ultimas anotaciones son de 1956. Parece que se trataba de dos Diarios (escritos, como ya hemos dicho, en los grandes libros Diarios de la contabilidad). El primero de ellos lo destruyo Ramon en gran parte por toda clase de prejuicios y miedos: religiosos, politicos, familiares. El segundo lo mutila su mujer, Luisa Sofovich, por ser demasiado Diario, demasiado intimo, demasiado autentico.

Desarbolados estos libros de su contenido confidencial, nos queda poco mas que una serie de greguerias, que quiza Ramon utilizo como punto y aparte en su Diario. Pero no deja de transparecer por eso la amargura y el desencanto que informa ya la prosa del escritor. Su proyecto de felicidad sencilla o vida insolita, proyecto doble y nunca resuelto ni armonizado, esta ya lejos.

Ramon, con la misma tecnica literaria de siempre, nos da ahora las equivalencias tetricas entre las cosas. Contrasta el tono de estos ultimos libros ramonianos con el de sus colaboraciones de prensa de la misma epoca, pues sin duda mantenia en el trabajo publico la inercia y la imagen del hombre que trabaja y juega, mientras que se desahogaba en los Diarios intimos. Aparte de colaboraciones de prensa, yo no conozco casi nada de lo que escribiera Ramon entre 1956 -ultima anotacion de lo que se ha llamado su Diario postumo- y 1963, fecha de su muerte. Son siete u ocho anos en blanco, al menos para mi.

Nos habla Ramon de sus enfermedades y de las medicinas que toma. Nos habla del cancer como una facil premonicion, cuando aun no tenia sintomas de el. «Mientras, cada cual esta cuidando su cancer, mimandole, llevandole al teatro, dandole pan…» El cancer, que en si es una cosa viva, sinies-tramente viva, queda aqui animizado por Ramon, convertido en un animal maligno que cuidamos inocentemente.

Fiel a la gregueria, aun escribe algunas que son puro juego verbal: «Catalejo: aparato para ver un conejo.» Habla mucho de su mujer, en estos libros, y casi siempre con carino, pero luego hay otras observaciones sobre la mujer en general que son negativas, lo que hace suponer que algunos fragmentos del Diario los arranco la mano de la venganza. En todo caso, la mujer-metafora se ha venido abajo. La mujer es ya un ser usual, como en Laforgue, que acompana, ayuda, traiciona y, como cualquier otro ser con el que se conviva, nos recuerda la muerte, pues nuestra propia muerte siempre se hace mas evidente en el espejo de otra cara.

Ramon habla a veces de tiros en la noche, reflejando vagamente el Buenos Aires del peronismo. Una variante que ensaya mucho, inspirado sin duda por la especial caracteristica de los libros en que escribe, es la contabilidad poetica: «Esperanzas perdidas, 2.000.000 de pesos. Esperanzas nuevas, 10.000 pesos.» Habla bastante de Dios, metido y comprometido en un pietismo absurdo de viejo con miedo a la muerte. Recuerda libremente cosas de la infancia, como el palentino Cristo del Otero. De pronto se le estropea la pluma con que esta trabajando y asi lo anota. Habla mucho de las plumas, en un volverse sobre si mismo que es muy ramoniano y singular. Es como si el pintor pintase el pincel con que esta pintando. Nos describe como es cada pluma, las dificultades que tienen. Y suelta tacos que sin duda abundaban mas en el original, y que nos devuelven al madrileno malhablado: «Las plumas son unas hijas de puta.»

Este escribir sobre la pluma con que esta escribiendo me parece a mi la culminacion del ramonismo, el momento en que el escritor se reune consigo mismo definitivamente, algo que solo podia ocurrirle en la madurez ya muy entrada. Los filosofos existencialistas hablan del proceso de individuacion o identificacion de uno consigo mismo. Ramon, cuando ya por fin ha expresado el mundo -su locura literaria de expresarlo todo- y cuando por otra parte el mundo le ha decepcionado y en buena parte abandonado, se pone a escribir de la pluma con que escribe, porque ya no tiene de que escribir ni seguramente le importa nada. Es la locura literaria llevada a sus ultimas consecuencias, una identificacion de vida y obra, de menester e instrumento, que roza ya el absurdo y nos pone frente a la gratuidad absoluta del escribir.

