toro. Habia sido agente de uniforme del Departamento de Policia de Nueva York durante seis anos, y tambien detective durante dos anos mas.

Dentro de un par de horas los relevaria otro equipo en la vigilancia de Alberta Spanio, que en ese momento dormia en la habitacion cerrada con llave. Cliff y Ed se habian conocido hacia dos noches, cuando relevaron a otros dos colegas de sus respectivas oficinas. Cada noche hacian entrar a Alberta en la habitacion antes de medianoche, la oian cerrar con llave. Collier se habia pasado la noche viendo programas en la television que interrumpian cada dos por tres para pasar informes meteorologicos a medida que la nieve se acumulaba y la temperatura descendia. Taxx habia mirado a ratos la television, cuando dejaba de leer su novela de misterio ambientada en Florida.

Aquellos dos hombres ni se caian bien ni se caian mal. Tenian muy poco en comun aparte de su trabajo. Tras diez minutos de charla despues de meter a Alberta en su habitacion, dejaron de hablar y la voz del presentador Jay Leno paso a convertirse en el ruido de fondo.

El hotel Brevard no solia ser el lugar elegido por el Departamento de Policia o la fiscalia del distrito como puesto de seguridad. Pero no habian querido dejar nada al azar con Alberta Spanio. No querian que hubiese ni una pequena fisura en el departamento. Eso mismo les habian dicho tambien a los hombres de los otros dos turnos de vigilancia. Todos eran lo bastante inteligentes y experimentados para haber sido seleccionados para ese trabajo, lo que significaba que todos sabian que siempre existia la posibilidad de que quienes deseaban acabar con Alberta Spanio descubriesen donde estaba.

Si la bajita, pechugona, rubia poco natural y muy asustada Alberta hubiese pedido hacer una llamada por telefono, Ed y Cliff le habrian respondido con toda amabilidad que «no», con la misma amabilidad que le habrian dicho «no» si hubiese pedido un bocadillo de jamon. No habia servicio de habitaciones. No podian traerles nada del exterior. La comida llegaba unicamente cuando habia un cambio de turno.

Los agentes que llegarian en cuestion de una hora traerian algo para desayunar, probablemente unos bocadillos de Egg McMuffin y cafe, que era lo que ella habia pedido para desayunar el dia anterior.

– Son las ocho -dijo Taxx mirando su reloj-. Sera mejor que la despertemos.

– Vamos alla -dijo Collier levantandose del sofa y asintiendo camino de la puerta del dormitorio. Llamo con fuerza y dijo-: Hora de despertarse, Alberta.

No hubo respuesta. Collier volvio a llamar.

– Alberta. -Primero afirmo y luego pregunto-: ?Alberta?

Taxx se coloco a su lado. Llamo tambien y grito.

– Levantate.

Nada. Los dos hombres se miraron. Taxx asintio y Collier entendio su sugerencia.

– Abre o echaremos la puerta abajo -dijo Taxx en voz alta pero con calma.

Taxx miro de nuevo su reloj, conto quince segundos y se aparto de la trayectoria de su joven companero, para que este pudiese hacer uso de su mayor corpulencia. Collier golpeo con el hombro contra la puerta tal como le habian ensenado en la Academia. Usando los musculos, no el hueso. No hay que emplear toda la fuerza en el primer intento si no se tiene prisa. Golpear fuerte y retirarse. Hay que luchar contra la madera, no contra la cerradura. Cuando Collier golpeo, la puerta crujio pero no se abrio. El cerrojo se mantuvo. Collier retrocedio unos pasos y se lanzo de nuevo contra la puerta. En esta ocasion se abrio con el ruido de la madera astillandose, Collier siguio hacia delante y estuvo a punto de caer al suelo.

La habitacion estaba practicamente helada.

Taxx miro hacia la cama, una pila de sabanas y mantas. La ventana de la habitacion estaba cerrada, pero a traves de la puerta abierta del lavabo entraba un aire extremadamente frio.

– La ventana del lavabo -dijo Taxx corriendo hacia la cama.

Collier se incorporo y recorrio a toda prisa los tres metros de la habitacion hacia el lavabo. La ventaba estaba abierta de par en par. Se metio en la banera para mirar por la ventana sobre el monton de nieve que se habia acumulado. Quiso cerrar la ventana, pero se detuvo, salio de la banera y volvio hasta la puerta abierta del lavabo.

Taxx estaba junto a la cama. Habia retirado las mantas. Collier pudo ver el cadaver de Alberta Spanio vuelto de costado, con los ojos cerrados, la cara blanca y un largo cuchillo clavado hasta el fondo en su cuello.

