hombre que sabe que la vida es un poco de sol al lado de la sepultura. El optimista, asi, viene a complementarse con el mistico: la vida es una tregua con sol o con lluvia. Dice una gregueria de Ramon, que no se si he reproducido ya en este libro: «Solo tenemos treguas.» No es una gregueria, claro. Es mucho mas, aunque parezca mucho menos. Ramon hizo de oro su tregua, supo siempre que la vida era tregua, pero una tregua circular en la que el podia encerrarse y ser feliz. El humorista y el mistico desvalorizan la vida, pero es mas mistico el humorista que el mistico, porque este ha trasladado los dones terrestres a otro mundo, y el humorista se queda aqui. (Salvado el pietismo postrero de Ramon, que no tiene para nosotros un gran valor.)

El que se ha negado siempre a la trascendencia de la Historia y a todas las trascendencias, el humorista, tiene un claro sentido de la muerte. El optimismo ramoniano resulta asi el optimismo inverso del que sabe que todos los problemas estan resueltos de antemano por la muerte que vendra a su hora.

El humorismo, como el misticismo, es un contar con la muerte. Pero cuenta mas el humorista que el mistico, porque no juega la coartada de otra vida. El optimismo es un misticismo inverso y alegre, un misticismo que se queda aqui. El optimismo es el misticismo de la tierra, como el misticismo es el optimismo del cielo. Este misticismo de la tierra es el que ha practicado Ramon a lo largo de su obra ingente.

Recordemos el famoso titulo de Pablo Neruda: Residencia en la tierra. Es casi un titulo mistico. Neruda esta muy cerca de Ramon, literariamente. Si no hubiese contado siempre con la muerte -quiza sin saberlo- no habria sido Ramon el humorista que es, que fue.

A ultima hora, cuando la muerte se le hace evidente como una sorpresa que emerge de su propia obra, Ramon se ensombrece, naturalmente. Pero no podemos decir exactamente que todo lo que escribio haya quedado desmentido por la muerte, sino que la muerte estaba en todo y finalmente surge como un monstruo de las profundidades. Viene a no llevarse nada, a abolir una obra que se habia ido aboliendo a si misma a medida que nacia, mediante la correccion del humor, de la ironia, de la trivialidad y la cotidianidad. La muerte se lleva la obra de otros -en el sentido de que la niega o desmiente-, pero del humorista nada se lleva.

En el Madrid de los primeros anos sesenta, poco se hablaba ya de Ramon. Sus greguerias aparecen dominicalmente en ABC, en pleno dominio de la escritura realista, y la mayoria de los escritores e intelectuales tienen a Ramon por una momia del exilio, por uno de tantos exiliados que estan haciendo una escritura anacronica, parados en la hora literaria de su partida.

A Ramon lo trajeron a enterrar a Madrid y el Ayuntamiento le puso unos motoristas en el entierro, que salio de la Casa de la Villa. La gente miraba mas a los motoristas que al muerto. La gente no miraba a la popularidad -ya inexis-tente- de aquel escritor que siempre fue mas popular de vida que de obra, sino que miraban la farsa de la popularidad, farsa de la que estaban siendo personajes y espectadores sin saberlo. Agustin Lara, el compositor mejicano, dirigio a la banda municipal en la capilla ardiente y sono el chotis Madrid. En aquel acto absurdo, en aquella gala funebre, municipal, ni popular ni literaria, comprendi de pronto que habia habido en la vida de Ramon un equivoco nunca resuelto, un enfrentamiento de direcciones: el escritor de obra y escritura minoritaria, que tuvo popularidad de torero en los anos veinte y treinta. El senorito madrileno que vivio todos los topicos del madrilenismo para hacer de ellos, no una obra costumbrista, sino una avanzada experiencia literaria. Esta indecision esencial de su obra, esta disparidad entre los motivos y los procedimientos, es quiza lo que ha impedido a la fama hacer pie en Ramon y le ha dejado para siempre en un limbo de consagrado no leido, o leido por gentes que nunca podran consagrarle.

Hable por entonces con su viuda. En un libro mio de memorias literarias cuento un poco todo esto. Comprendi bien en la tarde del entierro que con Ramon moria algo que ya estaba muerto: ese momento en que la literatura coincidio milagrosamente con la felicidad. Momento raro en la literatura europea y unico en la espanola. Leyendo a Ramon un poco a traicion, abriendo de golpe un libro suyo, tendremos siempre esa sensacion, esa revelacion de que la literatura, toda la literatura, podia haber sido otra cosa, y no necesariamente el documento de que el hombre es desgraciado. A Ramon lo explica su epoca, claro, pero asi y todo es insolita esta escritura que llega a tener en si, efectivamente, un trasunto de dicha natural, no conseguida ni conquistada. La distancia que nos separa hoy de Ramon -tanta- es la distancia legendaria que nos separa del paraiso perdido. Ramon es un primitivo por su escritura ideografica, como he dicho y repetido en este libro. Pero es un primitivo, sobre todo, porque parece venir, en cada pagina, de la felicidad original del planeta. Siendo un escritor tan de epoca-el estilo, la actitud-, es ante todo un escritor de los origenes. El que en este libro hemos querido encontrar.

Francisco Umbral

***
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[1] Asi aparece en el original. Entiendo que se refiere a ‘taxonomias’ (N. de la C.)

[2] Asi en el original. Pienso que se refiere a copias de escritos anteriores. (N. de la C.)

[3] Quien (N. de la C.)

[4] Asi en el original (N. de la C.)

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