ralentice la vida, como France, sino que la vida se le muere entre las manos, en cada novela, por abrumacion de greguerias y falta de movilidad novelesca.

Es reveladora esta pequena nota de Ramon sobre France, al que casi nunca habia citado, y por ella comprendemos que el hombre que quiso ser como Anatole France solo consiguio parecerse a Cocteau, en cuanto novelista. Su genio estaba en otra parte.

En 1953 se le diagnostica de heredodiabetico, pero despues de un regimen riguroso le desaparecen todos los sintomas en los analisis. Se hace a si mismo promesas de trabajar despacio, de llevar las colaboraciones -que todavia son muchas- con calma, y de trabajar en sus libros pausadamente. Es esa ilusion de trabajo tranquilo que se hace el escritor espanol, sabiendo en realidad que reventara sobre las cuartillas. Se pasa una noche arreglando una pluma.

De pronto anota una frase de Leonardo da Vinci: «Un objeto viene a nosotros en forma de piramide. La punta esta en nuestro ojo. La base, en el objeto.» Es casi una gregueria. Ramon ha tenido siempre mucha sensibilidad para detectar greguerias en los demas, incluso en un hombre tan remoto como Leonardo. En Quevedo habia descubierto muchisimas.

Y otro desgarro de tio de cafe, de escritor callejero (debia haber muchos en el original): «Te vas a morir de enconado que estas.»

En el 54, cuando agoniza Benavente, deja constancia en su Diario de lo poco que le ha interesado siempre este dramaturgo. Una vez habia sostenido que Benavente le robo, siendo el muy joven, la idea de su Cuento de Calleja. De Benavente dice ahora que «lo suyo no era arte, sino suscripcion». En efecto, la sociedad espanola estaba como suscrita a Benavente, a sus frases y sus comedias.

A Benavente le habia hecho un acertado retrato, llamandole «doctorcito», anos atras.

De pronto nos sorprende con un exabrupto: «Todo Juan Ramon Jimenez es una filfa.» El hombre que mas generosamente ha retratado y biografiado a sus contemporaneos, dice a ultima hora la verdad amarga del desencanto. No es que lo otro fuera mentira, sino que su proyecto de optimismo ha fracasado y todo fracasa con el. Ya habia escrito hacia muchos anos, en pleno optimismo: «Ay cuando las cosas empiezan a dar la vuelta.» Este Diario que se ha llamado postumo es el volver de las cosas con su otra cara, con su careta ya mortal, como en El tiempo recobrado, y por eso nos detenemos en su examen. Es el unico documento con que contamos -aunque tan maltrecho- del reves ramoniano, del Ramon tardio que sobrevive pateticamente a su proyecto de optimismo, al optimismo como proyecto, que es lo que hemos estudiado en todo este libro.

37. DESENCANTO

Dice una gregueria del Diario postumo: «En los ojos del gato hay la tristeza de no poder ser mas que ojos de gato.» Se repiten en todo el libro estas antigreguerias. Y las llamo asi porque, aunque tengan la apariencia de la eterna gregueria ramoniana, son en realidad su negacion. La gregueria, como la metafora, no hace sino relacionar unas cosas con otras, animar una imagen poniendola en contacto electrico con otra imagen. Pero los ojos del gato, de pronto, ya no son relacionables con nada, sino que se quedan en ojos de gato, y esa es su tristeza y ese su unico mensaje.

Elijo esta gregueria porque da tono a todo el libro. A Ramon se le han cortado las relaciones entre las cosas, los puentes de la imaginacion. El mundo ha dejado de ser para el una cinta infinita en la que todo se relaciona con todo. Ha perdido la idea de continuidad y contiguidad, y por lo tanto ha perdido la idea de circunferencia. Las cosas y los gatos ya solo remiten a su propia limitacion. La imaginacion ramoniana, en vez de relacionar, ahora aisla. Es una imaginacion que se esta volviendo analitica, o sea que se esta secando. Dice en otra observacion intimista de este libro, al oir el ascensor de la casa que sube con un vecino: «Otro que se salva de la calle.» La calle se le ha vuelto -a el, tan callejero- peligrosa y adversa. Y no solo, naturalmente, por razones politicas, sino por razones vitales. Con su ya comentada y estudiada sensibilidad para lo cotidiano, experimenta ahora el alivio que debe experimentar ese vecino -a lo mejor el vecino no lo experimenta- al subir en el ascensor que le posa blandamente en un hogar calido.