Sabemos que todo esta dicho y todo esta por decir. La escritura no es sino un silencio casi elocuente. El hombre que escribe sobre la pluma con que esta escribiendo cierra totalmente el circulo de la gratuidad. No es mas trascendente escribir sobre Dios o sobre la Historia. Escribir es un acto que termina en si mismo y el mundo podria pasarse igual sin la cultura. El Ramon tardio llega a esta perfeccion ultima que era su destino -perfeccion del absurdo- de escribir sobre la pluma que escribe. El idioma no dice nada sino que se dice a si mismo, como mas o menos ha deducido la moderna ciencia linguistica. Ramon, el hombre que mas ha escrito, escribe sobre lo que esta escribiendo. Su pluma, como el lenguaje humano entero, solo se dice a si misma.

36. DIARIO POSTUMO

En la Nochebuena de 1952, se queja Ramon de estar sin dinero. Espera ocho mil pesetas de Espana que no le llegan. Espana, su gran tema, se ha quedado reducida para el a una referencia bancaria: «Espana no paga.»

Tambien espera lo que el llama el Nobel espanol, que era un premio de quinientas mil pesetas -mucho para entonces- que daba el banquero Juan March. Al fin, el dinero se lo dan a Azorin, contra el que ya venia escribiendo Ramon de vez en cuando, y al que llama «chufero valenciano». Azorin, al que ha dedicado una de sus mas logradas biografias -y por supuesto el mejor libro que se ha hecho sobre el alicantino-, se le torna ruin y oportunista en la hora de los desencantos. De estas rectificaciones esta llena la historia chismosa de la literatura, pero no por eso deja de ser significativa la caida de los valores en el mundo de Ramon. Ha visto con el tiempo que Azorin fue siempre un oportunista, un hombre que supo aprovechar lo que el no supo ni quiso aprovechar. Y lo dice.

Con la caida del mito azoriniano, cae para Ramon, quiza sin que el lo sepa, el ideal contemplativo, el «ver volver», porque la vida empieza a ser tediosa y porque el tiempo esta lleno de traiciones. No solo ha fallado su proyecto vital de ser feliz, sino que le han fallado los modelos de vida y escritura: Azorin.

El 14 de abril de 1953, su mujer le regala unos guantes amarillos para que no se le enfrien las manos. Asiste de lejos a la muerte de su hermano Pepe, que esta en Chile. Su hermano era mason. Confiesa que ambos fueron «desgraciados y huerfanos» en el colegio palentino de infancia, aunque no es esa la version de aquella remota epoca infantil que nos da en su Automoribundia. Ramon, que ha hecho toda la vida un sonriente esfuerzo por conseguir que la vida se optimice, incluido el pasado, esta entrando ya en esa sinceridad seca de la vejez y el desencanto. En noviembre del 53 pierde sus colaboraciones de Venezuela y se va dando cuenta, al fin, de que su periodismo ya no interesa, de que la literatura por la literatura ha pasado. Ha pasado del periodismo, claro, que es lo que a el le da de vivir.

Nos descubre de pronto, en una anotacion del Diario, su admiracion por Anatole France: «Hubo un momento en que todo un principio de generacion quiso robarle a Anatole France su calidad de novelista, pero paso esa cola de generacion y Anatole France volvio a conseguir su gran condicion de novelista. Vio pausada e ironicamente la vida, a un ralenti especial, y asi queda palpable a traves del tiempo lo que parece que se torno impalpable. Detuvo la vida en una ilusion de novelista y de espectador, y por eso la hizo inmortal como lo es todo lo que logra ser incorruptible.»

Hemos hablado, en el capitulo «Literatura de la literatura», de lo que Ramon le debe -como prestamo personal o de epoca- a Cocteau y, en consecuencia, a Proust. Es lo que Proust le debe a France, al que admiraba notoriamente y hace aparecer en sus libros, como sabe cualquiera, con nombre falso y verdadero. Hemos dicho que Proust ralentiza la vida, y esa ralentizacion viene de France, pero France, el maestro, es superado y anulado por Proust, el discipulo, como tantas veces ocurre. France y Cocteau estan hoy mas cerca del kitsch que Proust, al que salva sencillamente el genio.

Ramon, que se ocupa raramente de Proust -extrano vacio en su cultura y su obra-, acierta a decir que Anatole France detuvo la vida, detuvo la novela, y todavia le recuerda en la segunda mitad del siglo.

Quiza, cuando Ramon hacia sus novelas, creia estar haciendo anatolismo, pero ya hemos visto que esta mas cerca de Cocteau que de ningun otro modelo. E insisto en que no se si se trata de un prestamo personal o un prestamo de epoca, de una imitacion o un aire generacional. Ahora ya sabemos, por propia confesion del autor, que su modelo secreto era Anatole France, un France pasado por la alegre escritura vanguardista. No es necesario decir que a Ramon no le salio el experimento, o solo le salio a medias. El no es que

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