Ed Taxx y Cliff Collier no conocian a Alberta Spanio y lo poco que sabian de ella no les gustaba en absoluto. No tenia antecedentes, no la habian arrestado. No habia roto ningun pacto. Habia sido la amante de Anthony Marco durante tres anos y le tenia miedo. Queria dejarle, asi que cuando a Marco le arrestaron acusado de asesinato y chantaje, Alberta telefoneo a la oficina del fiscal del distrito.

Si habia sentido remordimientos despues de contar todo lo que sabia sobre Anthony, que fue mucho, los habia transformado en una irritabilidad hosca y malhablada.

Ni Taxx ni Collier sintieron la mas minima pena, pero entendieron al instante que haber fallado en la proteccion de una testigo clave en el juicio por cargos de asesinato de una de las figuras destacadas del crimen organizado, iba a repercutir en sus respectivas carreras profesionales.

No habia telefono en el dormitorio. Lo habian quitado para que Alberta Spanio no hiciese llamadas. Collier paso a la otra habitacion sin perder tiempo y se dirigio al telefono.

El detective de homicidios Don Flack conocia a Cliff Collier, no muy bien, pero lo suficiente para llamarse por el nombre y tomar juntos un cafe junto a la maquina expendedora en el vestibulo de la comisaria, cuando se cruzaban el uno con el otro algunas veces. Habian estado juntos en la Academia.

Ahora Collier trabajaba para el fiscal, le llamaban para toda clase de casos, desde prostitucion a tumultos de bandas. Debido a su corpulencia, Collier resultaba intimidante. Y por su caracter, realmente lo era. Mientras le interrogaba, Flack era consciente de que Collier era ambicioso -su padre y su tio habian sido policias- y de que le preocupaba su carrera.

Taxx parecia tomarse lo sucedido con mayor estoicismo. Habian perdido a una importante testigo que habria tenido que declarar dos dias mas tarde en un juicio. Pero esa no era la clase de cosa que te hacia perder la pension, y Taxx no tenia ninguna ambicion con respecto al departamento. De lo ocurrido quedaria constancia en su expediente. ?Y que? No andaba buscando un ascenso o un aumento de sueldo. Aun asi, estaba de guardia cuando la persona de la que estaba a cargo murio, no exactamente pegado a sus talones, pero si lo bastante cerca.

Flack tenia su libreta en la mano y se habia levantado el cuello de la chaqueta de cuero para evitar el frio. Dado que la puerta del lavabo estaba abierta, asi como la ventana, la habitacion iba enfriandose por segundos a pesar del calor que salia por la rejilla de la calefaccion.

En el dormitorio, la detective Stella Bonasera estaba junto a la cama observando el cadaver y tomando fotografias. En el lavabo, Danny Messer, con los guantes de latex puestos, dijo:

– No hay signos de que hayan forzado la ventana.

Stella tosio y sintio un ligero cosquilleo en la garganta. Cabia la posibilidad de que se hubiese resfriado. Si tenia oportunidad, se tomaria un par de aspirinas.

Sostuvo la camara a un lado, miro hacia el cadaver y resistio el impulso de retirar de la cara de la mujer un mechon de pelo rubio de raiz oscura. Alberta Spanio se habia esforzado por mantener el buen aspecto tipico de Brooklyn que habia lucido diez o doce anos antes, pero habia perdido la batalla del tiempo. La sangre corria por su cuello hacia la almohada sobre la que descansaba su cabeza. No habia mucha sangre, al menos no tanta como Stella habia esperado encontrar. Se metio la camara en el bolsillo, alargo la mano hacia su maletin de CSI, tomo la cajita de polvo magnetico, la abrio, saco el cepillo y con mucho cuidado busco huellas dactilares en el mango del cuchillo que la mujer tenia clavado en el cuello. Estaba limpio. No habia huellas.

En un extremo de la mesita junto a la cama habia dos cosas interesantes. Una era un bote de pastillas abierto con dos pildoras en su interior. En la etiqueta se leia ALEPPO, y Stella sabia que era un medicamento generico comparable a Sonata. Sheldon Hawkes le diria que cantidad de droga habia en la sangre de la victima. Stella empolvo el bote en busca de huellas. Aparecio una huella nitida. Cogio el bote metiendo dos dedos enguantados dentro del mismo, y despues introdujo este y la tapa que habia al lado en una bolsa de plastico con cierre y la guardo en el maletin que habia en el suelo.

La otra cosa interesante que habia sobre la mesita era un vaso grande con una pequena cantidad de liquido color ambar en el fondo. Stella se inclino para oler el vaso. Alcohol. Hawkes tambien le diria que cantidad de alcohol habia consumido la mujer. Tomar pastillas para dormir y alcohol era una combinacion letal, pero el

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