Ramon anota de pronto el numero de la funeraria de Buenos Aires: 888888. El 17 de julio de 1955 deja de fumar. El 11 de septiembre cumple cincuenta anos su mujer. En febrero del 56 habla de enfermedades y medicinas. El 10 de junio del 56 hay tiros en la noche y Ramon atranca su puerta con el Diccionario Enciclopedico. Tiene miedo de que vaya a desencadenarse una guerra como la que le echo de Espana. Se ha comprado un juego de cafe y «un gato baudeleriano de porcelana» y experimenta la inquietud de que la politica o la guerra pueden truncarle estos amagos de felicidad domestica. La Historia, pues, tampoco consigue arrastrarle. Sera asi hasta la muerte y desde que, muy joven, se propuso -quiza sin proponerselo- vivir en la vida y no en la Historia, vivir en lo cotidiano y no en los acontecimientos. La ultima anotacion del libro es del 24 de septiembre y dice: «El inmenso Dios que llena lo inconcebible.» La expresion es buena y esta por encima de su pietismo habitual de viejo. Poco antes habia anotado: «Pero el Manzanares sigue creciendo.» Quiere decirse que Espana esta presente en su nostalgia continuamente (las referencias son frecuentes en este Diario), de acuerdo con la teoria de los tres circulos concentricos que ya hemos expuesto, y en los cuales se mueve hasta la muerte. En algun rincon perdido del libro ha escrito: «Hay mortales que tienen cancer.» Es una de sus ultimas y macabras ironias. Ademas de ser uno mortal por naturaleza, tiene cancer.

Le preocupa a Ramon el exceso de almidon que tiene el pan. Le preocupa su salud. Se divierte Ramon resucitando viejas palabras espanolas: lucidura. «Dio una lucidura a la pared.» Parece que no se entera de nada, pero si que se entera: «America tiende a quedarse paralizada en una arregostada buena vida.» Toda una profecia. Esta llegando a las grandes sintesis de su escritura. De pronto, por ejemplo, escribe el nombre de Goethe, solo, aislado, sin mas. El comentario lo pone el blanco del papel.

Su humorismo se hace esquematico: «La hache traslaticia.» Juega, en fin, y sigue descubriendo posibilidades expresivas. Todo este Diario postumo es un entrecruce de juego y muerte. El hombre que esta en casa esperando la muerte o la enfermedad mortal, pero en el que de vez en cuando despunta el nino, el primitivo, el jugador nato. Este Ramon tardio, en fin, es el hombre del desencanto, el escritor ludico por antonomasia al que el juego se le ha paralizado en expectativa de la muerte. La vida le regalo millones de imagenes y la muerte le llega tambien en imagenes. No podia ser de otro modo puesto que otro lenguaje no tiene el ni lo puede tener el mundo para con el. Pero su sistema era el optimismo y el optimismo ha muerto para siempre. Por eso lo que escribe es fragmentario. Y resulta patetico decir que es fragmentario tratandose precisamente de Ramon, el hombre que, como Heraclito, solo escribio fragmentos.

Aquel juego de fragmentos que eran sus libros, se ha quedado ahora en una fragmentacion sin juego, sin alegria, donde a veces asoma una gregueria luminosa, pero nada mas. Adivinamos que el sistema se ha roto. Ramon, con su libro de contabilidad abierto toda la noche, escribiendo en el con letra grande y plumas variadas, es un viejo jugando a nino, es el nino que no sabe ser viejo. Seria tonto e insufrible deducir de aqui ensenanzas morales: ?acaso es mas confortable intelectualmente la vejez del escritor que se ha enfrentado a la vida con rigor de pensamiento, con un sistema ideologico compacto, con una consecuencia mayor? La vida acaba quitandole siempre la razon al escritor, sea su sistema optimista o pesimista, y de nada les sirve a Kant o Hegel haber puesto el universo en orden. El hecho crudo y montaraz de la vejez y la muerte les convierte en absurdo frente a su propio sistema. La ironia ramoniana queda tan desairada, a ultima hora, como el imperativo categorico.

El humorista, en su juego, queda casi mas airoso que el poeta en su poesia o el filosofo en su sistema, a la hora de la muerte. Porque el humorista es el unico que ha contado con la muerte en cada palabra que ha escrito. Los otros, aunque escriban de la muerte, estan alzando frente a ella la soberbia de la vida. Humorista es el que se ha resistido a construir nada, porque sabe que no hay nada que construir.

Hemos dicho en este libro que Ramon cree en la vida, es el gran optimista e incluso integra la muerte en la vida por via de cotidianidad: la cotidianiza. Ahora tenemos que decir, ya al final, casi lo contrario, para complementar una verdad con otra: la trivializacion ramoniana del mundo no puede nacer sino de una evidencia profunda de la muerte. El hombre que se ha negado a las mayusculas y a la Historia es el

Вы читаете Ramon Y Las Vanguardias
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×