconocido, y restituida a su anterior posicion en el sistema. A la postre, ademas, da igual que nos hayan precedido una larga evolucion biologica o la operacion artistica de modelar unas pellas de barro. ?Que digo yo! Tratandose de Dios, que es razonable, parece mas encajada y logica la eleccion de un procedimiento racional y paulatino, como es el de la evolucion, que el de un milagro demasiado rapido, como hubiera sido el del barro. Es cierto que el evolucionismo nos impide creer en la literalidad del texto biblico; pero, cuando Darwin lo formulo, en ese texto ya no creia nadie con dos dedos de frente.

En fin, me he desviado, no se por que. Queria decir que ciertos escritores, poco inclinados a la satira moral, pero menos aun al panegirico o a la literatura revolucionaria; incompatibles, sin embargo, con la sociedad y por tanto nada dispuestos a integrarse en ella, pero tampoco a repetir el talante de los bohemios, se limitaron a ejercer la vision objetiva en sus letras y la excentricidad en su conducta. ?Queda, asi, definido el caso de Gomez de la Serna? Tambien es mas complejo, creo yo; tambien excede a tan escuetas coordenadas. La objetividad de su vision del mundo seria una mitad, pero nos queda la otra, la de su conducta social y humana, que ni se oculto en el anonimo ni se ejercio en el desplante, menos aun en el escandalo. Ramon Gomez de la Serna nunca podria ser definido como mascara de las de a pie, ya que nada de su facha o de su atuendo le enmascara: no es, sin embargo, corriente. ?Cual sera el quid?

Veamos. Es un hombre de talla media que viste como todo el mundo (es lo que hacen los escritores de su generacion); tirando a gordo, pero sin serlo. Con un cabello regularmente cortado, aunque con una onda que le cae sobre la frente. Se habla de un monoculo que escasas veces uso, y solo en un principio. Se reune en un cafe con algunos amigos, y tiene la suerte de que uno de ellos, pintor, haga un retrato de aquella pena con el -Ramon- como eje de la composicion. Como ya es mayorcito para vivir en casa, alquila, en una calle cara de Madrid, el piso de una torre, y alli se rodea de sus cosas, que son todas las que va encontrando en su camino y que por algo le llaman la atencion. La conjuncion Madrid-piso-cachivaches le satisface por entero, le sirve de marco unico para su «realizacion», puesto que la repite, o intenta repetirla, en Buenos Aires, en Napoles y en Estoril. Pero sucede con bastante frecuencia que cualquier hombre, no precisamente un escritor, lo que busca y no siempre halla es un piso que le vaya bien y en el que meter sus cosas. De modo que la diferencia estribara en las cosas, y yo creo que la singularidad de Ramon consiste precisamente en su especial relacion con ellas. ?Es distinta a la de los demas hombres? Quiza. Nosotros, los corrientes, nos rodeamos de cosas utiles, de las que nos servimos, y de ciertos objetos inutiles, o que se tienen por tales porque no son indispensables para un modo de vivir esquematico, minimo, segun el criterio de los funcionarios de Hacienda, que en seguida las consideran como un lujo. Pero a la postre resulta que son utiles tambien, que a su usuario le sirven de algo o para algo, que no las posee y mantiene por irracional capricho. ?Son de estas las de Ramon? Cuadros, porcelanas, objetos decorativos; o bien colecciones de sellos, de pipas, de vitolas. No. Las de Ramon no son de estas, sino, por ejemplo, el chuzo de un sereno (pronto habra que explicar a la gente lo que fueron los serenos, lo que eran los chuzos), un maniqui femenino, varios espejos raros, globitos de colores, recortes de periodicos… Y todo lo que se quiera anadir de cuanto generalmente se arroja al cajon del polvo. ?Sera que Ramon tuvo alma de basurero? No es eso, no. Aunque a primera vista no sea facil dilucidar para que quiere estas cosas, que hace con ellas, convendria esperar a una segunda visita para tomar posiciones. Y esa segunda visita tiene que partir de algunos supuestos. Por ejemplo, les hemos llamado «cosas». «Cosas» es la palabra comodin de que se valen el escritor y la gente cuando ignoran o les estorba el nombre de los objetos, pero tambien cuando estos son sustraidos al orden, al sistema al que pertenecen y considerados en si mismos. El agua de un sifon se inserta en el orden o sistema de las bebidas refrescantes, subclase de las carbonicas, y dentro de el encuentra su precision, su definicion y su sentido, aunque tambien los recibe en el orden de la quimica aplicada. Un pie humano, por su parte, se incluye en otro orden, el de los organos, precisamente en los de la locomocion, al menos mientras el automovil permanezca en su etapa prehistorica y no lo sustituya por completo: fuera de ellos, unicamente puede ser un resto macabro, el testimonio parcial de un crimen, la materia de una broma de mal gusto, el objeto de una adoracion fetichista, un exvoto. Pero, vease bien, en cualquiera de esos casos ha adquirido distinta y nueva significacion, se le ha sacado de su orden o sistema propios, se le ha incluido en otro que por naturaleza no es el suyo, pero al que puede pertenecer sin repugnancia racional. No es, pues, todavia «cosa». Para que sea cosa, repito, ha de quedarse en offside, o, como decimos aqui, a la luna de Valencia.

