El portero se detuvo a mirar como entraban.

– Nunca me quedo con los nombres de ustedes, los policias -dijo-. Tal vez deberia…

– Esta bien -dijo Mac-. Hableme del senor Lutnikov.

– Siento que hayamos llegado tarde, Taylor -se disculpo el primer enfermero al cruzar la puerta, un culturista con cara de nino-. El tiempo.

Mac asintio y dijo:

– Llevadlo al laboratorio lo antes posible, pero tened cuidado ahi fuera.

– De acuerdo -dijo el culturista pasando junto a su companero frente a Mac.

– El senor Lutnikov -le recordo Mac al portero.

– Era una persona bastante reservada -dijo McGee-. Bastante amable. Me daba un billete de cincuenta dolares, recien sacado del banco, siempre recien sacado, en navidad, todas las navidades.

– ?Tenia mucho dinero?

– No lo se -respondio McGee con una sonrisa-. Suele ser la costumbre en Navidad. Todos los inquilinos del edificio me dan dinero en efectivo en vacaciones. ?Quiere saber cuanto saque esta ultima vez? Tres mil cuatrocientos cincuenta dolares. Los ingrese en el banco.

Hubo un cierto revuelo al final del pasillo, junto a los ascensores. Mac echo un vistazo. La pierna del muerto aun salia por la puerta.

– Usted encontro el cuerpo -senalo Mac.

– Claro -respondio McGee senalando hacia el fondo del pasillo-. Oi que el ascensor se detenia, espere a que saliese alguien. Pero no salio nadie. La campanilla no dejaba de sonar, asi que fui a ver que sucedia. ?Sabe lo que vi?

– Una pierna que salia del ascensor y las puertas de este que intentaban cerrarse una y otra vez golpeandola.

– Eso es. Eso es. La puerta es automatica. Si pones algo en medio, no puede cerrarse y la campanilla suena una y otra vez.

Lo cual explicaba el moreton en el tobillo del hombre. Tambien daba a entender que la pierna del muerto habia sido colocada contra la puerta del ascensor y que cayo cuando esta se abrio.

– ?El ascensor baja automaticamente hasta la planta inferior?

– No, senor. Hay que apretar el boton P o permanece donde se haya detenido.

– ?Los otros dos ascensores son igual de pequenos?

– No, senor -repitio el portero-. Son bastante grandes. El ascensor tres es el mas pequeno porque solo sube desde la planta quince hasta el atico y luego baja hasta aqui.

Un remolino de viento al otro lado de la traqueteante puerta de cristal de la entrada hizo que el portero volviese la cabeza.

– Parece que ahi fuera el tiempo se esta poniendo realmente feo. Aqui tambien hace frio. Estamos muy por debajo de cero grados, seguro.

– El senor Lutnikov vivia en el tercero -dijo Mac-. ?Se le ocurre que podia hacer en un ascensor que no paraba en su planta?

McGee nego con la cabeza.

– Desde la planta quince hacia arriba, solo hay apartamentos unicos. Ocupan toda la planta. Tienen cuatro o cinco dormitorios, terrazas. La senorita Louise Cormier, la del atico, tiene su propia sala de proyeccion, con asientos autenticos y una pantalla muy grande. Los que viven ahi arriba tienen dinero de verdad.

– Y para que Lutnikov pudiese montar en el ascensor tres… -interrumpio Mac.

– Tuvo que bajar al vestibulo, montar en el ascensor tres y volver a subir -dijo el portero.

– ?El senor Lutnikov conocia a alguien por encima de la planta quince? -pregunto Mac.

McGee encogio sus huesudos hombros.

– No puedo saberlo -dijo-. Los vecinos son amables unos con otros, pero no son amigos. La gente en el vestibulo se saluda, sonrie, pero…

Los enfermeros recorrieron el pasillo empujando la camilla cargada con la bolsa negra; en su interior iba el hombre muerto. Mac vio a Aiden Burn colocando cinta adhesiva de escenario de crimen de un lado a otro de la puerta del ascensor.

– Yo les aguanto la puerta -dijo McGee acelerando el paso delante de los enfermeros, y abrio la puerta, permitiendo que entrase una oleada de viento, una rafaga de nieve invasora y un cortante aire helado que acaricio los omoplatos de Mac.

Aiden se reunio con Mac. Se quito los guantes y los metio en el bolsillo. El persistente frio proveniente del exterior la golpeo. Se subio la cremallera de su chaqueta azul, identica a la de Mac y con las palabras Unidad de Investigacion Forense escritas en letras blancas en la espalda.

– No creo que tuviera intencion de salir a correr, a pesar de llevar las zapatillas de deporte -dijo Mac al tiempo que observaba como cargaban el cuerpo en la ambulancia.

– ?Adonde iba? -pregunto Aiden.

– ?O de donde venia? -replico Mac.

– De algun lugar entre la planta quince y la veintidos, que es el atico. Los botones indican que el ascensor no para entre la planta primera y la catorce, pero si baja al vestibulo y al sotano. Hay un boton con la letra S. No hay garaje.

– Tu encargate del sotano. Yo empezare por la planta quince.

– Quienquiera que le disparase lo hizo desde fuera del ascensor -indico Aiden-. No hay marcas de polvora en la camisa. El ascensor es demasiado pequeno para pegar un tiro y no dejar rastros de polvora.

Mac asintio.

– Y el o ella es un buen tirador. La herida de entrada esta en linea con el corazon.

– ?Puedo volver a poner en funcionamiento el ascensor tres? -pregunto el portero.

– No -dijo Mac-. Es el escenario de un crimen. ?Hay escalera?

McGee asintio y dijo:

– Es lo que marca la ley.

– Los inquilinos tendran que usar la escalera hasta la planta quince y tomar los otros ascensores. O bien bajar andando -dijo Mac.

– No les va a gustar -se quejo McGee sacudiendo la cabeza-. En absoluto. ?Puedo llamarles y decirselo?

– En cuanto me proporcione los nombres de todos los inquilinos que viven desde la planta quince hacia arriba.

– Se los apuntare -dijo McGee tomando un portaminas de plastico del escritorio marron oscuro y apretando el boton con el pulgar.

2

Ed Taxx ajusto el termostato de la habitacion 614 del hotel Brevard. El termometro indicaba 18 ?C, pero el Brevard era un hotel viejo, y no habia modo de fiarse del sistema de calefaccion, y en el exterior hacia un tiempo de mil demonios.

Taxx llevaba veinticinco anos en la division de seguridad del fiscal del distrito; era todo un veterano. Un ano mas y su hija se iria a estudiar a la universidad de Boston. Entonces, Ed y su esposa se irian a Florida y dejarian atras para siempre los inviernos de Nueva York.

Ed se habia criado en Long Island, habia esperado las tormentas de nieve, habia hecho guerras de bolas, se habia tirado en trineo por Maryknoll Hill, se habia hecho el machito como los demas muchachos jugando a hoquey sobre hielo con los dedos y las orejas helados en el parque Stanton. Cuando cumplio cuarenta anos, dejo de esperar la llegada del invierno, el coche amenazaba con no ponerse en marcha, la nieve le obligaba a estar durante horas dentro del coche con la calefaccion encendida, y siempre tenia que estar concentrado para no resbalar. Y lo peor de todo era lo largos, grises y depresivos que se hacian los dias. No iba a echar de menos la ciudad cuando se jubilase.

Miro a Cliff Collier, que en absoluto parecia tener frio. Collier tenia treinta y dos anos y era fuerte como un

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