Recordemos asi mismo, que de estos dos objetos, el agua de sifon y el pie humano, el que posee sabor, un sabor peculiar y conocido, es el primero; el pie, en todo caso, sabra a carne humana, como el brazo o las nalgas (acaso me equivoque, pero no me repugna confesar mi incompleta experiencia de la antropofagia), pero es sabor que, en general, se ignora. Es conocida, en cambio, la sensacion del pie cuando se duerme; quiero decir, cuando parece colmado de burbujas a causa de un incompleto o insuficiente riego sanguineo: nunca parece el pie menos pie que en tales casos, jamas es menos apto para conducirnos y sostenernos. Pues bien: Ramon Gomez de la Serna escribe un dia: «El agua de sifon sabe a pie dormido»: afirmacion, desde luego, tan insolita como inesperada, para llegar a la cual han tenido que verificarse determinadas operaciones mentales: la una, la especificamente cosificadora, al extraer a estos objetos de sus sistemas, al dejarlos, como se dijo, «a la luna de Valencia», les ha privado de toda significacion, les ha arrebatado un posible mensaje, les ha hecho aptos para ser cualquier cosa y significar cualquier cosa. El agua de sifon, rica hasta ahora en notas o cualidades, las ha perdido todas, aunque le haya quedado el soporte de una de ellas, algo asi como el pedunculo en que se asienta el sabor, por vacio de la nota misma; un pedunculo a cuya extremidad, digamos semejante a una ventosa, puede adherirse algo no necesariamente sabroso, algo posiblemente insipido, pero que en seguida adquirira sabor porque para eso esta el pedunculo ahi: lo imagino flotante con el rumbo perdido, como una de esas patas de moscas que vemos los miopes constantemente, que nunca van a ninguna parte, pero que jamas se aquietan. ?Va a suceder que el tal pedunculo transfiera el sabor del agua de sifon al primer objeto atrapado? Se acerca como consecuencia logica, sobre todo si el objeto de la caza es insipido. Pues, no: sucede justamente lo contrario. Cuando el pedunculo alcanza a rozar el pie dormido y se adhiere a el con terquedad de lapa, el agua sabe a pie. Claro que yo he intentado explicar la operacion de manera sencilla y como quien dice por imagenes y movimientos elementales; pero si se le confia a un experto en retorica, ?la de procesos metaforicos y metonimicos de que habra que echar mano hasta dejar cubiertas y explicitadas sus delicadas etapas! En ella, en la explicacion, seria necesario insistir en la palabra «sabe», que es la que actua de pedunculo, que es la que opera el milagro de aproximacion y transfusion entre el agua y el pie, o, mas exactamente, entre lo que caracteriza a aquella como de «sifon» y a este como «dormido», es, a saber, el cosquilleo y las burbujas. Pero no seria lo mismo decir que «el pie se parece al agua de sifon en que el cosquilleo es como una especie de burbujas», por ejemplo: esto no pasaria de vulgar comparacion, cualquiera seria (y es) capaz de descubrirlo. Lo de Gomez de la Serna, lo que el hace, pertenece a un orden poetico mas elevado -por una parte-, y por otra des-cubre o revela una mente distinta, extrana, una mente especialmente capacitada para la invencion y formulacion adecuada de verdades inusuales, aunque impertinentes. Porque lo curioso de todo esto es que, como todo el mundo sabe, el agua de sifon sabe a pie dormido DE VERDAD, y en esta verdad consiste lo grave, lo transgresor, lo peligroso ademas de peliagudo. Porque el trato humano -o el contrato social, como se prefiera- autoriza el conocimiento y uso de ciertas verdades, mas no de todas, y decreta indecentes el uso y conocimiento de las restantes. Todo aquel a quien alguna vez se le ha dormido un pie y ha bebido del agua de un sifon, sabe que esta sabe a pie dormido, pero se lo calla, no lo diria jamas por respeto a la convencion general que rige el mundo. Contempla, por tanto, con desconfianza a quien se atreve a proclamarlo, y mas aun a quien no se contenta con eso, sino que proclama tambien innumerables verdades del mismo orden, y, encima, las titula greguerias, que no quiere decir nada. Clara u oscuramente, el lector, aunque se divierta, intuye que el autor de aquellas frases que a veces tacha de rebuscadas se parece a su modo y coincide en bastantes aspectos (sobre todo en los peligrosos) con el introductor del materialismo dialectico o con el descubridor del complejo de Edipo: gente toda que hace tambalear las mejor cimentadas estatuas de los foros y de las conciencias. Y lo menos que hace -el lector- es recibirlo de unas, aunque las esconda. El autor, nuestro Ramon, sin embargo, si es peligroso (y eso habria que ponerlo en claro), no practica la estridencia, se porta de manera apacible, aunque excentrica; inofensiva, aunque chocante. No se le ocurre, por ejemplo, denunciar (aunque sea sonriendo) la inmoralidad, como hace en su tiempo don Jacinto Benavente: el se detiene y entretiene con detectar cualidades menos

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